domingo, 31 de agosto de 2008

CARLOS PEROZZO: “PORQUE LA LITERATURA ES MEMORIA… EL RESTO ES SILENCIO”

Aunque pueda ser considerada como poco creíble, esta fue la respuesta dada por el escritor a su personaje principal en un pasaje de la narración, cuando este último maldice su destino, poniendo en duda las determinaciones de su creador. Dicha situación se presenta en la novela El resto es silencio (1993) del cucuteño Carlos Perozzo, título de por si Shakesperiano, y del cual podemos tener referencia directamente en la voz de Hamlet. De entrada se identifica la pasión que mueve al autor: el arte literario en general.

La novela cuenta la vida azarosa de Jorge Eliecer Altuve Plata, docente de Historia y Literatura, luego de pagar una condena de treinta años en la cárcel La Picota de Bogotá, por un delito que la sociedad y él creyeron cometido, pero que en realidad nunca ocurrió: el asesinato del alcalde de su pueblo natal – Puerto La Antigua –. Tras su reintegro a la vida civil, su destino incierto lo lleva a conocer las calles, los lugares y las gentes de una ciudad caótica, perversa y desaforada como lo es la “caputal” –término propio del autor– de la República; incluso, este peregrinaje hostil lo lleva a la verdad y darse cuenta del complot maquinado por su esposa –que lo indujo al crimen– y a la verdad sobre el supuesto muerto. Al final decide volver y acabar “de nuevo” con aquel hombre, poniendo fin a esa incertidumbre.

En la novela, el resquebrajamiento del hombre, la sociedad, el Estado y la Iglesia es evidenciado constantemente, a tal punto que se insta a creer en lo único consecuente que tiene la humanidad en su trasegar histórico: la inevitable destrucción. Para referirse a ello, Perozzo forja un estilo que sugiere irreverencia, pues la experimentación con el lenguaje se articula con la ironía, el sarcasmo, el humor negro y la burla mordaz. Aunado a esto, la obra figura bastante entretenida y dinámica –a pesar de su extensión– al lector. Sin embargo, hay momentos en la misma que exigen un detenimiento certero por cuanto las reflexiones hechas allí pudieran contraponer y juzgar los ideales y convicciones de quien la lee.
El resto es silencio instaura una propuesta narrativa alternativa a las conocidas en la literatura colombiana, en tanto está suscrita a la exploración descarnada de la urbe y de su imaginario; del mismo modo, la novela trata de jugar con la palabra, haciendo que dicho fenómeno haga atractivo cualquier intento de análisis.

La producción artística de Perozzo hace meritos para que sea mirada con un poco más de cuidado por los estudiosos y académicos, pues en realidad el aporte que hace a nuestro legado literario logra superar las fronteras del provincianismo, haciendo interesante la mirada sobre la vida en la ciudad.

Juan Eliécer Carrillo A

Ficha del libro: Perozzo, Carlos. El resto es silencio. Bogotá: Editorial Planeta, 1993.

jueves, 28 de agosto de 2008

"LA VOLUNTAD DE DIOS" DE JAIRO MERCADO ROMERO: EN LAS ENTRAÑAS DEL MUTISMO CLERICAL

Editorial La Oveja Negra publica en 1985 un libro de relatos del escritor sucreño Jairo Mercado, titulado Cuentos de vida o muerte. En dicha producción se destaca a modo de presentación que esa obra representa un hito en la evolución de la cuentística del autor. Son ocho relatos de los cuales es pertinente resaltar el expuesto en el título del presente texto, un cuento desarrollado a lo largo de ocho páginas y que gira en torno a cuatro personajes bien perfilados, quienes encajan perfectamente en el desarrollo accional de la trama y en la propuesta ideológica que subyace en la misma.

Si bien es cierto que el hilo narrativo logra el clímax por medio de un encadenamiento lineal de acciones, en éste hay lugar para uno que otro salto espacio-temporal presentado en instantes de evocación que realiza el personaje central del relato. Dicho actante escogido por Mercado para desarrollar la historia, responde al nombre de Humberto, un niño suspicaz, de cuna pobre y de ocho a diez años tal vez.

En cuanto a la esencia de la historia podemos decir que está enmarcada en dos planos, uno realista y otro místico. El último sustentado en esa aureola de misterio que por siempre ha ostentado la Iglesia católica, lógicamente alimentada por la idiosincrasia de sus fieles. En esos términos, el relato introduce al lector en los misterios de la vida religiosa desde el momento en que el protagonista en mención, es enviado por obligación a cumplir una prueba en la casa cural de un pequeño poblado (tal vez en Sucre o sus alrededores) para comprobar si reúne las virtudes necesarias que le permitan entregarse a la vida clerical. Inmerso allí, empieza a descubrir con la permisividad de su inocencia y sus ojos veraces pero inquisitivos, lo que se esconde tras altares, imágenes y sotanas; poco a poco transcurren durante su estancia particulares y jocosos sucesos que bien pueden asemejarse a las historias creadas por nuestro Nobel en pueblos costeños de nuestra geografía.

Claro está que el relato de Mercado dista de esa prosa alimentada de ornato y polisemia de Márquez, pues genera exactitud y verosimilitud al momento de narrar sin recurrir a complicados recursos de estilo. Tal vez el punto de semejanza radica en la ubicación del lugar donde transcurre la historia, pues es bien sabido que el marco narrativo incide en el desarrollo de la trama y el papel de los personajes, que en el caso del cuento en mención se ubica en un entorno caluroso, soleado, que invita al letargo, a la no reflexión y hasta a la alucinación.

De otra parte es prudente resaltar que la escogencia del narrador en primera persona en “La voluntad de Dios”, aparte de resaltar el valor testimonial de quien vive los hechos, se presta para dotar de intimismo tanto al espacio del relato como a la serie de conflictos que atraviesa el personaje de Humberto en el cuento.

Lo anterior es aprovechado por el escritor sucreño para sentar de forma directa su posición crítica ante una institución considerada por muchos como anquilosada y antidemocrática. Dicha actitud se refleja en el niño, testigo inmejorable de la ignorancia de los pobladores del lugar quienes idolatran al padre Cabrales hasta casi elevarlo a santo, por proezas que nunca suceden al interior de la casa cural y la parroquia pero que se muestran como hechos divinos. De igual manera frente a los apetitos carnales de Valentín y Rafaela -los otros personajes del relato- en las noches en plena casa cural, de la mentira abanderada por el propio padre a la hora de hacerse negar cuando un pobre requiere atención más no cuando es un rico.

Estos y otros episodios son descritos con humor negro, alta dosis de ironía, sarcasmo y sátira. Las imágenes que el relato sugiere son creadas a partir del uso de la jerga clerical y el léxico vulgar pero sincero de Humberto, quien descubre, sin querer, la maquinaria parroquial, erigiéndose como voz de denuncia aunque solo sea escuchado por él mismo y no traspase las cuatro paredes de la casa cural.

Así, el presente relato saca a la luz el hermetismo, hipocresía y monotonía que reina en la iglesia tanto a grande como pequeña escala, por medio del pequeño, quien termina creyendo que él tiene la culpa de no adaptarse a la vida sacerdotal, lo cual lo hace entrar en constantes reflexiones: “ Nadie mas que yo era el culpable de todo. Culpable por disponer de unos sentidos tan torpes que veían soberbia donde todo el mundo veía humildad, por ver la gula donde otros advertían la templanza(…), por oler sudores agrios y mierda donde otros respiraban perfumes de flores”(35).

Por las anteriores consideraciones el relato del autor sucreño, pese a su distante fecha de publicación, no desentona con estos tiempos a la hora de realizar lecturas alternativas a este tipo de instituciones que seguirán rigiendo los destinos de sociedades como la nuestra. Lecturas que pese a la dosis de humor no pierden su criticidad y al mismo tiempo generan goce, posibilidad de acción y reflexión.

José Alejandro Lozano Cardozo

Ficha del libro: Mercado Romero Jairo, "La voluntad de Dios" En Cuentos de vida o muerte. Bogotá: Editorial La Oveja Negra, Ltda., 1985

lunes, 25 de agosto de 2008

LOS DOCE INFIERNOS DE GERMÁN ESPINOSA: PARTICULARIDADES DEL HOMBRE UNIVERSAL

Los temas literarios - y no es una frase de cliché- han sido siempre los mismos, sin embargo, el avance de las épocas y su desarrollo intelectual, político y tecnológico hacen que se establezcan nuevas maneras de observarlos y analizarlos desde perspectivas estéticas e ideológicas distintas.

Germán Espinosa configura su propio mundo alrededor de los temas clásicos pero los lleva de tal forma que logra transportar al lector hacia un universo en el que cada cosa que es evidente ante sus ojos, resulta ser un retruécano de ingenio desbordado en posicionamientos sobre el arte y sobre el ser humano universal; acontecimientos nimios que se potencian poco a poco y alcanzan la madurez intelectual suficiente para establecer con propiedad una visión de mundo basada en el detalle.

Los cuentos de Los doce infiernos presentan una visión apocalíptica de la cotidianidad, del devenir existencial de individuos que creen que su vida es perfecta hasta que un pequeño fragmento de destino se cruza en sus vidas amenazando el sosiego en el que deambulaban como entes por el mundo, sin pena ni gloria. Estos hechos justifican de entrada la significación del título Los doce infiernos en cuyo seno se revela que el sentido universal del ser humano se rige, como en la teoría del caos, por un pequeño orden de acciones que al ser alteradas desembocan en grandes catástrofes humanas.

El arte, la impotencia sexual, la literatura, la historia y la fantasía son algunos de los temas que configuran el infierno del autor, quien logra manejarlos con tal sutileza que resulta complicado hallarlos entre líneas. Sin embargo, existe un infierno que se hace general, manifiesto en cada uno de los doce cuentos: la memoria.

La colectividad que recuerda las anécdotas de una mujer aislada y extraña, las reminiscencias de un anciano que se niega a abandonar su habitación porque ahí esta su vida y su pasado, las esquelas que un hombre envía a su mujer como anónimo porque evoca infinitas noches en que le ha fallado en lo sexual, el problema intelectual de un escritor frustrado porque sabe que ya todo está escrito y al cual cada línea le lleva irremediablemente a lo que ha leído, y la evocación fantástica de un sueño infinitamente repetido que se revela como un acto material de la conciencia, son algunas de las ingeniosas ideas que bordean la posición ideológica del autor.

Todas estas son manifestaciones de la agudeza y dedicación intelectual que Germán Espinosa ofrece en cada uno de sus cuentos, a lo que se suma el exquisito manejo estético que pulula entre indicios y detalles desencadenados en catástrofes y laberintos en los que el narrador actúa como un testigo que informa, pero nunca opina, que participa en las acciones pero no se ve afectado por los desenlaces, que transporta al lector al pasado y presente como en un juego que encanta y obliga a la relectura para comprender lo sucedido.

Germán Espinosa es un escritor surgido del abismo que García Márquez impuso a los autores de su época, y lo ha hecho con inteligencia, con dedicación, pero sobre todo, con un saber que lo lleva a establecer lazos de unión entre el pasado y el futuro, no sólo de sus personajes sino del individuo contemporáneo y sus antecedentes modernos, del arte clásico y del oficio actual de la escritura: en Los doce infiernos lo reafirma con verdadero ingenio y arte.

Omar alejandro Gonzáles

Ficha del libro: Espinosa, Germán. Los doce infiernos. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1976.

sábado, 23 de agosto de 2008

AL DIABLO LA MALDITA PRIMAVERA

Existen obras que tienen la virtud de mostrarnos otros mundos de manera más profunda y que, aunque sepamos de ellos en la cotidianidad, logran lo que Kundera deseaba para la novelística: profundizar en la condición humana. En Al diablo la maldita primavera – título que nos recuerda a la mal llamada música para planchar - nos acercamos a la experiencia gay a través de una narración en primera persona de Edwin Rodríguez Buelvas, un Drag Queen sobre quien giran todos los eventos. Buelvas conoce a un amigo a través de un chat, al cual es aficionado, y luego de varios correos de ida y vuelta comienza a pensar en la posibilidad de establecer un romance duradero con el gay anónimo al otro lado de la pantalla. Por las múltiples deudas que ha contraído durante meses de un lujo desmedido, debe viajar a New York en donde finalmente reconoce la identidad de su amigo de internet – pero ya es tarde, porque ha muerto de sida – y luego de volver a Colombia contrae matrimonio con Nicolás, el mejor amigo del desaparecido.

El esquema narrativo es bien sencillo, pero en el interior de la trama se van tejiendo algunas de las particularidades de la vida de los Drag Queens, encarnados en la figura de Edwin Rodríguez. Él mismo trata de explicar en términos generales qué significa ser un Drag Queen: “los drags no son sino hombres vestidos de mujer con una fuerte expresión artística cuyo origen, sin duda, se remonta al teatro griego cuando lo hombres vestían de mujer para representar papeles femeninos… No se trata de travestis. E incluso muchos ni siquiera son homosexuales. Son hombres comunes y corrientes que de día trabajan como ejecutivos y de noche crean personajes femeninos vestidos de manera fastuosa…” (131)

Esta descripción centrada en los aspectos físicos, se amplía en toda la novela en la que se conjugan rasgos del ser gay, de acuerdo con el pensar y sentir de Edwin Rodríguez: la necesidad de mentir para mantener una reputación – ya sea como persona rica o de clase, como amante feliz, o incluso como profesional exitosa -, el amor por el lujo y las comodidades, el temor a ser la comidilla de los demás, y una tendencia a la vida licenciosa en el sexo y las drogas. Esa vida conflictiva se complementa con el constante señalamiento de la sociedad, que pese a admitir que “ser gay está de moda”, no permite la expresión libre de la homosexualidad y en ocasiones sanciona con la burla o el desprecio a quienes viven esta condición.

Sumado a todas estas particularidades, que se narran sin maniqueísmos y sin ofrecer una imagen de víctima del gay, emerge con fuerza la soledad constante: eso de que “los gays detestamos enamorarnos para no sufrir” (82), que dice con crudeza Edwin Rodríguez, cruza a toda la novela y simboliza una suerte de marca de la vida homosexual. Vivir siempre en la orfandad – familiar, social, de pareja – es una especie de lastre al que actualmente se condena al llamado tercer género, en ocasiones profundamente vilipendiado y aceptado a regañadientes.

La novela podría haberse arruinado si se hubiera convertido en un inventario de quejas de un gay contemporáneo, pero en Al diablo la maldita primavera la prosa lleva el sello del desparpajo del Drag Queen Edwin Rodríguez Buelvas. Es una prosa de diferentes tonalidades, que permite al lector navegar rápidamente entre la tristeza y el humor de “la loca”, que mantiene en el misterio la identidad de alguien en el chat y articula con pericia las introspecciones de Rodríguez Buelvas con sus experiencias en Bogotá y Nueva York. En ella se encuentran el léxico de la vida contemporánea, el lenguaje coloquial de las revistas de farándulas, y la sintaxis de un gay en confesión. Asimismo, en ella Bogotá se resemantiza y sus lugares – la gayveriana, el gayrulla de la 63 – revelan nuevas y complejas realidades.

Es la prosa del gay, quien con la misma facilidad para el drama con la que asume la muerte de Lady Di, o la desaparición de su futuro amante en las garras del sida, se sobrepone y decide continuar la vida como si nada hubiera pasado, pese a los inconvenientes que acarrea su condición sexual. Por eso puede echar al diablo la maldita primavera, con nostalgia pero sin bajar los brazos, porque al siguiente día ese drag volverá al mundo que le ha correspondido vivir: el de su propio espectáculo.

Leonardo Monroy Zuluaga

Ficha del Libro: Sánchez Baute, Alonso. Al diablo la maldita primavera. Bogotá: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2007.