La narración transcurre de manera vertiginosa y con mucha fluidez, aspecto que se evidencia en la alta proliferación de imágenes y acontecimientos sucedidos al personaje, y supone la relación directa con cualquiera de los habitantes del territorio de este relato. Quizás es intencional -al menos eso creo- el hecho de que se recurra a la figura de la indeterminación –un personaje anónimo- como aspecto englobante de la totalidad de los sentidos que el relato despierta. No obstante, existe algo más allá de lo evidente, que hace que el minicuento se abra en interpretaciones y alcance un nivel de representación perfectamente adecuado a la realidad cruda y desalmada vivida por la mayor parte del pueblo colombiano.
Cuando nos acercamos al texto, encontramos de entrada, a un personaje sufriendo múltiples desavenencias provocadas por factores que giran alrededor de las posibilidades simbólicas de la palabra “Bancos”. El autor demuestra su capacidad de asombrarnos con el exquisito manejo del lenguaje y con la calidad de sus imágenes. En el texto se ofrecen juegos con la ironía y la parodia de lo que significa vivir en un país en decadencia y en el que cada habitante sucumbe en el abandono y la no existencia.
Precisamente es este el encanto del minicuento, en el que no sólo podemos sentirnos representados y parodiados, sino que se nos despierta la capacidad de asombro cuando reconocemos que por medio de la risa y la burla asistimos a la función cotidiana de las incoherencias y vaguedades de una Latinoamérica sumida en la desigualdad, la equidad y el atraso. Parece que el fracaso y la no oportunidad de surgimiento ligan a este hombre, y nos ligan al sinsentido de ser absolutos seres ignorados, sin otra salida más que reírse de su propia existencia y soportar la vida con el anhelo desesperanzador de un porvenir distinto.
Hay en el relato breve de Libardo Vargas un encanto particular; posee el escritor la delicadeza y el tacto necesarios para concentrar en las doce líneas que conforman el cuerpo del relato las carencias y necesidades de la población tercermundista. Veamos cómo cada uno de los acontecimientos enmarca las problemáticas sociales de este continente enfermo y cabizbajo: el personaje carece de un sistema educativo que garantice verdaderas oportunidades de realización personal, intelectual y laboral, razón por la cual queda condenado a la pobreza. Además, como ese sistema educativo es pobre en materia de verdaderas razones y propósitos de la enseñanza, el hombre se ve forzado a desprenderse de sus principios sociales y emprende la búsqueda de otras formas de superación, esta vez ancladas en el fraude.
Una vez que es expulsado del sistema educativo, el personaje se ve en la necesidad de orientar su vida en función del trabajo, pero por alguna extraña circunstancia, es el destino el que se encarga de burlar su suerte y lo conmina de nuevo al fracaso; pescador encallado en un banco de arena con bancos de peces merodeando el lugar(…) Aunque parezca que es el destino quien exhibe su aplastante mano para con nuestro héroe, cabe una posibilidad estable de que por medio de esta imagen hermosa en su ironía, Libardo Vargas envíe su sátira y su denuncia al sistema laboral del territorio en cuestión, que no ofrece garantías de empleo y abandona a los habitantes. Hasta las situaciones menos posibles confabulan para aniquilarlo y deshacerlo en vergüenza y mendicidad.
Si no hay trabajo es posible que cualquiera de los habitantes tenga que buscar en el sistema financiero un salvavidas, y por supuesto, las fauces del mismo estarán abiertas para aceptar solicitudes de préstamo -claro está que esto hace parte de la ficción, pues sabrán que es casi imposible obtener tales apoyos- y a nuestro hombre le dan uno. Sin embargo, es apenas entendible para efectos de la intención, que al héroe de esta “mini novela” le embarguen su casita y posteriormente se la rematen. Yo no sé, pero a mi me late que el autor pretende cuestionar abiertamente al depredador sistema bancario del territorio indeterminado, pues es ésta imagen la clara fotografía de una gran bestia con ínfulas de beneficencia y con harto de perversión.
El personaje termina sentado en el banco de un parque en espera de que las bolsas de empleo decidan poner cuidado a los bancos de datos en los que reposa su esperanza, su dignidad y su existencia. Para él, no queda más que resignarse y pudrirse en las sillas de una muertesegura que no desaparece y que, por el contrario, nos deja morir de hambre, sin vivienda, sin educación, sin empleo y sin salud.
¡Sin salud¡ qué cosas las que nos da la literatura. Precisamente en estos tiempos en los que el territorio no determinado sufre los embates de sus sistema de leyes que pretenden enmascarar la muerte y la hecatombe de sus habitantes. Nuestro personaje casi desaparece porque el paseo de la muerte se planta a sus pies y por poco lo alcanza la parca porque en el banco de sangre no hay nada, ni en el otro, ni en ninguna parte de esas tierras desconocidas a las que nos introduce Libardo Vargas.
Ahora, presento a ustedes el texto en su original, para que si alguno cree que estoy realizando una lectura aberrante me lo informe y también me denuncie como destructor de las ideologías de un Estado no existente; aunque si por el contrario, existe una persona que después de leer el texto observe que cabe la posibilidad de que este territorio tenga nombre, o que lo que en él ocurre tiene cierto grado de cercanía con algún lugar de las geografías latinoamericanas, decida confabularse conmigo, puede hacérmelo saber cuanto antes para que definamos si entre todos le pedimos al autor que, por misericordia, por pura misericordia, de un final feliz a este hombre.
BANCOS
Piensa que todas sus frustraciones han estado ligadas de alguna manera
con los bancos. Primero la intuición que naciera precisamente en un
banco de la escuela pública y que se convirtiera con el tiempo en una
certeza: ¡Jamás sería un triunfador!. Después la cadena interminable
de fracasos: la expulsión del colegio por violar el escritorio donde
reposaba el banco de pruebas de sus profesores; más tarde pescador
encallado en un banco de arena con bancos de peces merodeando el
lugar; luego el déficit en el banco de sangre que casi le cuesta la
vida con lo del accidente automovilístico; también el remate de su
apartamento por el banco estatal y ahora, aquí, sentado en un banco
del parque, sin esperanza alguna de encontrar empleo, después de
haber repartido más de cien hojas de vida que reposan ociosas en los bancos de datos de las empresas que visitó.
Omar Alejandro González.
Ficha del libro: VARGAS, Celemín Libardo. Una mujer difícil y otros textos breves. universidad del Tolima. 2009
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