Un libro con muchas notas al pie de página es agobiante: no tiene uno tiempo de detenerse en las ideas que se están desarrollando cuando el autor decide que es el momento de interrumpir el hilo de la línea leída, para volver sobre el final de la página, allí donde espera la referencia. Algunos académicos se relamen con las citas y se sienten orgullosos del saber acumulado, traducido en referencias que ocupan el texto desaforadamente, haciendo gala de un envanecimiento casi secreto. No es raro que pase en el mundo libresco: el consumo de textos es sinónimo de ilustración y esta a la vez lo es de prestancia.
En cambio es sorpresivo encontrar esas referencias al pie de página en las obras literarias: salvo en ediciones comentadas, la prosa, el verso o el diálogo, transcurren sin intermitencias, al ritmo de los ojos y la mente del lector. Cuando me encuentro con algunos de aquellos libros, regularmente de lujo y con certeros comentarios de la obra, no se exactamente qué camino coger.
Por ejemplo, detenerse en las notas al pie de la versión de El quijote de Círculo de Lectores, es enfrentarse a esos saltos que en ocasiones iluminan la obra pero a costa de refrenar el deleite de la ironía y ese tono bufonesco tan refrescante; no se ha arrancado -hacia la quinta palabra del capítulo primero (Mancha), el superíndice coquetea- cuando ya el editor invita llevar la mirada cerca del margen inferior. En el caso de esta edición de la novela de Cervantes, algunas notas son iluminadoras, pero otras apenas aclaran el significado que tenía una palabra en la España del autor; estos últimos son datos semánticos importantes, pero en ocasiones prefiero jugar a omitirlos antes de hacer una parada indeseada en un momento de alta tensión.
He llegado a estas reflexiones a partir de la lectura de una minificción de la escritora Nana Rodríguez, publicada en la antología hecha por el profesor Henry González (las entradas sobre el tema de mis compañeros de Grupo, y un gusto por este género fueron motivadores) Suelo buscar en la minificción el final sorpresivo, que dé un vuelco total al mundo, configurado no solo en las líneas previas, sino en el universo empírico, el que conozco por mis sentidos. De entrada pongo mucha atención en el título y sé que cada una de las partes debe ser leída con atención de cirujano. El cuento dice lo siguiente:
AL PIE DE LA LETRA
Un poeta críptico se hizo famoso porque acostumbraba colocar notas de pie de página a sus poemas.
Con el tiempo, los lectores ansiosos compraban sus libros, para gozar la poesía que brotaba silvestre de sus notas de pie de página.
Pienso que esta pieza tiene su virtud en dos cuestiones básicas: por un lado plantea la oposición entre la poesía hecha con imágenes herméticas y aquella que supone un lenguaje mucho más transparente; por el otro, habla sobre la equivocación de algunos poetas que no se dan cuenta que algunas de sus propias obras, consideradas por ellos marginales, son en realidad las más significativas.
En el primero de los casos, la cuestión ya ha sido tratado por Jorge Luis Borges en Arte poética; su conclusión es que lo importante en poesía no es el hermetismo o la transparencia, sino que, en cualquiera de los casos, aquella nos hable de múltiples mundos, nos exprese la belleza desde la sonoridad de la palabra y la oración que pesan incluso más que el mismo sentido.
En el segundo de los casos, suele suceder que algunos poetas concentran todas sus fuerzas en obras incomunicables, con imágenes que terminan por agotarlos, no solo a ellos como creadores, sino también a sus lectores. Cuando en sus ratos libres, y despojados de las exigencias de su trabajo escritural, se lanzan a la elaboración poética, alcanzan verdaderos niveles de belleza. No siempre es así: aprecio el trabajo disciplinado de escritores como Flaubert y Saramago – aunque me queda más difícil pensar en ejemplos de poetas. Debe ser que precisamente lo que desea expresar la minificción de Nana Rodríguez es que la poesía es un genero más libre –aunque no espontáneo, ni de divagaciones epifánicas- y tal vez mucho menos preparado con antelación que la prosa y el drama.
La autora de Al pie de la letra presenta con ironía esas contradicciones de un poeta que se realiza en sus notas al pie de página, en el momento en que se despoja de las camisas de fuerza de la creación. No ocurre en todos los libros –aunque en ocasiones uno ruega porque algunos poemas y cuentos tengan una larga lista de pie de páginas que los salve- pero en todo caso debemos estar pendientes de ahora en adelante: un talento fugaz puede huir, tímido, detrás de las citas de sus desafortunadas creaciones.
Leonardo Monroy Zuluaga
Ficha del libro: González , Henry. La minificción en Colombia. Colombia: Universidad Pedagógica Nacional, 2002.
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