martes, 27 de enero de 2009

“FRYDA” DE YOLANDA REYES

En algunas ocasiones, ciertos lectores han tratado de equiparar la vida de los escritores y escritoras con las historias o personajes de sus obras. Aunque existen casos que corroboran lo anterior, hay otros que ponen de manifiesto un gran abismo entre los artistas y sus creaciones. Cuando esto ultimo se presenta, el papel del escritor adquiere mayor valía, en tanto se desprende de su subjetividad para asumir otra. En este sentido, es pertinente destacar el aporte de Yolanda Reyes a la narrativa infantil colombiana con el cuento “Fryda”, contenido en su libro El terror de sexto B y otras historias de colegio, puesto que en este se constituye en la portavoz de una sensibilidad poco explorada y casi anulada: la sensibilidad infantil.

Pese a que el tema al cual alude “Fryda” ha sido objeto de un sinnúmero de obras literarias, Yolanda Reyes valida su tratamiento por medio de la pertinencia que le otorga, sobre todo cuando lo recrea en una esfera infantil. Este manejo le permite a la escritora construir un mundo verosímil, ajustado a la realidad de un niño; formular una historia propia de una temprana edad en que la explosión de sentimientos incursiona en la vida, y tejer un imaginario acerca del primer amor.

Junto al tratamiento dado al tema, Yolanda Reyes enriquece su narración, asumiendo una mirada desde una perspectiva infantil. Para ello, estructura su relato a partir de la voz de un niño, quien cuenta, tomando como pretexto la monotonía del primer día de clase, una vivencia muy especial: conoció a una niña sueca con la que compartió momentos inolvidables, le enseñó a besar y a sentir el amor. De esta forma, la escritora se introduce –así sea por un momento– en los zapatos de cualquier infante para recrearlos a través de la voz de un personaje, sin llegar someterlos a las rígidas cavilaciones del pensamiento abstracto, es decir, mira el mundo desde los ojos de un niño para poder sentir la maravilla del primer beso, del primer amor.

Como consecuencia de la interiorización del mundo infantil, Yolanda Reyes legitima un personaje “autónomo”. De ahí que le confiera una cualidad inherente a esta condición: la capacidad de creer en la trascendencia del primer amor, de su eterna duración, de su inmutabilidad. Muestra de esto se expresa en el momento en que el personaje principal del relato y Fryda compran unos anillos de carey, con los cuales sellan un trato afirmando: “no quitarnos los anillos hasta el día que volvamos a encontrarnos”. Así la escritora configura un personaje basado en los pensamientos y expectativas de un chiquillo, en sus sentimientos y hasta pesares.

Los pocos elementos que hasta el momento han tejido la urdimbre de “Fryda”, permiten ubicar a Yolanda Reyes como una vocera del universo infantil; mas que de un grupo o clase social –como en alguna ocasión lo afirmó Lucien Goldmann– es la portavoz de las maravillas que se crean y recrean en las tempranas edades de la existencia humana. Es el vehículo mediante el cual el pensamiento de niños y niñas no se extingue con el paso del tiempo.

Ahora, solo basta hacer un acercamiento a “Fryda” para revivir la intensidad de la primera caricia, del primer beso, del primer amor; en últimas, sentir la satisfacción de haber sido un pequeño.

Gabriel Bermúdez

Ficha del libro: Reyes, Yolanda. “Fryda”. En El terror de sexto B y otras historias de colegio. Bogotá: Editorial Santillana, 1995.

sábado, 24 de enero de 2009

JARAMILLO ZULUAGA: CRÍTICO LITERARIO

El pasado 10 de enero el periódico El espectador dedicó varias de sus columnas a la muerte del profesor colombiano J. Eduardo Jaramillo Zuluaga, quien al tanto de rescatar a su perro de un frío arroyo, perdió la vida en Estados Unidos el 23 de Diciembre de 2007.

En un país en el que los personajes principales son los de la farándula o la política, es algo insólito que se realice este cubrimiento de la muerte de un profesor de literatura: acaso su título (Ph.D. en Literatura), su presencia en el extranjero (Presidente del Departamento de Lenguas en la Universidad de Denison, Ohio), su colaboración con el boletín bibliográfico de la Biblioteca del Banco de la República y la Asociación de Colombianistas, y - hay que decirlo - una que otra buena relación con algunos representantes de los círculos más influyentes en el país – política y culturalmente hablando – le han valido ese despliegue.

Aparte de la docencia, Eduardo Jaramillo fue un crítico literario que extrañamente, y teniendo en cuenta el lugar donde trabajaba no se dejó contaminar por la vorágine de los estudios culturales norteamericanos. Su labor estuvo centrada estrictamente en la obra literaria, y sus métodos provenían – aunque no se especificaba en sus textos – de una discusión muy fina con los avances en las teorías de abordaje a la literatura. Fue, como él mismo lo afirma, un “lector académico”, enterado de las corrientes más recientes en el trabajo crítico, que devoraba con sistematicidad el corpus de obras al que se dedicó, la mayoría de ellas colombianas.

Esta dedicación se expresa en varios frentes. Por un lado se encuentran las reseñas críticas en las que con franqueza develaba vicios y virtudes de textos diversos: por su reflexión pasan algunas obras de escritores como Boris Salazar, Evelio José Rosero Diago, Andrés Hoyos, Ricardo Cano Gaviria, Jorge Eliécer Pardo, Isaías Peña Gutiérrez. Sustentadas en argumentos académicos – siempre rebatibles en ese nivel, el académico – las reseñas de Jaramillo Zuluaga van creciendo en intensidad en la medida en que con decoro y precisión desentraña las carencias de los escritores del país.

Con una cierta independencia que le confería su estabilidad laboral y su conocimiento, no se entregaba a elogios gratuitos para congraciarse con los autores; tal vez la única concesión que hizo a su agudeza se halle cuando aborda Mambrú de R.H Moreno Durán y Perder es cuestión de método de Santiago Gamboa, dos obras que trata de recuperar del olvido con razones que parecen venir más del corazón que de la cabeza. Pero más allá de esos casos, con su altura académica Eduardo Jaramillo lleva al lector a olvidarse de que el ejercicio de la crítica es una cuestión de odios o simpatías personales y lo invita a adentrarse en sus polémicas desde argumentos derivados de la razón científica y no desde el sentido común, ese caldo de cultivo de algunos escritores, docentes y críticos. Para cualquiera que sea aspirante a crítico literario esta es una primera lección.

Una segunda lección aparece explícitamente en el artículo “arqueología de la crítica” en donde afirma que algunos de los críticos literarios – y otros que no lo son, pero se imponen esa tarea - “hacen una crítica testimonial, más preocupada por el “yo vi” o el “yo sentí” que por el “yo leí”. La lección implica poner de lado una suerte de narcisismo en el que el crítico termina siendo más importante que las lecturas que realiza. Haber compartido un café o unos tragos con un escritor de reconocimiento mundial y comentar la experiencia, haber presenciado un encuentro entre figuras máximas de las letras y plasmar las sensaciones producidas, decir los temores o emociones que se transpiraron en una entrevista, ocupa un renglón mas elevado que la lectura de la propuesta estética de una obra: el crítico – no sus planteamientos – se convierte en el protagonista. Este tipo de crítica testimonial, deriva en ocasiones, y de acuerdo con Jaramillo Zuluaga, en una crítica aristocrática que “declara descaradamente “yo soy exquisito ¿verdad?”

La preocupación de Jaramillo Zuluaga no solo se centró en el ejercicio crítico. Tres de sus más importantes textos “la novela colombiana 1988-1998: saga del lector”, “El deseo y el decoro” y “alta tra(d)ición de la narrativa colombiana de los ochenta” son intentos por realizar una historia de la literatura colombiana que no se desgastara en listas de autores, ni en el formato escolar del diccionario de escritores, obras y fechas. Planteó igualmente la posibilidad de realizar una historia de la lectura que convocara las diferentes formas en las que la obra de Silva ha sido vista desde la crítica en diferentes periodos.

No publicó mucho, tal vez porque temía caer en los que él mismo señaló irónicamente sobre Manuel Arango, esto es, “ser un crítico literario y tener éxito editorial”, con estrategias como presentar a las editoriales múltiples textos sobre escritores reconocidos, maquillar las notas de clase hasta convertirlas en libro, copiar artículos ya publicados y presentarlos en otro texto. Este distanciamiento de la sobreproducción inocua se plasma en Eduardo Jaramillo en una obra crítica novedosa, que no desgasta líneas machacando en lo que ya otros, o uno mismo ha dicho.

En uno de sus artículos, Eduardo Jaramillo afirma que hay un “temor de que la indagación exhaustiva reduzca el placer que derivamos de la obra literaria”. Su trabajo demuestra que es un temor sólo para quienes no desean aceptar el reto de leer con profundidad porque en la mayoría de sus textos académicos emana el placer, no solo del crítico sino también del lector. Su deceso, un tanto novelesco, se suma al del polémico Rafael Gutiérrez y en ambos se respira el camino de una crítica académica, por fuera de lugares comunes y con un rigor teórico envidiable.

Leonardo Monroy Zuluaga

miércoles, 21 de enero de 2009

URSÚA DE WILLIAM OSPINA: UN FLECHAZO POETICO A LA HISTORIA DE LA CONQUISTA

La Nueva Novela Histórica (NNH en adelante) es una de las formas particulares que tiene la literatura para hacer menos marcadas las fronteras entre realidad y ficción, y actualmente, se constituye como la manera de reevaluar los discursos que sobre la historia han creado las fuentes oficiales, para ofrecer una nueva versión de los acontecimientos y abrir nuevas posibilidades de comprensión e interpretación del devenir del hombre en la historia.

Ursúa de William Ospina es una novela que se alimenta de este género y nos presenta de manera poética su versión de los hechos en cuanto a la conquista de América y el establecimiento de los colonos en el nuevo mundo. Aunque este acontecimiento histórico ha servido de pretexto para muchos escritores y se pone como firme candidato para la manipulación y las especulaciones, Ursúa se proyecta con firmeza y revela la cara que desconocemos de los conquistadores: la humana, la sensible.

Pedro de Ursúa, reconocido en las crónicas de conquista y de indias como uno de los sanguinarios y déspotas más grandes, nunca pierde en la novela esta condición, sólo que es acompañado por una serie de posibilidades en cuanto a su forma de pensar y actuar, que lo hacen ver frágil, dubitativo y torpe, con lo que la novela se aparta de lo maniqueo y estructura una visión especifica y centrada no en el hecho histórico sino en el hombre.

Precisamente en el capitulo 16 se presenta –como en muchos apartes de la novela- una de estás situaciones: el despiadado señor de la tiranía es tristemente maniatado por una joven muisca que le atiende y le sirve en todo lo que requiere, porque Pedro de Ursùa “… no se atrevía a aceptar lo que estaba sintiendo. Le habrá sido fácil darle una orden, o tomarla a la fuerza, pero hasta entonces Ursúa, que era altanera e imperativo, no sabía que hacer con los impulsos de la naturaleza. La vigilaba por las habitaciones de un modo a la vez travieso y cruel, después la perseguía sin saber bien que hacer con ella, pero gozando de la incertidumbre.” (Pág. 233).

Seymour Menton, uno de los más reconocidos estudiosos de este subgénero novelesco, plantea siete características constantes en la NNH, dentro de las que resaltan la recusación de historia oficial, y la desmitificación de las figuras de poder. William Ospina nos presenta un Pedro de Ursúa despojado de su barbarie y cinismo, cargado de temores, dudas, y hasta engorrosos enamoramientos. Un Ursúa prejuicioso que prefiere por encima de todo seguir siendo fiel a su dios sangrante y tumefacto, que pensar siquiera en la posibilidad de un dios con rostro de bestia y facciones de monstruo. (Cap. 20 .Pág.291).

La ingenuidad es el destino de Ursúa en la novela; su destino y su desgracia, porque a pesar de que su valentía no se pone en duda, ésta lo lleva a sufrir infortunios y amenazas que marcan su sino y definen el rumbo de sus últimos días. La avaricia y la sed de poder, -problemas de todos los conquistadores- lo hacen aun más ingenuo: Ursúa emprende muchos viajes en busca de tesoros, pierde a todos sus hombres y sus conquistas se vuelven contra si para juzgarlo.

Entiendo a Ursúa, es más, si fuera conquistador sería uno así, y creo que el personaje atrapa porque el narrador es un encantador de serpientes, no con música de flautas, sino con armonía poética en la descripción, certeza en los comentarios, y una increíble tensión, que mantiene al lector en un viaje de dos barcos: por el alma de Ursúa, y a través de los hermosos valles y la cultura de los habitantes naturales del reino de los indios.

Por medio de ésta posibilidad bipartita, William Ospina se abre camino en medio de las filas de españoles avaros y mezquinos, para hacer evidente los engaños, las traiciones y los crímenes producidos por la codicia. También la otra parte es el vehículo para contar lo hermosa de nuestras tierras, su fauna y flora, su cultura, tradición oral, mitología y sobre todo, el equilibrio y respeto por la naturaleza y por el otro.

Es absolutamente hermoso encontrarse con posibilidades, no con verdades, y la palabra poética de William Ospina ofrece la idea de un Pedro de Ursúa sensible, humano, que borra cualquier vestigio de maldad presentado en la novela para que en la mente del lector quede plasmado un hombre derrotado, traicionado por sus hombres y cegado por la codicia.

Ursúa es un libro apropiado para aquellos deseosos de fantasía y realidad enlazados por un finísimo hilo imperceptible que pulula, o mejor, hace pendular al lector entre la verdad y la posibilidad de los hechos que marcaron los inicios de la “civilización” y la extinción de nuestros antepasados.

OMAR ALEJANDRO GONZALEZ
Deathman1917@hotmail.com

Ficha del libro: OSPINA, William. Ursúa. Bogotá: Alfaguara,2005

sábado, 17 de enero de 2009

UN “HOLA, SOLEDAD” DE MARIA MERCEDES CARRANZA

Hola, soledad es el titulo del libro de poesía publicado en 1987 por la escritora bogotana María Mercedes Carranza. Si bien son pocos los poemas que se consignan en este ejemplar, no cabe duda de la calidad de los mismos que superan las expectativas forjadas en la vera de las anteriores producciones, a saber: Vainas y otros poemas (1972) y Tengo miedo (1983).

Como característica primaria del texto está la dedicatoria al lector que hace Carranza. En ella, podemos encontrar un agradecimiento a quien lee sus versos; del mismo modo, existe una advertencia en la cual se insinúa la intencionalidad de su obra, esperando por esto una futura valoración. Con este precedente, la poetisa es sincera al abrir la posibilidad de compartir sus líneas íntimas –a tal punto de entregárselas al Yo lector.

En particular podemos ver al olvido, la nostalgia, el recuerdo y –obviamente– la soledad como temáticas recurrentes y fundamentales propuestos por la autora en su libro. “Juventud, bien ida seas”, “esta mano que todos ven” o “poema para el amante” muestran la fiereza del tiempo –que todo lo vence– y la destrucción que causa tras su paso.

“las palabras pierden su medida:
Los “te amo” a media voz
los “eres mi vida” en un dialogo
torpe, jubiloso, vergonzante
(de POEMA PARA EL AMANTE)

Igualmente, la angustia por sentirse solitario y vacio hacen constantes preocupaciones a la voz poética. Con una bella cita de Graham Greene: “Fui feliz, pero me aburrí tanto”, la poetisa da inicio al que sin duda –esto bajo mi concepción– es la mas atrayente de las todas, sea por su forma –las estrofas presentan disparidades interesantes– ritmo y el manejo del lenguaje:

Juventud, bien ida seas:
heroína de fabulas mentirosas
vestidas con ropas prestadas, bien ida seas.
Te llevas el coqueteo con los espejos
y la alegría de gastar un cuerpo joven.
(JUVENTUD, BIEN IDA SEAS)

Hola, soledad es un canto sublime a la muerte y la desesperanza. Las distintas composiciones demuestran un arduo trabajo intelectual en aras de exponer algunos temores infundados desde el mismo nacimiento del hombre. Con este ejercicio, Carranza construye un escalón evolutivo en las letras colombianas, combinando esta compleja labor artística con la sutileza propia del creador.

Juan Carrillo A
juanelcaibg@gmail.com

Ficha del Libro: Carranza, María Mercedes. Obra incompleta. Bogotá: Editoriales Leyva y Duran, 1991.

miércoles, 14 de enero de 2009

JAM SESSION DE ROBERTO RUIZ ROJAS: ¿ACASO UNA RADIOGRAFIA TEXTUAL DE NUESTRAS APETENCIAS?

A medida que avanzaba en la lectura del relato del escritor Tolimense me fue imposible no remitir mi mente- en especial mi oído- a las inolvidables descargas musicales ejecutadas por Richie Ray, la orquesta de Ray Barreto, o el “rey de los timbales”, Tito Puente, en los contagiosos años setentas. Y es que el cuento de Ruiz es eso: “JAM SESSION”. Un anglicismo que traducido al español significa: “Composición de melodía aprovechando el talento improvisado de cada músico”.

En este caso el director de la “masacre melódica” mimetizada en narración es, en palabras de César Valencia Solanilla: el escritor, político, libelista, intelectual, nómada y bohemio, por citar solo algunas de las virtudes o defectos del fenecido maestro Ibaguereño. Un personaje que a través de sus letras contribuyó a dotar de alas universales a la agotada literatura regional que había estado imbuida por mucho tiempo de costumbres y devenires provincianos.
Claro está que no se puede negar la influencia que brinda cada momento histórico, social y cultural para la consolidación de una tradición literaria, si es prudente hablar de ésta en el Departamento del Tolima. Pero es que en el caso del cuento reseñado se observa ese intento de progreso narrativo en aspectos que según el mismo Valencia Solanilla, hacían de Roberto Ruiz un escritor representante de la modernidad narrativa, no sólo en el Tolima sino a nivel Nacional.


Lo anterior se plasma en el cuento en aspectos tales como: la posibilidad de universalidad de la narración, el tratamiento de temas que exigen la configuración de un cronotopo distinto; el empleo de vocablos que componen códigos como la música, y el cambio de focalización para dotar de vertiginosidad a la diégesis; son algunas muestras de ese reto que el escritor proponía frente al paquidérmico entorno cultural de la época.

Ahora bien, al leer “JAM SESSION” es como si el mismo Ibaguereño ilustre estuviese deambulando inmerso en la trama que se teje. Es una narración ágil, despojada de reflexiones profundas y tropos fulgurantes; no se detiene en caracterizar a los personajes, y le ahorra saliva y pupila al lector en cuestiones de delimitación topográfica. Son cuatro los personajes - tres hombres y una mujer cuyos nombres no interesan para el desarrollo de la trama - quienes envueltos en un frenesí melómano, etílico y sexual, llevan en su trasegar citadino, las banderas del hedonismo.

El cuento del autor Tolimense va conformando su red de significación por medio de la mezcla de registros lexicales que representan una especie de cosmopolitismo: “Total que sobró plata y al ver el colorido del Key’s club, que quedaba un poco más abajo y llevaba sólo tres días de abierto, y oír como sonaban los tambores de Krupa en los bafles (…) y nos puso la botella encima de la barra y sí, decía Rhum de Bourdeaux(…) (157)

En definitiva, podemos decir que el cuento en mención permite incluso al mismo autor hacer gala de su erudición y nomadismo, al dotar a sus personajes de apetencias mundanas, sin preocupación alguna. La fugacidad, el goce (da lo mismo ser anodino en la ciudad para pasarla bien) pareciera querer vociferar la pluma irreverente de Roberto Ruiz Rojas.

JOSE ALEJANDRO LOZANO CARDOZO
Alejocar23@yahoo.es

Ficha del libro: Roberto Ruiz Rojas. Historias de amor y desamor. Ibagué: Instituto Tolimense de Cultura, 1981

domingo, 11 de enero de 2009

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA DE ARTURO RIPSTEIN

Las relaciones entre la literatura y el cine cumplen ya varias décadas y son numerosas las obras literarias adaptadas al séptimo arte. Como se ha apuntado ya desde varios investigadores, las adaptaciones suelen tener matices diferentes, desde aquellas que se ciñen estrictamente al argumento del original, hasta las que reorganizan aspectos de la trama e incluso cambian las características de los personajes y las tonalidades de la obra que sirve de base. La adaptación cinematográfica es una expresión que, aunque conserva unos lazos de afinidad con la obra literaria de la cual extrae algunos componentes, llega a ser independiente tanto en la puesta en escena de los eventos como en la propuesta estética que pergeña.

La producción literaria de García Márquez ha estado asediada por directores y empresarios de cine que desean poner en la pantalla – no siempre con los mejores resultados – ese mundo caribeño y complejo del premio Nobel colombiano. Recientemente se ha vivido el boom – ¿y acaso la desilusión? – de El amor en los tiempos del cólera, pero también han sido llevadas al cine Crónica de una muerte anunciada y El coronel no tiene quien le escriba. Sobre esta última – dirigida por Arturo Ripstein en 1999 – deseo hacer los siguientes apuntes:

Primero. Existe un cambio en el lugar donde se desarrollan los hechos: ya no es el pueblo caribeño colombiano, sino un poblado mejicano. Este cambio es importante para algunos aspectos de la trama en tanto mientras el coronel de la obra de García Márquez luchó en el ejército de Aureliano Buendía durante la guerra de los Mil días colombiana, el de la película se embarcó en los levantamientos revolucionarios del Méjico de principios de siglo XX. En el filme, los elementos que conforman las disputas entre los partidos tradicionales colombianos – que soterradamente se deslizan en la obra escrita – no son trabajados con la misma sutileza para el caso de Méjico, pese a que en la cinta una buena parte del conflicto principal enfatiza en las pugnas políticas.

Segundo. También cambia un poco el matiz de las obras. Es cierto que los conflictos de la novela – el hambre, el orgullo de la pareja de ancianos, el problema político – ameritan cierta seriedad y dramatismo, pero algunas expresiones de la obra impresa introducen la risa por momentos. Por ejemplo, cuando el coronel sostiene un diálogo con su esposa, afirma la mujer “”Hay que ser medio carpintero para vestirte… en los carnavales te bastará con quitarte el saco” (27-28) La película no se permite, ni por instantes, esa intromisión de pequeños apuntes jocosos y mantiene ese tono serio en todas las escenas. El resultado es que en la novela se observa una faceta diferente de los personajes, en la que, detrás de la lucha contra la inanición se encuentran aun seres que se enfrentan a su destino a partir de la risa, conservando así ese espíritu dicharachero de gran parte del individuo caribeño. Para el lector, estas salidas humorísticas son también un alivio en medio de la tensión constante.

Tercero. La película cambia el énfasis de ciertos personajes y conflictos; por ejemplo, la imagen de la esposa del coronel tiene un protagonismo que no se presenta en la novela y que a mi modo de ver se realiza con un objetivo específico: acentuar el drama en el dolor de la anciana por la pérdida de su hijo, dolor que no gravita tanto en la obra escrita. Desde este ejemplo se percibe una de las diferencias de la película frente a la novela: mientras en la obra original de García Márquez hay una suerte de unidad del conflicto – el galopante paso del hambre que no cede a las consideraciones afectivas ni políticas-, en la película este problema central está a la misma altura e incluso en ocasiones se subordina a otros, como los enfrentamientos políticos y las vicisitudes afectivas entre los padres del desaparecido. Con esa intromisión de personajes que ayudan a ampliar la trama, la tensión por el hambre se diluye un poco en la adaptación de Ripstein, y de alguna manera neutraliza el efecto logrado en el lector por el texto original.

Por eso hacia el final de la obra literaria, cuando el coronel es interrogado por su esposa sobre qué van a comer mientras llega la pelea de gallos, la respuesta – esa “mierda” con la que se cierra la narración – conserva la fuerza necesaria para revelar la ira y la desesperación que se ha ido incubando en cada una de las líneas de la novela. En cambio la mierda de la película no suena – ni sabe – igual, porque el problema del hambre se ha descentrado un poco y al espectador se le ha dado la posibilidad de dejar de pensar que a la vuelta de un día los personajes ya no tendrán absolutamente nada que comer (ni siquiera ese café raspado de la olla, que sirve de consuelo y a la vez introducción del relato de García Márquez)

Estos son apenas tres elementos que pueden distanciar la novela de la película y que afectan la particularidad de cada una de sus propuestas estéticas. Considero que el principal reto del guionista fue poder elaborar una película que en aproximadamente una hora y media de proyección conservara esa tensión que García Márquez mantiene, no solo desde la trama misma sino en la manera sintética como narra los eventos. En el filme de Ripstein hubo que ampliar un poco esa historia virtuosamente condensada que nos presenta García Márquez; sin entrar en la defensa a priori del texto literario por encima del cinematográfico, considero que en este caso, y a pesar de lo entretenido de la película, Arturo Ripstein no alcanzó a lograr el impacto que perturba el lector hacia el final y que lo deja pensando en la suerte de dos ancianos aferrados a un gallo al que le faltan días por pelear y esperando una pensión que nunca llega.

Leonardo Monroy Zuluaga

Ficha del Libro: García Márquez, Gabriel. El coronel no tiene quien le escriba. Colombia: El Tiempo, 2001 (1961)

jueves, 8 de enero de 2009

“LA NOCHE DE LA TRAPA” DE GERMÁN ESPINOSA

Con el cuento “La noche de la Trapa”, Germán Espinosa se da un lugar dentro una de las primeras antologías de narradores colombianos de Ciencia Ficción (Contemporáneos del porvenir). Pese a que este relato había visto la luz hace algún tiempo (La noche de la trapa, 1965), René Rebetez lo revitaliza como un homenaje a la “pluma magistral” del escritor cartagenero.

Un narrador en tercera persona, un personaje redondo que constantemente le “arrebata” la voz al narrador y uno plano que escucha su historia, la cual remonta al lector a un pasado cercano y que culmina en un presente inmediato, configuran los elementos estructurales que definen “La noche de la Trapa”.

Amparados por la penumbra de un viernes de marzo y entre las paredes de una celda del Monasterio de Nuestra Señora de la Trapa, Melchor de Arcos, un biólogo egresado de la Sorbona, reconocido en el mundo como el profesor Arcos y respetado investigador en el campo de la ecología, sostiene una conversación con Fray Roberto de Claraval, el monje superior del monasterio. El profesor le solicita su aceptación dentro de la orden que él preside, puesto que desea desalojar de su espíritu una serie de intrusos, quienes desde hacia un tiempo lo venían atormentando. Sin más remedio el Fray lo admite. Sin embargo, para Melchor esto no representa la posibilidad de un vejez tranquila, tan solo un encuentro mas con esos intrusos que lo abruman: estaba frente a uno de ellos.

Todo comenzó cuando el profesor Arcos regresa de la Sorbona. Venia lleno de ideas innovadoras. Desgraciadamente una de estas lo llevó al abismo. Se le ocurrió asimilar a dos antropoides al género humano, es decir transformar a dos chimpancés en hombres. Paulatinamente lo fue logrando: generó en ellos transformaciones anatómicas y psíquicas. Pero, durante el proceso, uno de los simios, al que había bautizado como Chip, escapó. Ahora se encontraba solo con Chop, que logró exitosamente convertirse en humano, tan humano que, en la propia cama de su creador, gozaba de su esposa. Por esto Melchor de Arcos le descargó un tiro de su pistola, el cual lo mató casi instantáneamente. Desde entonces, una serie de cavilaciones relacionadas con su nivel de culpabilidad y los alcances de su asesinato, lo rondaron permanentemente.

Sin saber del futuro de Chip, el simio que escapó, Melchor de Arcos emprende la búsqueda de una vida serena. Se encontraba solo, ya que su esposa había muerto y sus hijos se habían convertido en brillantes profesionales. Por ello, se acercó al Monasterio de Nuestra Señora de la Trapa a solicitar su admisión. Cuando lo logró, Fray Roberto, con quien conversaba, le hizo una confesión reveladora. Se encontraba ante Chip, uno de los tormentos de su vida.

De esta manera, Germán Espinosa reduce el trecho existente entre el desarrollo científico-tecnológico y la literatura. Los imbrica de tal manera que desplaza la posibilidad de inverosimilitud. Sugiere un impresionante mundo que, sin desprenderse de los ambientes cotidianos, modernos y premodernos, se consume en los desafueros de la ciencia, en el deseo del hombre por equipararse a Dios.

Gabriel Bermúdez

Ficha del libro: Espinosa, Germán. “La noche de la Trapa” En Cuentos completos. Bogotá: Alfaguara, 2006.

lunes, 5 de enero de 2009

DEL AMOR INCONCLUSO DE FABIO MARTINEZ: UNA BROMA, UN TÍTULO MAJESTUOSO, O UN MAL LIBRO DE MINICUENTOS.


En mi cabeza se ha ganado un espacio un libro de mini cuentos que llegó a mis manos directamente de su autor en octubre pasado. Se que esto no es interesante, pero existe una particularidad, y es que después de muchos intentos, sólo hasta hace unos días fui capaz de concluirlo, y no porque lo haya olvidado, sino porque cada vez que lo cogía era imposible –eso es muy cierto- leer más de diez paginas seguidas. Tal vez todo se deba a una predisposición que ya existe en mi mente acerca de lo que debe tener un buen libro de mini cuentos: brevedad impactante, fugacidad, pero no la de fuga; la de fuego, de sorpresa, etc.

En un documento que cité en el escrito pasado del Blog se habla de algunas características cruciales para que un texto literario sea considerado mini ficción, – arte, si hablamos en términos más sinceros- y creo que en este libro de mini cuentos del doctor Fabio Martínez existe una carencia de muchas de estas características.

Veamos un ejemplo directo en uno de los “mini cuentos” que aparecen en el libro:


MUJERES DESENFRENADAS
Hay mujeres que les ponen el frenillo arriba para alinearles los dientes; hay otras que les ponen el frenillo abajo para controlarles los dientes. A estas últimas les llaman mujeres desenfrenadas.

La verdad no entiendo cómo es que una creación de estas se atreve a destruir un árbol para ser una página entera de un libro de mini cuentos. Si bien es cierto que el humor es una de esas características que citan la mayoría de teóricos del mini cuento, también lo es que en ocasiones, el humor se tergiversa, llegando a ser más bien como su primo el chiste, y en este caso un chiste perverso, que debería estar en el repertorio del famoso Cuenta huesos y no en un libro de mini cuentos ganador del premio nacional Jorge Isaacs de 1999.

Esto último deja mucho que pensar, tanto de manera negativa, como positiva, pues es absolutamente legitimo que un buen libro de mini ficción se gane un concurso nacional, incluso cuando en su interior encontramos gran variedad de escritos y anécdotas que llevan a su espalda los resquicios de un mal chiste, de algo que intentó ser ironía y no alcanza a ser ni burla de situación alguna. Ante la particularidad del libro, puedo pensar que, por el gran numero de mini cuentos que no alcanzan a serlo realmente, - o por lo menos artísticamente hablando- que superan en apuestas casi por diez a uno a los textos que se rescatan, tal vez sea la intención artística del autor: El desencanto estético, un des- goce ante el cual, cada vez que se presenta un nuevo texto, se puede anticipar una sonrisa estúpida de aprobación, claro está, de que el mini cuento es una mala anécdota.

Fabio, pero no Martínez, me refiero a Jurado, el que escribe en la contra caratula del mismo libro, dice que el escritor se debate entre la mini ficción y la anécdota, asegura que la anécdota es siempre el riesgo de no alcanzar la fuerza de la poesía, por eso trascenderla es entrar en la posibilidad de la creación estética. Palabras mágicas, reveladoras a mi oído y a mi cabeza, cómo si con esto Fabio Jurado, estuviera hablando eufemísticamente, es decir, diciendo cosas demasiado profundas y certeras acerca de la mala construcción del libro al que le ha tocado realizarle un comentario de contra carátula, haciendo alarde de una enorme erudición y empleando más bien un tono amistoso en el que sólo se dice que existe el riesgo de caer en la anécdota, cuando el verdadero riesgo es que alguna de esas anécdotas se conviertan por fallo de otro jurado, no el del critico, sino del otro, en ganador de un premio nacional de cuento.

Voy a citar otros ejemplos de una sección del libro que se titula CONCEPTOS VARIOS:

El alma
El alma hay que guardarla en el almario.

La semiología.
La semiología es el estudio del semen.

El cementerio.
El cementerio es la casa de los que no están.

Creo, sin duda, que esto debe ser una broma, un juego con el lector; es que no hay otra explicación al por qué toda una página del libro es dedicada a este derroche de papel anti literario. Al menos, si la intención del escritor era lograr una sonrisa, lo ha logrado, porque en definitiva es una sonrisa irónica, pero no porque el sentido del mini cuento haga que se aflore instintivamente, sino porque la ironía de tener que leer esto para poder cambiar de pagina es demasiado grande; es una ironía como la del Senador de los pobres -El embolador del reality- cuando estaba furioso en el senado y dijo muy orondo que Estaba irónico, algo así debe ser esta cuestión, una broma.

Sin embargo, debemos ser objetivos, al menos si se pretende hacer algo de crítica literaria, pues en este caso, aparece una pequeña fracción en el espacio literario de este libro, que me hace dudar de todo su contenido burlesco y mal intencionado, y es precisamente su título: Del amor inconcluso. Es extraño el título, pero es mucho más raro que de alguna manera logre abarcar la totalidad de los escritos que en él aparecen, porque todos quedan inconclusos: es por eso que uno como lector termina odiando la mayoría de los textos y tal vez de eso se trate, del odio; el amor inconcluso es el odio, un amor no finiquitado, el odio infinito, y si a esta revelación le agregamos lo que la información de una de las pestañas ofrece sobre el autor, nos encontraremos con la sorpresa de que el señor Fabio Martínez realizó recientemente estudios de Doctorado en semiología en la universidad de Quebec, Montreal, Canadá, con lo que la hipótesis que tengo de que este libro sea una mamadera de gallo hacia los sentidos del lector, de sus competencias literarias y de su capacidad interpretativa, no están demasiado lejos.

Es necesario, eso creo, que se reevalúe el sentido general del libro de mini cuentos de este autor caleño, pues al parecer, lo impresionantemente obvio de su mala escritura, resulta ser toda una prueba de intelecto para los lectores y críticos de la literatura colombiana, porque, a qué doctor en semiología se le ocurre decir que la rama del lenguaje a la que ha dedicado los últimos años de su vida, es el estudio del semen. Eso sólo se le ocurre a una persona capacitada para cuestionar el universo literario, para que se reevalúe incluso, el concepto y las características que hacen que algo sea o no literatura, arte.

De manera que, si en un principio parecía que este escrito se iba a dedicar a mostrar las malas actitudes literarias, y la mala construcción de anécdotas que se encuentra en esta recopilación de mini cuentos, ganadora del premio nacional de cuento en 1999, ahora los invito a que escudriñen con su propia lectura el libro y sean ustedes los que saquen sus conclusiones, porque lo que a mi concierne, debo irme a echarle una nueva lectura –esta vez menos tortuosa- a este libro de mini cuentos del cual, todavía no se si es una broma, un título majestuoso o un mal libro de mini cuentos.

Nota: Para mayor concepción de la intenciones del autor, favor remitirse al prologo del libro, que realiza Sonia Nadhezda Truque.

OMAR GONZALEZ.
deathman1917@hotmail.com

Ficha del libro: MARTINEZ, Fabio. Del amor inconcluso. Colección los conjurados. Común presencia editores; 2006.

viernes, 2 de enero de 2009

LOS CONFLICTOS DE UN ERRANTE EN EL SALMO DE KAPLAN

El I PREMIO NORMA DE NOVELA PARA IBEROAMERICA, celebrado en el 2005, tuvo como ganador al barranquillero Marco Schwartz, con la obra El salmo de Kaplan. La novela da cuenta de las peripecias de Jacobo Kaplan, un anciano judío que tras perder la razón, se empecina en perseguir a un alemán, de quien se piensa es la cabeza visible de la organización nazi “Aurora”. A la par de esta historia, subyace una que pretende reflejar el devenir de una numerosa colonia judía, que poco a poco tiende a perder su gran valor histórico, consecuencia que –presumiblemente– se atribuye a los estragos de la posmodernidad. La población de Santa María y algunos parajes del norte colombiano sirven como lugares centrales de la narración.

Ahora bien, el intento de Schwartz por concebir esta novela de manera compleja, se ve evidenciado en la figura quijotesca con la que el autor ha querido revestir al viejo Kaplan, personaje principal. Se forja la imagen de un loco racional que va por ahí queriendo hacer el bien y bañarse de ilusorias glorias y elogios. Se instaura además, la clara estampa de un quijote judío y su acompañante de mil batallas, el cabo de la policía Wilson Contreras.

En este punto, es indispensable advertir que la persecución de Kaplan al supuesto nazi no es el todo que compone esta interesante producción; cobran significado las reflexiones que se hacen en torno a la vejez, el resquebrajamiento de la colectividad judaica y la intrascendencia a la que se somete la estirpe de el viejo Jacobo. Al mismo tiempo, se entrevé que los elegidos para poblar la tierra prometida sufren los embates de la desunión, la envidia, el chisme y la poca consideración entre ellos.
Todas estas cuestiones son, por así decirlo, tópicos fundamentales que el escritor plantea en sus líneas. Los comportamientos de los judíos –ya reseñados anteriormente– cuestionan la validez del proyecto “caza nazis” que adelantan nuestros hombres, máxime cuando se nota que la misma sociedad judía se va extinguiendo en esencia y no en forma material. El espíritu errante y emprendedor del ser judío agoniza y Kaplan irremediablemente es testigo de su fin.

Son sabias las palabras de Lotty, nieta de Jacobo Kaplan, cuando afirma que: “…los judíos están llevando por fin una vida normal como todo el mundo. Y la normalidad, por más que te moleste es que los burros con plata manden, que a los bandidos les vaya bien y que la mayoría de la gente solo piense en vivir, y divertirse sin pensar en cosas trascendentales” (pág. 146)

En síntesis, la novela resulta bastante valiosa al estar provista de humor, intriga, y sobre todo, temáticas complejas que logran atrapar al lector. Ahora, sea usted creyente o no, simpatizante judío, nazi, o de ninguno, tenga en cuenta que el anciano Kaplan deja un “salmo” al legado de la Literatura colombiana, que bien podría ser su único logro y éxito que siempre siguió en vida. Porque como todo buen quijote, don Jacobo muere, en su lecho, rodeado de la más completa soledad espiritual.

Juan Carrillo A
Juanelcaibg@gmail.com
FICHA DEL LIBRO: SCHWARTZ, Marco. El salmo de Kaplan. Santafé de Bogotá. Grupo editorial Norma. 2006.