domingo, 27 de marzo de 2011

LA OTREDAD DE UN SÍMBOLO NACIONAL EN “CÓNDORES NO ENTIERRAN TODOS LOS DÍAS” DE GUSTAVO ÁLVAREZ GARDEAZABAL

Al abordar la obra de Gustavo Álvarez Gardeazabal inicié la lectura con los prejuicios propios que todo lector tiene, ya sea de la obra o del autor, dado que si nos detenemos en la fecha de su publicación (1972) en la cual se escribieron por cantidades historias relacionadas con la violencia bipartidista se puede intuir la temática a tratar, más si esta es escrita a manera de crónica.

Pues bien, la historia se lleva a cabo en la ciudad de Tuluá donde un vendedor de quesos y apasionado seguidor del partido conservador es el símbolo de la nefasta historia que en esta oportunidad nos convoca. León María Lozano  quien toma el seudónimo de “el cóndor” organiza un movimiento violento (al principio, clandestino) para asegurar la vocación conservadora de sus habitantes.

Ya a esta altura me he saltado más de cincuenta páginas, por ello volveré al principio: León María Lozano,  que aparte de atender su negocio de quesos estaba al tanto de los temas de la iglesia y del partido conservador,compartía su vida con Agripina, una mujer estéril, lo cual no indica que León María Lozano jamás llegaría a ser padre; es más, él, que en apariencia seguía los preceptos de la iglesia, sostenía una relación clandestina con María Luisa de la Espada con la queconcibió dos hijas.

Después de la muerte de María Luisa las cosas en la vida de León cambiaron, entonces “desesperado de estar cuidando a control remoto las dos hijas que le dejó María Luisa de la Espada, apareció con ellas una tarde que Agripina estaba haciéndose los emplastos de romero para ver si podía ser fértil alguna vez en la vida” (pág.22). Agripina aceptó sin mediar palabras la presencia de las dos pequeñas en casa.

La personalidad de León María Lozano es la prototípica figura del hombre sectario, de recia personalidad y agudos sentidos, quien le sonríe de frente a la muerte sin pestañear una sola vez. Como era de esperarse, cuidaba a sus hijas con celo y alejaba a los que las pretendían, como se ve en la siguiente cita, en la que se narra las estrategias que el cóndor usaba para espantar pretendientes: “él trepó por una escalera desde el patio llevando en sus manos un platonado de agua revuelta con amoníaco, esencia de trementina, orines y jabón de espuma, ingredientes que había encontrado tanteando en la oscuridad y vaciando bacinillas” (pág. 34).

De esta manera el lector se va creando una idea del “cóndor” Lozano quién sólo se veía vulnerado por culpa del asma que padecía desde la infancia y que en cada crisis le hacía escuchar el galope infernal del jinete apocalíptico. Se podría decir que en su pecho se escuchaba desde temprana edad el lamento del incalculable número de víctimas producto de su conservadurismo radical el cual ni el agua de azúcar que bebía para calmar las crisis asmáticas pudo contrarrestar.

El poder que llegó a tener este hombre fue dándosele paulatinamente; en la historia aparece un personaje quien con “carruajes poéticos” exaltó la entrega de León a la causa pastoral y política a favor del partido conservador. El doctor Ramírez “defensor del orden establecido, de la verdad impuesta y de la tradición” (pàg.51)  le dio la confianza traducida en cajas de armamento para iniciar con la masacre de ciudadanos no partidarios de sus ideas políticas.

Desde ese momento es cuando se inicia la otredad de los actos de este hombre y su séquito de asesinos, tiñendo de sangre las aguas del rio Cauca como se ve en la siguiente cita “(…) los hallaron tres días después, Cauca abajo con sus bandolines amarrados de la nuca y sin otra compañía que un gallinazo solitario en sus estómagos” (pág.90). Aunque los actos llevaran consigo un signo macabro, como lo son las castraciones y desmembramiento de los cuerpos, cabe mencionar que la sutileza con que procedían estos sujetos era casi imperceptible como la sigilosa cacería de un felino en la oscuridad.

Las pequeñas cartas con letra gótica que se creaban como forma de amedrentamiento, en su sitio de encuentro con los “pájaros” -el “happy bar”- era un juego para ellos, dado que la mejor letra que estampaban era la los coágulos de sangre sobre los cuerpos masacrados a bala o machete, esparcidos como la semilla sobre los campos fértiles de la cabecera urbana y rural de Tuluá, los cuales germinaban cada amanecer trayendo desolación y zozobra.

¡León María Lozano ha muerto!, fue el grito que se oyó en toda la ciudad. Es un cambio brusco pero necesario para no revelar más datos al lector de esta reseña, quien al momento de tomar esta obra descubrirá si falleció envenenado por el queso que llego a su casa como regalo, o a causa de unas puñaladas cuando ya se encontraba en el exilio leyendo el periódico. Como sea, el lector podrá recorrer línea por línea esta obra y reconocer que en Colombia “cóndores no entierran todos los días”.   

Ficha del libro: Álvarez Gardeazabal Gustavo. Cóndores no entierran todos los días. Pijao editores- casa de libros 2008.

Por: Jhon Edwin Trujillo 

jueves, 24 de marzo de 2011

UN NEGRO OSCURO PROFUNDO PARA “SANGRE ROJA ESCARLATA” DE CARLOS A. GAMBOA

Robert Graves sostiene que Eros, salido del huevo del mundo, fue el primero de los dioses, pues sin él ninguno de los demás habría podido nacer, además  que la lucha eterna con Thanatos es esencial para el equilibrio del mundo. Pues bien, en el relato de Carlos Gamboa, en su libro Sueño Imperfecto  se evidencia una coexistencia dual  entre estos dioses.

El libro de este autor ibaguereño trae 23 cuentos, entre los que se da lugar al  cuento corto.  La diversidad de temáticas son un pasadizo a los anaqueles de nuestra biblioteca,  pero al fin de cuentas, lo que pretende Sueño Imperfecto es reflexionar sobre laberintos  oscuros del humano, cuya realidad hace mirar a distancia.

El cuento empieza con un dogmático católico, que a pesar de sus llagas, sus molestias y  cuidados,  no puede abandonar la lectura religiosa, las verdades que determinan su oficio en el mundo. Sabe que su partida hacia el paraíso puede estar cerca y “entonces escribió una nota a Jhon Eskiner dándole las respectivas instrucciones: Encárgate del oficio” (pág. 37). Ya no puede ejercer la actividad religiosa debido a  su enfermedad.

A partir de ese momento  se cambia el narrador. Lo asume una joven para describir la aparición de este dogmático, su pensamiento y su fisonomía; “sus brazos rozando el suelo y sus pies semejantes a dos árboles gemelos en edad” (pág. 38). A pesar del surrealismo en las imágenes, y tal vez por ello, incursiona en la mujer una intriga por obtener un medio de constatación a sus deseos.

El erotismo es siempre  atacado por las instituciones religiosas, ya que  Eros es la mejor manera de tener un desdoblamiento, una locura con el arte para tener una libertad de espíritu para consigo y con la humanidad. En este sentido, el dogmático traiciona sus principios  y se aproxima a   investigaciones carnales y lascivas. La mujer así lo constata: “… la última vez que se atrevió a llegar hasta mi casa fue para indagar sobre el comportamiento de las prostitutas” (pág. 38).

El relato se establece en el centro de los discursos católicos y  para la joven  el lenguaje utilizado por él, revela la  unión humano-divina;  palabra y  lengua de Dios por medio del hombre. Pero, según la mujer, el discurso tiene un objetivo esencial: la persuasión y la desfloración. “Aquel día –dice ella- tuve el presentimiento de estar frente a un dios personificado” (pág. 38). Ya el relato va tomando su color escarlata, su intensidad, y ella, después de un toque en la frente realizado por el salvador, pierde el conocimiento y termina despierta en un cuarto del recinto.

La narración empieza a tornarse carnal-erótica y viene a reinventar los valores humanos, para que aquella mujer se convierta en el cordero sacrificado de Dios, y se consagre por medio de su palabra enviada. Como dice la mujer; “Al concluir el sermón sus manos se abrieron paso entre mis piernas y con gran velocidad mis senos quedaron flotando en el aire con olor a incienso”. (pág. 40). El discurso va obteniendo su finalidad y  el olor incestuoso, ese olor de lujuria, el carácter diverso de la condición humana, la mudanza de su interminable placer que hace multiplicar nuestras sensaciones y despertar las desconocidas.

Lo oculto hace referencia, en el personaje, a algo maléfico, satanizado por las pasiones humanas en  su doctrina sacerdotal.  Se trataría de una moral oscura que el dogmático transforma en diversión carnal.

Finalmente Sangre roja escarlata captura un simbolismo de pureza (la virginidad de la joven) y la manta del dogmático como la autoridad, la salvación, donde la imagen es un encuentro azaroso que lo revela y nos saca, al final, de nosotros mismos: “Calcé mis sandalias y al incorporarme del sofá, vi un hilillo de sangre…”(Pág.40).  


LUIS FERNANDO ABELLO

Ficha del libro: GAMBOA BOBADILLA Carlos Arturo “Sueño Imperfecto”, Universidad del Tolima, Colombia, 2009