Los temas literarios - y no es una frase de cliché- han sido siempre los mismos, sin embargo, el avance de las épocas y su desarrollo intelectual, político y tecnológico hacen que se establezcan nuevas maneras de observarlos y analizarlos desde perspectivas estéticas e ideológicas distintas.
Germán Espinosa configura su propio mundo alrededor de los temas clásicos pero los lleva de tal forma que logra transportar al lector hacia un universo en el que cada cosa que es evidente ante sus ojos, resulta ser un retruécano de ingenio desbordado en posicionamientos sobre el arte y sobre el ser humano universal; acontecimientos nimios que se potencian poco a poco y alcanzan la madurez intelectual suficiente para establecer con propiedad una visión de mundo basada en el detalle.
Los cuentos de Los doce infiernos presentan una visión apocalíptica de la cotidianidad, del devenir existencial de individuos que creen que su vida es perfecta hasta que un pequeño fragmento de destino se cruza en sus vidas amenazando el sosiego en el que deambulaban como entes por el mundo, sin pena ni gloria. Estos hechos justifican de entrada la significación del título Los doce infiernos en cuyo seno se revela que el sentido universal del ser humano se rige, como en la teoría del caos, por un pequeño orden de acciones que al ser alteradas desembocan en grandes catástrofes humanas.
El arte, la impotencia sexual, la literatura, la historia y la fantasía son algunos de los temas que configuran el infierno del autor, quien logra manejarlos con tal sutileza que resulta complicado hallarlos entre líneas. Sin embargo, existe un infierno que se hace general, manifiesto en cada uno de los doce cuentos: la memoria.
La colectividad que recuerda las anécdotas de una mujer aislada y extraña, las reminiscencias de un anciano que se niega a abandonar su habitación porque ahí esta su vida y su pasado, las esquelas que un hombre envía a su mujer como anónimo porque evoca infinitas noches en que le ha fallado en lo sexual, el problema intelectual de un escritor frustrado porque sabe que ya todo está escrito y al cual cada línea le lleva irremediablemente a lo que ha leído, y la evocación fantástica de un sueño infinitamente repetido que se revela como un acto material de la conciencia, son algunas de las ingeniosas ideas que bordean la posición ideológica del autor.
Todas estas son manifestaciones de la agudeza y dedicación intelectual que Germán Espinosa ofrece en cada uno de sus cuentos, a lo que se suma el exquisito manejo estético que pulula entre indicios y detalles desencadenados en catástrofes y laberintos en los que el narrador actúa como un testigo que informa, pero nunca opina, que participa en las acciones pero no se ve afectado por los desenlaces, que transporta al lector al pasado y presente como en un juego que encanta y obliga a la relectura para comprender lo sucedido.
Germán Espinosa es un escritor surgido del abismo que García Márquez impuso a los autores de su época, y lo ha hecho con inteligencia, con dedicación, pero sobre todo, con un saber que lo lleva a establecer lazos de unión entre el pasado y el futuro, no sólo de sus personajes sino del individuo contemporáneo y sus antecedentes modernos, del arte clásico y del oficio actual de la escritura: en Los doce infiernos lo reafirma con verdadero ingenio y arte.
Omar alejandro Gonzáles
Ficha del libro: Espinosa, Germán. Los doce infiernos. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1976.
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