jueves, 8 de abril de 2010

UNA OPCIÓN: EL SILENCIO DE LAS COSAS PERDIDAS

Particularmente, creería que ha sido pobre el esfuerzo por parte de un sector considerable de docentes orientadores de castellano y literatura en configurar una serie de propuestas atractivas para la lectura y la escritura, capaces de ser planteadas por su gran valor estético y que del mismo modo se erigieran como futuros prospectos en la idea de reformular el viejo canon literario. Veo asimismo que la raíz del problema la fundamenta la nula indagación de expresiones literarias propias y el desinterés por hallar historias que nos conmuevan o que definitivamente nos embarquen en situaciones diferentes.

Y en esta reflexión profesional, quisiera rescatar el valor oculto que está tras los estantes vírgenes de las mismas bibliotecas institucionales y que como ciegos saramagianos –ojalá se me permita el término– estamos deseosos de pasar por alto, promoviendo así nuestra invidencia académica. Pues en este ir y venir me he encontrado con una novela bien interesante. El nombre de por sí, sugiere: El silencio de las cosas perdidas del boyacense Laureano Alba.

Debo confesar que al principio no esperaba llegar tan lejos. La lectura se hacia un tanto lenta, cargada de descripciones a veces inútiles para configurar el espacio / tiempo y la situación por capítulos que provee el texto. Sin embargo, tras recorrer algunos pasajes de la obra pude notar cierta intencionalidad del autor que se expresaba en el interés de plantear las vicisitudes de un niño invidente que persiste en su idea de vivir en normalidad pese a su limitación.

Un extraño caso, o al menos, una propuesta singular, teniendo en cuenta que son pocas las narraciones en nuestra literatura que proponen a un infante como personaje central, invidente y que dentro de las expectativas que fijan la novela desenvuelve un trágico fin. Asimismo, enlaza de manera perfecta, las reflexiones sobre la vida miserable de los personajes, poniéndolas en constante relación con la del protagónico. Este jovencito de nombre Alejandro, presenta su propio mundo imposibilitado por la carencia física más no imaginativa. Si bien, no nace con la ceguera, tras adquirirla asume el trauma de llevar una normatividad fuera de su alcance. Así es que comienza su periplo que lo lleva a conocer su medio crudo y desesperanzador.

Este tipo de mundo, representado en un entorno dantesco, posibilita la recreación de algunas situaciones enternecedoras y de personajes sacados de los más recónditos parajes de la capital de la República. Almas errantes que no tienen cabida en la sociedad convencional y que purgan sus pecados en la zona infernal del deprimente espacio citadino olvidado.

Ahora, la pregunta que subyace en este punto es saber si en verdad esta novela puede ser atractiva para los estudiantes. Considero que sí, porque en ella se encierra una diversidad de mundos y voces que hacen ampliar el espectro de la narración, contribuyendo con esto a la toma de posición y al reconocimiento por parte del educando sobre la sociedad colombiana. La novela no escatima esfuerzos para dar algunas caracterizaciones del entorno.

Además plantea un conflicto interno del personaje principal, Alejandro, que quizá suele ser identificado en los jóvenes de hoy: el primer amor y la obtención de la felicidad temprana. Claro está que el impacto del juvenil lector será considerable cuando determine las consecuencias nefastas que bordea la obra en el final, emparentadas con el suicidio del romántico Alejandro.

Con esto, no veo reparos en postular la lectura de El silencio de las cosas perdidas. Me parece un buen referente para empezar a acercar a los jóvenes a un tipo de relatos que salen de las convencionales propuestas light que arropan algunas piezas de nuestra producción nacional. Además configura una verdadera opción para la lectura, en tanto ella no lleva, como cabría esperarse para mayor gancho comercial, el dudoso rotulo de “literatura infantil y/o juvenil”.

Juan Carrillo Aranzalez
Juanelcaibg@gmail.com

Ficha del libro: ALBA, Laureano. El silencio de las cosas perdidas. Ibagué. Pijao Editores. 2008. 105 p.
[Hace parte de la colección 50 NOVELAS COLOMBIANAS Y UNA PINTADA]

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