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martes, 26 de mayo de 2009

LOS SUPERHÉROES DE JAIRO ANÍBAL NIÑO (PARTE II)

El intento fallido por recrear una de las tantas desgracias que le pueden suceder a Superman, no se agota en Los superhéroes. William Peña Vega se convierte en cómplice de este desacierto, en tanto recrea el “cuento” de Jairo Aníbal Niño a través de una historieta colorida y aparentemente atractiva para un público infantil* (que se encuentra inserta dentro de las páginas del texto literario)

Sin embargo, su afán, el cual parte de la estructura narrativa que sugiere el relato, se queda en la reproducción del carácter maniqueo del tema abordado y, con ello, del tono moralista que sugiere.

Quizás la adecuación de la historia, a partir de la omisión de algunos elementos del relato, particularmente de aquellos en los que Jairo Aníbal Niño privilegia la descripción de las condiciones de vida de la familia de Mateo y que son sustituidos por imágenes, le permite al autor del cómic evitar dilataciones inoportunas, las cuales conducen al lector por un sendero mas seguro, demarcado principalmente por la desgracia de Superman.

Empero, dicho ajuste no es suficiente. La intervención momentánea de un narrador conocedor de la trama del relato (narrador omnisciente) y la presencia de un conjunto de imágenes que ejemplifican las condiciones de vida de Mateo, Adela, Pachoeché y la abuela Luisa, hacen que esta se detenga por un momento en detalles que podían ser suplidos por un mejor tratamiento de los códigos que constituyen las viñetas del cómic; es decir William Peña Vega pudo haber hecho más ágil la historieta, si hubiese seleccionado y aplicado codificaciones (relaciones gramaticales y sintácticas entre grupos de códigos y viñetas) mas certeras, que permitan develar la situación socio-económica de la familia, sin tener que detenerse en esta.

Por fortuna esto no sucede con la temática que destaca la importancia del reciclaje. Las imágenes y las viñetas que el autor del cómic le dedica a este aspecto son pocas y trabajadas de manera precisa, sin tener que apelar a divagaciones, datos y tablas estadísticas como sucede en el relato de Jairo Aníbal Niño. Aunque este tratamiento, que aparenta ser adecuado (desde la forma), no le quita la carga maniquea y moralista, que desde el relato se transporta muy ligeramente al cómic; basta observar las afirmaciones de Pachoeché y Superman para corroborar esto.

La sujeción extrema a la forma en que Jairo Aníbal Niño aborda y desarrolla la historia contenida en Los superhéroes, hace de “Superman y los superhéroes” una historieta-resumen del texto literario del cual parte. En este sentido, el cómic no representa una recreación del relato de Superman, sino una versión dibujada y muy puntual que sintetiza un episodio de su vida, la cual no es mas que una excusa para reproducir lo que plantea el “vocero lúcido” del cuento: persuadir a los lectores a cuidar el medio ambiente a través del reciclaje.

Gabriel Bermúdez
Ficha del libro: Peña Vega, William. “Superman y los superhéroes”. En: Los superhéroes. Editorial Panamericana. Bogotá. 1997. 72 paginas.
* La presente reseña pretende dar cuenta de la historieta contenida en Los Superhéroes, la cual corresponde a una transposición elaborada por William Peña Vega y cuyo propósito es hacer el texto literario más cercano al público infantil, propiciar diferentes lecturas y potenciar diferentes interpretaciones.

lunes, 18 de mayo de 2009

EL APRENDIZ DE MAGO Y OTROS CUENTOS DE MIEDO

Evelio José Rosero Diago parece ser un narrador de extremos: acaba de ser galardonado en Inglaterra por la traducción de su novela Los ejércitos, cuyo tema principal es la violencia colombiana contemporánea, y ha publicado obras en las que trata, desde diferentes matices, temas como la religión, la soledad y el temor; pero paralelamente, tiene un extenso recorrido por cuentos y novelas de literatura infantil y juvenil, en las que trata de meterse en ese mundo de la infancia. El aprendiz de mago y otros cuentos de miedo se halla dentro de esta última línea.

El libro se compone de ocho cuentos, animados por las ilustraciones de Rocío Parra, en una edición llamativa realizada por la editorial Panamericana. Algunas de las tramas de los cuentos son: un esqueleto milenario que desea tomar chocolate; un monstruo marino que decide salir de sus aposentos y hacerse un habitante más del pueblo; un niño embelesado por la bicicleta de una vecina; el mago que necesita del licor en proporciones mesuradas para lograr sus trucos.

Pese a que el título pareciera anticipar el miedo como efecto principal de los cuentos, la intención termina siendo diferente: varias de las figuras que pueblan los temores de los niños y niñas, son personificadas y representadas de manera un poco más carismática de lo habitual: el esqueleto, por ejemplo, es un personaje simpático, que entabla amistad con un narrador sin temores y con el cual nunca puede tomarse un chocolate, debido al rechazo de las gentes del pueblo; el monstruo ya no altera el ritmo de las aguas y los visitantes y en cambio se convierte en compañero de cuitas de los niños; de igual manera sucede con el vampiro, el diablo e incluso el mago alcohólico. En todos los casos, la intención es diluir los miedos que todos hemos tenido hacia estas figuras, presentándolos como seres que pueden llegar a sentir el amor y la compasión por otros.

Con esta estrategia, los cuentos de encantamientos y hechizos son invertidos, y aquel con propiedades extraordinarias para hacer el mal, termina convertido en amigo de quienes desean acercársele. El universo semántico del título se transforma y el miedo lo generan, no esas figuras con las que se amenaza a los pequeños, sino las acciones mismas de los seres humanos: cómo no temerle a la enemistad de unos niños por cuenta del hallazgo de un tesoro; cómo no alterarse con las barreras que interponemos entre nosotros y nuestros recuerdos, o al darnos cuenta de la mezquindad de quien, teniendo la riqueza del dinero no entiende los deseos de una niña que tan solo desea una perra para que la acompañe en su soledad de acaudalada; imposible desdeñar la incapacidad de entendimiento y el gozo por el sufrimiento de los otros que en ocasiones expresa el ser humano. La pregunta es entonces: ¿Quién es más monstruoso? ¿El de los colmillos grandes y el cuerpo desarticulado o la raza civilizada?

Se ha discutido mucho sobre las implicaciones morales que debe tener la literatura infantil, haciendo énfasis en que no se debe olvidar, ni el público al que va dirigido, ni el hecho de que se debe apreciar el tratamiento del lenguaje y los temas. Si Rosero involucra a la población infantil en la discusión sobre la perversidad encubierta del ser humano, no lo hace de forma ramplona, sino dejando las líneas de sentido en el claroscuro, allí donde un lector agudo, como casi todos los niños, pueda apreciarlas.

Los cuentos no despliegan experimentaciones narrativas complicadas, salvo el constante diálogo entre la ficción y la realidad; aun así, algunos juegos de palabras, el uso de metáforas no muy herméticas y en general un manejo preciso de las tensiones en los momentos de la narración, en la mayoría de los cuentos, permiten una lectura agradable. Sin esquematismos ni maniqueísmos, y con narradores verosímiles El aprendiz de mago y otros cuentos de miedo expresa la perfidia clandestina del género humano, esa que el infante, desafortunadamente, también debe conocer.

Leonardo Monroy Zuluaga

Ficha del Libro: Rosero Diago, Evelio. El aprendiz de mago y otros cuentos de miedo. Colombia: Panamericana Editorial, 2003, (1996)

jueves, 7 de mayo de 2009

“LOS SUPERHÉROES” DE JAIRO ANÍBAL NIÑO (PARTE I)

Un marco amarillo, un fondo signado por varios azules, la imagen predominante de “Superman” y en la parte inferior una familia aparentemente humilde, configuran la sugestiva portada de Los Superhéroes*, un cuento de Jairo Aníbal Niño, publicado por la editorial Panamericana en 1997, cuyo auditorio principal, se supone, son los niños y niñas.

La historia contenida en el cuento parece elemental: los cambios climáticos han provocado en Superman, el personaje principal del relato, serios problemas de salud; por esto, se ve obligado a desplazarse hacia un país del cono sur; desafortunadamente, cuando surca sus cielos sucumbe ante “los gases contaminantes que los buses, los carros e industrias dejan escapar por los aires”.

Esto lo ha confinado a la periferia de una ciudad, en donde es asistido por Mateo, su perro Silencio, su abuela Luisa, su madre Adela y su padre Pachoeché; para retribuir lo hecho por la familia, Superman los acompaña en la labor que desarrollan diariamente: reciclar, y le obsequia a Mateo y a Ramón, su mejor amigo y quien está hospitalizado, la posibilidad de recrear el aburrimiento con su capa.

Pese a que el texto no contiene mayores alteraciones temporales, lo cual es parcialmente apto para un público infantil, Jairo Aníbal Niño dilata la historia ralentizando ciertas acciones que, si bien son fundamentales para la narración, pueden, en un momento determinado, conducir a confusiones o interpretaciones fuera de lugar. En este sentido, la “desgracia” de Superman, se ve opacada por la caracterización de la familia de Mateo, las condiciones materiales en las que viven y las labores a las que se dedican. Solo en el final, el escritor intenta rescatarlo del olvido; para esto, minimiza su condición de superhéroe, puesto que Superman deja su capa en manos de Mateo y se va en un bus.

Las exploraciones que Jairo Aníbal Niño hace a los elementos adicionales que constituyen la historia, se revisten de un propósito secundario de carácter panfletario o maniqueo, el cual se encuentra íntimamente ligado con el tema del reciclaje y su importancia. Aunque el inicio de la narración no adentra al lector directamente en este asunto, sí lo introduce por medio de la formulación de un problema: Superman se desploma a causa de la contaminación ambiental.

Luego el escritor plantea una solución: los recicladores, a través de su actividad, contribuyen a contrarrestar dicha problemática; y finalmente, sugiere una validación de esta labor apelando a la argumentación lógica – como si pretendiera persuadir o sugerir una moraleja. De esta forma, la dilatación de ciertas acciones le permite al escritor, más que reelaborar un tema, abordarlo desde una perspectiva manipuladora.

A los niños puede que les interesen las moralejas, pero no les llama la atención la argumentación lógica, sobre todo la demostración rígida que plantea Los Superhéroes; por el contrario, les interesa la desventura del hombre de acero, no solo que los cambios climáticos y la contaminación ambiental deterioren su estado de salud, sino también cómo sortea este inconveniente, qué medicinas – si es que Superman puede consumir medicinas – tiene que adquirir para recuperase, o si no tiene recuperación qué va a hacer de su vida… ¿qué tal que se convierta en un mendigo o en una persona común y corriente, “típica” de los países latinoamericanos a quien le toca todas las mañanas salir a buscar trabajo, con sus respectiva hoja de vida, unas cuantas fotos y otros papeles debajo del brazo? En esta perspectiva, Los Superhéroes aun plantea un destino nada incierto para Superman y quizás no muy atractivo para el público infantil.

Gabriel Bermúdez

Ficha del libro: Niño, Jairo Aníbal. Los superhéroes. Bogotá: Editorial Panamericana, 1997. 72 paginas.

* La presente reseña pretende dar cuenta del texto literario contenido en Los Superhéroes, más no del comic incluido en el libro, el cual corresponde a una transposición elaborada por William Peña Vega y cuyo propósito es hacerlo mas cercano al publico infantil, propiciar diferentes lecturas y potenciar diferentes interpretaciones.

martes, 27 de enero de 2009

“FRYDA” DE YOLANDA REYES

En algunas ocasiones, ciertos lectores han tratado de equiparar la vida de los escritores y escritoras con las historias o personajes de sus obras. Aunque existen casos que corroboran lo anterior, hay otros que ponen de manifiesto un gran abismo entre los artistas y sus creaciones. Cuando esto ultimo se presenta, el papel del escritor adquiere mayor valía, en tanto se desprende de su subjetividad para asumir otra. En este sentido, es pertinente destacar el aporte de Yolanda Reyes a la narrativa infantil colombiana con el cuento “Fryda”, contenido en su libro El terror de sexto B y otras historias de colegio, puesto que en este se constituye en la portavoz de una sensibilidad poco explorada y casi anulada: la sensibilidad infantil.

Pese a que el tema al cual alude “Fryda” ha sido objeto de un sinnúmero de obras literarias, Yolanda Reyes valida su tratamiento por medio de la pertinencia que le otorga, sobre todo cuando lo recrea en una esfera infantil. Este manejo le permite a la escritora construir un mundo verosímil, ajustado a la realidad de un niño; formular una historia propia de una temprana edad en que la explosión de sentimientos incursiona en la vida, y tejer un imaginario acerca del primer amor.

Junto al tratamiento dado al tema, Yolanda Reyes enriquece su narración, asumiendo una mirada desde una perspectiva infantil. Para ello, estructura su relato a partir de la voz de un niño, quien cuenta, tomando como pretexto la monotonía del primer día de clase, una vivencia muy especial: conoció a una niña sueca con la que compartió momentos inolvidables, le enseñó a besar y a sentir el amor. De esta forma, la escritora se introduce –así sea por un momento– en los zapatos de cualquier infante para recrearlos a través de la voz de un personaje, sin llegar someterlos a las rígidas cavilaciones del pensamiento abstracto, es decir, mira el mundo desde los ojos de un niño para poder sentir la maravilla del primer beso, del primer amor.

Como consecuencia de la interiorización del mundo infantil, Yolanda Reyes legitima un personaje “autónomo”. De ahí que le confiera una cualidad inherente a esta condición: la capacidad de creer en la trascendencia del primer amor, de su eterna duración, de su inmutabilidad. Muestra de esto se expresa en el momento en que el personaje principal del relato y Fryda compran unos anillos de carey, con los cuales sellan un trato afirmando: “no quitarnos los anillos hasta el día que volvamos a encontrarnos”. Así la escritora configura un personaje basado en los pensamientos y expectativas de un chiquillo, en sus sentimientos y hasta pesares.

Los pocos elementos que hasta el momento han tejido la urdimbre de “Fryda”, permiten ubicar a Yolanda Reyes como una vocera del universo infantil; mas que de un grupo o clase social –como en alguna ocasión lo afirmó Lucien Goldmann– es la portavoz de las maravillas que se crean y recrean en las tempranas edades de la existencia humana. Es el vehículo mediante el cual el pensamiento de niños y niñas no se extingue con el paso del tiempo.

Ahora, solo basta hacer un acercamiento a “Fryda” para revivir la intensidad de la primera caricia, del primer beso, del primer amor; en últimas, sentir la satisfacción de haber sido un pequeño.

Gabriel Bermúdez

Ficha del libro: Reyes, Yolanda. “Fryda”. En El terror de sexto B y otras historias de colegio. Bogotá: Editorial Santillana, 1995.

jueves, 27 de noviembre de 2008

EL HOMBRE QUE BAJÓ LA LUNA DE CELSO ROMÁN: REIVINDICACIÓN DE UNA DE LAS MÚLTIPLES BONDADES DE LA LITERATURA INFANTIL

La cultura está constituida por múltiples códigos que poco a poco hacen de los sujetos, agentes activos dentro del proceso de integración social instaurado por el contrato semiótico hombre-signo. Teniendo en cuenta esto, el sujeto en su edad infantil no puede catalogarse ingenuo como otrora se creía, pues día tras día está sometido a los mensajes de los productos culturales- entre ellos la literatura- le ofrecen.

Centrándonos en la literatura, en este caso la considerada infantil, vemos que antaño estuvo imbuida de elementos formales y de contenido que tenían como presupuesto por una u otras razones, a un niño lector considerado incauto o incapaz. Dichas publicaciones- con bastante asidero en nuestro país- abusaban del infantilismo y la cursilería en los vocablos, personajes estereotipados, musicalidad explicita en el carácter denotativo del lenguaje, exageración en el recurso de la personificación, moralejas directas y la recurrencia a lugares comunes para contar historias que ya habían sido narradas en el marco de la literatura universal.

Hoy, por respeto a los niños, han aparecido historias que si bien es cierto se incluyen dentro de la literatura infantil, se alejan de las propuestas que servían de vehículo moralizante y didáctico. Claro que esto no implica que la producción de estos tiempos no pueda servir como pretexto para apoyar estrategias didácticas a la hora de desarrollar procesos de enseñanza-aprendizaje de la lengua materna.

Ya lo dice Víctor Montoya en el texto digital "El poder de la fantasía y la Literatura Infantil": “un buen libro de literatura infantil puede ser también una maravilla para los adultos. Es ya hora de refutar la afirmación de que toda literatura infantil es mala o fácil de escribir”. Estas palabras sirven de apoyo para criticar la concepción de quienes piensan en un infante lector incapaz de interpretar obras literarias que incluidas en clasificaciones como el libro rojo, azul, amarillo, etc., cohíben a ese sujeto potencial de disfrutar de los mundos posibles y propuestas ideológicas que en ellas subyacen. Pareciese entonces que la mente se pudiera etiquetar. Sobre el tema reflexionaron Piaget y sobre todo Vigotsky, quienes demostraron las bondades de enfrentar al niño a lecturas complejas y exigentes, como nutriente para el desarrollo psicosocial del lenguaje.

De acuerdo con lo anterior, es pertinente partir de algunos presupuestos relacionados con la noción de literatura infantil “entendida como un genero dentro de la literatura universal que, por estar en primer termino dirigida a los niños, debe tener- además de una gran calidad literaria- exigencias propias, adecuadas a la etapa psicolinguistica de sus lectores naturales”( Venegas, 96)

Lo anterior es expresado por Maria Clemencia Venegas en el documento “Promoción de la lectura” dónde a su vez define algunas de las características de dicha clasificación literaria: “Ésta debe poseer descripciones claras, ágiles y cortas; diálogos frecuentes, acción ininterrumpida, alta dosis de imaginación y humor. A su vez, no debe incurrir en aniñamientos o pobreza creativa e insulsa, empleo de diminutivos o sus antónimos, y ante todo no alentar el didactismo, ya sea de carácter moral, religioso, patriotero o ideologista” (Venegas, 96)

Realizadas las anteriores consideraciones, El hombre que bajó la luna, cala perfectamente a la hora de ser empleada por quienes quieran tener un pretexto para cultivar lectores y a su vez interpretar problemas sociales y hasta científicos que en ésta se plantean. Dicha producción- breve por demás- sugiere de entrada un conflicto central: un villano con las facciones exageradas, como se acostumbra, se aprovecha de la ingenuidad de un pueblo y, bajo las banderas del progreso se apodera de la luna para lucrarse a través de la venta de la misma por pedazos. La trama gana en intensidad al mostrar los dos polos: la astucia y artimañas del villano frente a la ignorancia de los habitantes.

De la misma manera, la novela muestra un narrador que todo lo sabe; presenta cambios espacio-temporales sutiles, jocosas ilustraciones y unas nominalizaciones graciosas de cada actante. En cuanto al empleo del lenguaje, esta producción posee una prosa fresca, enriquecida de figuras literarias comprensibles sin necesidad de recurrir a extraños trucos retóricos: “Ella opuso un poquito de resistencia, como una oveja amarrada que quisiera seguir detrás del redil de estrellas “ (Román, 10).

Pero tras esa bella estantería, se puede apreciar a un Celso Román que lanza una voz de protesta frente a las actitudes monopolistas y autócratas de quienes regulan los recursos naturales. En este caso el rapto de la luna es la materia prima que vehiculiza la denuncia a través del discurso literario.

Así, a medida que la historia muestra la transformación del pueblo, se erige en la narración la figura del poeta y los niños como representación de la sensatez frente a la ceguera de un pueblo que poco a poco se da cuenta de su error y trata de salir del letargo. Entonces, el poeta es ese vocero interminable que incluso es ultrajado por los moradores. “-¡Ah tonto poeta!, ¡Siempre soñando! ¿No oíste acaso que con un pedacito de luna en cada casa vamos a ser el país mas civilizado de la tierra? ¡Vergüenza debería darte por no estar con el progreso!” (Román, 20). Interesante pasaje donde se cuestiona la relación conservación natural- progreso, en este caso un falso ideal desarrollista promulgado por el ladrón de la luna a expensas del pueblo.

En si, esta obra, aparte de las bondades citadas, permite integrar el discurso científico vuelto ficción, con lo literario y lo social, pues por medio de la función poética del lenguaje, la narración otorga - sin frías hipótesis - explicaciones a fenómenos sociales y científicos, como por ejemplo la influencia de la fuerza de atracción de la luna para alterar las mareas.

Con base en lo anterior planteo los siguientes interrogantes: ¿Por qué hablar de literatura infantil como producto inocente, o lo que es peor, de niños incautos e incapaces de leer propuestas como la de Celso Román? ¿Acaso en Los Viajes de Gulliver, solo se aborda el pretexto de los viajes? El reto esta ahí y en este caso la novela lo plantea de una manera excelente.

José Alejandro Cardozo


Estudiante de X Semestre de Licenciatura en Lengua Castellana
Universidad del Tolima

Ficha del libro: Román Campos Celso. El hombre que bajó la luna. Bogotá: PANAMERICANA EDITORIAL, 2001