lunes, 15 de marzo de 2010

UNA CARTA RUMBO A GALES

Inicialmente “Una carta rumbo a Gales” me recuerda una afirmación que hacía Gabriel García Márquez en el libro titulado Colombia al filo de la Oportunidad: Colombia es un país de grandes contradicciones. Las celebraciones se resuelven en muerte, muchos de quienes están mejor formados terminan haciendo de la nación un guiñapo, varios intelectuales se revuelcan en rencillas intrascendentes o asumen los mismos vicios de los políticos convencionales (con lo que revelan su humanismo de barro).

Digo que el poema de Juan Manuel Roca me recuerda esa expresión de García Márquez porque sus imágenes condensan los contrarios y aunque no se habla explícitamente de Colombia es evidente que su espíritu es aplicable a nuestro país. En especial hay dos versos que resuenan en mí, cuando afirman:

Aquí hay palmeras cantoras
Pero también hay hombres torturados.

Los versos exploran dos extremos: por un lado el de la fiesta, la libertad y el movimiento acompasado de una palmera, el de la paz y el viento refrescante; por el otro, el de décadas de violencia. Es el fresco de los conflictos de un país que no logra encontrar términos medios y parece estar destinado a los desencuentros viscerales pero también a las reconciliaciones desmedidas. Palmeras y hombres torturados acaso definen nuestra contemporaneidad.

Desde el recurso de la carta, en el que sobresale el tono intimista, este poema de Juan Manuel Roca hace una lectura de quienes vivimos a este lado del mar, siempre con la tensión de sentir “Un alfileteo en el cuerpo”, y con la sensación de que salir a la calle es hacer “un largo viaje por la llaga”.

Es una lectura que se envía al mundo, a Gales es cierto, pero también a todos los que están al otro lado del mar, a la Europa desconcertada en muchas ocasiones por nuestras desmesuras. Así mismo es una carta que leemos de este lado con sentimientos encontrados, la leemos bajo el foco del latinoamericano, del lado de la Rayuela de Cortazar, el de la modernidad inconclusa, el de la posmodernidad de golpe. Una carta para quienes estamos habituados a ver crecer “la rabia y las orquídeas por parejo” y para quienes podemos aceptar, con una develada ternura, que las abuelas se hayan partido el espinazo trabajando para parir un país lleno de claroscuros.

La carta está igualmente plagada de múltiples imágenes desde las que se cultiva la polisemia. Si entendemos con el profesor Jorge Larrosa que la imagen es “una revelación que se nos da gratuita e involuntariamente cuando nos retiramos de las personas y de las cosas y nos olvidamos de nosotros mismos” (2007, 271), este poema de Roca puede ser revelador: no sólo de lo que socialmente conocemos, sobre los múltiples desencuentros entre los colombianos, sino de lo que sentimos, de lo que experimentamos frente al fenómeno de la falta de convivencia. Allí donde las imágenes accionan nuestras expectativas sobre el conflicto en el país, están transformando nuestra visión sobre lo que somos en medio de él. La imagen trasciende entonces la mera acción de conocer la realidad colombiana para estacionarse como sedimento en nuestras conciencias.

Con este poema, Roca sugiere su lectura sobre la sociedad colombiana. Si se lee a la luz de la historia de la literatura del país, el poeta continúa la brecha abierta en los poemas publicados, por ejemplo, en una antología titulada La casa sin sosiego: la violencia y los poetas colombianos del siglo XX, compilada por el mismo Juan Manuel Roca. ¿La poesía hablando de la violencia? Acaso otro oxímoron, acaso otra contradicción, pero no por ello un ejercicio necesario para repensarnos en medio de la guerra.

Leonardo Monroy Zuluaga.

Bibliografía:

Larrosa, Jorge. La experiencia de la lectura. México: Fondo de Cultura Económica, 2007 (1996)


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