viernes, 29 de mayo de 2009

LA RESURRECCION DE CORINAYA DE CARLOS GAMBOA: HACIA LA RECONQUISTA DE LO ANTIGUO


Le helaba la nariz un sollozo. Su hijo no tendría hijos. Salpicón hicieron con los machetes a los brujos de las luciérnagas en el cerro de los sordos; sin embargo, de los pedazos de sus cuerpos, de las rasgaduras de sus ropas manchadas de sangre, de sus caras de tecolotes, de sus lenguas en pico seguía saliendo, entera, entera, entera la maldición. El filo de los machetes no pudo hacer pedazos la maldición.

Miguel Ángel Asturias
Hombres de maíz.


Hace algunos días estuve hablando con uno de mis amigos de barrio, también estudiante de literatura, y por esas cosas del alcohol y la buena charla, terminamos discutiendo sobre los pueblos precolombinos, de su cultura y su literatura. Le mostré los ejemplares que poseo sobre el tema y quedó fascinado. Sin embargo, prometió que al día siguiente traería unos poemas que trataban sobre ese mundo místico y mágico y que se hallaban en una antología de poesía colombiana.

Por los bellos, por los verdes países es el nombre de la antología, que curiosamente hace honor a uno de los célebres versos de Aurelio Arturo, de su poema Morada al sur. La compilación de poemas que llamó mi atención se encuentra en la página 297, rotulada con el departamento del Tolima y bajo el nombre de Carlos Arturo Gamboa, profesor de la Universidad del Tolima. Al hombre lo conozco; sé que gusta del café oscuro acompañado de cigarro y que deambula desapercibido por los muchos parques y pasillos de la universidad, siempre despreocupado, cuando no, trabajando en la oficina, en la que uno puede adquirir diferentes ejemplares de crítica, creación y ensayo.

El hecho es que al leer su selección de poemas quedé en silencio, partido por el recuerdo y convencido de que algo que he querido escribir hace tiempo, ya desvelaba la mente de Carlos Gamboa, pues los poemas que se presentan están cargados de un pasado que pide a gritos abandonar el silencio, que añora que cada hombre ésta geografía oiga: "Desde el longevo monte escucho el llamado. / Hijo de tierra, vuelve a la tierra".

Y que lo haga, porque esa es la intención de la voz poética: incentivar el desprecio hacia lo callado, lo extrañamente callado, eso que pocos se atreven a escarbar de sus raíces, porque ya no dan mas que ganas de seguir corrientes, de perderse en redes y aullar sin dinero a espaldas de lo global.

Qué sentido tiene –dirán muchos- revisitar un pasado que apesta a indios viejos y a españoles trasnochados. Gamboa aplica un matiz a sus recuerdos, a su visita a ese pasado misterioso, rico en mitos, leyendas, un pasado puro y alejado de lo falso y lo vago; también recuerdo en sueños un olor a canela fresca ante el cual se detiene el tiempo y curiosea con nariz de nube rota y me enseña y me dice: "Duerme princesa que la babilla medita su embestida / sin saberse presa de la lanza".

En sus poemas, Gamboa juega a mezclar olores, a inhalar naturalezas distintas, de distintos paisajes, a crear colores nuevos derivados de los dioses y los héroes: Queatzacoaltl, Corinaya, Netzahualtcoyoltl, Caupolicán, Calcará y Tabaré; múltiples geografías y pueblos en función de un mismo, un sólo llamado, el gemido de una antigüedad conservada en la memoria de éstas selvas turbias, impenetrables y hermosas, pero fugadas de la conciencia de los que aun las habitamos cegados e indiferentes. Por eso, el poeta llora el desconsuelo como "Agua que resbala en los abismos, refugio de mis dioses: Declaro vencida nuestra estirpe. / Aquí desnudo mi piel quema tus ojos".

Sé que hubo algo más que la coincidencia, que mi amigo y yo estábamos predestinados a retomar esa charla sobre y desde lo antiguo, para que el recuerdo vivo de los dioses y los antepasados encontrara el camino, la hendidura por la cual colarse de nuevo a la conciencia y habitar renovado, con nuevas fuerzas; la escritura, que es con lo único que cuentan, y con la que preguntan sin temor a la respuesta: "¿Hasta cuándo, hombre de barro, aguantará vuestra / deshonra? Tus dioses se avergüenzan en lo alto".

En los poemas subyace el amor por lo pasado y lo remoto, los orígenes vírgenes de la humanidad americana desprovista de avaricia y engaño; pero ese amor se justifica en el señalamiento del olvido, de la traición, con lo que los poemas se tornan melancólicos y agudos en los que: "Llueve tristeza sobre el candente bosque, /Aun ronda entre los montes la barbarie, / disfrazada de cruces inmoladas (…) Un cóndor de cansancio hacia los andes / lleva consigo los restos de una guerra".

La poesía de Gamboa es la invitación a que redescubramos esta tierra, como si fuera recién nacida, y habitemos juntos el pasado antiguo que fulgura en la serpiente amazónica, en el blanco puro de los andes, en el canto de la guacamaya y el gemir del Yacuarìe, en le grito de todos ellos juntos a nuestros oídos:

¡Hijo de tierra, vuelve a la tierra!
Hijo de tierra vuelve…
Hijo de tierra,
Hijo…

OMAR ALEJANDRO GONZÀLEZ.

Ficha del libro: AA.VV. Por los verdes, por los bellos países. Antología de poesía. Bogotá: Ministerio de cultura, 2008.

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