martes, 4 de diciembre de 2012

DE PUTAS Y VIRTUOSAS.


Son varias las novelas en las que la protagonista, por cosas del destino, resulta metida de puta, y a partir de allí se cuentan las mil y una desgracias que la han hecho romperse la cara contra la vida. Son pocas, sin embargo, las que muestran que la decisión de ser prostituta deviene de una profunda reflexión y una seria inclinación hedonista.
De putas y Virtuosas es una novela en la que Óscar Collazos nos presenta a Amalia, una prostituta joven que aún posee la destreza suficiente para ser el centro de atracción del pequeño burdel del pueblo porteño en el que vive, pero que al tiempo resulta ser la más devota y respetuosa católica. Así como un sicario se encomienda al santo de su predilección antes de cometer el crimen,  se sabe que es un cliché el hecho de que la prostituta se encomiende a la “virgencita”  o a la “magdalena” antes de iniciar sus cortejos fornicarios.
Pues bien, Collazos no sitúa a su protagonista en una u otra de las posibilidades, pues Amalia no es la santa empedernida,  ni la hedonista consagrada; es una mezcla entre ambas, sólo que para la trama de la novela, debe asumir las posturas de la fe, porque en medio de todo cree en dios y da lugar al respeto especial que este se merece en la semana santa.
Entonces, la novela transcurre en la celebración de la semana mayor en la que mientras el burdel continúa abierto a los marineros que llegan ansiosos a puerto, Amalia permanece encerrada en su habitación (que queda en el mismo prostíbulo) lacerando su conciencia por el pecado criminal de las otras mujeres, que no dando espacio para la reflexión y el arrepentimiento, continúan con su vida licenciosa y poco cristiana. Este hecho genera un ambiente de tensión que hace que las otras mujeres se ensañen contra Amalia y cuestionen su vocación de ser puta. Incluso, en una discusión que sostiene con la matrona del burdel acerca de la condición blasfema de abrir en plena celebración católica, la proxeneta responde con certero cinismo que:
“Claro que somos creyentes – se excusó la matrona cuando alguna temerosa se atrevió a formular objeciones-. Lo que pasa es que sigo siendo humanitaria- concluyó, conteniendo la risa.”
Este tipo de discusiones se presentan reiteradamente en el imaginario  literario, puesto que se sabe que en la antigüedad a la prostituta se le adjudican tanto poderes heréticos como virtudes amatorias, así que la imagen de la prostituta posee atributos duales que configuran la entera necesidad de la existencia de la profesión. De la misma manera  como en el carnaval la prostituta podía asumir la posición de monja, así, la puta puede ser entera devota de Cristo sin por eso dejar de ejercer su oficio, y Collazos recurre a este imaginario para presentarnos una Amalia que dedica la semana santa no a la adoración completa de Cristo, sino a la meditación y reflexión de lo que ha sido su vida, sus actos que la conducen a su vida de amante fugaz, de madre que no puede tener a su hija cerca y de esposa frustrada por los hilos de la vagabundería.
Entonces, la onda meditación de Amalia se ve interrumpida por el ajetreo propio del lugar, en el que constantemente se escuchan los gemidos de placer emitidos por una verga de marino que ansiosa estalla repentina contra las nalgas de la obscena, para que Amalia tenga  que salir a reprender los espíritus lujuriosos que se burlan de la semana mayor, ante lo que las otras prostitutas responderán a coro:
“Si es Jueves Santo, peca pero no tanto –decía la copla que, a modo de compensación, repetían las ociosas- y si es Viernes de Crucifixión, hágase con devoción- seguían versificando.”
De alguna manera estos comportamientos son propios  de la naturaleza de las mujeres entregadas a la prostitución, pues en medio de su labor se acercan  a la historia misma de la humanidad, que ve en ellas una suerte de receptáculo de placer y al tiempo, un confesionario ante el que puede desahogar lo más oscuro de su vida. Quizá por ello, no afecta sus impulsos sexuales la moralidad colectiva, pues antes bien, en medio de las festividades son las únicas que puede ser tal y como son, sin las máscaras o el teatro de quienes hacen la representación de la cena, o la crucifixión.
En este sentido, Óscar Collazos nos presenta a unas mujeres de calle que en medio de la celebración salen a cazar hombres para burlarse del ritual y obligarlos a ceder ante el pecado por medio del placer y la fugacidad, sin embargo, el pueblo entero es  la representación del paganismo, porque  de la nada:
“empezaban a salir mujeres preñadas con hijos a cuestas, muchachos con provisiones  de comida para la función, acostumbrados como estaban a convertir los ritos más sagrados en fiestas desmedidas (…) salían monaguillos nerviosos, vendedores de pescado, funcionarios soñolientos, parranderos enguayabados, paralíticos sobre los hombros de sus hijos, que para divertir a los ancianos cabalgaban por la calles, todos se instalaban esperando que un estridente toque de trompeta anunciase el comienzo del espectáculo.”
Entre tanto, Amalia busca la manera de reconciliarse con su pasado, con su esposo Joaquín, pero es tarde y de  a poco la gana el hecho real de ser solo una vagabunda, una errante mujer de paso, una confidente y amargada mujer de 30 años que ha perdido por completo el cariño de su hija, que apenas si la recuerda como a una Tía lejana que de vez en cuando los visita.
La novela da un giro inesperado cerca de su final, y nos presenta a una Amalia completamente reconciliada con su labor, pero al tiempo, una Amalia llena de bondad y amor, de respeto por lo divino y de pasión por lo humano, una mezcla dicotómica que demuestra que en la prostituta existe la doble condición  amalgamada  al peso de  ser humano, porque nos expone a una Amalia que imagina la venganza contra una de las prostitutas que se burla de ella y la atormenta:
“En ese instante, cuando su imaginación se complacía en la crueldad, supo que en adelante todo sería posible en su vida: la santidad y el crimen, el vicio y la virtud, todo cuanto en pocos años no había sido más que necia tolerancia. El rostro sangrante que pasaba por su imaginación, cumpliendo la venganza exigida, también era la suma de rostros que alguna vez, en un ligero inventario, había soñado como formas desagradables y repugnantes…”
La novela de Collazos reúne esta doble condición moral de Amalia, y ofrece una mirada, que si bien ya ha sido múltiples veces trabajada, se hace valiosa en el sentido de la forma estética con que se mira. Amalia Virtuosa, Amalia Puta, Amalia Viciosa, Amalia.

OMAR GONZÁLEZ.
Ficha de libro:
Collazos, Óscar.De putas y virtuosas. Caza de libros. 2008.