domingo, 8 de noviembre de 2009

BESACALLES DE ANDRÉS CAICEDO: UN CUENTO CON RABO DE AJÍ

A menudo los lectores de cuentos coinciden en afirmar, que lo más agradable en un relato es el hecho de contener un final sorpresivo, un cierre en el cual ellos se sientan como víctimas de una estratagema, que todo el tiempo se encargó de conducir sus conjeturas por fuera de las márgenes del texto.

Es cierto. A menudo nos encanta ser cómplices de un engaño, tener la extraña sensación de haber caído en una trampa placentera, a la que nosotros acudimos inconscientemente y de la cual, nunca no salimos arrepentidos.

Besacalles de Andrés Caicedo es una de esas narraciones. Un cuento incluido en Calicalabozo que se destaca de tantos, porque su última página acostumbra abofetear a todo aquel que la lee por primera vez.


En él, encontramos un camino insospechado de artificios, que buscan crear en las líneas finales de la historia, la misma sensación de alarmante asombro que sintiera el personaje a la hora de enfrentarse a un suceso desconcertante.

Un relato que como pocos, sabe combinar el lenguaje cotidiano con la narración en segunda persona, sin desdibujar el carácter verosímil de los personajes, ni entorpecer la fluidez.

El cuento consiste de cierta manera, en la revelación gradual de la imagen y la vida de un personaje. Línea tras línea, nos vamos acercando cada vez más a su mundo, y con el trascurrir del relato, quien se nos mostraba misterioso en un comienzo, nos va enseñando sus secretos hasta arrastrarnos a lo inimaginable.


Pero como el objetivo del presente texto es invitar a disfrutar la lectura de este cuento, me esforzaré por no arruinar en mi tarea de reseñarlo, lo que quizás, tanto trabajo le costó a su autor al escribirlo.

La historia empieza así: “entonces corro hacia la esquina, y si hay verja por alguna parte, apoyo un pie en ella y me pongo una mano en la cintura. Acomodando bien la cartera con la otra mano, y así los espero”.


Notamos desde aquí varios elementos que determinan el contexto de la historia: damos por cierto, gracias a las acciones referidas, que se trata de una mujer que posiblemente es una prostituta y que ella cuenta algunas cosas de su vida a alguien.

El relato prosigue. Líneas más adelante no solo parecemos comprobar lo que pensábamos, sino que además, damos también por hecho que se trata de una hermosa caleña y como es frecuente en los cuentos de Caicedo, vemos a la par de la sucesión de los hechos, florecer la Cali de los 70’s en los lugares, las expresiones y el lenguaje coloquial de los diálogos.


Poco a poco, vamos inmiscuyéndonos en la vida de aquella mujer (que no es precisamente una prostituta, para nuestra decepción), quien nos cuenta cómo todos los días busca muchachos para llevárselos a la orilla del rio, y aprovechando que haya oscurecido, mandarles la mano.

La historia transcurre de manera muy fluida. Con la velocidad que pude llegar alcanzar una conversación cotidiana, la mujer nos conduce por múltiples episodios de su vida poblada de aventuras, de las cuales, sobresale una que al parecer tiene graves implicaciones: la extraña relación con el joven pecoso del conservatorio.


Según ella hay días en que todo le sale bien: “todo me sale a las mil maravillas: puedo llevar hasta cinco muchachos al rio”; y otros en que las cosas no salen como ella las quisiera como por ejemplo, “cuando piensan que algo está funcionando mal (…) entonces se ponen impertinentes y groseros, de modo que tengo que enojarme de veras, vayan a comer mierda, a ninguna mujer le puede gustar que un hombre le haga el amor de esa manera tan burda, y me paro arreglándome el vestido”

Pero ningún día peor a aquellos en los que “me encuentro con ese pecoso que no me puede ver sin dejar de gritarme cosas”

Es así como este asunto en particular (el hecho indeseado) llama la atención del cómplice lector, que siente necesaria la revelación de los detalles de esa historia que asecha detrás de la historia.


De esos detalles que el narrador se encarga de suministrar gota por gota, pues a la hora de referirse a dicho asunto siempre aparece otro apunte o un recuerdo que aleja por un instante el anzuelo:

“El muchacho pecoso que le digo estudia en el conservatorio y tiene un pelo y unos ojos muy bonitos. Yo lo conocí por intermedio de un amigo suyo a quien la otra vez también me lo llevé al rio. Donde se consiguen mas muchachos es por los lados del Latino…”

Siguiendo lo anterior, el tema se deja y se retoma constantemente, cada vez que desaparece conocemos más de su vida, y cuando vuelve conocemos más detalles del episodio en cuestión.


De tal modo que, de salto en salto, terminamos por enterarnos de cómo se conocieron el pecoso y ella, pero también de su vida familiar y sus experiencias con la gallada de Frank, hasta que finalmente llegamos sin darnos cuenta a la gota que rebosa el vaso: la experiencia que explicaría por qué aquel muchacho después de la vueltica por el río ya no la deja tranquila.

“…Cuando se fue no sé si estaba riéndose o llorando a carcajadas. Como ya dije, mi vida está ya lo suficientemente organizada para que venga él a estropeármelo todo, sobre todo que me lo encuentro a cada rato por las calles de Cali, pero lo bueno es que siempre anda solo, por eso el asunto puede remediarse relativamente fácil. Y si no puedo, pues tocará ir pensando en pegar pa Medellín o para Bogotá o a Pereira, inclusive, pues en esta ciudad las cosas se están haciendo cada día más difícil. ”

Como se puede observar hasta aquí, todo apunta a que la revelación final, le da un vuelco total a la historia y que la imagen gradualmente tejida a lo largo del relato es de repente alterada en contra de las expectativas del lector.


A esto me refería con el final inesperado, pues lo más seguro es que la persona que no se haya acercado al cuento se esté preguntando que habrá pasado, y los que ya lo leyeron me estén haciendo un guiño a lo lejos. No obstante, no terminaré sin antes darles una pista que tal vez los motive a leer este cuento con rabo de ají o por lo menos, a conjeturar un poco sobre la suerte del pecoso: cosas como esta suelen suceder…

Damián Guayara

FICHA DEL LIBRO:

CAICEDO ESTELA, Luís Andrés, “Besacalles”. En: Calicalabozo. Bogotá: Editorial Norma, 2003
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2 comentarios:

  1. entonces como es la pregunta problemaatizadora colaboremen que s para un parcial

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    1. es usted la profesora de fontidueño jaime arango rojas ?

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