sábado, 7 de febrero de 2009

HAY “UN EDITOR PIRATA” SUELTO EN BOGOTÁ

De Roberto Rubiano Vargas, "Un editor pirata" hace parte de los cuentos más inquietantes, consignados en la antología Un beso frío y otros cuentos bogotanos proyecto gestionado por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo y la Secretaria de Educación de Bogotá D.C. En esta producción hacen presencia Evelio José Rosero, Luis Fayad, Santiago Gamboa y otros escritores de la capital.

El cuento antes mencionado trasciende a los demás tanto en la temática manejada como en su desenvolvimiento narrativo. Al situar la denominada “piratería” en el marco de la trama, Rubiano Vargas propone algunas reflexiones interesantes sobre este fenómeno económico informal y su papel en la difusión del arte. Para ello, presenta la azarosa vida de Jefferson Buitrago, un individuo que desea publicar su obra –obviamente en los talleres de impresión pirata– y que estando al filo de cumplir su objetivo, no logra hacerlo, pues una incautación de la policía no lo permite.

Trasversal a esta historia, surge la imagen de José María Larsen Gutiérrez, el editor pirata. Es él, quien día a día desflora la originalidad de las obras de arte con su trabajo. Sus victimas mas apetecidas son García Márquez, Sábato, Cortázar entre otros grandes de la literatura latinoamericana –téngase en cuenta además, la fructífera senda del Boom y su prolífico accionar en las editoriales.

Con Larsen Gutiérrez, se configura un discurso revolucionario, que da la oportunidad a este cuento de ser verdaderamente inquietante. Este, no va relacionado con algún proyecto insurrecto (aunque en la historia tiene cabida el M -19, no adquiere relación directa) Más bien, Rubiano Vargas sitúa la posibilidad de cambiar el estado de cosas desde la cultura y el arte, hasta lograr el declive del modelo capitalista: el narrador entiende que una de las dinámicas imprescindibles para la consecución de sus objetivos es el fortalecimiento de la llamada economía subterránea, pese a que a la vista de la sociedad, el editor pirata pudiera ser verdugo del crecimiento económico nacional. Larsen es el encargado de subvertir ese orden burgués establecido, que vela por la autenticidad, proponiendo un mejor sistema de producción acorde a la capacidad monetaria del desfavorecido, este es, el pueblo:

– “Es una forma de vulgarizar la cultura –continuó Larsen Gutiérrez– de llenar el mundo de falsificaciones. Es un hecho ideológico, estético, incluso…la única posibilidad para la literatura es que desaparezcan los egos. Que se rompa la larga cadena de la literatura donde la plata se queda con los Carmen Balcells y los Carlos Barral.”



Por lo general, el editor pirata tendrá como fiel acompañante a su gran vendedor. En la historia, es Angarita el encargado de establecer contactos en la venta de los ejemplares. Este hombre trae consigo un imaginario instrumental de la literatura, incompatible con los pensamientos de Jefferson y del mismo Larsen:

– “Verá joven –respondió Angarita bebiendo de un sorbo su aguardiente– Mi negocio no es promover la literatura sino embutirle libros a los pelados. Yo voy, me parto con el profesor una comisión y ya”.

“Un editor pirata” demuestra de manera ficcional realidades que por más que se pretendan estigmatizar y acallar, siguen vigentes. Es de abonarle a Rubiano Vargas, el dedicar unas líneas bien elaboradas a un flagelo, fenómeno, o si se quiere, medio, muy común en las sociedades de consumo, que irónicamente puede ser nocivo en su caso particular como artista: no olvidemos que él también es escritor, y es susceptible de ser “pirateado”.

Juan Carrillo A
juanelcaibg@gmail.com

FICHA BIBLIOGRAFICA:

RUBIANO VARGAS, Roberto. “Un editor pirata”. En: Un beso frio y otros cuentos bogotanos. Programa Libro al Viento Trasmilenio. Alcaldía Mayor de Bogotá. 2004

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