viernes, 29 de mayo de 2009

LA RESURRECCION DE CORINAYA DE CARLOS GAMBOA: HACIA LA RECONQUISTA DE LO ANTIGUO


Le helaba la nariz un sollozo. Su hijo no tendría hijos. Salpicón hicieron con los machetes a los brujos de las luciérnagas en el cerro de los sordos; sin embargo, de los pedazos de sus cuerpos, de las rasgaduras de sus ropas manchadas de sangre, de sus caras de tecolotes, de sus lenguas en pico seguía saliendo, entera, entera, entera la maldición. El filo de los machetes no pudo hacer pedazos la maldición.

Miguel Ángel Asturias
Hombres de maíz.


Hace algunos días estuve hablando con uno de mis amigos de barrio, también estudiante de literatura, y por esas cosas del alcohol y la buena charla, terminamos discutiendo sobre los pueblos precolombinos, de su cultura y su literatura. Le mostré los ejemplares que poseo sobre el tema y quedó fascinado. Sin embargo, prometió que al día siguiente traería unos poemas que trataban sobre ese mundo místico y mágico y que se hallaban en una antología de poesía colombiana.

Por los bellos, por los verdes países es el nombre de la antología, que curiosamente hace honor a uno de los célebres versos de Aurelio Arturo, de su poema Morada al sur. La compilación de poemas que llamó mi atención se encuentra en la página 297, rotulada con el departamento del Tolima y bajo el nombre de Carlos Arturo Gamboa, profesor de la Universidad del Tolima. Al hombre lo conozco; sé que gusta del café oscuro acompañado de cigarro y que deambula desapercibido por los muchos parques y pasillos de la universidad, siempre despreocupado, cuando no, trabajando en la oficina, en la que uno puede adquirir diferentes ejemplares de crítica, creación y ensayo.

El hecho es que al leer su selección de poemas quedé en silencio, partido por el recuerdo y convencido de que algo que he querido escribir hace tiempo, ya desvelaba la mente de Carlos Gamboa, pues los poemas que se presentan están cargados de un pasado que pide a gritos abandonar el silencio, que añora que cada hombre ésta geografía oiga: "Desde el longevo monte escucho el llamado. / Hijo de tierra, vuelve a la tierra".

Y que lo haga, porque esa es la intención de la voz poética: incentivar el desprecio hacia lo callado, lo extrañamente callado, eso que pocos se atreven a escarbar de sus raíces, porque ya no dan mas que ganas de seguir corrientes, de perderse en redes y aullar sin dinero a espaldas de lo global.

Qué sentido tiene –dirán muchos- revisitar un pasado que apesta a indios viejos y a españoles trasnochados. Gamboa aplica un matiz a sus recuerdos, a su visita a ese pasado misterioso, rico en mitos, leyendas, un pasado puro y alejado de lo falso y lo vago; también recuerdo en sueños un olor a canela fresca ante el cual se detiene el tiempo y curiosea con nariz de nube rota y me enseña y me dice: "Duerme princesa que la babilla medita su embestida / sin saberse presa de la lanza".

En sus poemas, Gamboa juega a mezclar olores, a inhalar naturalezas distintas, de distintos paisajes, a crear colores nuevos derivados de los dioses y los héroes: Queatzacoaltl, Corinaya, Netzahualtcoyoltl, Caupolicán, Calcará y Tabaré; múltiples geografías y pueblos en función de un mismo, un sólo llamado, el gemido de una antigüedad conservada en la memoria de éstas selvas turbias, impenetrables y hermosas, pero fugadas de la conciencia de los que aun las habitamos cegados e indiferentes. Por eso, el poeta llora el desconsuelo como "Agua que resbala en los abismos, refugio de mis dioses: Declaro vencida nuestra estirpe. / Aquí desnudo mi piel quema tus ojos".

Sé que hubo algo más que la coincidencia, que mi amigo y yo estábamos predestinados a retomar esa charla sobre y desde lo antiguo, para que el recuerdo vivo de los dioses y los antepasados encontrara el camino, la hendidura por la cual colarse de nuevo a la conciencia y habitar renovado, con nuevas fuerzas; la escritura, que es con lo único que cuentan, y con la que preguntan sin temor a la respuesta: "¿Hasta cuándo, hombre de barro, aguantará vuestra / deshonra? Tus dioses se avergüenzan en lo alto".

En los poemas subyace el amor por lo pasado y lo remoto, los orígenes vírgenes de la humanidad americana desprovista de avaricia y engaño; pero ese amor se justifica en el señalamiento del olvido, de la traición, con lo que los poemas se tornan melancólicos y agudos en los que: "Llueve tristeza sobre el candente bosque, /Aun ronda entre los montes la barbarie, / disfrazada de cruces inmoladas (…) Un cóndor de cansancio hacia los andes / lleva consigo los restos de una guerra".

La poesía de Gamboa es la invitación a que redescubramos esta tierra, como si fuera recién nacida, y habitemos juntos el pasado antiguo que fulgura en la serpiente amazónica, en el blanco puro de los andes, en el canto de la guacamaya y el gemir del Yacuarìe, en le grito de todos ellos juntos a nuestros oídos:

¡Hijo de tierra, vuelve a la tierra!
Hijo de tierra vuelve…
Hijo de tierra,
Hijo…

OMAR ALEJANDRO GONZÀLEZ.

Ficha del libro: AA.VV. Por los verdes, por los bellos países. Antología de poesía. Bogotá: Ministerio de cultura, 2008.

martes, 26 de mayo de 2009

LOS SUPERHÉROES DE JAIRO ANÍBAL NIÑO (PARTE II)

El intento fallido por recrear una de las tantas desgracias que le pueden suceder a Superman, no se agota en Los superhéroes. William Peña Vega se convierte en cómplice de este desacierto, en tanto recrea el “cuento” de Jairo Aníbal Niño a través de una historieta colorida y aparentemente atractiva para un público infantil* (que se encuentra inserta dentro de las páginas del texto literario)

Sin embargo, su afán, el cual parte de la estructura narrativa que sugiere el relato, se queda en la reproducción del carácter maniqueo del tema abordado y, con ello, del tono moralista que sugiere.

Quizás la adecuación de la historia, a partir de la omisión de algunos elementos del relato, particularmente de aquellos en los que Jairo Aníbal Niño privilegia la descripción de las condiciones de vida de la familia de Mateo y que son sustituidos por imágenes, le permite al autor del cómic evitar dilataciones inoportunas, las cuales conducen al lector por un sendero mas seguro, demarcado principalmente por la desgracia de Superman.

Empero, dicho ajuste no es suficiente. La intervención momentánea de un narrador conocedor de la trama del relato (narrador omnisciente) y la presencia de un conjunto de imágenes que ejemplifican las condiciones de vida de Mateo, Adela, Pachoeché y la abuela Luisa, hacen que esta se detenga por un momento en detalles que podían ser suplidos por un mejor tratamiento de los códigos que constituyen las viñetas del cómic; es decir William Peña Vega pudo haber hecho más ágil la historieta, si hubiese seleccionado y aplicado codificaciones (relaciones gramaticales y sintácticas entre grupos de códigos y viñetas) mas certeras, que permitan develar la situación socio-económica de la familia, sin tener que detenerse en esta.

Por fortuna esto no sucede con la temática que destaca la importancia del reciclaje. Las imágenes y las viñetas que el autor del cómic le dedica a este aspecto son pocas y trabajadas de manera precisa, sin tener que apelar a divagaciones, datos y tablas estadísticas como sucede en el relato de Jairo Aníbal Niño. Aunque este tratamiento, que aparenta ser adecuado (desde la forma), no le quita la carga maniquea y moralista, que desde el relato se transporta muy ligeramente al cómic; basta observar las afirmaciones de Pachoeché y Superman para corroborar esto.

La sujeción extrema a la forma en que Jairo Aníbal Niño aborda y desarrolla la historia contenida en Los superhéroes, hace de “Superman y los superhéroes” una historieta-resumen del texto literario del cual parte. En este sentido, el cómic no representa una recreación del relato de Superman, sino una versión dibujada y muy puntual que sintetiza un episodio de su vida, la cual no es mas que una excusa para reproducir lo que plantea el “vocero lúcido” del cuento: persuadir a los lectores a cuidar el medio ambiente a través del reciclaje.

Gabriel Bermúdez
Ficha del libro: Peña Vega, William. “Superman y los superhéroes”. En: Los superhéroes. Editorial Panamericana. Bogotá. 1997. 72 paginas.
* La presente reseña pretende dar cuenta de la historieta contenida en Los Superhéroes, la cual corresponde a una transposición elaborada por William Peña Vega y cuyo propósito es hacer el texto literario más cercano al público infantil, propiciar diferentes lecturas y potenciar diferentes interpretaciones.

viernes, 22 de mayo de 2009

EN EL RÍO DEL TIEMPO DE FERNANDO VALLEJO. LOS DIAS AZULES DE SU NIÑEZ

He seguido de cerca lo que se dice de Fernando Vallejo en la actualidad; dicen del antioqueño, comentarios desmesurados entre los que se hallan los siguientes: un “marica quejetas”, resentido social, apátrida, escéptico elocuente, escritor y pensador colombiano (¿o mexicano?) excelso, acérrimo defensor de animales, admirable pianista, científico de gran altura, hijo perdido del ateísmo, visionario. En fin, sobre este punto, las consideraciones son diversas, frente a un personaje polémico que causa total admiración o antipatía entre los lectores actuales.

Dadas estas circunstancias, pienso hacer un ejercicio cercano –desde lo que esté al alcance y sin el ánimo de vanidades– a la exploración literaria de Vallejo, tomando como referencia
El río del tiempo, un intento autobiográfico del escritor, en el cual se encuentran algunos rasgos de identidad propios, y se propone una caracterización idónea del contexto en donde se desenvuelve como ser.

Cabe advertir que El río del tiempo es un texto de más de 700 páginas, que encierra siete novelas de las cuales aquí se hablará de la primera: Los días azules. En este título se cuenta la niñez de Fernando Vallejo; más exactamente, de cómo fue creciendo en medio de una familia llena de contrastes y de una sociedad “paisa” que, desde su adolescencia, comenzó a criticar por abusadora e hipócrita.

“… Y los vecinos, sin que los viéramos, viendo…Ojos por todas partes, detrás de las rendijas, muy abiertos. Ojos indiscretos viendo, espiando. Doña Marta, la señora gorda de enfrente, se asomaba: “¿Aún no ha pasado el lechero?, preguntó al aire la fisgona atisbando, con disimulo. ¡Qué lechero ni qué lechero! ¡Pretextos! Para echar miradas disimuladas.” (pág. 33)

Las menciones que hace permiten imaginar la fuerte influencia que tuvo de personajes reales para arreciar en un momento determinado de su vida. En este punto cabe aclarar que Fernando avanzó ostensiblemente en su forma de percibir el mundo, gracias a los interrogantes e inquietudes que planteaba ante la realidad. El niño mantenía preguntando por todo lo que veía, escuchaba, sentía, hasta el punto de impacientar a sus allegados.

Se revelan, asimismo, algunas figuras cercanas e influyentes en su personalidad, como la del tío Ovidio, sus abuelos y su padre. De hecho, en esta parte del libro, Vallejo cuenta su niñez a “alguien”–presumiblemente a un psiquiatra– de quien espera le revele algún sentido de su personalidad, pues dicho personaje anónimo, con frecuencia le interroga por sus recuerdos. Posterioremente es Bruja, su perra acompañante, quien escucha todo aquello que el escritor desea dar a conocer de su pasado.

En tanto llegamos a El Carmelo, Bruja, tú que me entiendes, óyeme este sueño mío, que debe quedar entre tú y yo… (pág. 128)

Son los signos de los nuevos tiempos, Bruja, de una vieja y siempre nueva ruindad (pág. 129)

Los días azules expresan las costumbres y tradiciones de los antioqueños. Se hacen descripciones detalladas de esas épocas festivas de recogimiento, como las de diciembre, en donde Fernando era feliz celebrando la nativididad. Asimismo, da cuenta de la estancia de la familia Vallejo Rendón en algunos barrios de Medellín y sus alrededores, debido a sus constantes desplazamientos, como es el caso de la apacible Santa Anita, hacienda que Fernando recuerda con gran nostalgia porque en ella vivió con deleite su niñez.

En la parte íntima, Vallejo expresa algunos pasajes de su corta vida, donde se enamoró de una mujer; al respecto el autor dice:

“Mi amor desesperado la buscó por todo el barrio. Nunca la encontró. En vano esperé verla aparecer en misa de siete, de ocho, de nueve, de diez, de once, de doce. Un domingo, otro, otro…Nunca apareció. Mi vida ahora, lo sé bien, habría sido muy otra de haberla encontrado: tan distinta como el destino de Europa si Napoleón no hubiera perdido en Waterloo. Pero perdió” (pág. 65)

En suma, podría decirse que Los días azules son un capítulo de infancia Vallejiana. La evocación de una etapa marcada por la inquietud y la interacción son claves para entender un poco el pensamiento del escritor. Lo consignado aquí tendrá en un momento determinado, la preponderancia de ser parte de una historia contada con la más plena melancolía.

Ficha del libro: VALLEJO, Fernando. El río del tiempo. Bogotá. Editorial Alfaguara. 2003

Juan Carrillo
juanelcaibg@hotmail.com

lunes, 18 de mayo de 2009

EL APRENDIZ DE MAGO Y OTROS CUENTOS DE MIEDO

Evelio José Rosero Diago parece ser un narrador de extremos: acaba de ser galardonado en Inglaterra por la traducción de su novela Los ejércitos, cuyo tema principal es la violencia colombiana contemporánea, y ha publicado obras en las que trata, desde diferentes matices, temas como la religión, la soledad y el temor; pero paralelamente, tiene un extenso recorrido por cuentos y novelas de literatura infantil y juvenil, en las que trata de meterse en ese mundo de la infancia. El aprendiz de mago y otros cuentos de miedo se halla dentro de esta última línea.

El libro se compone de ocho cuentos, animados por las ilustraciones de Rocío Parra, en una edición llamativa realizada por la editorial Panamericana. Algunas de las tramas de los cuentos son: un esqueleto milenario que desea tomar chocolate; un monstruo marino que decide salir de sus aposentos y hacerse un habitante más del pueblo; un niño embelesado por la bicicleta de una vecina; el mago que necesita del licor en proporciones mesuradas para lograr sus trucos.

Pese a que el título pareciera anticipar el miedo como efecto principal de los cuentos, la intención termina siendo diferente: varias de las figuras que pueblan los temores de los niños y niñas, son personificadas y representadas de manera un poco más carismática de lo habitual: el esqueleto, por ejemplo, es un personaje simpático, que entabla amistad con un narrador sin temores y con el cual nunca puede tomarse un chocolate, debido al rechazo de las gentes del pueblo; el monstruo ya no altera el ritmo de las aguas y los visitantes y en cambio se convierte en compañero de cuitas de los niños; de igual manera sucede con el vampiro, el diablo e incluso el mago alcohólico. En todos los casos, la intención es diluir los miedos que todos hemos tenido hacia estas figuras, presentándolos como seres que pueden llegar a sentir el amor y la compasión por otros.

Con esta estrategia, los cuentos de encantamientos y hechizos son invertidos, y aquel con propiedades extraordinarias para hacer el mal, termina convertido en amigo de quienes desean acercársele. El universo semántico del título se transforma y el miedo lo generan, no esas figuras con las que se amenaza a los pequeños, sino las acciones mismas de los seres humanos: cómo no temerle a la enemistad de unos niños por cuenta del hallazgo de un tesoro; cómo no alterarse con las barreras que interponemos entre nosotros y nuestros recuerdos, o al darnos cuenta de la mezquindad de quien, teniendo la riqueza del dinero no entiende los deseos de una niña que tan solo desea una perra para que la acompañe en su soledad de acaudalada; imposible desdeñar la incapacidad de entendimiento y el gozo por el sufrimiento de los otros que en ocasiones expresa el ser humano. La pregunta es entonces: ¿Quién es más monstruoso? ¿El de los colmillos grandes y el cuerpo desarticulado o la raza civilizada?

Se ha discutido mucho sobre las implicaciones morales que debe tener la literatura infantil, haciendo énfasis en que no se debe olvidar, ni el público al que va dirigido, ni el hecho de que se debe apreciar el tratamiento del lenguaje y los temas. Si Rosero involucra a la población infantil en la discusión sobre la perversidad encubierta del ser humano, no lo hace de forma ramplona, sino dejando las líneas de sentido en el claroscuro, allí donde un lector agudo, como casi todos los niños, pueda apreciarlas.

Los cuentos no despliegan experimentaciones narrativas complicadas, salvo el constante diálogo entre la ficción y la realidad; aun así, algunos juegos de palabras, el uso de metáforas no muy herméticas y en general un manejo preciso de las tensiones en los momentos de la narración, en la mayoría de los cuentos, permiten una lectura agradable. Sin esquematismos ni maniqueísmos, y con narradores verosímiles El aprendiz de mago y otros cuentos de miedo expresa la perfidia clandestina del género humano, esa que el infante, desafortunadamente, también debe conocer.

Leonardo Monroy Zuluaga

Ficha del Libro: Rosero Diago, Evelio. El aprendiz de mago y otros cuentos de miedo. Colombia: Panamericana Editorial, 2003, (1996)

jueves, 14 de mayo de 2009

“EL PACHANGA” POR DAVID SANCHEZ JULIAO: “ASÍ ES LA VIDA, SABE COMO’E: UNA PELICULA E VAQUEROS”

“La grandeza de un idioma está en lo que los habitantes de un país hacen de él”
Rafael Flórez


En la oralidad está la riqueza y pureza de la lengua, su carácter camaleónico, la respiración y los latidos del lenguaje. Con base en la afirmación anterior, hace algún tiempo me encontré con un compilado de relatos que inevitablemente me incitaron a escribir algo. Son una serie de narraciones que no se limitan a los dos compactos que cayeron en mi poder, sino que han consolidado toda una obra sonora que bien podría reposar en una fonoteca y que, para mayor precisión, recibe el rótulo de audio libro.
“Un audio libro, también conocido como libro hablado, es la grabación de los contenidos de un libro leídos en voz alta. La grabación puede ser generada por computadoras, o puede ser leído por personas, muchas veces actores. Normalmente se distribuye en soporte de CD, cintas de casete, DVD o en otros formatos.”

El responsable de estos relatos es un escritor de Lorica (Córdoba), a quien corresponde -según una enciclopedia virtual ampliamente frecuentada- la siguiente catalogación: “el primer audio libro de la historia fue grabado por el escritor colombiano
David Sánchez Juliao quien, en 1975, grabó una serie de cuentos que aparecieron bajo el título de “¿Por qué me llevas al hospital en canoa, papá?”. Entre 1975 y 1981 Sánchez Juliao grabó y publicó El Flecha, El Pachanga, Abraham Al Humor, Foforito, Pedrito el soñador y otras creaciones del mismo género (…)”

La muestra escogida se titula “El Pachanga”. Es un relato en el cual se configura un pequeño universo plagado de personajes que exponen su idiosincrasia sin barreras, habitantes de una atmosfera cálida, jacarandosa, que para algunos puede parecer prosaica pero que se condimenta con el tono particular del ambiente costeño, lo cual le otorga verosimilitud a la propuesta narrativa. Estos detalles composicionales, que pueden pasar como demasiado locales, tienen su cuota de validez si se tiene en cuenta, en materia lingüística, las particularidades que presentan los diversos niveles de la lengua según determinado momento socio histórico.

Sánchez Juliao tal vez sea más reconocido por sus narraciones impresas como Pero sigo siendo el rey, y El País más hermoso del mundo. Pero, alejado de estas formas de presentación tradicional, “El Pachanga” hace parte de una obra sonora compuesta por 7 narraciones incluidas en dos compactos. “El Pachanga”, un man bacano, legal, el “full” salsoso en palabras del mismo protagonista, cuyo nombre de pila (José de Jesús Negrete) no dice nada frente al verdadero carácter del poseedor del melodioso apelativo que inevitablemente incita al bullicio.

Él es un conductor de un viejo camión que -de manera minuciosa- presenta las peripecias de su vida luego de trasegar por su pueblo natal, mientras aguarda una carrera en el parque para evitar pasar otro día sin alimentarse. El contexto de situación de dicha zozobra es la plaza principal de Lorica (Córdoba) con todo y la modorra que propicia el calor, que parece avivar el aletargamiento y la condición de pobreza de los oriundos del lugar, quiénes, pese a ello, no pierden oportunidad para “chismosear “y “mamar gallo”.

Un narrador por fuera de la historia abre el relato, para luego ceder la responsabilidad del contar al Pachanga, quien en forma de monólogo y soliloquio, presenta la retrospectiva de su azarosa vida. En total son 22 minutos 20 segundos dirigiéndose a un lector solapado que escucha sus “hazañas” de nomadismo y rebusque.

Podría decirse que algunos de los rasgos anteriormente citados, deambulan por los artefactos literarios de un Gómez jattin, el “tuerto” López, Ernesto McCausland, y García Márquez, en tanto que en su prosa o lírica aparece superficial o subrepticiamente un humor sutil, descarnado en cuanto a su carácter de afrenta si se quiere, que incita a una sonrisa pero trastoca alguna fibra del intelecto o la emoción del individuo. Muestras de la riqueza oral costeña, en el caso de “El Pachanga”, son el empleo de anagramas – transposición de sílabas (bajotra, mionca, tevein), la recurrencia a apodos como el “nalguegallo” y el uso de términos que hacen parte del argot de ciertos oficios inherentes a un sector de la sociedad costeña: “los manducos” para nominar al dinero.

De la misma manera dicho registro popular es hábilmente explotado por medio del uso de recursos retóricos como la ironía, el sarcasmo, la sátira: “el pingadioro” para referirse al gallo que mas canta pero también al que posibilita el acercamiento con las prostitutas bonitas. O la alusión a la clase dirigente del pueblo de Lorica, los gamonales, cuya plaza principal del pueblo- según el personaje central- era corral de ellos, de su ganado.

Se puede agregar que este tipo de relato -en cuanto a su carácter oral que puede pasar por improvisado- se distancia de lo superfluo y ligero de otras modalidades de presentación como por ejemplo el stand comedy, que no da espacio para la reflexión, para cierta re-elaboración lingüística, y donde lo cotidiano se presenta sin ropaje alguno, mostrando lo nimio que en ocasiones somos.

En esta obra sonora se puede encontrar a nuestro antihéroe posando de erudición al increpar a su interlocutor, por no saber pronunciar las marcas de Whiskey en el código lingüístico natural de cada una. O la emisión de expresiones que mezclan arbitrariamente el inglés y el español: estrilar, tu joder fucky, fucky, jarriar gringos en el camión p’onde las putas. Para citar un pasaje donde el personaje principal rememora la época de bonanza de Coveñas: Cuando llegaban cualquier cantidad de barcos de “los misters”… y a parrandiar por cuent’el imperialismo yanqui. Esa es la Lorica que pinta el locuaz Pachanga. “Un pueblo donde parece que regalaran el hambre. Donde Todos los gobiernos… la misma mierda… la misma damier pero con distinto cojon”.

Por último este relato permite observar la manera como el prejuicio particular puede consolidar el imaginario colectivo que se generaliza, crea arquetipos de comportamiento y los refuerza, por ejemplo, por medio de los códigos estéticos: la ruana, el sombrero, la alpargata, la alimentación, etc.

Dicha caracterización distintiva hace que en la muestra reseñada, la capital del país sea nominada como “cachacolandia”. En palabras de “El Pachanga”, puro cachaco que no saben que es lo legal, arrutana’os, nalguita escurri’a, barbita’ e chivo y cachete colora’o… Pasan con tu’el Carulla p’a la playa y van gastando pesito a pesito. Creen que aquí en la costa comemos pura mierda. ¿Algún mensaje dirigido al centralismo?

Recalcamos que en esta obra podremos disfrutar de una prosa despreocupada, locuaz, con circunloquios, plagada de frases hechas, modismos, interjecciones (ñerda, no joda) y el sarcasmo en el registro dialectal costeño (Estas particularidades conformarían la antítesis de modelo de hablante para don Antonio Nebrija, Andrés Bello, o Caro y Cuervo. De eso estoy seguro, pero ¿Qué hubiese pasado si ellos hubieran sido costeños?)

Gracias a los avances en las disciplinas del lenguaje, se ha pasado de la concepción de un hablante ideal a uno real. De tiempo acá se enfatiza en el análisis del código oral, la enunciación real sobre el enunciado ideal. En sí, el potencial pedagógico-didáctico debe recaer en el aprovechamiento de la naturalidad, espontaneidad, retroalimentación, contacto directo, inmediato, los matices y pausas inherentes al registro oral de los sujetos discursivos. Por ello resulta suficientemente válida la propuesta narrativa del escritor costeño e mención.

Para finalizar, y luego de esa andanada de sinceridad locutiva representada en el personaje central, la narración finaliza mostrándolo recostado en las “hijueputas paredes de la iglesia del pueblo”, esperando angustiado la inevitable hora del almuerzo que acecha amenazante, a tantos de los “Pachangas” que pueblan este país.

JOSE ALEJANDRO LOZANO CARDOZO
alejocar23@yahoo.es

Ficha del audio libro: Sánchez Juliao David, “El Pachanga “En: Historias Esenciales, Discos MTM, Bogotá, Colombia, Primera Edición: 2005

REFERENCIAS
"http://es.wikipedia.org/wiki/David_S%C3%A1nchez_Juliao"

lunes, 11 de mayo de 2009

LA PUERTA ABIERTA DE CARLOS ORLANDO PARDO: LA IMPOSIBILIDAD DE DEFINIR SU GÉNERO

Otra vez me encuentro ante una lectura que debe ser reformulada en cuanto a su catalogación como “novela” pues es bien sabido que también existen los llamados cuentos de largo alcance, y que es difícil lograr establecer un punto de quiebre acerca de su pertenencia o no a un género especifico. Pues bien, la obra que me pone en duda y en esta incomoda situación es La puerta abierta de Carlos Orlando Pardo, escrita en Ibagué y publicada con 90 hojas en octubre de 1991.

El texto trata de una mujer de aproximadamente cincuenta años, que ha dedicado toda su existencia al cuidado de su familia, claro que no de sus hijos, porque no tiene, ni de su marido, pues también carece de él; se la ha pasado una vida entera al cuidado de su hermano y de su sobrina y no ha hecho otra cosa que desperdiciar su juventud entre tintos, almuerzos, y lavadas de ropa.

Una de sus amigas le aconseja que inicie la búsqueda del amor que nunca ha tenido y ella, temerosa, lo hace, con lo que una vez enamorada empieza una carrera contra su conciencia, que le dice que no puede abandonar a su familia, pero que le dicta que el amor se ha establecido en sus entrañas y que debe buscar corresponderlo.

En sí, el texto es de lectura fácil, amena y rápida, con lo que el relato gana vertiginosidad y hace que el lector vaya a un ritmo en que desea consumir con avidez las páginas para llegar a saber qué sucede con Paula, protagonista del relato. En este sentido podrá decirse que en este escrito el lector se puede encontrar con las fragilidades del ser humano, con las pasiones y con el devenir de una mujer que siente que “nadie me mira, soy como una sombra, si tropiezo con la gente pasan como si nada” porque el encierro al que ha sometido su existencia hace que en realidad parezca sólo un espectro reconocido por su familia.

Tal vez el verdadero problema del texto es que aunque explicita y argumenta muy bien la situación de la protagonista, al punto en que uno se compadece y quiere que salga de la situación penosa y denigrante en la que está -y el lector se desespera porque parece no tomar la decisión adecuada ni al tiempo adecuado-, carece de profundidad a la hora de expresar plenamente una propuesta ideológica acerca de la visión de mundo de la protagonista, pues existen ciertas inconformidades que uno, como lector, detalla, y que hacen que, al finalizar la lectura, sienta que hizo falta algo, que no está el centavo para el peso.

Si se tiene en cuenta la estructura de la novela, se concluye que La puerta abierta se acerca más a un cuento de largo alcance, en el que las vicisitudes de un personaje son llevadas de manera pausada, a ritmo de novela, pero en el que el sentido es unidireccional y específico, sin la inclusión de verdaderos problemas universales, con lo que se particulariza al individuo en cuestión y no se logra que llegue a representar a miles en un mismo sentir, sino que, por el contrario, se acepta que ese ser es único en sí mismo y que su historia pertenece únicamente a él, y nadie más.

El problema, insisto, es que es realmente difícil definir o categorizar el escrito, pues aunque figure como novela, creo, -muy a mi juicio- que se trata de un cuento largo. Cada lector deberá juzgar de acuerdo con sus conocimientos y necesidades literarias: yo sólo invito a retomar su lectura y a indagar su contenido para que el lector se divierta con las impertinencias de Margarita, amiga de Paula, que en ocasiones termina por aburrir al lector de tal forma que desea que ese personaje desaparezca y deje de manipular al central, pero que una vez se comprende, se asume su importancia para el relato porque es un personaje que “no había tenido problemas con lo que soñó ser y con lo que era”.

Otra cosa curiosa es la aparición de un narrador que cuestiona las decisiones de su personaje, las pone en duda, le pregunta al lector si esto le conviene a Paula o si por el contrario debería alguien intervenir. El narrador se dedica siempre a cuestionar, incluso a burlarse de la suerte de su personaje y con un tono que logra despertar la risa de quien lee: es un narrador especulativo, dubitativo y metiche, pero que sabe narrar con pausa, tensión y, de cuando en cuando, vertiginosidad, velocidad y aceleración, de acuerdo con las necesidades del escrito.

Finalmente, espero que puedan acercarse a esta obra y si alguno de ustedes, después de hacer una lectura consiente y seria de la misma, logra descifrar el enigma de su género, o sacarme a mi de mi propia ignorancia, estaré esperando sus comentarios y aportes, para, si es necesario, replantear este escrito hablar con propiedad de su contenido.

OMAR GONZALEZ.


jueves, 7 de mayo de 2009

“LOS SUPERHÉROES” DE JAIRO ANÍBAL NIÑO (PARTE I)

Un marco amarillo, un fondo signado por varios azules, la imagen predominante de “Superman” y en la parte inferior una familia aparentemente humilde, configuran la sugestiva portada de Los Superhéroes*, un cuento de Jairo Aníbal Niño, publicado por la editorial Panamericana en 1997, cuyo auditorio principal, se supone, son los niños y niñas.

La historia contenida en el cuento parece elemental: los cambios climáticos han provocado en Superman, el personaje principal del relato, serios problemas de salud; por esto, se ve obligado a desplazarse hacia un país del cono sur; desafortunadamente, cuando surca sus cielos sucumbe ante “los gases contaminantes que los buses, los carros e industrias dejan escapar por los aires”.

Esto lo ha confinado a la periferia de una ciudad, en donde es asistido por Mateo, su perro Silencio, su abuela Luisa, su madre Adela y su padre Pachoeché; para retribuir lo hecho por la familia, Superman los acompaña en la labor que desarrollan diariamente: reciclar, y le obsequia a Mateo y a Ramón, su mejor amigo y quien está hospitalizado, la posibilidad de recrear el aburrimiento con su capa.

Pese a que el texto no contiene mayores alteraciones temporales, lo cual es parcialmente apto para un público infantil, Jairo Aníbal Niño dilata la historia ralentizando ciertas acciones que, si bien son fundamentales para la narración, pueden, en un momento determinado, conducir a confusiones o interpretaciones fuera de lugar. En este sentido, la “desgracia” de Superman, se ve opacada por la caracterización de la familia de Mateo, las condiciones materiales en las que viven y las labores a las que se dedican. Solo en el final, el escritor intenta rescatarlo del olvido; para esto, minimiza su condición de superhéroe, puesto que Superman deja su capa en manos de Mateo y se va en un bus.

Las exploraciones que Jairo Aníbal Niño hace a los elementos adicionales que constituyen la historia, se revisten de un propósito secundario de carácter panfletario o maniqueo, el cual se encuentra íntimamente ligado con el tema del reciclaje y su importancia. Aunque el inicio de la narración no adentra al lector directamente en este asunto, sí lo introduce por medio de la formulación de un problema: Superman se desploma a causa de la contaminación ambiental.

Luego el escritor plantea una solución: los recicladores, a través de su actividad, contribuyen a contrarrestar dicha problemática; y finalmente, sugiere una validación de esta labor apelando a la argumentación lógica – como si pretendiera persuadir o sugerir una moraleja. De esta forma, la dilatación de ciertas acciones le permite al escritor, más que reelaborar un tema, abordarlo desde una perspectiva manipuladora.

A los niños puede que les interesen las moralejas, pero no les llama la atención la argumentación lógica, sobre todo la demostración rígida que plantea Los Superhéroes; por el contrario, les interesa la desventura del hombre de acero, no solo que los cambios climáticos y la contaminación ambiental deterioren su estado de salud, sino también cómo sortea este inconveniente, qué medicinas – si es que Superman puede consumir medicinas – tiene que adquirir para recuperase, o si no tiene recuperación qué va a hacer de su vida… ¿qué tal que se convierta en un mendigo o en una persona común y corriente, “típica” de los países latinoamericanos a quien le toca todas las mañanas salir a buscar trabajo, con sus respectiva hoja de vida, unas cuantas fotos y otros papeles debajo del brazo? En esta perspectiva, Los Superhéroes aun plantea un destino nada incierto para Superman y quizás no muy atractivo para el público infantil.

Gabriel Bermúdez

Ficha del libro: Niño, Jairo Aníbal. Los superhéroes. Bogotá: Editorial Panamericana, 1997. 72 paginas.

* La presente reseña pretende dar cuenta del texto literario contenido en Los Superhéroes, más no del comic incluido en el libro, el cual corresponde a una transposición elaborada por William Peña Vega y cuyo propósito es hacerlo mas cercano al publico infantil, propiciar diferentes lecturas y potenciar diferentes interpretaciones.

sábado, 2 de mayo de 2009

EL ESCRITOR SOLDADO

En El escritor soldado: la configuración de una identidad ideal en las historias de la literatura colombiana, Diana Paola Guzmán trata de efectuar algunas consideraciones en torno al perfil dominante del artista nacional, caracterizado fuertemente por su dualidad representativa de luchador e intelectual. La autora delimita su campo de acción, y propone explorar este fenómeno desde los inicios de la conquista hasta los tiempos de la campaña independentista.

Para este ejercicio, se hace referencia a personajes ilustres, tales como: Gonzalo Jiménez de Quesada, Francisco José de Caldas y Camilo Torres (autor del Memorial de agravios). La designación de Jiménez de Quesada –fundador de Bogotá– en este marco referencial, no es pertinente, porque su nacionalidad es española; en ultimas, -considera Guzmán– es quien empieza la senda histórico–literaria en estas tierras, forjando una concepción legalista que arraigará en el colombiano. Cabe mencionar que el estudio presentado en este artículo, tiene un sustento conceptual bastante amplio y sobresalen, por ejemplo, fuentes históricas de José María Samper y J.M Vergara.

En ellos, la autora desea presentar el desarrollo paulatino de la figura del soldado dominante a lo largo del tiempo. En este desarrollo, conocido como “circulo de metamorfosis”, se evidencian algunos cambios progresivos, que van de un escritor / soldado, a un soldado – prócer – escritor y, finalmente, de prócer a intelectual.

La labor académica realizada por Guzmán, sobresale entre los múltiples estudios que se han hecho en torno al tema. Del mismo modo, se evidencian algunos rasgos importantes sobre la idea de identidad que comporta al colombiano, tomando como sustento los registros literarios; el hecho mismo de querer enlazar literatura e historia, para explorar algunos patrones sociales y culturales, es de por sí, válido y significativo.

Juan Carrillo
juanelcaibg@gmail.com