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martes, 28 de abril de 2009

SOBRE “AL PIE DE LA LETRA” DE NANA RODRÍGUEZ.

Un libro con muchas notas al pie de página es agobiante: no tiene uno tiempo de detenerse en las ideas que se están desarrollando cuando el autor decide que es el momento de interrumpir el hilo de la línea leída, para volver sobre el final de la página, allí donde espera la referencia. Algunos académicos se relamen con las citas y se sienten orgullosos del saber acumulado, traducido en referencias que ocupan el texto desaforadamente, haciendo gala de un envanecimiento casi secreto. No es raro que pase en el mundo libresco: el consumo de textos es sinónimo de ilustración y esta a la vez lo es de prestancia.

En cambio es sorpresivo encontrar esas referencias al pie de página en las obras literarias: salvo en ediciones comentadas, la prosa, el verso o el diálogo, transcurren sin intermitencias, al ritmo de los ojos y la mente del lector. Cuando me encuentro con algunos de aquellos libros, regularmente de lujo y con certeros comentarios de la obra, no se exactamente qué camino coger.

Por ejemplo, detenerse en las notas al pie de la versión de El quijote de Círculo de Lectores, es enfrentarse a esos saltos que en ocasiones iluminan la obra pero a costa de refrenar el deleite de la ironía y ese tono bufonesco tan refrescante; no se ha arrancado -hacia la quinta palabra del capítulo primero (Mancha), el superíndice coquetea- cuando ya el editor invita llevar la mirada cerca del margen inferior. En el caso de esta edición de la novela de Cervantes, algunas notas son iluminadoras, pero otras apenas aclaran el significado que tenía una palabra en la España del autor; estos últimos son datos semánticos importantes, pero en ocasiones prefiero jugar a omitirlos antes de hacer una parada indeseada en un momento de alta tensión.

He llegado a estas reflexiones a partir de la lectura de una minificción de la escritora Nana Rodríguez, publicada en la antología hecha por el profesor Henry González (las entradas sobre el tema de mis compañeros de Grupo, y un gusto por este género fueron motivadores) Suelo buscar en la minificción el final sorpresivo, que dé un vuelco total al mundo, configurado no solo en las líneas previas, sino en el universo empírico, el que conozco por mis sentidos. De entrada pongo mucha atención en el título y sé que cada una de las partes debe ser leída con atención de cirujano. El cuento dice lo siguiente:

AL PIE DE LA LETRA
Un poeta críptico se hizo famoso porque acostumbraba colocar notas de pie de página a sus poemas.
Con el tiempo, los lectores ansiosos compraban sus libros, para gozar la poesía que brotaba silvestre de sus notas de pie de página.

Pienso que esta pieza tiene su virtud en dos cuestiones básicas: por un lado plantea la oposición entre la poesía hecha con imágenes herméticas y aquella que supone un lenguaje mucho más transparente; por el otro, habla sobre la equivocación de algunos poetas que no se dan cuenta que algunas de sus propias obras, consideradas por ellos marginales, son en realidad las más significativas.


En el primero de los casos, la cuestión ya ha sido tratado por Jorge Luis Borges en Arte poética; su conclusión es que lo importante en poesía no es el hermetismo o la transparencia, sino que, en cualquiera de los casos, aquella nos hable de múltiples mundos, nos exprese la belleza desde la sonoridad de la palabra y la oración que pesan incluso más que el mismo sentido.

En el segundo de los casos, suele suceder que algunos poetas concentran todas sus fuerzas en obras incomunicables, con imágenes que terminan por agotarlos, no solo a ellos como creadores, sino también a sus lectores. Cuando en sus ratos libres, y despojados de las exigencias de su trabajo escritural, se lanzan a la elaboración poética, alcanzan verdaderos niveles de belleza. No siempre es así: aprecio el trabajo disciplinado de escritores como Flaubert y Saramago – aunque me queda más difícil pensar en ejemplos de poetas. Debe ser que precisamente lo que desea expresar la minificción de Nana Rodríguez es que la poesía es un genero más libre –aunque no espontáneo, ni de divagaciones epifánicas- y tal vez mucho menos preparado con antelación que la prosa y el drama.

La autora de Al pie de la letra presenta con ironía esas contradicciones de un poeta que se realiza en sus notas al pie de página, en el momento en que se despoja de las camisas de fuerza de la creación. No ocurre en todos los libros –aunque en ocasiones uno ruega porque algunos poemas y cuentos tengan una larga lista de pie de páginas que los salve- pero en todo caso debemos estar pendientes de ahora en adelante: un talento fugaz puede huir, tímido, detrás de las citas de sus desafortunadas creaciones.
Leonardo Monroy Zuluaga

Ficha del libro: González , Henry. La minificción en Colombia. Colombia: Universidad Pedagógica Nacional, 2002.

sábado, 25 de abril de 2009

EMPAPELADO: HALLAZGOS EN LAS LECTURAS DOMINICALES DE EL TIEMPO

Cuando estaban a punto de ser arrojados a la basura, o ser utilizados para otros menesteres higiénicos, rescaté algunas muestras de prensa y unas revistas, en las cuales encontré las siguientes perlas, que poco a poco iré dando a conocer en próximas entregas.

Pero, antes de “sacarlas de su concha” , exhorto a los seguidores de nuestro blog a que espulguen a menudo la información que circula en estos canales propensos a extinguirse, y que, pese a que Rubén Blades diga en una canción que “no cree en lo que dicen los diarios”, o que encontremos en la tapa de estos medios, fotos de miembros del gobierno, tragedias, casos de corrupción, cifras de miseria, mujeres voluptuosas u opulentas celebridades,- desde mi óptica- todavía es posible encontrar desparramada sobre ellos, tinta agradable para degustar.

“Pequeñas y Feroces”. Este no es el titulo de una película ni un documental de la National Geographic; tampoco el calificativo para una parte de la niñez de hoy. No: es el nombre de un apetitoso artículo que digerí en un bufete patrocinado por Lecturas de El Tiempo.

“Con esta velocidad…minificciones. el colmo del desafio es llegar a provocar emocion sin sentimientos en tan breve espacio”. (Ana María Shua). Por medio de esta cita, ya se enteraron del contenido del texto en mención. Artículo a cuatro columnas cuyo contexto situacional tuvo como referente, “El primer encuentro nacional de minificción Luis Vidales, realizado recientemente en la Universidad Nacional, con el patrocinio de la pedagógica.”

Pese a que la crítica no ha considerado la minificción como nuevo género literario, y que no es una tendencia reciente, sí es notoria y gratificante la acogida de esta forma de escritura creativa entre lectores y escritores jóvenes. De ello doy cuenta tras conocer “gomosos” de la minificción a los cuales les veo o un libro o algunos manuscritos que esperan – algún día- ser apadrinados por una editorial, llámese Pijao, Lastra, Santillana, Paidos, Planeta, u Oveja Negra.

Con motivo del encuentro, el articulista le otorga peso a su escrito basado en apreciaciones emitidas por autoridades en la materia, -que si bien no son compatriotas nuestros, dan luces para aproximarnos a esta interesante pandemia literaria. Dichas autoridades como Ana María Shua y Raúl Brasca (Argentina), Antonio Muñoz Molina (español) y el mexicano Lauro Zavala (gestor del Primer Coloquio Internacional sobre minificción hace una década), ven en la ficción breve, una máxima condensación artística del lenguaje que va de una hasta 25 líneas, dotada de ironía, violencia, jocosidad, humor negro. De igual manera, la irreverencia en su forma y contenido, que alberga todos los géneros e incluso inmiscuye formas discursivas impensables para el ejercicio literario.

Según lo anterior, si el cuento debe ganar por knockout, ¿de qué manera nos vencerá un minicuento, cuento breve, microrrelato, etc.? He ahí lo complejo: expresar todo un universo en pocas líneas. “La minificción es el futuro. Será la literatura del siglo XXI: breve, rápida, ágil, veloz e inteligente”. Expresó un estudiante que participó en el citado encuentro.

El texto ofrece fechas tentativas y autores que han consolidado este tipo de producción literaria, reafirmando su carácter de fenómeno no reciente. La mini ficción -aunque no tuviera esta etiqueta- se encuentra en muestras de la tradición oral y está representada en América latina por escritores del talante de Cortázar, Borges, Bioy Casares, Arreola y Monterroso, quienes utilizan el chiste, el aforismo, la reflexión, la parodia, la sentencia y la poesía, para erguirse como profetas de esta clase de propuesta literaria.

Para ir cerrando este texto, dos citas de la argentina Ana María Shua: “Las mini ficciones son pequeñas y feroces como las pirañas o, tal vez, más peligrosas porque no actúan en cardumen. Si se atrapa una es que está muerta”. Así mismo, me permito ofrecerles una respuesta de la misma autora en cuanto, ¿Cómo saber si un texto es o no una mini ficción? “Para aquellos a quienes angustie la duda, tengo una respuesta sencilla. Si parece un chiste, es un chiste. Si parece un poema, es un poema. Si parece un aforismo, es un aforismo. Si no se sabe bien de que se trata, es una mini ficción.

En suma, nos restaría agregar que actuar cual voyeristas de vez en cuando, no caería tan mal. Pero me refiero a la actitud de curiosear esta clase de medios de divulgación que, pese a su paulatina desaparición, ofrecen la alternativa de la lectura rumiante, del subrayado, la retroalimentación, y la profundización acerca de temas interesantes, en contraste con el vértigo, la espectacularizaciòn y la posibilidad de textos con desarrollos superfluos, sin olvidar la tentación de “picar aquí y allá” simultáneamente, en la red. No extenderé más esta pesquisa, pues sería contradictorio hacerlo al haber hablado acerca de la mini ficción. Así que dejaré otras “pildoritas periodísticas” si se me permite llamarlas así, para próximas entradas.

JOSE ALEJANDRO LOZANO CARDOZO
alejocar23@yahoo.es

REFERENCIA:
REY, GLORIA HELENA, Pequeñas y Feroces, En: LECTURAS, PERIODICO EL TIEMPO, 4 columnas, Marzo de 2009, p. 25.

sábado, 18 de abril de 2009

LA MINIFICCIÓN EN COLOMBIA

Sueño con inmensas cosmogonías, sagas y epopeyas encerradas en las dimensiones de un epigrama”
Italo Calvino

La minificción en Colombia, es un esfuerzo que se enmarca dentro de un convenio de cooperación suscrito entre la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia y la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, de México, y se articula al propósito común de “difundir algunos de los valores culturales latinoamericanos, sin ningún interés lucrativo, y, fundamentalmente […] contribuir al diálogo fructífero entre críticos, profesores, estudiantes y los más eximios talentos de nuestras naciones, a más de ser un gran aliciente para el desarrollo cultural de nuestros pueblos”.


La responsabilidad del profesor Henry González Martínez hizo posible una antología de los más destacados minicuentos colombianos. Esta, se encuentra “compuesta de cincuenta creaciones […] de escritores representativos del género, en cuyos textos se recrean múltiples temáticas y se expresan las concepciones poéticas de cada uno, tendientes todas ellas a contribuir con la fina urdimbre de una creación estética como el minicuento”.

En el estudio preliminar que antecede a la selección de minificciones, el profesor González precisa los orígenes del minicuento; expone las posturas existentes frente a su denominación para concretar una noción al respecto; y determina la presencia y desarrollo de estas creaciones en Latinoamérica y Colombia, a partir del establecimiento de cuatro momentos significativos que determinan, de forma parcial, una breve historia de la minificción.

Los minicuentos que constituyen la antología, como lo afirma el profesor González, se caracterizan por una alta capacidad inventiva, ingenio, esfuerzo creador, concentración verbal y gran economía en el lenguaje. De esta forma, se desvirtúa que la reelaboración de un hecho demanda más de un millar de palabras; empleando pocas y sobre todo las certeras, es posible concretar una minificción lo suficientemente capaz de recrear el mundo.

Empero, esta no es la única cualidad de las minificciones seleccionadas. El tratamiento otorgado por algunos escritores a ciertos temas, se constituye en otra característica valiosa. En este sentido, la designación de ciertas situaciones de la vida cotidiana con otras palabras, deriva en ficciones magistrales que ponen bajo un velo cegador las temáticas abordadas. La exageración a la que es sometida la realidad, propicia un cariz irónico que pone en signos de interrogación la rigidez lógica del mundo; la inversión a la cual se someten algunos personajes, posibilita una desconfianza frente a la realidad.

Después de Elementos para una teoría del minicuento (1996) de Nana Rodríguez, Cuento y miniCuento (1997) de Ángela María Pérez y Antología del Cuento Corto Colombiano, La minificción en Colombia se erige, por una parte, como libro que formula algunos apuntes teóricos y unas hipótesis parciales acerca de la historia del minicuento en Colombia y, por otra, continúa reagrupando la producción minicuentística dispersa en periódicos, revistas y libros no especializados en este “genero”. De esta manera, La minificción en Colombia le confiere un status diferente al minicuento, el cual deja de ser un mero subgénero y adquiere otras dimensiones que permiten valorarlo como una creación literaria.

Gabriel Bermúdez

Ficha del Libro: González Martínez, Henry. La minificción en Colombia. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2002. 97 paginas.