miércoles, 24 de febrero de 2010

EL HUMOR DE LUIS CARLOS LÓPEZ

En el artículo titulado “El Quijote y el arte nuevo” Milan Kundera, recordando a Octavio Paz, afirma que el humor es un gran invento de la época Moderna vinculado al nacimiento de la novela y en particular a Cervantes y a Rabelais. Con lo cual nos hace una clara diferenciación entre la comicidad clásica y el humor. La primera de carácter estereotipado siempre ligada a la ridiculización y la burla, mientras la segunda más refinada y sutil, se caracteriza por ser producto de la ambigüedad y el juego de los sentidos.

De ahí que el humor sea catalogado a menudo como una de las más difíciles empresas, pues quien se dispone a impregnar de tal encanto sus escritos y sus actos, corre el riesgo de caer en la rancia esfera de la simple comicidad, cuando no, de la risa reforzada y artificial del mal chiste. Por fortuna, el presente texto está dedicado no a los próceres de la risa con muletas, sino a un maestro del humor inteligente y vigoroso de la poesía colombiana: Luis Carlos López (1879-1950).

Son múltiples las virtudes de las que goza la poesía de este cartagenero: síntesis, musicalidad, crítica social e imágenes inolvidables acompañan sus versos. Pero sin lugar a dudas, es el humor su fruto más preciado. Leer al Tuerto López, es inmiscuirse en la seriedad de una risa perspicaz que aboga por la denuncia de las falsedades de una sociedad colombiana (no muy distante de la de hoy) poseída por la simulación y la doble moral. Pero es asistir también, a la celebración de una tierra maravillosa transmutada en palabras.

Por su poesía desfilan los más diversos cuadros de la cotidianidad sublimados casi siempre por un verso final que tiene la función de descubrirnos, como dice Kundera, el mundo en toda su ambigüedad, donde las cosas pierden su significado aparente y la gente se revela distinta a lo que ella misma cree que es. Así lo podemos observar en el siguiente poema incluido el libro De mi villorrio de 1906:

En la penumbra
A la intemperie mi alma. -¿Quién me abriga,
Quien me da de esperanza algún destello?
Y apuré, con mis fardos de fatiga.
La sed caliginosa del camello.

Te vi… pero te vi bajo la ortiga
De tu sayal, tu escapulario al cuello,
Con el cilicio, que a Satán fustiga,
Y la profanación de tu cabello…

Sentí, por el nirvana de tu influjo,
Mi espiritualidad. –Wagner, el brujo,
Interpreto la dualidad de un treno

En la pequeña nave de la ermita,
Donde tú, buena hermana Carmelita,
Me hacías bueno, extrañamente bueno…

Aquí es palpable la postura irónica del autor frente a la religión y su papel de redentora de la humanidad. La imagen del descarriado que acude a la iglesia en busca de ayuda para volverse “bueno”, se ve de repente profanada por otra aun más fuerte, la imagen de la “buena hermana carmelita” que incita al deseo y vuelve a los fieles “extrañamente buenos”. Ejemplo similar nos ofrece “Tarde de verano” otro poema del mismo libro, en el cual, el autor expresa de forma más nítida su pensamiento divergente y agudo frente a la iglesia ostentosa y la sociedad enajenada:

La sombra que hace un remanso
Sobre la plaza rural,
Convida para el descanso
Sedante, dominical…

Canijo, cuello de ganso,
Cruza leyendo un misal,
Dueño absoluto del manso
Pueblo intonso, pueblo asnal.

Ciñendo rica sotana
De paño, le importa un higo
La miseria del redil.

Y yo, desde mi ventana,
Limpiando un fusil, me digo:
-¿Qué hago con este fusil?

La expresión “¿Qué hago con este fusil?” no es sólo el detonante de una risa mordaz; a su vez este verso representa la ambigüedad del mundo, ya que la voz poética muestra una conciencia crítica de la realidad pero en lugar de determinar algo, opta por lanzar una pregunta abierta e impactante a sí mismo y al lector. Siendo así, el autor termina por abandonarnos en el lomo de un péndulo que ofrece muchas respuestas y ninguna.

Así es Luis Carlos López, un péndulo, un poeta que no cabe en ningún catalogo de nuestra tradición. En este texto, se ha tratado de exaltar una de sus virtudes más determinantes de forma breve y parcial, con el único animo de presentarlo a quienes no lo conozcan y de recordarlo a quienes lo han olvidado. Porque si alguien hizo del humor algo serio y digno de nuestra poesía, fue este cartagenero, quien con sus versos, logró dibujar una necesaria y gran sonrisa a nuestras letras. Pero no cualquier sonrisa, la del Tuerto López es la risa de quien intenta comprender la vida y se sorprende con frecuencia en una cruel broma.

Damián Guayara Garay

FICHA DEL LIBRO: LOPEZ, Luis Carlos. De mi villorrio. En: Sus versos. Medellín: Editorial Bedout, 1973. Pp. 13-50.

jueves, 18 de febrero de 2010

PREGÚNTELE AL ENSAYISTA

Los dieciocho textos que conforman este libro apuntan hacia dos temas fundamentales: la teorización sobre el ensayo y algunas pautas para su elaboración. Sin duda es un volumen que presenta una información útil para profesor y estudiantes a quienes, y como parte de una moda actual, se les pide constantemente que realicen un Ensayo. Recuerdo, en este sentido, un artículo del docente Libardo Vargas, titulado “Profesor ¿Un ensayo?” que plantea, de inicio, la forma como la palabra se ha venido manoseando, hasta que termina siendo irreconocible.

Y es que en gran parte del sistema escolar el Ensayo se metamorfosea por cuenta de la moda terminológica: queda reducido a la simple reseña, a la opinión surgida en un momento de “iluminación”, al informe científico plagado de retórica para especialistas. Acaso la difícil definición del concepto haya abierto la puerta para su desfiguramiento.

Desde el libro del profesor Vásquez Rodríguez nos podemos acercar a una concepción un poco más cercana a este género y, de paso, llegar a ciertas conclusiones: primero, por ser una expresión bisagra entre lo científico y lo literario y que requiere de un conocimiento del tema tanto como de un manejo versátil del lenguaje, es casi imposible exigir un ensayo a un joven de la escuela Secundaria y mucho menos en Primaria.

Segundo, por su carácter literario, un ensayo es mucho más atractivo que un informe científico pero en ocasiones, y si no se es consciente de ello –y ahí se encuentra el peligro- la especulación puede ser imprecisa o repetir lo que ya desde la investigación académica se ha dicho.

Además de invitar a sacar nuestras propias conclusiones, los textos que conforman el libro Pregúntele al ensayista están bien escritos y tratan de acercarse al fenómeno con diferentes tipologías textuales: desde el diálogo entre dos estudiantes, hasta una entrevista (ficticia) al ensayista –de ahí el título del libro- pasando por la construcción de un texto con base en una metáfora (un combate entre el escritor y la página)

Pese a esta variedad, en ocasiones las ideas se tornan reiterativas: los tres primeros textos, por ejemplo, vuelven con algunas variables a las mismas referencias bibliográficas, y similares concepciones sobre el ensayo. Lo mismo sucede con dos listas de conectores, una organizada por orden alfabético y la otra por criterios de funcionalidad, que pudieron haberse fundido en una sola. El texto “El bazar de Montaigne” -ubicado hacia el final del volumen- contiene una serie de citas extraídas de algunos de los ensayos que están en el libro, por lo que otra vez siente uno que no está avanzando en nuevos caminos. Tal vez la intención es precisamente explicitar que en el Ensayo hay diferentes maneras de expresión aunque se sugieran las mismas ideas.

Obviando esa reiteración, que puede llegar a agotar al lector, el libro es una buena fuente de consulta para quienes quieran llegar a la cuestión del Ensayo desde una propuesta académica. Es verdad que conceptualizar sobre una tipología textual es sumergirse en un verdadero laberinto (hay quienes, por ejemplo y a diferencia de la propuesta del profesor Vásquez, hablan de ensayo literario y de ensayo científico) y que una persona no se hace ensayista con indicaciones y sólo en el ejercicio constante con la palabra adquiere experticia. Pero no está demás tener argumentos y observar modelos de escritura. Para docentes y estudiantes es lo más adecuado.

Leonardo Monroy Zuluaga

Ficha del libro: Vásquez Rodríguez, Fernando. Pregúntele al Ensayista. Bogotá: Kimpres, 2009 (2004)

viernes, 12 de febrero de 2010

METÁFORAS DE UN PAÍS EN CATACLISMOS

Remitirse a la literatura que expresa las situaciones contextuales de un espacio determinado, profundizando en asuntos políticos, económicos y de orden social, parece algo complejo y de difícil comprensión. Sin embargo, es preciso establecer que éste tipo de literatura, generalmente, posee carencias de orden ideológico, y en la mayoría de los casos, termina por encasillar el pensamiento y defender una sola propuesta. Aparte de esto, es casi imposible hallar literatura que por medio del humor sea capaz de despertar posicionamientos fuertes frente a la situación contextual de un país o un territorio. Libardo Vargas Celemín lo logra de una manera hermosa y sencilla en su complejidad a través del texto breve que titula Bancos.

La narración transcurre de manera vertiginosa y con mucha fluidez, aspecto que se evidencia en la alta proliferación de imágenes y acontecimientos sucedidos al personaje, y supone la relación directa con cualquiera de los habitantes del territorio de este relato. Quizás es intencional -al menos eso creo- el hecho de que se recurra a la figura de la indeterminación –un personaje anónimo- como aspecto englobante de la totalidad de los sentidos que el relato despierta. No obstante, existe algo más allá de lo evidente, que hace que el minicuento se abra en interpretaciones y alcance un nivel de representación perfectamente adecuado a la realidad cruda y desalmada vivida por la mayor parte del pueblo colombiano.

Cuando nos acercamos al texto, encontramos de entrada, a un personaje sufriendo múltiples desavenencias provocadas por factores que giran alrededor de las posibilidades simbólicas de la palabra “Bancos”. El autor demuestra su capacidad de asombrarnos con el exquisito manejo del lenguaje y con la calidad de sus imágenes. En el texto se ofrecen juegos con la ironía y la parodia de lo que significa vivir en un país en decadencia y en el que cada habitante sucumbe en el abandono y la no existencia.

Precisamente es este el encanto del minicuento, en el que no sólo podemos sentirnos representados y parodiados, sino que se nos despierta la capacidad de asombro cuando reconocemos que por medio de la risa y la burla asistimos a la función cotidiana de las incoherencias y vaguedades de una Latinoamérica sumida en la desigualdad, la equidad y el atraso. Parece que el fracaso y la no oportunidad de surgimiento ligan a este hombre, y nos ligan al sinsentido de ser absolutos seres ignorados, sin otra salida más que reírse de su propia existencia y soportar la vida con el anhelo desesperanzador de un porvenir distinto.

Hay en el relato breve de Libardo Vargas un encanto particular; posee el escritor la delicadeza y el tacto necesarios para concentrar en las doce líneas que conforman el cuerpo del relato las carencias y necesidades de la población tercermundista. Veamos cómo cada uno de los acontecimientos enmarca las problemáticas sociales de este continente enfermo y cabizbajo: el personaje carece de un sistema educativo que garantice verdaderas oportunidades de realización personal, intelectual y laboral, razón por la cual queda condenado a la pobreza. Además, como ese sistema educativo es pobre en materia de verdaderas razones y propósitos de la enseñanza, el hombre se ve forzado a desprenderse de sus principios sociales y emprende la búsqueda de otras formas de superación, esta vez ancladas en el fraude.

Una vez que es expulsado del sistema educativo, el personaje se ve en la necesidad de orientar su vida en función del trabajo, pero por alguna extraña circunstancia, es el destino el que se encarga de burlar su suerte y lo conmina de nuevo al fracaso; pescador encallado en un banco de arena con bancos de peces merodeando el lugar(…) Aunque parezca que es el destino quien exhibe su aplastante mano para con nuestro héroe, cabe una posibilidad estable de que por medio de esta imagen hermosa en su ironía, Libardo Vargas envíe su sátira y su denuncia al sistema laboral del territorio en cuestión, que no ofrece garantías de empleo y abandona a los habitantes. Hasta las situaciones menos posibles confabulan para aniquilarlo y deshacerlo en vergüenza y mendicidad.

Si no hay trabajo es posible que cualquiera de los habitantes tenga que buscar en el sistema financiero un salvavidas, y por supuesto, las fauces del mismo estarán abiertas para aceptar solicitudes de préstamo -claro está que esto hace parte de la ficción, pues sabrán que es casi imposible obtener tales apoyos- y a nuestro hombre le dan uno. Sin embargo, es apenas entendible para efectos de la intención, que al héroe de esta “mini novela” le embarguen su casita y posteriormente se la rematen. Yo no sé, pero a mi me late que el autor pretende cuestionar abiertamente al depredador sistema bancario del territorio indeterminado, pues es ésta imagen la clara fotografía de una gran bestia con ínfulas de beneficencia y con harto de perversión.

El personaje termina sentado en el banco de un parque en espera de que las bolsas de empleo decidan poner cuidado a los bancos de datos en los que reposa su esperanza, su dignidad y su existencia. Para él, no queda más que resignarse y pudrirse en las sillas de una muertesegura que no desaparece y que, por el contrario, nos deja morir de hambre, sin vivienda, sin educación, sin empleo y sin salud.

¡Sin salud¡ qué cosas las que nos da la literatura. Precisamente en estos tiempos en los que el territorio no determinado sufre los embates de sus sistema de leyes que pretenden enmascarar la muerte y la hecatombe de sus habitantes. Nuestro personaje casi desaparece porque el paseo de la muerte se planta a sus pies y por poco lo alcanza la parca porque en el banco de sangre no hay nada, ni en el otro, ni en ninguna parte de esas tierras desconocidas a las que nos introduce Libardo Vargas.

Ahora, presento a ustedes el texto en su original, para que si alguno cree que estoy realizando una lectura aberrante me lo informe y también me denuncie como destructor de las ideologías de un Estado no existente; aunque si por el contrario, existe una persona que después de leer el texto observe que cabe la posibilidad de que este territorio tenga nombre, o que lo que en él ocurre tiene cierto grado de cercanía con algún lugar de las geografías latinoamericanas, decida confabularse conmigo, puede hacérmelo saber cuanto antes para que definamos si entre todos le pedimos al autor que, por misericordia, por pura misericordia, de un final feliz a este hombre.

BANCOS

Piensa que todas sus frustraciones han estado ligadas de alguna manera
con los bancos. Primero la intuición que naciera precisamente en un
banco de la escuela pública y que se convirtiera con el tiempo en una
certeza: ¡Jamás sería un triunfador!. Después la cadena interminable
de fracasos: la expulsión del colegio por violar el escritorio donde
reposaba el banco de pruebas de sus profesores; más tarde pescador
encallado en un banco de arena con bancos de peces merodeando el
lugar; luego el déficit en el banco de sangre que casi le cuesta la
vida con lo del accidente automovilístico; también el remate de su
apartamento por el banco estatal y ahora, aquí, sentado en un banco
del parque, sin esperanza alguna de encontrar empleo, después de
haber repartido más de cien hojas de vida que reposan ociosas en los bancos de datos de las empresas que visitó.

Omar Alejandro González.

Ficha del libro: VARGAS, Celemín Libardo. Una mujer difícil y otros textos breves. universidad del Tolima. 2009

lunes, 1 de febrero de 2010

JAIRO ANIBAL NIÑO EN LA ESCUELA

Zoro, se convirtió en la primera producción colombiana más recordada en mis primeras lecturas de infancia. Con base en ella, entendí que de la literatura nadie escapa cuando se intenta andar por lo indeterminado. Vine a saber de Zoro, de nuevo, hace pocos años, y el efecto que me produjo siguió siendo el mismo: el mismo sentimiento que embarga dejarse llevar por el rumbo incierto y conocer la realidad a partir de la ficción.

Del autor, supe de nuevo, esta vez sin la gran admiración que guardaba. Primero, fue en una discusión sostenida con un compañero de este grupo, quien hacia un lectura crítica sobre Los superhéroes. A pesar de tomar atenta nota sobre su visión, me distancié de su mirada en aras de no hallar prejuicios cuando en una ocasión futura leyese la novela antes mencionada, u otra producción del autor. Ahora, cuando abordo la Antología lengua castellana grado Primero y Segundo –producto de la Corporación Pedagógica Educativa– encuentro a un Jairo Aníbal Niño, con algunas composiciones que me permitirán decir algunas consideraciones.

Empecemos con estas: ¿Qué tipo de literatura el niñ@ de primaria pudiese abordar en su proceso educativo? ¿Cuáles son las lecturas “apropiadas”, “indicadas”, o “sugeribles” que el docente de Lengua Castellana y Literatura pudiera llevar a los infantes al aula de clase? Bordeemos estos interrogantes universales, bizantinos tal vez, bajo las consideraciones en el manejo del lenguaje y al contenido mismo de las producciones. Pues bien, con Jairo Aníbal Niño, es muy poco lo que se podría rescatar; esto desde mi óptica, la cual distará con el resto de colegas y lectores. A continuación presento algunas muestras:

Do, re, mi, fa, sol, la, si. ¿Sí? Si mi sol; sí. [Lección de música] (Antología I)
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¿1 x 1?
- Uno
¿1 x 2?
- Todo
¿Todo?
- Si; si los dos se tienen cariño [1x 1] (Antología I)
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– Si María tiene tres manzanas y le da una a Nicolás, ¿Cuántas le quedan?
– ¿En qué está pensando, Nicolás? ¿Acaso no sabe la respuesta?
– Si María me da una manzana, todavía me queda una esperanza. [Si María] (Antología I)

¿Qué le dicen estos textos a los niños? Creería que muy poco. Puede ser que el texto literario enfocado al estudiante de primero de primaria sea de este corte, más, considero inaceptable que se le trate así a un menor de edad. Es que siento, cada vez que leo estos textos, una total subestimación a la capacidad física y mental del alumno. Sí, hay algunas composiciones que tratan de representar el mundo que rodea a su lector, pero en este caso no puedo decir lo mismo.

“La lección de música”, quizás pueda mostrarle al menor las escalas musicales, ¿y?; “1 x1”, la misma cuestión. Ni que decir de “Si María” que me parece de entrada absurdo. Entonces, comienzo a mirar algún punto clave con el cual pueda abordar estas historias, y el resultado es el mismo: nada. Nada encuentro.

– Paula, ¿usted sabe qué es una oveja?
– Sí. La oveja es una nube con paticas. [Lección] (Antología II)
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– ¿Qué es el rio?
El rio es un barco que se derritió. [¿Qué es el rio?] (Antología II)
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– ¿Qué es la gaviota?
– La gaviota es un barquito de papel que aprendió a volar. [¿Qué es la gaviota?] (Antología II)
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– ¿Me haces un favor?
– ¿Qué clase de favor?
– ¿Quieres tenerme mis avioncitos durante todo el recreo?
– ¿Durante todo el recreo?
– Sí, es que tú eres mi cielo. [¿Me haces un favor?] (Antología II)
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Es muy difícil que los niños tengan un acercamiento a la literatura, en cuanto lean estos ejemplos. Asimismo es complejo saber si existe una real apreciación de lo circundante. De inmediato me remito a preguntar: ¿Con textos como estos, se podrá explotar la capacidad de asombro de los niños? Dudo mucho que así sea.

Afortunadamente, la Antología a la que me he referido presenta otros autores hispanoamericanos, y en ellos, escritores nacionales que lanzan verdaderas propuestas literarias capaces de atrapar el interés de los estudiantes de primero.

En este dilema me he envuelto, sobre todo cuando indago si en realidad soy cruel con la propuesta de Aníbal Niño; si en verdad he perdido la capacidad de asombro, o si por la misma línea, deslegitimo cuestiones que a mi juicio son de poco valor estético, sin tener en cuenta la valoración de los verdaderamente interesados. Lo que si tengo claro, en definitiva, es que conservaré el recuerdo de Zoro, y dejaré que estas creaciones de Jairo Aníbal se conviertan en “el rio” que tanto él se esmeró en abstraer.
Juan Eliecer Carrillo


Tomado de:
GARCIA NAGLES, Jairo. Antología Lengua Castellana Grado Primero. 1 Ed. Bogotá. WCD Editores. 2004. 215 p.
______________. Antología Lengua Castellana Grado Segundo. Bogotá. WCD Editores. 2007. 261p.