martes, 4 de diciembre de 2012

DE PUTAS Y VIRTUOSAS.


Son varias las novelas en las que la protagonista, por cosas del destino, resulta metida de puta, y a partir de allí se cuentan las mil y una desgracias que la han hecho romperse la cara contra la vida. Son pocas, sin embargo, las que muestran que la decisión de ser prostituta deviene de una profunda reflexión y una seria inclinación hedonista.
De putas y Virtuosas es una novela en la que Óscar Collazos nos presenta a Amalia, una prostituta joven que aún posee la destreza suficiente para ser el centro de atracción del pequeño burdel del pueblo porteño en el que vive, pero que al tiempo resulta ser la más devota y respetuosa católica. Así como un sicario se encomienda al santo de su predilección antes de cometer el crimen,  se sabe que es un cliché el hecho de que la prostituta se encomiende a la “virgencita”  o a la “magdalena” antes de iniciar sus cortejos fornicarios.
Pues bien, Collazos no sitúa a su protagonista en una u otra de las posibilidades, pues Amalia no es la santa empedernida,  ni la hedonista consagrada; es una mezcla entre ambas, sólo que para la trama de la novela, debe asumir las posturas de la fe, porque en medio de todo cree en dios y da lugar al respeto especial que este se merece en la semana santa.
Entonces, la novela transcurre en la celebración de la semana mayor en la que mientras el burdel continúa abierto a los marineros que llegan ansiosos a puerto, Amalia permanece encerrada en su habitación (que queda en el mismo prostíbulo) lacerando su conciencia por el pecado criminal de las otras mujeres, que no dando espacio para la reflexión y el arrepentimiento, continúan con su vida licenciosa y poco cristiana. Este hecho genera un ambiente de tensión que hace que las otras mujeres se ensañen contra Amalia y cuestionen su vocación de ser puta. Incluso, en una discusión que sostiene con la matrona del burdel acerca de la condición blasfema de abrir en plena celebración católica, la proxeneta responde con certero cinismo que:
“Claro que somos creyentes – se excusó la matrona cuando alguna temerosa se atrevió a formular objeciones-. Lo que pasa es que sigo siendo humanitaria- concluyó, conteniendo la risa.”
Este tipo de discusiones se presentan reiteradamente en el imaginario  literario, puesto que se sabe que en la antigüedad a la prostituta se le adjudican tanto poderes heréticos como virtudes amatorias, así que la imagen de la prostituta posee atributos duales que configuran la entera necesidad de la existencia de la profesión. De la misma manera  como en el carnaval la prostituta podía asumir la posición de monja, así, la puta puede ser entera devota de Cristo sin por eso dejar de ejercer su oficio, y Collazos recurre a este imaginario para presentarnos una Amalia que dedica la semana santa no a la adoración completa de Cristo, sino a la meditación y reflexión de lo que ha sido su vida, sus actos que la conducen a su vida de amante fugaz, de madre que no puede tener a su hija cerca y de esposa frustrada por los hilos de la vagabundería.
Entonces, la onda meditación de Amalia se ve interrumpida por el ajetreo propio del lugar, en el que constantemente se escuchan los gemidos de placer emitidos por una verga de marino que ansiosa estalla repentina contra las nalgas de la obscena, para que Amalia tenga  que salir a reprender los espíritus lujuriosos que se burlan de la semana mayor, ante lo que las otras prostitutas responderán a coro:
“Si es Jueves Santo, peca pero no tanto –decía la copla que, a modo de compensación, repetían las ociosas- y si es Viernes de Crucifixión, hágase con devoción- seguían versificando.”
De alguna manera estos comportamientos son propios  de la naturaleza de las mujeres entregadas a la prostitución, pues en medio de su labor se acercan  a la historia misma de la humanidad, que ve en ellas una suerte de receptáculo de placer y al tiempo, un confesionario ante el que puede desahogar lo más oscuro de su vida. Quizá por ello, no afecta sus impulsos sexuales la moralidad colectiva, pues antes bien, en medio de las festividades son las únicas que puede ser tal y como son, sin las máscaras o el teatro de quienes hacen la representación de la cena, o la crucifixión.
En este sentido, Óscar Collazos nos presenta a unas mujeres de calle que en medio de la celebración salen a cazar hombres para burlarse del ritual y obligarlos a ceder ante el pecado por medio del placer y la fugacidad, sin embargo, el pueblo entero es  la representación del paganismo, porque  de la nada:
“empezaban a salir mujeres preñadas con hijos a cuestas, muchachos con provisiones  de comida para la función, acostumbrados como estaban a convertir los ritos más sagrados en fiestas desmedidas (…) salían monaguillos nerviosos, vendedores de pescado, funcionarios soñolientos, parranderos enguayabados, paralíticos sobre los hombros de sus hijos, que para divertir a los ancianos cabalgaban por la calles, todos se instalaban esperando que un estridente toque de trompeta anunciase el comienzo del espectáculo.”
Entre tanto, Amalia busca la manera de reconciliarse con su pasado, con su esposo Joaquín, pero es tarde y de  a poco la gana el hecho real de ser solo una vagabunda, una errante mujer de paso, una confidente y amargada mujer de 30 años que ha perdido por completo el cariño de su hija, que apenas si la recuerda como a una Tía lejana que de vez en cuando los visita.
La novela da un giro inesperado cerca de su final, y nos presenta a una Amalia completamente reconciliada con su labor, pero al tiempo, una Amalia llena de bondad y amor, de respeto por lo divino y de pasión por lo humano, una mezcla dicotómica que demuestra que en la prostituta existe la doble condición  amalgamada  al peso de  ser humano, porque nos expone a una Amalia que imagina la venganza contra una de las prostitutas que se burla de ella y la atormenta:
“En ese instante, cuando su imaginación se complacía en la crueldad, supo que en adelante todo sería posible en su vida: la santidad y el crimen, el vicio y la virtud, todo cuanto en pocos años no había sido más que necia tolerancia. El rostro sangrante que pasaba por su imaginación, cumpliendo la venganza exigida, también era la suma de rostros que alguna vez, en un ligero inventario, había soñado como formas desagradables y repugnantes…”
La novela de Collazos reúne esta doble condición moral de Amalia, y ofrece una mirada, que si bien ya ha sido múltiples veces trabajada, se hace valiosa en el sentido de la forma estética con que se mira. Amalia Virtuosa, Amalia Puta, Amalia Viciosa, Amalia.

OMAR GONZÁLEZ.
Ficha de libro:
Collazos, Óscar.De putas y virtuosas. Caza de libros. 2008.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

DIARIO DE HERNANDO TÉLLEZ


Hasta hace unas décadas los diarios eran una peligrosa ventana a la intimidad; guardados en los lugares más seguros, funcionaban como una memoria de los asuntos cotidianos y, en no pocas ocasiones, emergían de ellos confesiones sobre sentimientos de días pasados. Hoy, cuando la intimidad se regala en las redes sociales, los diarios han pasado a ser artilugios banales o tal vez objetos en desuso en los que no caben las fotografías ni los videos con los que los internautas refrescan su protagonismo. Por eso no es común encontrar un título de este género –diario- sin sentir una cierta extrañeza.


El diarismo no sólo ha sido cultivado por aquellos que se refugian en la soledad de su alcoba sino también por escritores que ven en este género una opción para revelar y publicar impresiones muy personales sobre hechos, en ocasiones triviales. Ese matiz intimista se percibe en el prólogo del Diario de Hernando Téllez: “quise someterme a la disciplina intelectual de hacer un diario íntimo para verter en él la corriente de las impresiones, los sentimientos, los estímulos confusos, las ideas vagas, las fórmulas de pensamiento, y libertar de esta manera el universo caótico que lleva todo hombre” (XI).
Al margen de ese deliberado personalismo y del efecto catártico que plantea el autor, se debe pensar en las circunstancias en las que nace esta obra. Hacia la fecha de su publicación, en 1946, Hernando Téllez acumulaba un hondo prestigio en el ámbito intelectual del país: había participado en la llamada generación de “Los Nuevos”, -grupo de intelectuales colombianos reunidos alrededor de la revista que llevaba el mismo nombre de la generación- y colaboró activamente durante los gobiernos liberales, entre 1930 y 1946. Fue redactor en el periódico El Tiempo, cónsul de Colombia en Marsella (1937) y Senador de la República en 1944. Asimismo, tenía publicado ya dos libros de ensayo, titulados Inquietud de mundo y Bagatelas.
La escritura del Diario está nimbada con el renombre de Hernando Téllez quien a la fecha era reconocido no sólo como político sino como un dominador de la palabra, con una sensibilidad profunda que le permitía moverse en diferentes esferas de la existencia. Sumado a esto, el Diario es escrito en medio de la segunda guerra mundial –lo cual se verá reflejado en algunos de los textos que conforman el libro- y, en el ámbito político local, ya se vislumbraba una nueva presidencia conservadora.
El libro está compuesto por 47 textos cortos en los que Téllez reflexiona sobre múltiples cuestiones: por allí pasan disquisiciones sobre las diferentes etapas de la vida, esbozos de crítica literaria, una fina angustia por la evolución de la segunda guerra mundial, pensamientos acerca de estados como el amor, el recuerdo, la perseverancia, la muerte. La multiplicidad es el signo de este libro que logra su unidad en la pericia verbal y en el objetivo de transformar imágenes pasajeras en experiencias universales, esto es, en la necesidad de hacer poesía. ¿Cómo consigue esa dimensión ecuménica, que puede hablar a todos los hombres sin trivializar los temas? Aparte del refinado uso del lenguaje, se podrían citar dos estrategias nucleares en este libro: la síntesis y la agudeza en el juicio.
En el primero de los casos, el lenguaje tiende a ser preciso, sin menoscabo de sus posibilidades sonoras, lo que deriva en textos cortos cuya sustancia crece al ritmo de una sintaxis revisada en sus mínimos detalles. El lector se encuentra con imágenes que se construyen en una prosa de no más de tres o cuatro páginas de extensión y cuyo deleite radica no sólo en la resonancia de esas imágenes sino en el encuentro con un lenguaje sin fisuras, aunque siempre al borde de la floritura verbal. Cómo no percibir ese riesgo de cierto preciosismo en la escritura en expresiones como la siguiente, en la que la frase se alumbra con un léxico y una adjetivación que persigue la musicalidad, además de un tono sentencioso:
“Aquellos juguetes que amamos, que deseamos poseer algún día y por los cuales hubiéramos dado un poco de la vida o la vida entera, al volver a las manos de los hijos, son recibidos con hierática frialdad, con gesto de invencible y perfecto desvío” (140)
La agudeza de juicio, en segundo lugar, evita que los textos consignados en este Diario terminen naufragando en el cotilleo cotidiano o sean sólo burdas expresiones de los sentimientos de un ser humano –como suele pasar en las redes sociales. El autor se sobrepone a cualquier posible búsqueda de protagonismo, de lacrimoso o eufórico afán confesional, huye de la necesidad de exponerse con patetismo en la escritura y aplica a sus textos, utilizando su juicio, un perfecto equilibrio entre la sensación y el hecho razonado.
En realidad los textos del Diario de Téllez, y basándonos en los rasgos anteriormente descritos, en la libertad en la exposición, en la capacidad de hacer universal lo íntimo, encuadrarían mejor en la categoría de ensayos. En ellos la palabra llama al mismo tiempo la atención sobre ella misma y sobre los diversos contenidos.
En estos ensayos el lector encuentra suscitaciones con las que puede dialogar profusamente: la relación entre los objetos y la memoria, la fugacidad del amor, la imposibilidad de una evasión total en busca de la felicidad, la paulatina falta de importancia en la que va cayendo el mundo una vez se entra a la vejez. Hay también encuentros con Baldomero Sanín Cano, Guillermo Valencia,  la poesía en Colombia, o incluso una bella similitud entre Madame Bovary y las mujeres campesinas colombianas. Aparece allí, en una perspectiva que se debe leer en contexto, un elogio a los soldados de Estados Unidos, victoriosos en la segunda guerra mundial, y un caluroso llamado de atención a cierta arrogancia francesa por la cual no obtuvo el suficiente respaldo de otros países en dicha guerra. Incluso, y para que esta panorámica quede lo más completa posible, hay una sesuda disquisición sobre la literatura infantil y las obras hechas para un niño lector, que podría ser una fuente de análisis para docentes y en general para quienes deseen involucrar a los niños a la lectura.
Puede que, por su número, algunos de estos ensayos cortos naufraguen en el mar de experiencias del lector, pero en general, la fuerza en la dicción y la penetración en la condición humana, los hacen atractivos a casi todo tipo de personas (incluso a aquellos que quieren tomar sentencias inteligentes para adornar su cuenta en la red social). Diario o ensayo –o quizás ambas cosas a la vez- Téllez nos muestra el camino para desdoblar lo particular en lo universal, uno de los retos más grandes para quien desee ser escritor.
Leonardo Monroy Zuluaga
Citas tomadas del libro: Téllez Hernando. Diario. Medellín: Universidad de Antioquia, 2003 (1946)

jueves, 20 de septiembre de 2012

VIAJE A LA CLARIDAD DE FERNANDO SOTO APARICIO


La escritura  puede configurarse en una atmósfera de conversaciones, de intervenciones constantes en la sociedad que nutre las influencias de la profunda identidad que tiene cada ser humano, que al igual, debe esconderse, rescatarse, ahogarse en el infierno oceánico, o puede silenciar desde un principio para desentrañar los misterios que se abrazan a las palabras mudas, porque las imágenes son unas constelaciones que acercan  la muerte. 
De esta manera, Fernando Soto Aparicio, en su novela Viaje a la claridad -novela poco mencionada- nos mostrará  cómo las visiones, los silencios, los delirios y otras imágenes que se encuentran en las desesperaciones del ser, van a estar presentes en la historia de una niña que se encuentra entre los doce y catorce años  que  será violada por su padrastro Satanael  –nombre sugestivo por caracteres gramáticos de Satanás-.  La novela tendrá como estructura un analepsis, donde las primeras palabras o imágenes, se verán en una camilla, con una persona en una especie de estado de coma: “… Se le dificulta la respiración y quiere salir, mover la cabeza, abrir los labios y gritar cualquier cosa para que comprendan que está a punto de morir.” (p. 7) la etapa de coma va a reaccionar de manera latente durante todo el relato, ya que su estado es causado por el parto que ha dejado la violación.
Dentro de este estado de coma, ella reflexionará y recordará su vida,   maldecir a su padrastro, y “…sentirá asco y nauseas y ´el mismo acabará escupiéndose, ´el mismo terminará condenándose, ´el mismo se lanzará de cabeza a las pailas en que el Diablo moja su hirsuta brocha de su cola.” (p. 14) En estas reflexiones van ha establecerse constantemente y a sentirse como un animal condenado, como si estuviese pagando una culpa de los cielos, porque para ella lo que tiene en el vientre es “… un balón de fuego, …” (p.23).
Patricia, nombre de la niña que nos relata la historia, es una persona que se ha criado en varios hogares, ya que su madre trabaja en casas haciendo oficios varios desde que su primer marido  falleció. Con ello,  desesperada decide casarse con Satanael, ya que puede otorgarle un seguro económico para ella y su hija. Las cosas van sucediendo poco a poco. Patricia logra tener amigas y logra perderse en lecturas literarias, y conceptos que la llevarían a mucha confusión que en el relato logra tejer la historia: “Supo que existía la palabra “fornicación”, pero no encontró en ninguna parte su significado.” (p. 39)  dentro de todo ello, crea un personaje que la acompañará hasta cierto punto del relato, y después de una discusión con un compañero  “…  Y desahogó con Equis la cólera de que estaba llena” (p. 28)  porque “… de repente, yo soy Equis.” (p.72). Equis se convierte en su única compañía, y a la vez, etimológicamente, el nombre configura un símbolo varonil (caballo),  un símbolo según los análisis freudianos, en una construcción sexual, ya que el personaje del relato en varias imágenes de remembranza va a  ser una atracción sexual y por ende un campo de provocación para Satanael cuando lo espía con sus amantes: “ Madreamor se acerca a Satanael y ´este le abraza y la besa y después –despierta su lascivia- se restrega contra ella. “ (p. 32)
Dentro de todo ello, y la forma de como ha sido violada “Satanael sigue despojándola de su ropa, y cuando queda desnuda se abalanza sobre su pequeño cuerpo… pero de repente no es ya Satanael. Es el búho, con su enormes ojos…” (p. 134) se van a presentar unas reflexiones acerca de un reino que no es de este mundo, sino un reino infernal y que para ella, le pertenece a la persona que tomó su cuerpo de forma sangrienta, porque “… no habrá violetas que puedan alimentar se con la savia podrida de su sangre.” (p. 58), es decir, que ni la muerte de Satanael podrá limpiar su cuerpo putrefacto de dicho cometido, ya que él, como se dijo antes, pertenece a otro reino: “ Mi reino está preparado para incinerar su cuerpo. Por cada uno de sus espasmo solitarios permanecerá un año más en mis dominios, y la echaré a la turba de los demonios para que con ella apaguen su sed milenaria. “ (p. 84).  Es este misterio que esconde la historia sobre la fauces de la muerte de Satanael y su reino oscuro, y que el lector tendrá que descubrir.
Finalmente, en el estado de coma que se encuentra mientras el parto se manifiesta en delirios, en círculos que Soto Aparicio nos muestra para contar la historia de una sociedad temerosa, vulnerable frente un patriarcado, “Ella despierta cuarenta y ocho días después de haber cumplido sus quince años” (p. 131). La criatura ha nacido, algo impuro desde los intersticios de la reflexiones de Patricia, pero dentro de todo ello, y al final, va a reaparecer Satanael.
LUIS FERNANDO ABELLO
FICHA DEL LIBRO: Soto, Aparicio, Fernando. Viaje a la claridad. Biblioteca de literatura colombiana, Editorial Oveja negra. 1985.

lunes, 27 de agosto de 2012

MANISFESTACIONES IDEOLÓGICAS DE VARGAS VILA EN LA NOVELA IBIS


 Gracias a su portentosa irreverencia que en repetidas ocasiones sirvió como fuente de  inspiración a jóvenes inconformes con sus sistemas políticos y religiosos,  José María Vargas Vila marcó un estilo en la escritura que para ese tiempo, y aun en la actualidad, se denominaba como modernista. Esto se debe en gran parte a la fuerte carga ideológica que establecía en sus escritos y que le dio el calificativo de panfletario.  
Así mismo, Vargas Vila más que ostentar una polémica en su época (dado a su religión, misoginia, críticas e inclinación política) también generó cierto hastío en algunos escritores y políticos que tiempo después se convertirían en sus críticos, pues según investigadores de la vida del autor como Aníbal Noguera Mendoza  mencionan que:
Don José María Vargas Vila resulta un trago demasiado espeso para sus contemporáneos y, ahora, para los descendientes de estos. Son muchos los golpes que propina esta prosa saturada de frenetismo. Escrita como saltando casamatas, incitaba odios que aún sangran. (PP 307)
Ante esto se observa que el escritor santafereño, de cierta manera daba motivos que alimentaban la discordancia de sus contemporáneos. Sin embargo, jamás bajaba la guardia acerca de lo que pensaba de sus gobernantes y líderes religiosos. Incluso en diversos lugares era considerado como la voz del pueblo gracias a su capacidad como orador, así lo afirma Noguera cuando dice:
Este fenómeno inexplicable indica que la voz de Vargas Vila llenaba al pueblo. La entonación que supo darle a su prosa alimentaba los sueños de las masas angustiadas por los gobiernos dictatoriales. Sin los relámpagos de Verbo de admonición y de combate, históricas y políticas, “La muerte del cóndor”, “laureles rojos”, etc., no se hubiera mantenido en vigilia la imaginación popular aletargada por las derrotas militares. (PP. 309)
Es así, como el santafereño se caracterizaba por mantener su orgullo a pesar de las controversias. De hecho la confianza en sí mismo, le permitía ignorar las críticas y seguir con sus escritos, puesto que estos se destacaban por sus contenidos subversivos y antirreligiosos. Por lo tanto, novelas como La demencia de Job, flor de fango, el libro de cuentos Copos de espuma, María Magdalena e Ibis, no carecían de dichos contenidos, pues la ideología vargasviliana  siempre se manifestaba allí.
En ese sentido, se ratifica el protagonismo de la pluma de este controvertido escritor en la literatura de principios del siglo XX. Ahora, otro motivo de sus contemporáneos para someterlo a las críticas fue, según ellos, la forma en que el santafereño abusaba de la gramática, así lo explica Noguera cuando menciona que Vargas Vila sumergía al lector en un mar de metáforas interminables. Sin embargo, muchas de estas tuvieron su verdadero veredicto en la opinión de los lectores, quienes poco a poco fueron estimando la obra de Vargas Vila.
Lo anterior se comprueba dando un vistazo a una de las novelas más destacadas del autor. Es el caso de Ibis, novela publicada en 1906. Ibis fue una novela que causó mucha controversia en sus tiempos no sólo por su contenido, sino por la reacción que ocasionó en algunos lectores. De hecho en el texto de Noguera, se habla de una serie de suicidios que se dieron en la época a causa de la polémica obra, allí se dice:
Los suicidios que indujo la novela ibis. Entre los más famosos se encuentra el de una dama de Barranquilla (…) el de los jóvenes en Panamá (1906) que dejaron el siguiente mensaje: <> (…) El de una pareja de enamorados PP. 310
También en el texto  se menciona una anécdota del autor, cuando realiza un viaje al Brasil donde su sorpresa fue encontrarse con uno de los cercanos a las víctimas de su cuestionada obra:
(…) hace unos quince días se suicidó una sobrina mía, en cuya mesa de noche se hallaba <> con una anotación marginal en la que se aseguraba ser su libro el responsable de tamaña desgracia (…) PP. 311
del mismo modo,  la novela generó controversia  por su mensaje misógino y un tanto peyorativo hacía el género femenino, dado a que se compara  la mujer con Eva la que tentó a Adán,  la causante de la caída y por ende de toda desgracia en el hombre. Por lo tanto, en la obra se mencionan frases como: el capricho es la ley de la mujer (…) la mujer es como salomón en el amor, la sabiduría le es innato (…) la mujer es más amarga que la muerte dice salomón… la mujer es la fuente del mal y del dolor… la mujer lleva en el vientre la tragedia. Ibis pág. 24
Ahora bien, esta novela cuenta con  un fundamento eclético, pues el autor tiene la pericia de mezclar su inconformidad hacia la religión con su relativa apatía con las mujeres. Es por esta razón que constantemente hace alusión a los pasajes de la biblia (los salmos) y a historias de mártires religiosos, especialmente del antiguo testamento.
Para corroborar lo dicho anteriormente, en un fragmento de la novela Vargas Vila menciona que: el amor es el alfa y  omega: principio y fin de la existencia; es la maldición; es Eva, Jezabel, Judit, y Dalila, Raab y Magdalena; es seducción en el paraíso (…) Ibis PP. 21 esta comparación pone en manifiesto una fuerza revolucionaria del autor que invita de cierta manera al lector a desprenderse de su realidad inmediata.
Es por ello que Ibis tiene mucha relación con la vida del santafereño, porque aparte de manifestar sus pasiones idealistas, también revela algunas similitudes con Teodoro, personaje de la novela. Una prueba es el hecho de que los dos sean ilustrados libelistas, así como la barrera que éste anteponía hacia la religión y su simpatía por la ciencia.
Desde esta perspectiva, la voz de Vargas Vila se hace presente en su obra, pues novelas como La demencia de Job,  hace alusión a la historia bíblica, sólo que allí la paciencia no es la mejor virtud, más bien es la rebeldía y la injuria hacia los designios de Dios. O también María Magdalena aquella versión de la vida de Jesús, donde se ve representado el erotismo y la lujuria, y hasta el más santo de los hombres no está exento de caer en la tentación, y así  en muchas obras más se ven estas características.
En conclusión se demostró que los escritos de Vargas Vila ya no eran bien vistos por sus contradictores. Incluso llegaron hasta prohibir sus textos en la república granadina, no obstante, el santafereño quiso difundir sus ideas y esto no fue impedimento, para que finalmente se prolongara  la subversión Vargasviliana. Por eso, aunque algunas críticas hacia este autor fueron acertadas en muchos de sus ámbitos, no se puede dejar a un lado que Vargas Vila fue mentor de la libertad de un pueblo oprimido y la posible solución para muchos inconformes de aquella época.
PAUL RIAÑO SEGURA
AA.VV. Manual de literatura colombiana. (José María Vargas Vila). Educar Editores, 1984

lunes, 9 de julio de 2012

NOCHE DE VIAJERO


Decididamente llegas a casa y te encuentras en la situación de soledad y humo que has buscado desde muy temprano en la noche. Reina el silencio de los durmientes y te ampara la añoranza de saberte solo en medio de este resquicio que ha quedado del intento por cruzar el día. Y lo ves, quieto ahí en su ansiedad de ojo, esperando el momento para devorarte. Es otra vez Méndez Camacho, para asumir la soledad. Poemario.

Ansioso persigues el título que, por azar, ha quedado entre tus dedos,  y la imagen te cubre de súbito con  su ataque. Vienes hastiado de la noche y sus lugares –para ti los cotidianos, siempre nuevos para ella- y te recibe la rúbrica sencilla de aquello que muestra que no eres más allá de lo que dicte el poema en esta noche de viajero
que acusa
cuando  te sentencia:

Sudas, maldices en voz baja,
cierras los ojos y persigues
un sueño grato que tuviste
en la última noche de vacaciones.
Maldices otra vez
para apagar la luz
implorando que acabe la vigilia.

Hay un llamado a la oscuridad en estos versos, un reclamo para que acuda la noche y  el poeta pueda hundirse en el sueño. También ves hastío, una nausea cotidiana que asquea, ante la que no hay posibilidad distinta a la huida, la búsqueda infranqueable del camino hacia Morfeo, porque tal vez en los instantes del sueño puedes recordar la calma de los días, para vivirlos nuevamente, aunque cíclicos y miméticos. Ves que en las anteriores líneas  se encuentra un propósito negro que te ha ganado por completo. Palabras que relacionan el divagar de tu cabeza que se alborota cuando las letras confabulan para decirte que también te gana el miedo. Sudas. Maldices lo maldito de las letras. Te declaras devoto de la luz y asumes la esperanza del siguiente día. Sin embargo, el confabulado hace un nuevo ataque y te confirma que la noche se ha dispersado por los rincones de la casa y hace ruido. Cada objeto te punza
para que
lo consideres
cierto.
Entretanto,
la noche se diluye en ruido vanos:
El quejido del tren que sirve de cuchillo
para punzar la oscuridad,
el ajetreo de pasajeros y equipajes,
los minutos marcados
por el reloj de agua
de un grifo que gotea.

No molesta decir las cosas que se ocurren cuando se está solo, y se halla el hombre de bruces contra la palabra; tan seria ella. Entonces se hace evidente  de nuevo el  sudor y el cigarrillo es atraído por una mano que busca la seguridad, la calma. Afuera el bullicio es una estampida, la misma que se manifiesta en los pasajeros y equipajes que alucinan la tranquilidad de la voz poética, esa que después de apagar la luz da lugar a los imaginarios y las sombras provistas de vida, para que en medio de su  desvarío obsequie para la palabra misma la imagen del tren que rompe los tímpanos y vulnera la tranquilidad con mano criminal. El lenguaje es trasparente y no se anda con harapos o argumentos simples. Sólo el golpe fortalece, el reconocimiento de ser frágil, de azararse cuando Camacho asegura que eres viajero de la noche  condenado por tu propia mano y sometido por
 un misterio
siniestro
ante el que
Sudas copiosamente
y alargas la mano en la penumbra para buscar
-con ademán de ciego-
el frasco de los tranquilizantes,
y te encierras
en esa duermevela de viajero
que teme
noestar a tiempo en la estación
del siguiente día
para comprobar
                                         que tu impostada fortaleza erige una vez más el esqueleto que eres para los otros. Entonces, ante la evidencia de saberse despojado, solo y frágil, buscas de nuevo entrar en el sueño. Pero -sugiere el poema- te ves invadido por la imposibilidad de hallar consuelo, te desvelas y haces el mejor de los intentos para calmarte, en vano, pues los nudos noctámbulos se han cernido sobre ti para cegarte en el anhelo de un amanecer al que de seguro no  llegas. Lees trastornado nuevamente ese poema, Noche de viajero, teniendo la certeza de que está en tus manos el cuerpo completo de una cosa que te revela desnudo,
imposibilitado para la palabra,
la pregunta:
Cuál es tu viaje y hacia dónde,
cuál la ruta a seguir y
losmotivos que te obligan a  huir.
Como si fuese fácil
atreverse a dar respuesta
cuando no hay otra que no sea la misma que te ha llevado a consumir las letras en silencio. Sólo te sabes en las fauces de la sorpresa que el lenguaje teje alrededor de las veladas de locura rota. No eres más que las cosas que el poeta hilvana para trastorno de tus sentidos; la iluminación nocturna, la lucidez de saberse burlado por la palabra impresa que algún alucinado pronunció en su Cúcuta natal.

Jamás es necesario acechar bajo el nocturno para afirmar la carne de la presa entre las fauces; únicamente es anzuelo la escritura, que con su poder de palabra y de silencio, a decir de Drumond de Andrade, se consume a sí misma, pues  en la búsqueda
de contacto con
el verso efímero
Sería igual si hablara tu lenguaje
pues no hay idioma conocido
para intentar, siquiera,
una respuesta.

Al final, cansado de parpadearte la noche, concilias el sueño.  Ha sido un fracaso enfrentar el poder de la palabra, de ese lenguaje oscuro que aguarda más allá de lo nombrado  y tu evidente frustración. Te sueñas en medio de acertijos y al fin pareces hallar salida en el fondo de tu nocturno afán. Amanece, abres los ojos y nada parece haber cambiado, salvo tu noción de tiempo, y un poemario al que le falta una hoja, que en medio de la noche halló nido en ti para volverse miedo.

Omar Alejandro González Villamarín.
Ficha del libro:
MÉNDEZ CAMACHO, Miguel: Noche de viajero. EN: Para asumir la soledad. Poemario. EN: Exilio. Revista. No 19. ISSN 0122-0063. Bogotá 2009.

sábado, 16 de junio de 2012

LA ESPLÉNDIDA CASA DE LA DECADENCIA” DE POLICARPO VARÓN.


No es nuevo decir que el hombre es un ser complejo por antonomasia. Su vida, no en términos biológicos sino existenciales, guarda una asimetría radical con los otros seres que comparten con él sus mismas características, ahora sí, biológicas. Decir que la composición literaria lleva al hombre a límites insospechados tampoco es nuevo, que además de esto lo describe según su época y cómo esta visiona al hombre al igual que la paideia griega, son conceptos que ya reposan en conocidos manuales de literatura y filosofía.
Aun así, decir que la comprensión del hombre implica (como lo afirmara el filósofo de la selva negra) necesariamente una comprensión del ser,  permite centrar la interpretación del hombre habitante del texto literario en la develación misma del hacer del sujeto. Este hacer es un hacerse en el tiempo que es ya de por sí histórico. Dicha historia sirve como antecedente a la propia conciencia, manifestándose así que al surgir la pregunta sobre lo sucedido se está recordando un pasaje de la propia historia que ha hecho mella en el ser, y que a su vez no le es indiferente, por eso lo recuerda, busca angustiosamente reinterpretarlo, pero sabe de ante mano que si surge una nueva interpretación esta es sólo el posible contrario a lo ya sucedido, lo incambiable, la página impresa y publicada.
Ese retornar al pasado es excavar la tumba donde yacen los recuerdos que otrora marcaron nuestro paso por el mundo. De ahí que intentar recordar aquellos hechos en muchos de los casos queda en un simple pretender, las razones de esta decisión son muchas, la primordial: conservar la aparente calma alcanzada con precariedad.
La espléndida casa de la decadencia, cuento que hace parte del libro titulado El falso sueño publicado en el año 1979, narra la historia de dos personajes (Rosina y un hombre, voz narradora) cada uno en sus circunstancias perseguido y perseguidor del tiempo, tal como se lee al inicio de la narración: Varias veces en el año yo me acordaba de Rocina y me decía  que lo primero que haría al volver a San Bonifacio sería ir a verla (pág.155).
El recuerdo -eje central en el que gira la narración- vive al acecho del hombre, trayendo con sigo felicidad pero también angustia, necesidades no satisfechas, aplazamientos que quizá le pudieron haber dado sentido al presente, en fin posibilidades inconclusas que marcan proyectos frustrados. En este orden el tiempo es como (…) la interminable corriente del agua de la fuente (…) (pág. 158) que observa Rosina, y el ser (…) las flores marchitas y abandonadas (…) (pág. 159) de su jardín.    
Recordar es como si al observar la cicatriz no nos satisficiera la mera imagen  que esta ha dejado en la piel, sino que recurriéramos a provocar nuevamente la herida para sentir una vez más aquel momento vivido, el imperceptible sonido de la piel al desgarrarse, los dinámicos colores de los tejidos desnudos y posteriormente bañados por la sangre. En consecuencia son todas estas escenas las que rememoran vivencialmente el acto mismo a recordar.
Pero desempolvar el recuerdo tiene el propósito de pensar la posibilidad de volver a vivir estos hechos, la visita del hombre a casa de Rosina así lo hace saber. Él va en busca del pasado que vivió al lado de ella, confronta su realidad al ver en la mujer la misma figura férrea y hostil que conoció hace dos décadas, claro, ya aminorada por el paso del tiempo: En el corredor sólo había hecho una pálida imitación del esplendor que había perdido, actuaba todavía (siempre fue la primera actriz en la comedia de la vida) pero era una actriz acabada y desacreditada, abatida por el tiempo (pág.157).
Tal “abatimiento” no era sólo de Rosina, este estado lo comparte con el narrador, de ahí que haya decidido regresar a verla pensando quizá que al volver a San Bonifacio haría un “viaje en el tiempo” y rememoraría un estado de gozo junto a ella. Este propósito no se pudo dar al comprender el narrador que Rosina ya no llenaba mis largos silencios (pág. 158) y que la mujer sólo conservaba (…) la fiereza del náufrago (pág. 158).
En tales circunstancias reconstruir la historia constituye una labor dispendiosa para quien la ejecuta, mas si esta implica al ser mismo que se indaga y se cuestiona, pero que en definitiva es consiente que al final de la vida es poco lo que se puede llegar a hacer para resarcir lo postergado, que la duda es la herida que no sanó, es la voz que habla de posibilidades, o mejor, el leve quejido agudo y continuo que sigue  (…) consumiendo sus días en la soledad y la indecisión (…) (pág.158).    
JHON EDWIN TRUJILLO
Ficha del libro:
VARÓN, Policarpo. La espléndida casa de la decadencia. En: “Cuentos Del Tolima. Antología Crítica” Sello Editorial Alma Mater, 2011. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

LA LITERATURA COLOMBIANA EN EL SIGLO XX


Hacia finales de 1980 y comienzos de 1981 se vivió, en el ámbito de la prensa nacional, una disputa entre el asesinado dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado y el profesor de la Universidad de Bonn, Rafael Gutiérrez Girardot. El eje de la polémica: un extenso ensayo de Gutiérrez titulado “La literatura colombiana en el siglo XX”, publicado en el tomo III del Manual de Historia de Colombia, cuya financiación corrió a cargo del Instituto Colombiano de Cultura y Procultura.
Además del periódico El siglo y la revista Gaceta, los textos que públicamente intercambiaron Gómez y Gutiérrez Girardot se pueden encontrar en el libro Hispanoamérica: imágenes y perspectivas (1989), bajo el título de “La ciencia conservadora”. Está de más exponer cómo el profesor colombiano empequeñece los argumentos de su contendor con una prosa llena de ironía y erudición que desemboca en una postura política, de duros ataques en contra de los ex presidentes Eduardo Santos y Laureano Gómez.
Para dejar al lector el disfrute de esta polémica no desempolvaré vituperios mutuos, aunque la gazapera sirve para acondicionar la interpretación del texto. Me detendré mejor en algunas de las lecturas que realiza Gutiérrez sobre la literatura nacional en el ensayo de marras. La perspectiva del texto persiste en considerar -como todos los escritos de Gutiérrez Girardot-  la indisoluble relación entre sociedad y literatura: el crítico literario observa la literatura nacional a la luz del proceso de la modernidad occidental en el que, según su visión, estamos involucrados todos los latinoamericanos.
Desde esta perspectiva, traza una sutil línea que divide una mentalidad católico-señorial, de una moderna y que acepta la duda como su derrotero.  Entre quienes adhieren a la primera se encuentran escritores refractarios, desde lo estético e ideológico, a los imperativos modernos y, ya sea porque fabriquen en torno suyo una falsa imagen de cultivadores de la cultura universal o porque abracen abierta o soterradamente los preceptos del catolicismo, expresan una estética retroprogresista, esto es, desaliñadamente conservadora. En la otra esfera se hayan quienes han explorado nuevos lenguajes y nuevos temas, se plantean la reflexión sobre el problema de la secularización (la pérdida de validez social de las normas religiosas), asumen una postura cosmopolita y se enfrentan a la exploración del ser humano no desde el dogma moralista, sino desde la ambigüedad y el escepticismo.
Guillermo Valencia profesa, en esta historia de contiendas, una “estética de la dominación” y una “cultura de viñeta”.  La bohemia bogotana de principios del siglo XX no se enfrenta al provincianismo cachaco, Luis Carlos López (el tuerto) fue un “poeta sustancialmente conservador” y el piedracielismo fue la expresión de la política del “retroprogreso”, patrocinada por el expresidente Eduardo Santos. Los críticos de esta sociedad conservadora -que se congraciaba con una manera de ser monárquica, jerarquizada, que no asume la creación literaria como ejercicio de la oscilación y la reflexión profunda- son, entre otros, José Eustasio Rivera, León de Greiff, Luis Vidales, Tomás Carrasquilla, Baldomero Sanín Cano y Rafael Maya.
En estos últimos se narró el paso del locus terriblis al locus amenus (esto es, el paso de un aparente estado placentero al descubrimiento de la barbarie en la guerra de los mil días, y el gobierno de Laureano Gómez), el anarquismo estético se hizo presente y el sentido común se puso en entredicho. Así mismo, para algunos de ellos fue imperativo mostrar otra Colombia, la que estaba por fuera de los límites de la Atenas suramericana, y adoptar una crítica literaria con capacidad analítica. Los nombres que forman este último repertorio superaron las barreras de una sociedad pacata y señorial y trataron de poner a Colombia en el ritmo de la historia universal.
El ensayo termina con una evaluación de la generación de Mito hacia mitad del siglo pasado. De acuerdo con Gutiérrez -quien, dicho sea de paso, perteneció a la mentada generación- “Mito desenmascaró indirectamente a los figurones intelectuales de la política, al historiador de legajos canónicos y jurídicos, al ensayista florido, a los poetas para veladas escolares, a los sociólogos predicadores de encíclicas, a los críticos lacrimosos, en suma, a la poderosa infraestructura cultural que favorecía las necesidades ornamentales del retroprogresismo” (534). La historia hubiera tenido un final feliz si, siguiendo siempre a Girardot, las élites colombianas no hubieran promulgado la superficialidad en forma de una escuela aparentemente irreverente: el nadaísmo, un movimiento literario que se caracterizó por el escándalo.
La evaluación de Gutiérrez termina en ese momento de las décadas de los 60 y los 70 en que imperó el grito desgreñado de Jota Mario Arbeláez, Gonzalo Arango, Amilkar Osorio y los demás nadaístas. Ha dejado Gutiérrez este ensayo en un instante de incertidumbre y, para desengaño de quienes aspirarían a discutir con las ideas de su pluma, el profesor colombiano fallecido en 2005 no volvió a realizar el esfuerzo de observar la literatura nacional desde una perspectiva orgánica que pensara, con ese ojo provocador, la segunda mitad del siglo XX.  
Sin embargo “La literatura colombiana del siglo XX” cumple con su doble cometido: ubicar a las letras del país en el marco de la historia universal –lo que sintética y esquemáticamente se ha explorado líneas arriba-, y descabalar mitos con el uso de la ironía. Hay que ver lo perturbador que se torna Gutiérrez cuando afirma, por ejemplo, que la estética de Guillermo Valencia (el bardo de Popayán de quien recitábamos “Dos lánguidos camellos/ de elásticas cervices”) se dedicó a trivializar la cultura (452), Julio Flórez fue un “profesional del sentimentalismo” (458), y Eduardo Caballero Calderón no tuvo fortuna con sus novelas porque eran “ilustraciones de sus ensayos” (527).
Con ese humor, en ocasiones riesgoso –porque puede caer en el chascarrillo desabrido,  como lo plantea Vázquez Rodríguez en su reseña “La diatriba como discurso”-, pero siempre retador, es natural que se haya granjeado enemigos, entre ellos el inmolado Álvaro Gómez Hurtado (y tal vez muchos profesores colombianos que repiten con obediencia el canon oficial). Es el humor que se permite el ensayo, el apunte venenoso que acaso Gutiérrez haya heredado del escritor peruano Manuel González Prada y del filósofo alemán Friederic Nietzsche.
 “La literatura colombiana en el siglo XX” es un ensayo de casi obligada lectura para quienes deseen conocer las letras del país desde una perspectiva crítica en el mejor sentido de la palabra, es decir, una perspectiva que formula preguntas claras y no se queda con las respuestas que dicta el sentido común. Es un ejercicio de interpretación, a caballo entre la crítica y la historia literaria, que evalúa figuras representativas de la literatura nacional. Su lectura es fuente de conocimiento y, de paso, de risa burlesca.
Leonardo Monroy Zuluaga. 

jueves, 3 de mayo de 2012

LOS DOCE INFIERNOS


Doce infiernos, doce cuentos en que el escritor cartagenero Germán Espinosa va a desarrollar una serie de sometimientos del ser humano por parte del juego, de lo sexual,  la existencia misma y el  olvido,  su erudición, de la dominación española en esas tierras que tanto ha obsesionado sus obras y que puede establecerse en el último cuento.
En casa ha muerto un negro, es el cuento que abre el libro, y de esta manera el lector se encontrará con el sometimiento racial moderno: un trabajo mal recompensado, humillado; esclavizado por su tono de piel.  
Dicho relato se intensificará, cuando dos personas están en el cuadro sospechoso de la muerte de “el negro”. El asesinato incrementa las reflexiones sobre un modernismo fuera de estas tierras y lleno de sobras, sobre lo que uno de los personajes con un pensamiento humanístico va a reflexionar: “…las grandes corrientes mundiales llegan tardías y debilitadas a Latinoamérica, y aplicaba este axioma al antisemitismo” p. 19. Son esas corrientes que empezaron la esclavitud, son esas mismas que intentaron acabarla, pero en las tierras suramericanas se han instalado tanto en nuestra piel como  cáncer que nos consume en nuestros actos y palabras.
En Una esquela para María Victoria, las calles capitalinas de la nación colombiana son el escenario para que una mujer reciba varias cartas que logran hacer perder la tranquilidad de ella y de su esposo (Antonio), pero que poco a poco… “Un admirador se había animado por fin, al empleo de palabras francamente impúdicas” p. 29. Esas palabras serán una fragancia de nostalgia por parte de Antonio, ya que él se sumergirá en las cuentas bancarias de los gastos mensuales  mientras se sucumbe en la oscuridad del desespero por saber qué tanto lee ella.
La imagen de un personaje literario como lo es Lucifer, puede manifestarse, evidentemente por su nombre, en el cuento llamado El ángel caído, pero este título no desarrollará su historia acerca de este individuo, sino que rompe con el relato de Adán y Eva. Regina es una mujer de altos modales, de una crianza y gran fortuna esperando una salvación para su eternidad carnal. El Adán que espera es de tierras lejanas y durante el relato va haber un rompimiento con las estructuras clásicas, ya que al parecer es una pareja perfecta de “alta” clase. Pero al darse cuenta que este ángel que tanto espera la decepciona en la cama, él mismo decide marcharse ya que “Sollozaba de un modo absurdo y chocante, como si experimentase dolor y repugnancia de sí mismo”. P. 46. Y aunque lo intentaron muchas noches, el resultado fue el mismo.
La muerte y la ausencia en una familia que necesita recordar a sus muertos por medio de la infancia es lo que se desarrolla en el relato La alcoba, donde el recuerdo y, tal vez, el odio de la vida por seres que no nacieron, hagan perpetuar el fantasma de la memoria. De esta manera, la existencia misma cobra un matiz distinto y confuso para desarrollar la idea, ya que en la lectura existe una conversación constante sobre la explicación de la enfermedad de un nonato, y sus descendientes: “-Creyó que todos sus hijos nacerían mutilados. Yo traté de explicarle que se trataba de un accidente. Es posible que su madre hubiese tomado medicamentos contraindicados durante el embarazo”. P. 57. Dentro de este relato parecerá que los muertos se vengan de lo que no hicieron cuando uno de sus hijos tome la palabra y siembre la reflexión, porque “… su existencia asquea”. P. 58. Es la existencia misma del recuerdo que va a perturbar a los personajes por medio de explicaciones sobre posibles abortos.
Los artistas dejan un legado, no sólo en sus obras, sino que también, en sus discípulos, en sus alumnos. Dentro del relato Los suplicantes, un maestro de pintura va a estar presente por medio de otras bocas, de otras voces, y de una mujer caleña, que ha seguido los trazos de ese pintor con nuevas técnicas, y conflictos sociales, y que ella misma, por medio de las conversaciones con el hijo de ese  maestro va a darle consejos… “Para que veás que, cuando se asumen los riesgos de una vocación, hay que ir en confianza”. P. 74
De los bares rugen las cadenas intuitivas en las reflexiones humanas, del misterio en el  dios romano Baco, se desarrolla un símbolo de lujuria y promiscuidad. Andrés, un músico que frecuenta lechos nocturnos para su libertad, conocerá en el bar “El Partenón”,  una oferta muy distinta a sus expectativas. Pasar de un abismo hacía otro es una manifestación del Moira, del destino que le preparaba una sorpresa en su talento musical cuando en uno de esos bares, donde las nalgas gordas y ceñidas hacían una representación de la armonía carnal del mundo, su amigo Erik realiza una propuesta francamente deslumbradora, pero “Él sabía muy bien que en Colombia habíamos pasado sin transiciones de la mula al reactor, pero ir de una banda de café a la Orquesta Sinfónica se le antojaba el colmo de las acrobacias”. P. 108. Nuevamente Espinosa nos hace recordar el aceleramiento de nuestra cultura, o la Culturización cultural, como lo iba a llamar más adelante en un ensayo del libro la “Elipse de la codorniz”.
Este aceleramiento, para muchos críticos, fue o es, una amenaza que parece formar parte de una estigmatización de razas, de conocimientos y de culturas, donde el eurocentrismo propone, pero que muchas veces impone sus desarrollos para moldear el mundo y sus ideologías. Este relato concluirá con un espectador de la Orquesta, que ha estado meditabundo mediante la lectura, y  que al manifestar su armonía con la música y el mundo, nos hace recordar  el mito de Prometeo  “…cuando las águilas de estuco agitaron las alas y se precipitaron sobre sus entrañas”. P. 113.
Pero la literatura puede apartarse por mucho tiempo de esta dominación eurocentrista y de su cosmovisión del mundo, ya que las influencias escriturales desempeñarán una larga tradición en el mar. Odiseo, va a estar presente en el relato Fábula del pescador y la sirena, pero a diferencia del personaje de Homero,  que tapa sus oídos con cera y  se hace amarrar al mástil del barco, un pescador hará parte de este canto, quien al arrojarse al mar conocerá los placeres que el humano puede otorgar.
A diferencia de la Sirenas homéricas (canto de ellas que sirve para atraer los extraviados y dar un no retorno),  es que no habrá un tiempo para tal situación, es decir, que no habrá tiempo para recordarlo todo y tendrá un orgasmo con las  sirenas que puede asquearlo, ya que  no hay una proximidad para un fin, sino que es un constante abrumador por medio de sus recuerdos,  de su mortalidad, y el pescador, intentando explicarle a uno de sus compañeros su tardanza en el mar, reflexiona con ciertas palabras filosóficas: “… porque no es la intemporalidad o la condición mortal lo que diferencia a los hombres de los dioses, sino la capacidad de perdón”. P. 102. Tal parece que al sumergirse en el mar con las sirenas, a lo que le advirtieron a Odiseo, devolverá a los mortales con una sabiduría, y no, como un mal en los mares de Poseidón. De esta manera, Espinosa le dará un giro distinto a esos seres maravillosos para recrearlos en las aguas colombianas.
La Inquisición y el más antiguo artilugio que tiene la mujer  para manipular o someter al mismo ser, es lo que viene a desarrollarse en Fábula del juez Melesio y de la bella inocente. La sensualidad, el sexo, es un mecanismo que los dos personajes vienen a manifestar, pero cuando el juez posee su cuerpo por medio de las acusaciones de brujería, ella describe este acto de una forma desesperada: “Vio monstruos grotescos e infernales bailar alrededor de una hoguera. Descendió a los infiernos y se sintió picada por el chuzo perpetuo de Satán,”. P. 130.   Pero este juez cae en el artilugio de la doncella, cuando se de cuenta que la rebelión de la raza afroamericana ha empezado y los súbditos del juez están caídos y su propio infierno empezará: “Vio a Melesio correr hacia la puerta interior, para quedarse hecho piedra al descubrir el esqueleto acuchillado y aspirar el vaho de tinieblas que arrojaba la casa”. P.132.
La erudición de este gran escritor colombiano, se manifestará en el cuento El río de los salmones sagrados, sobrela vida de Marcel Proust. Dentro de este relato se mencionará, con insistencia, otro gran escritor como lo es Kafka, una de las influencias, según Espinoza, de Proust, ya que éste decide tener un ayuno de literatura: “No leería más libros fuera de este. Para ser franco, hacía dieciocho años que no lo hacía”. P. 87. La angustia empieza a roer al escritor del cuento (Proust),  cuando su deseo de publicar lo haga escribir (inconscientemente) su autobiografía, y empiece Espinosa a darnos a conocer algo de la vida de este gran escritor, como que iba a ser abogado, que tuvo complicaciones con las lecturas, ya que “Era la historia de un escritor desesperado porque no se publicaban su obras”. P. 89. Dentro de este relato,  Germán Espinosa será paródico con el estilo literario del francés, cuando menciona que “… Marcel Proust vino a estropearlo todo lamentablemente”. P. 90.
Paladines, relato de un erudito sometido a una clase de tortura por medio de los recuerdos, y que es un  preso político. En el relato el narrador se convierte en su conciencia: “No puedes, no debes perder de vista esa posibilidad. Vas a convertirte en un asesino y eso no es lo peor. Lo peor será que estos carceleros te matarán a palos…” P. 138. Dentro de esta conciencia se va a contar la vida del preso, dentro de la malicia natural de asesinar y obtener su libertad girará el relato.
En el  último relato, llamado Las fábricas vidriosas, se destaca la estructura de su escrito (muchas comas, pocos puntos) además de sus grandes conocimientos de la cultura universal (conocimiento del francés, de la historia, y otros), a tal punto que puede ser una de las primeras manifestaciones para su gran obra La tejedora de coronas, novela de la ilustración y la inquisición. En este cuento la espera de sus objetos pueden enloquecer al narrador, en la soledad de sus memorias intelectuales, “Porque la insatisfacción aspira a ser una salvaguarda de la muerte, no un camino hacia ella… porque ya no hay remedio”. P. 162.
Finalmente, el lector al acercarse a este círculo de doce cuentos, estará empeñado, quizá, en continuar la obra de este gran escritor, que le dio a Colombia y a la literatura tantas aperturas a formas narrativas, a temas históricos, y someternos al recuerdo de grandes autores universales de la literatura. Cada uno de nosotros puede estar identificado con las intermitencias de estos infiernos.

LUIS FERNANDO ABELLO
FICHA DEL LIBRO: ESPINOSA, Germán. Los doce infiernos. Instituto Colombiano de Cultura, Editorial Stella, 1976. 

lunes, 9 de abril de 2012

LA DEMENCIA DE JOB DE JOSÉ MARÍA VARGAS VILA


La demencia de Job es una  novela publicada en 1916 en la que Vargas Vila cuenta las angustias y desolaciones de un joven sacerdote enfermo de lepra, que él mismo conoció en la vida real. La historia nació, según Vargas Vila, una vez se acercó a un pueblo donde decían habitaba un leproso. La curiosidad era inmensa, al igual que su miedo. Sin embargo, esto no fue un obstáculo para conocerlo y con sus propios ojos comprobar aquella abominación que abrumaba a la comunidad:

Para ver, apareció una mano, y luego un rostro entre los barrotes de hierro de la reja; un rostro de hombre; era ÉL; renuncio a describirlo, porque restaría emoción a las páginas subsecuentes de mi libro; sonrió; hubo como un rayo de sol sobre aquella faz de horror (...) pág. 14

En esta obra Vargas Vila relata la vida de Lucas Poveda, un joven solitario y soñador que vivía con su madre aislado de todo contacto humano por razones que él desconocía, y al verse envuelto en su soledad intransigente, decide exculpar sus emociones y sentimientos  en la poesía y en la pintura. En ese momento, tenía las ilusiones y deseos de un joven normal y la esperanza habitaba en él con todo su esplendor.

Y así vivió, hasta conocer su pasado y la respuesta de su exilio con la humanidad; la lepra una enfermedad que recorría toda su genética y como una marca imborrable debía llevar toda la vida.  Lucas decide convertirse en sacerdote para alejarse de males futuros, sin imaginar que esto lo llevaría a revelarse a dios con toda pericia.

Es así como Vargas Vila toma este personaje, Lucas, y lo relaciona con los desconsuelos sufridos por el santo Job, caracterizado por su paciencia y amor a Dios en la biblia. A diferencia de Job, Lucas no era paciente; por el contrario, no había momento en que no pusiera en cuestionamiento las acciones de Dios con la humanidad: a diario leía libros de filosofía que discrepaban con los designios de Dios, pues se sentía frustrado y sin un rasgo de esperanza por culpa del castigo al que lo había sometido:

El Eterno, es el enemigo del hombre; El Eterno, es el mal del hombre; el Eterno, es el dolor del hombre (…) y, eso porque el Eterno, creó la iniquidad, el mal, y el dolor, y los puso en el corazón del hombre (…) pág. 77

Esta rebeldía de Lucas hacia Dios se debe  al dolor, pues en la historia, Lucas es un personaje cautivo por este sentimiento; el dolor físico, psicológico y por supuesto el del alma. Lucas reprocha incesantemente a dios el dolor que engendró en la humanidad, puesto que el humano es un ser de sufrimiento. “El dolor nos guía durante el camino y es la prueba de estar vivo o la aproximación acérrima de la muerte”.
Cuando se crea el arte, se crea desde el dolor, si no es así no es un arte vivo, sino artificial, “el arte que no es vivo; vivo y palpitante no es arte, sino ficción” (pág. 1)  y si Dios en realidad ama al hombre, jamás debió castigarlo con tal prueba. Porque aunque crear arte desde el dolor es la mejor catarsis, no deja de ser sufrimiento y como lo describe Vargas Vila desde su personaje de Lucas Poveda “el dolor es una aproximación a la muerte”.

De igual manera, otro motivo que se devela en Lucas es la soledad. Este fenómeno tan común en el personaje, es la leal convicción que Vargas Vila utiliza para asemejar a Lucas a un mártir; un mártir acompañado de un odio pertinaz pero a la vez magnífico, dado que lo hacía lúcido, rebelde ante los designios y las leyes de la iglesia:

“El temor de Dios es el principio de la sabiduría” dicen los libros; y del amor de Dios no hablan nada (…) ¿puede amarse aquel que no ama a sus criaturas? Y, ¿puede amar a sus criaturas aquel que les dio el dolor? Dios creó el dolor ¿dónde está entonces la bondad de Dios?; Dios no creó el dolor ¿dónde está entonces el poder de Dios? (…) P 101

En ese sentido Lucas sentía que lo atrapaba la soledad. Sin embargo, ya había vivido tanto tiempo solo que no la sentía, por el contrario, la soledad es un aliciente para reflexionar sobre la vida y sobre uno mismo. Así lo demuestra Vargas Vila por medio de Lucas. Nosotros podemos sentir la soledad, sabemos que está allí, pero nunca la aceptamos, sólo dejamos que nos acompañe como pura resignación.

De esta manera, en la obra se percibe un aire de desolación, la sublimación y la obscuridad se reflejan con el transcurrir de la lectura, no hay pasajes donde no se encuentren rasgos de angustia y desesperanza aun en los momentos de amor. La relación de Lucas con la joven Marta  no es más que un romance tortuoso y sin rumbo o tal vez sí: la fatalidad.

Desde esta perspectiva, Vargas Vila logra gravar el personaje en cada episodio, sus ataques de locura y desespero son las características más importantes de Lucas, pues hace alusión al título de la obra; la demencia, aquella situación en que el hombre llega al límite de su pasión, y de cierta manera explota ante las adversidades y la conmoción que producen sus estados de ánimo.

Lo ilógico, es el riñón de lo divino; el verdadero nombre de la divinidad es la fatalidad; hay que gemir bajo ella; hay que cantar su gloria como Jonás en el fondo de la ballena, y los niños en el horno de babilonia; ¿no ves cómo en cada una de mis ulceras se refleja la bondad de Dios? (…)P 102

En términos generales, la obra llega al lector y en cada espacio enseña la actitud de Lucas. El recorrido que hace desde su pasado como joven sano y soñador hasta sacerdote leproso, define que Lucas es un personaje marcado por la desgracia, lo que va ligado al dolor y el sufrimiento. Pero también está rodeado del arte y la sabiduría. Es la más ferviente combinación que puede en los estados alterados llevar a la locura, la desesperación y  la demencia.

Paul Riaño Segura

Jose Maria Vargas Vila. La demencia de Job. Ediciones completas, 1916