sábado, 28 de noviembre de 2009

“UN VIAJE A TRAVÉS DE SU CUERPO” DE ELMER J. HERNÁNDEZ

Intersticios, el primer libro de cuentos del escritor Elmer J. Hernández, publicado en abril de 2003 por la corporación Germinar, presenta, entre los seis textos que contiene, una historia muy singular titulada “Un viaje a través de su cuerpo”.

Esta, sin escaparse de los umbrales de la cotidianidad, reelabora las contracciones de un hombre que se debate entre el deseo de amar y la frívola racionalidad.

El título, el cual en apariencia nada tiene que ver con la trama del cuento, no devela mucho en su primera lectura.

Tan solo, y eso que sesgando a una las varias interpretaciones sugeridas, anuncia un desplazamiento por la humanidad de alguien, pero sin la certeza de qué tipo de recorrido es el que va a emprender el lector o sobre el cuerpo de quién…

De esta manera, el título en últimas, se convierte en una fuente de incertidumbres, las cuales el lector las va a tener que solucionar a lo largo del viaje que plantea el escritor.

No obstante, y para precisar la ambigüedad insinuada por el título, el narrador del cuento delimita el campo sobre el cual se va a mover.

“Cuando advierto su presencia soy feliz porque con ella la vida es de otro color. Empieza por dibujar una sonrisa en mis labios, después se desnuda tan despacio como para prolongar hasta la eternidad su rito de amor y luego vienen a mi trasfigurada en un raudal apocalíptico donde me veo a merced de su afán y donde ella se cree a merced del torbellino de mis anhelos…”.

Así específica que el recorrido sugerido por el primer índice del texto, hace referencia a un viaje de carácter erótico. El empleo de la primera persona (soy), de cualidades eminentemente humanas (feliz) y de pronombres (ella), le permiten al lector identificar, de forma parcial, a un hombre y a una mujer como los personajes de la narración, lo cual se ratificará a lo largo de la lectura, por cuanto el escritor, explotando la descripción explicita (digresión), los construye plenamente, define sus rasgos caracterológicos y las contradicciones a las que están sometidos.

Aunque gran parte de la narración es lenta, las digresiones no distorsionan el hilo del cuento. Cada detención que el narrador hace, bien sea para describir el ritual de amor en el que se encuentra o para expresar “silenciosamente” sus cavilaciones, enriquecen el rumbo de la historia.

Estas le proporcionan los elementos suficientes al lector para identificar en el título el motivo central que justifica la contradicción del personaje principal, el cual, a través certeras aceleraciones de los hechos, encuentra un desenlace oscilante entre la necesidad de matar y el deseo de amar.

La ambientación lograda a través del desarrollo de la historia y el final sorpresivo, son rasgos destacables en “Un viaje a través de su cuerpo”, pero el cuento no se reduce a estos dos elementos.

En él, también subyace la angustia por el exacerbado privilegio de la razón, la cual limita los placeres más triviales y convierte al amor, en este caso, en un asunto frívolo susceptible de justificación alguna, al mejor estilo del calculador que espera que nada se le salga de sus predicciones, ni siquiera el mas mínimo latido del corazón.

En definitiva, el cuento del escritor Elmer J. Hernández reclama el derecho a la lectura, pues es el producto de un esfuerzo por poner en aprietos al lector, explotar los recursos narrativos, asumir la cotidianidad como el escenario donde se presentan las contradicciones del ser y proponer los riesgos de la excesiva racionalidad.

Gabriel Bermúdez
Ficha del libro: Hernández E. Elmer J. “Un viaje a través de su cuerpo”. En: Intersticios. Germinar. Ibagué. 2003. Páginas 47-56.


miércoles, 18 de noviembre de 2009

NUNCA ES TARDE CON "MARIA DOS PRAZERES" DE GARCIA MARQUEZ

En el 2004, el taller de literatura orientado por el profesor Jorge Castro Lima se centraba en la lectura de Memoria de mis putas tristes de Gabriel G Márquez, con miras a un posible análisis aproximativo.

Aparte de esa novela base, el orientador nos sugirió el abordaje de otras obras del autor, con el ánimo de ir allanando sus propuestas estéticas; por esos días, me acuerdo, un pariente me obsequió Doce cuentos peregrinos, y la oportunidad se prestaba para la tan dichosa exploración narrativa.

Di lectura a los cuentos, y seleccioné de paso un par de ellos. Hoy, en las postrimerías de mi estancia por la Universidad, he hallado un relato en las páginas de ese mismo libro, que me ha hecho pensar que nunca es tarde para hallar una narración conmovedora e intrigante como la de María dos Prazeres.

Los transes melancólicos de una “puta” –tomo en sentido literal el término del narrador– quien cree que la muerte la persigue a sus setenta y seis años y llegará por ella en Navidad, es el tema principal del relato.


La preparación de ese momento cumbre, es un bello pretexto para auscultar la vida de María, mujer que se dedicó al arte de entregar momentos de amor a sus clientes predilectos, entre ellos el conde de Cardona, figura imponente, lleno de soberbia, simpatizante del Franquismo el cual ella detestaba.

El conflicto ideológico que sostenían en algunas ocasiones esta inusual pareja de amigos, se consumaba en la cama, bajo la plena determinación de olvidarlo por completo.

“Ambos eran conscientes de tener tan pocas cosas en común que nunca se sentían más solos que cuando estaban juntos, pero ninguno de los dos se había atrevido a lastimar los encantos de la costumbre. Necesitaron de una conmoción nacional para darse cuenta, ambos al mismo tiempo, de cuánto se habían odiado, y con cuánta ternura, durante tantos años” (pág. 139)

Con plena atención a las orientaciones que la ceñían como mujer libre y entregada, María dos Prazeres se autodenominaba una “puta justa” (pág. 140) y frente a eso, tuvo que aceptar las derrotas de la sociedad española, cómplice en un momento determinado de la tiranía y la represión.

Y siguiendo firme en su tesis de auto liberarse por completo, decidió quedarse sola, sin la única persona que la acompañó bastante tiempo. El único ser cercano fue su perrito Noi, y el narrador de esta historia, que no escatimó en imprimir anotaciones tristes pero serenas sobre una protagonista consciente que a la muerte se le espera con paciencia porque sabe que viene a hacerle un grato favor.

Solo el final de la historia nos permite ver que María estaba equivocaba al afirmar que era la parca la visitadora de aquella tarde lluviosa cercana de diciembre. Craso error: es un joven que luego de acompañarla a su casa aprovecha para hacerle una propuesta inusual; él es el quien convence a esta mujer que jamás habrá ataduras para sentir y menos para supeditar un momento íntimo por cuestiones etarias.

Así lo entendió María quien al final de esta historia: “… comprendió que había valido la pena esperar tantos y tantos años, y haber sufrido tanto en la oscuridad, aunque solo hubiera sido para vivir aquel instante” (pág. 144).

Solo un momento de amor pudo devolverle la vida. Como aquel anciano que con solo ver a la joven desnuda sentía realizarse por completo, sin necesidad de tocarla, tal cual nos lo explicaba el profesor Castro en aquellos días de taller. Definitivamente, nunca es tarde. Siquiera para recordar.

Ficha bibliográfica: GARCIA MARQUEZ, Gabriel. María Dos Prazeres. En: Doce cuentos peregrinos. Editorial Oveja Negra. Bogotá. 1992. Pág.: 125 – 145.

Léalo en la red:
http://linze-azul.blogcindario.com/2005/12/01220-maria-dos-prazeres.html

domingo, 8 de noviembre de 2009

BESACALLES DE ANDRÉS CAICEDO: UN CUENTO CON RABO DE AJÍ

A menudo los lectores de cuentos coinciden en afirmar, que lo más agradable en un relato es el hecho de contener un final sorpresivo, un cierre en el cual ellos se sientan como víctimas de una estratagema, que todo el tiempo se encargó de conducir sus conjeturas por fuera de las márgenes del texto.

Es cierto. A menudo nos encanta ser cómplices de un engaño, tener la extraña sensación de haber caído en una trampa placentera, a la que nosotros acudimos inconscientemente y de la cual, nunca no salimos arrepentidos.

Besacalles de Andrés Caicedo es una de esas narraciones. Un cuento incluido en Calicalabozo que se destaca de tantos, porque su última página acostumbra abofetear a todo aquel que la lee por primera vez.


En él, encontramos un camino insospechado de artificios, que buscan crear en las líneas finales de la historia, la misma sensación de alarmante asombro que sintiera el personaje a la hora de enfrentarse a un suceso desconcertante.

Un relato que como pocos, sabe combinar el lenguaje cotidiano con la narración en segunda persona, sin desdibujar el carácter verosímil de los personajes, ni entorpecer la fluidez.

El cuento consiste de cierta manera, en la revelación gradual de la imagen y la vida de un personaje. Línea tras línea, nos vamos acercando cada vez más a su mundo, y con el trascurrir del relato, quien se nos mostraba misterioso en un comienzo, nos va enseñando sus secretos hasta arrastrarnos a lo inimaginable.


Pero como el objetivo del presente texto es invitar a disfrutar la lectura de este cuento, me esforzaré por no arruinar en mi tarea de reseñarlo, lo que quizás, tanto trabajo le costó a su autor al escribirlo.

La historia empieza así: “entonces corro hacia la esquina, y si hay verja por alguna parte, apoyo un pie en ella y me pongo una mano en la cintura. Acomodando bien la cartera con la otra mano, y así los espero”.


Notamos desde aquí varios elementos que determinan el contexto de la historia: damos por cierto, gracias a las acciones referidas, que se trata de una mujer que posiblemente es una prostituta y que ella cuenta algunas cosas de su vida a alguien.

El relato prosigue. Líneas más adelante no solo parecemos comprobar lo que pensábamos, sino que además, damos también por hecho que se trata de una hermosa caleña y como es frecuente en los cuentos de Caicedo, vemos a la par de la sucesión de los hechos, florecer la Cali de los 70’s en los lugares, las expresiones y el lenguaje coloquial de los diálogos.


Poco a poco, vamos inmiscuyéndonos en la vida de aquella mujer (que no es precisamente una prostituta, para nuestra decepción), quien nos cuenta cómo todos los días busca muchachos para llevárselos a la orilla del rio, y aprovechando que haya oscurecido, mandarles la mano.

La historia transcurre de manera muy fluida. Con la velocidad que pude llegar alcanzar una conversación cotidiana, la mujer nos conduce por múltiples episodios de su vida poblada de aventuras, de las cuales, sobresale una que al parecer tiene graves implicaciones: la extraña relación con el joven pecoso del conservatorio.


Según ella hay días en que todo le sale bien: “todo me sale a las mil maravillas: puedo llevar hasta cinco muchachos al rio”; y otros en que las cosas no salen como ella las quisiera como por ejemplo, “cuando piensan que algo está funcionando mal (…) entonces se ponen impertinentes y groseros, de modo que tengo que enojarme de veras, vayan a comer mierda, a ninguna mujer le puede gustar que un hombre le haga el amor de esa manera tan burda, y me paro arreglándome el vestido”

Pero ningún día peor a aquellos en los que “me encuentro con ese pecoso que no me puede ver sin dejar de gritarme cosas”

Es así como este asunto en particular (el hecho indeseado) llama la atención del cómplice lector, que siente necesaria la revelación de los detalles de esa historia que asecha detrás de la historia.


De esos detalles que el narrador se encarga de suministrar gota por gota, pues a la hora de referirse a dicho asunto siempre aparece otro apunte o un recuerdo que aleja por un instante el anzuelo:

“El muchacho pecoso que le digo estudia en el conservatorio y tiene un pelo y unos ojos muy bonitos. Yo lo conocí por intermedio de un amigo suyo a quien la otra vez también me lo llevé al rio. Donde se consiguen mas muchachos es por los lados del Latino…”

Siguiendo lo anterior, el tema se deja y se retoma constantemente, cada vez que desaparece conocemos más de su vida, y cuando vuelve conocemos más detalles del episodio en cuestión.


De tal modo que, de salto en salto, terminamos por enterarnos de cómo se conocieron el pecoso y ella, pero también de su vida familiar y sus experiencias con la gallada de Frank, hasta que finalmente llegamos sin darnos cuenta a la gota que rebosa el vaso: la experiencia que explicaría por qué aquel muchacho después de la vueltica por el río ya no la deja tranquila.

“…Cuando se fue no sé si estaba riéndose o llorando a carcajadas. Como ya dije, mi vida está ya lo suficientemente organizada para que venga él a estropeármelo todo, sobre todo que me lo encuentro a cada rato por las calles de Cali, pero lo bueno es que siempre anda solo, por eso el asunto puede remediarse relativamente fácil. Y si no puedo, pues tocará ir pensando en pegar pa Medellín o para Bogotá o a Pereira, inclusive, pues en esta ciudad las cosas se están haciendo cada día más difícil. ”

Como se puede observar hasta aquí, todo apunta a que la revelación final, le da un vuelco total a la historia y que la imagen gradualmente tejida a lo largo del relato es de repente alterada en contra de las expectativas del lector.


A esto me refería con el final inesperado, pues lo más seguro es que la persona que no se haya acercado al cuento se esté preguntando que habrá pasado, y los que ya lo leyeron me estén haciendo un guiño a lo lejos. No obstante, no terminaré sin antes darles una pista que tal vez los motive a leer este cuento con rabo de ají o por lo menos, a conjeturar un poco sobre la suerte del pecoso: cosas como esta suelen suceder…

Damián Guayara

FICHA DEL LIBRO:

CAICEDO ESTELA, Luís Andrés, “Besacalles”. En: Calicalabozo. Bogotá: Editorial Norma, 2003
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martes, 3 de noviembre de 2009

APUNTES SOBRE ESCUCHANDO EL INFINITO DE OLGA ELENA MATTEI

De los números y las letras, de las palabras y la física, la química, el espacio y la constante inquietud filosófica del origen. Sé que parece pretencioso nombrar todo esto junto pero es lo que he encontrado entre los versos de una poetisa colombiana Olga Elena Mattei.

Escuchando al Infinito es quizás una de las pocas obras poéticas que últimamente ha llegado a mis manos y que en realidad ha logrado conmover algo en mí. De lo verídico de las ciencias exactas aun dudo, de la renovada palabra en la pluma de un escritor también. Pero Olga Elena ha logrado acercarse demasiado al espíritu mismo del universo sin negarle su inmensidad y divinidad.

Sus versos van desde los átomos y partículas que danzan en nuestro espacio visible, hasta esa infinita energía que todo lo llena y encuentra. Va desde la efímera existencia del ser humano hasta la eterna exaltación del universo y su infinito fuego cuántico, en donde el Ser se cuestiona y es confrontado por las leyes naturales de la propia existencia y de cuanto lo rodea.

“…envuelta
en su atmósfera rara,
y en el plasma
ionizado
que irradia
la vibración colectiva
de las criaturas vivas
encendidas
en subpartículas
de alma.
Aquí, la mía:
fracción de quark
que piensa y ama…”

La transitoriedad del ser y su innegable relación con la muerte permiten a la poeta acercarse y observar la vida desde una esfera compuesta por luz y eternidad. Las manos y los astros se encuentran en un núcleo cristalino del que brotan las emociones humanas y las palabras tejidas por signos silenciosos chocan como partículas errantes en nuestro propio universo mortal.

Del abismo humano se escapa su propia muerte, envuelta en levedad y discontinuidad, a donde caen las emociones y la gravedad las atrapa en ese no espacio no tiempo. Olga Elena crea atmosferas de planetas que circundan espacios interiores.

De la forma de los poemas poco puedo decir, pues no es mi labor ser la taxonomista que se encargue de diseccionar esta hermosa obra para analizarla; no es tampoco la misión del crítico o del artista la de levantarse por encima de esa explosión cósmica que en la poeta se jacta de belleza expresiva y de reflexión filosófica.

Del cuestionamiento del origen humano y de la música que se desplegó en el momento en que la materia no se resistió a sí misma, Olga Elena eleva sus preocupaciones cósmicas que no son otras sino las humanas.

Salto entonces de lo humano a lo cósmico, o de lo cósmico a lo atómico, y si bien no existe una teoría física que explique en conjunto estas esferas de la existencia o aquellas de la no existencia (antimateria), es cierto que al menos una poetisa quiso acercarse a ello.


Nazly Pita
Ficha del Libro: Mattei, Olga Elena. Escuchando al Infinito. Bucaramanga: Sic Editorial, 2005
Nota: Este libro fue ganador del Premio Nacional de Poesía Porfirio Barba Jacob 2004