lunes, 15 de marzo de 2010

UNA CARTA RUMBO A GALES

Inicialmente “Una carta rumbo a Gales” me recuerda una afirmación que hacía Gabriel García Márquez en el libro titulado Colombia al filo de la Oportunidad: Colombia es un país de grandes contradicciones. Las celebraciones se resuelven en muerte, muchos de quienes están mejor formados terminan haciendo de la nación un guiñapo, varios intelectuales se revuelcan en rencillas intrascendentes o asumen los mismos vicios de los políticos convencionales (con lo que revelan su humanismo de barro).

Digo que el poema de Juan Manuel Roca me recuerda esa expresión de García Márquez porque sus imágenes condensan los contrarios y aunque no se habla explícitamente de Colombia es evidente que su espíritu es aplicable a nuestro país. En especial hay dos versos que resuenan en mí, cuando afirman:

Aquí hay palmeras cantoras
Pero también hay hombres torturados.

Los versos exploran dos extremos: por un lado el de la fiesta, la libertad y el movimiento acompasado de una palmera, el de la paz y el viento refrescante; por el otro, el de décadas de violencia. Es el fresco de los conflictos de un país que no logra encontrar términos medios y parece estar destinado a los desencuentros viscerales pero también a las reconciliaciones desmedidas. Palmeras y hombres torturados acaso definen nuestra contemporaneidad.

Desde el recurso de la carta, en el que sobresale el tono intimista, este poema de Juan Manuel Roca hace una lectura de quienes vivimos a este lado del mar, siempre con la tensión de sentir “Un alfileteo en el cuerpo”, y con la sensación de que salir a la calle es hacer “un largo viaje por la llaga”.

Es una lectura que se envía al mundo, a Gales es cierto, pero también a todos los que están al otro lado del mar, a la Europa desconcertada en muchas ocasiones por nuestras desmesuras. Así mismo es una carta que leemos de este lado con sentimientos encontrados, la leemos bajo el foco del latinoamericano, del lado de la Rayuela de Cortazar, el de la modernidad inconclusa, el de la posmodernidad de golpe. Una carta para quienes estamos habituados a ver crecer “la rabia y las orquídeas por parejo” y para quienes podemos aceptar, con una develada ternura, que las abuelas se hayan partido el espinazo trabajando para parir un país lleno de claroscuros.

La carta está igualmente plagada de múltiples imágenes desde las que se cultiva la polisemia. Si entendemos con el profesor Jorge Larrosa que la imagen es “una revelación que se nos da gratuita e involuntariamente cuando nos retiramos de las personas y de las cosas y nos olvidamos de nosotros mismos” (2007, 271), este poema de Roca puede ser revelador: no sólo de lo que socialmente conocemos, sobre los múltiples desencuentros entre los colombianos, sino de lo que sentimos, de lo que experimentamos frente al fenómeno de la falta de convivencia. Allí donde las imágenes accionan nuestras expectativas sobre el conflicto en el país, están transformando nuestra visión sobre lo que somos en medio de él. La imagen trasciende entonces la mera acción de conocer la realidad colombiana para estacionarse como sedimento en nuestras conciencias.

Con este poema, Roca sugiere su lectura sobre la sociedad colombiana. Si se lee a la luz de la historia de la literatura del país, el poeta continúa la brecha abierta en los poemas publicados, por ejemplo, en una antología titulada La casa sin sosiego: la violencia y los poetas colombianos del siglo XX, compilada por el mismo Juan Manuel Roca. ¿La poesía hablando de la violencia? Acaso otro oxímoron, acaso otra contradicción, pero no por ello un ejercicio necesario para repensarnos en medio de la guerra.

Leonardo Monroy Zuluaga.

Bibliografía:

Larrosa, Jorge. La experiencia de la lectura. México: Fondo de Cultura Económica, 2007 (1996)


jueves, 11 de marzo de 2010

LA MANSIÓN DE ARAUCAÍMA: RELATO ONÍRICO DE LASCIVIA FURIOSA

En 1973, el escritor colombiano Álvaro Mutis publicó La Mansión de Araucaíma. El subtitulo es Relato Gótico de tierra caliente. Y de hecho, este plantea una atmósfera de misterio, una narrativa onírica y violenta, de una lascivia furiosa.

En su desarrollo se presentan conflictos con lo interno y externo a los personajes. En la vigilia y en el dormir. Pues, parece ser que “(…) cuando soñamos somos los espectadores de un drama en desarrollo y sólo en raras ocasiones se tiene la impresión de estár en control…” (Empson, 1989. pág. 99).

De manera que los habitantes de la mansión de Araucaíma, asumen el ritmo de sus existencias con una vehemencia similar a los bramidos de los ríos en creciente, sin afanarse por llegar a paraísos artificiales y ultraterrenos.

Por eso, el subtitulo Relato gótico de tierra caliente no sólo significa rupturas con la historia de la literatura, sino que plantea cuestiones como “¿qué sucedería si se retiraran todas las señales externas de la naturaleza del tiempo, tanto naturales como manufacturadas (relojes, tiempos de alimentación, día y noche)? ¿Nuestros cuerpos tendrían aún su propia existencia rítmica?”. Aquí es necesario recordar los ambientes de la mansión:

“La mansión se levantaba en la confluencia de dos ríos torrentosos que cruzaban el valle sembrado de naranjos, limoneros y cafetos. La cordillera, alta, de un azul vegetal y profundo, mantenía el valle en sombras de una secreta intimidad vigilada por los grandes árboles de copa rala y profusa floración de un color púrpura, que nunca se ausentaba de la coronada cabeza, que daban sombra a los cafetales.” (pág. 33)

La atmósfera de tierra caliente explica la innecesaria ambientación de un invierno hostil. La llamada “estación triste”, con la cual se aumenta el valor de la casa (o la mansión) en tiempos malos.

En La mansión de Araucaíma, el espacio puede ser leído como metáfora del ser-humano y del ser del universo. Entre sus dos pisos y tres patios habita un miedo incontenible, pródigo en asfixia, ese miedo seco y caliente hay que mirarlo, sin los ojos, para sentir la infinita vastedad de tal espacio:

“(…) mirándolo con mayor detenimiento se advertía que era bastante más grande, de más amplias proporciones, de una injustificada y gratuita vastedad que producía un cierto miedo.” (pág. 31)

Con base en el manejo del lenguaje, la poesía logra recrear una lógica fantástica presente en la voz propia de cada una de las personificaciones que discurren en La Mansión de Araucaíma.

El autor logra dar voz interior a cada uno de los personajes. Paul, El Guardián; Graciliano, Don Graci, El Dueño; Camilo, El piloto; La Machiche; El Fraile; Ángela, La Muchacha; Cristóbal, El Sirviente. Y, La Mansión, donde habrán de desarrollarse la totalidad de los hechos, incluyendo el funeral.

Con base en descripciones de tres sueños (Sueño de La Machiche, del Fraile y de la Muchacha), se logra una atmósfera onírica, pesadillesca, volátil y efímera. El relato de Álvaro Mutis es conciso, breve, sin dilataciones, tensionante, sin abusar del lenguaje.

Quizá la brevedad del relato sea en sí misma, una metáfora de la levedad de lo vivo, de lo corto que resulta la tragedia de aquéllos personajes. El relato se tensiona por los diversos conflictos, que no se desbordaban por un acuerdo tácito entre los moradores de la mansión, pero se quiebran con el ingreso de Ángela, La muchacha, ente externo del cosmos que regía el orden cerrado de La Mansión, donde son determinantes o paradigmáticas máximas proféticas como:

“Si entras en esta casa no salgas. Si sales de esta casa no pienses. Si no moras en esta casa no plantes plegarias”. (pág. 14)

Es la idea del falansterio, del claustro, del microcosmos, que se altera. Se renuncia a la visión del matrimonio tradicional, de los principios antagónicos del bien y del mal. Se adoptan nuevos códigos, otras creencias:

“Lo cierto es que entró a formar parte de la casa y comenzó a tejer la red que los llevaría a todos al desastre, sin darse cuenta de ello, pero con la inconsciencia de quien se sabe parte de un complicado y ciego mecanismo que gobierna cada hora de la vida”. (pág. 35)

Con el ingreso de La muchacha, los tensionados vínculos de los personajes se desequilibran. La Machiche aborrece la presencia de El Piloto, de Ángela misma. El Guardián y el Sirviente siempre se detestaron. Don Graci ve con recelo a La Muchacha… En consecuencia, aparece lo gótico del relato: cadáveres ensangrentados que son el fruto de la aniquilación, lo cual deja entrever un cierto patetismo frente a las pasiones exacerbadas de la muerte.

“No sé de quién haya sido la culpa de todo esto, pero nos puede acarrear muchas dificultades, yá verá usted. Desde un principio yo me opuse a que esta muchacha siguiera viviendo con nosotros, pero como lo que yo digo aquí no se toma en cuenta y siempre acaba por hacerse lo que ustedes quieren, ahora todos vamos a tener que cargar las consecuencias. Hay que arreglar esta mujer para enterrarla”. (pág. 41)

Se refería Don Graci, al cuerpo de Ángela, que estaba desnudo, sin vida. Aún lasciva. Pero no tanto como la Machiche, mujer madura y frugal. Con un tono nada sacramental, Don Graci la llamó “La Gran Ramera de Nínive”. Su belleza de lascivia babilónica, la hacia resplandecer:

“Era su piel de una blancura notable y conservaba lechosa frescura a pesar de los años. Su amplio vientre mostraba tres rollizos pliegues, señal, más que de alguna improbable maternidad, más bien de una prolongada y bien explotada lujuria”. (pág. 19)

Todo ese carnaval, esa orgiástica sucesión de instantes, se desenmascara y toda la falsedad es desbarata. Las venganzas son desatas descarnadamente, como se siente en estas palabras de La Machiche a La Muchacha:

“Ya Don Graci no nos llama para bañarse con nosotras, también él se debió aburrir de vernos hacer siempre lo mismo. Vamos a dejar todo esto por la paz, chiquita. Pásate a tu cama y duérmete tranquila, yo lo que necesito es un macho, un macho que huela y grite como macho, no una niñita que chilla como un gato enfermo. Vamos…a dormir”. (pág. 39, 40)

Cabe resaltar la influencia del opaco y frío paisaje natural de “tierra caliente” en el desarrollo de los hechos. Aunque se trata de una región rural, nos habla de la situación del hombre contemporáneo, sumido en la individualización progresista.

No obstante, quedan los instantes del sueño, de la lujuria saciada y reveladora Allí donde se juegan la vida los apasionantes personajes que habitan ese macrocosmos, pues: “(…) El hecho es que la narrativa onírica, aunque a veces es extraña, es al menos coherente (el sueño cuenta una especie de historia) y de seguro debe revelar procesos interpretativos…” Empson, (1989, Pág. 101) Quizás indicios para buscar caminos propios, otros, quizá caminos renovados por vientos de lluvia.

“La mansión quedó abandonada mientras el viento de las grandes lluvias silbaba por los corredores y se arremolinaba en los patios”. (pág. 43)


POR: VÍCTOR HUGO OSORIO

Ficha del Libro: Mutis, Álvaro. La Mansión de Araucaíma. Relato Gótico de Tierra Caliente. Bogotá:: Norma, 1991.

BIBLIOGRAFIÍA

-GROSS, D. Richard. La Ciencia de la mente y la conducta. Ed. El Manual Moderno, México, 1994

-BACHELARD, Gaston, La poética del espacio, Fondo de Cultura Económica, México. 1957

-MORENO DURÁN, R.H. A propósito de Álvaro Mutis y su obra, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1991.

sábado, 6 de marzo de 2010

CUANDO DE CALI SE HABLA, DE LOS SUBURBIOS SE TRATA.

Leer autores caleños es siempre un reto que me agrada, más por aquello de la simplicidad con la que son capaces de contar historias traídas de los cabellos, o porque en medio de lo simple aparecen y se configuran propuestas serias y argumentadas en torno a las visiones de mundo que sobre lo colombiano se tejen alrededor de las calles y la vida nocturna.

Precisamente me encuentro con Germán Cuervo, escritor nacido en 1950 y graduado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá, quien no posee, -según lo que he podido averiguar- más que una compilación de cuento que armó para la editorial Oveja Negra. Dicha editorial se encargó de incluirla en la colección Biblioteca de Literatura Colombiana que casi todo el mundo tiene en sus bibliotecas, pero que seguramente pocos se atreven a auscultar.

Así las cosas, cuento a manera de confesión que el libro es prestado, porque algún amigo, -de esos que lo meten a uno en lo que han leído y le hablan también de lo que leen, que no queda más que resignarse a comer hoja para confirmar o desmentir al dichoso del embrollo-, me lo pasó para que observara algunas cositas de la escritura que lo hacen particularmente curioso.

Lo realmente curioso es que Andrés Caicedo, “parcerito” de época de Germán Cuervo, nacía cuando el señor Cuervo tenía ya un añito, pero lo más curioso es que la novela que todos conocemos de Andrés fue publicada en 1977, mientras que el libro del señor Cuervo vio la luz del sol hacia mediados de los ochenta. Esto no parece importante de entrada, pero si se va al libro de Germán Cuervo titulado Los indios que mató John Wayne aparecen en escena los motivos de esta reseña.

Los indios que mató John Wayne es un libro de cuentos bastante sugerente, que nos remite a la Cali de la época de la salsa y la juventud animosa y dicharachera –al igual que la obra cumbre de Caicedo- pero que retoma historias que en apariencia no producirían mas que el morbo de saberse partícipe de los hechos y las ocurrencias de una Cali siempre caliente. Sin embargo, el libro de cuentos se abre en múltiples sentidos que contribuyen a la comprensión propuesto por Caicedo en su novela, es decir, las vicisitudes de una juventud excelsa de los ochentas, abandonada al caos y al borde de la muerte.

Como mi idea es que se acerquen a libro, sólo me permitiré hablar de la forma en que Germán Cuervo plasma con su pluma de mago las historias de unos adolescentes que rayan la mayoría de edad y sobreviven en el estrato medio, rodeados del peligro de los barrios cercanos, suburbiales y anónimos. La mayoría de anécdotas suponen un grupo de jóvenes que establecen amistades de licor, yerba y delincuencia común, pero son absolutos pensadores del contexto, de la vida y de las situaciones problemáticas que no sólo su edad les implica, sino que la misma realidad establece como su destino.

Además de esto, los personajes se amparan en la figura de un narrador que varía las formas de presentación de la anécdota, permite y cede la voz a los personajes para aclarar, contar y revertir su historia, un narrador abierto al enigma, siempre ponderando la relatividad de las verdades, pues juega a contar historias paralelas en todo el libro. Los personajes van y vienen de una a otra historia: en algunas son protagonistas y en otras son apenas personajes de reparto, aspecto este que configura la propuesta general del libro, en la que cada quien es importante y merece ser oído en declaración. El lector es el juez y termina decidiendo y armando en su cabeza las anécdotas, condenando personajes, indultando y haciendo interpretaciones para resolver los crímenes, las pasiones y los abismos urdidos en las 155 páginas del libro.

Un aspecto que llama la atención es que Cuervo retoma las figuras empleadas por Caicedo en Que viva la música. Es decir, aparecen fragmentos de canciones, poemas, grafitis y gran variedad de recursos estilísticos, y a la vez se ausculta sabiamente en el universo de las letras de los temas de salsa que circulan por los relatos y ayudan a generar sentidos a las anécdotas de los cuentos.

En fin, si alguien desea, más allá de la mirada que ofrece Caicedo, abordar la Cali ochentera y suburbial, puede acercarse sin reparo a este libro de cuentos, para que amplíe las miradas y concentre su atención en el espectáculo del espacio en el que los aceros brillan bajo lunas de polvo y sangre, las aventuras pasionales terminan en evidentes temas de sicariato, donde las drogas en auge permiten el acceso a pensamientos psicotrópicos y alucinantes, y en el cual, existe todo un universo citadino y oscuro, -flagelante realidad no vista desde las curules y los puestos- que nos muestra sin reparos en detalles, las posibilidades que lo cotidiano trae para las letras y para los temas clave.

NOTA: A Germán Cuervo se lo conoce más por ser pintor que por escritor. Sin embargo, es reconocido por ganar varios premios departamentales, nacionales y extranjeros. Ahí les dejo unos link en los que pueden encontrar poesía del hombre. Además, se me olvidaba decir que John Wyne es el último de los Cowboys del Oeste, y por lo mismo, hace parte de todo el sentido general de la obra que Germán Cuervo abre a nuestros ojos. No precisamente para recrear el viejo dicho de “Cría cuervos y te sacarán los ojos” ¿o sí?

http://www.festivaldepoesiademedellin.org/pub.php/es/Revista/ultimas_ediciones/81_82/cuervo.html
http://images.google.com.co/imgres?imgurl=http://1.bp.blogspot.com/_gc-VZcMyo0A/SwP7XaeKTmI/AAAAAAAAAQs/NKOsrFMlv9U/s1600/German%2BCuervo%2B(2).jpg&imgrefurl=http://medardoarias14.blogspot.com/2009/11/german-cuervo.html&usg=__kK24mn1Fr9Qwgl3LJIaQE9l7oyo=&h=797&w=670&sz=47&hl=es&start=1&um=1&itbs=1&tbnid=_b7MekBRG2lr_M:&tbnh=143&tbnw=120&prev=/images%3Fq%3Dgerman%2Bcuervo%26um%3D1%26hl%3Des%26sa%3DN%26tbs%3Disch:1

OMAR ALEJANDRO GONZALEZ.

Ficha del Libro: Cuervo, Germán. Los Indios que Mató Jhon Wayne. Bogotá: Editorial la Oveja Negra, 1985.

martes, 2 de marzo de 2010

UNA REEVALUACIÓN PARA REGIÓN Y CULTURA

Siempre se convertirá en una celebración el lanzamiento de propuestas académicas dentro de escenarios tan imprescindibles como el universitario, porque estas iniciativas fortalecen la dinámica de discusión y reflexión de un objeto de estudio en particular. Asimismo, se entiende que para llegar a un punto superior donde pueda dársele continuidad al proceso académico, debe existir un leve grado de organización que luego de varios encuentros permitan señalar el quehacer del naciente colectivo, el cual le apuesta a la construcción de conocimiento y a la búsqueda de posicionar su voz por medio de la difusión de las producciones internas. Tomen la figura de grupos, parches, combos, centros de estudios u otra nominación, estos escenarios serán bienvenidos en nuestros centros de educación superior.

Con base en esto, he visto nacer diversas iniciativas. No sólo ésta, denominada Grupo de Estudios en Literatura Colombiana. En varias universidades del país, compañeros de diferentes programas han desafiado el fenómeno de la dispersión y la pereza mental, constituyendo así escenarios dignos de admirar por el reconocimiento que adquieren día tras día.

En Neiva, hace dos años, tuve la oportunidad de compartir con algunos compañeros de Lengua Castellana algunas cuestiones de nuestra disciplina. Uno de ellos, me obsequió una publicación de un grupo al cual pertenecía, olvido el nombre, asegurándome que el producto ofrecido –la revista– bien valía la pena ser llevada a diferentes círculos académicos del Tolima por tratarse de una propuesta apreciable que articulaba la literatura –hizo énfasis en el carácter regional de ese número, José Eustasio Rivera y la cultura San Agustín, sus pilares más fuertes– con la filosofía y la política.

Es de esa iniciativa impresa que deseo hablar. REGIÓN Y CULTURA. En el centenario construimos identidad que tiene su seno en la USCO (Universidad Surcolombiana). La mencionada revista da cuenta a los lectores de una serie de reflexiones en torno a la realidad del momento –aclaro que dicho “momento” corresponde al 2005– el cual se encontraba cercana la inminente reelección de Álvaro Uribe Vélez y todo lo que esto conllevaba.

Al mismo tiempo, soporta como base central el problema de identidad del colombiano, causa estimada de su comportamiento sumiso ante los graves problemas que lo atraviesa, por lo cual la publicación desea referenciar la obra de J.E Rivera como punto de partida hacia una nueva concepción de ver el país, aunada con el valor cultural que nos dejó la extinta y casi olvidada cultura san agustiniana, de la cual sólo se menta para promocionarla como interés cultural.

Confieso que es complejo el reto que quisieron plantear los compañeros –por no decir, camaradas– en su revista. Por más que la leo, no logra darme otra pista de propuesta. Ni siquiera aquella que quisieron posicionar sobre la Identidad, San Agustín, J.E Rivera. Apenas un artículo menciona lo anterior. Su editorial, es un panfleto en contra del gobierno de turno, tanto local como nacional.

¡Y qué decir de los textos literarios que refiere! ¿Dónde queda la literatura en la bien referenciada revista? ¿Existen aportes literarios o artísticos que pudieran señalarse de la publicación? Si, y he ahí la cuestión: la literatura, en Región y cultura, está al servicio de la denuncia, del posicionamiento político e ideológico, en últimas, de un sesgo panfletario y contestatario, lo cual restringe el inconmensurable valor estético que bien pudiera contener cada texto.

Sociólogos, poetas ex guerrilleros, reclutadores de versos, periodistas antifascistas, futuros promesas narrativas juveniles que se abren paso luego de la participación de un concurso de mini cuentos, son los llamados a poner la voz literaria en lo más alto de la revista. Estos componentes esenciales, se alían en perfecta consonancia en contra de un enemigo común: el capitalismo.

El ejercicio que pretende la revista, este es, poner a consideración las graves problemáticas que vivimos bajo la lógica de la denuncia, lo comparto plenamente, en tanto permite agitar la discusión entre los círculos académicos por cuanto define el verdadero quehacer de la intelectualidad en torno a las problemáticas sociales que aquejan en nuestro contexto.

Una academia alejada de las duras dinámicas que la realidad posee, no es un referente adecuado, toda vez que la Universidad promueve el ejercicio de la crítica en aras de construir propuestas serias de cambio. En lo que no estoy de acuerdo es que sea la Literatura el lomo en donde descanse ese peso inconmensurable de la crítica, la denuncia, por lo que sé de antemano en qué terminará el fruto de tal labor: en un pasquín indeseable, olvidado y presto a extinguirse.

Cada vez considero que los pensadores de izquierda, no todos hago claridad, subvaloran la literatura, poniéndola al servicio de la simple denuncia, dándole un lugar menospreciable que el de ser “simple espejo de la sociedad oprimida por el sistema”. Quizá desconocen en ella, demasiado contenido estético que nos reafirma que este arte es el más sublime por tratarse del que emana de nuestro puño y letra. He aquí algunas muestras:

CONSEJO
No olvides nunca
que los menos fascistas
de entre los fascistas
también son fascistas
[Roque Dalton. Poeta y ensayista salvadoreño (1935 - 1975)]

DISCURSO INAGURAL PARA UN PLAN DE DESARROLLO
Convoco a nombre de nuestros sueños / a todos los creyentes y descreídos / a adoradores de la gota de rocío / a los que no se atreven a desear la mujer del vecino / la casa del barrio / la huerta del campo / al parque de la esquina / a los que olvidaron el juego / y aprendieron la guerra / a los olvidados entre los olvidados / a los que nunca olvidamos / …. A todos esos desgraciados yo prometo construir serenamente / el paraíso de nuestros sueños / y el cementerio de nuestras pesadillas / ¡Qué viva el Plan de Desarrollo!
[Gonzalo Escobar. Sociólogo Universidad de Caldas]

Debo advertir que no todo puede ser declive en esta publicación cuando de escritores se habla. William Ospina es la excepción. “El TLC y la globalización” junto con “Entre el amor y la violencia” son las producciones seleccionadas para este ejemplar del consagrado escritor tolimense. La primera, una ponencia ofrecida en el marco del XIII Encuentro de Escritores; la siguiente, unas reflexiones sobre La vorágine, obra de J E Rivera. Hicieron bien, en cierto modo: en Ospina se logra condensar literatura, Historia y política de una manera clara, acudiendo al ejercicio crítico sin sesgos partidarios o ideológicamente marcados, demandando al análisis pleno que permite entrever nuestra forma de concebir el mundo, todo desde la dialéctica, en un ejercicio intertextual ejemplar.

Esa pues ha sido la valoración que posiciono sobre Región y cultura. Así, el primer objeto de discusión que a mi juicio deberían dar los integrantes de un espacio de este tipo es el de determinar cuál es el carácter que asume la revista, folleto, periódico, etc. en términos de su objeto de estudio con relación a la política o marcas ideológicas de sus integrantes. Todo para evitar este tipo de cuestiones que permearon Región y cultura y sobretodo, tratar de valorarla como una “propuesta interesante sobre literatura regional” tal cual me dijeron antes de recibirla.

Juan Carrillo A.
juanelcaibg@gmail.com

Referencia
REGIÓN Y CULTURA En el Centenario construimos identidad. OTI IMPRESOS. Neiva, Noviembre 2005.