domingo, 18 de abril de 2010

UNA VÁLVULA DE ESCAPE QUE OXIGENA LA POESÍA COLOMBIANA

En una entrevista realizada por Universia a Jota Mario Arbeláez en el marco de la Feria del Libro de Bogotá en el año 2008, respondiendo a la pregunta de cómo veía el panorama actual de la poesía colombiana, el poeta afirmó que “…la única novedad que ha existido en los últimos cincuenta años ha sido el Nadaísmo” y puntualizó “…estamos cumpliendo 50 años, y sin embargo seguimos siendo como una válvula de escape que oxigena la poesía colombiana”.

Sin duda alguna, esta respuesta tiene tanto de controversial como de sensata. Tal vez, sí han surgido propuestas novedosas en Colombia durante los últimos años pero de manera aislada e individual, prueba de ello son Andrés Caicedo, Efraím Medina o Fernando Vallejo. Al respecto Arbeláez explica “…lo que pasa es que no han surgido nuevos movimientos de verdad. Ningún movimiento ha sido capaz de sacar al Nadaísmo del ring como nosotros hicimos con nuestros antecesores”.


Cierta o no esta afirmación, el Nadaísmo se ha caracterizado por ser un movimiento que representa la rebeldía y la juventud dentro de nuestra tradición literaria. Y si algo es palpable, es el hecho de que la Colombia ante la cual se levantaron, con sus ansias de cambio y sus versos de escándalo, sigue flamante blandiendo su espíritu de sedentarismo e hipocresía.


Esto explicaría por qué uno al leer los poemas de Jota Mario Arbeláez, lo siente tan joven, tan contemporáneo, encontrando en cada uno de sus versos un discurrir de novedad que se niega a perecer, pues estos siguen desatando las reacciones propias de una poesía anárquica que apunta con sus dardos incansables de irreverencia a los lugares más sensibles de una sociedad conservadora.

Vulva

Henos por fin en el lugar de los hechos.
Púrpura y arremolinada como Maiacovski,
allí también la anatomía se ha vuelto loca.
Surco bestial
y creador de enervamiento.
la estalactita canta durante la noche
restregada por mi pata de grillo.
Y más adentro sensaciones: calor,
óxido húmedo,
rasguño.
rozadura,
pequeños aletazos.
Y el olor de oro de mar
en la nevera.

El cuerpo de ella (poema orgánico) publicado en 1991, es un libro que expresa muy bien dichas bondades. A su encuentro, el lector no solo participa de una alta muestra de originalidad que se escapa de los lugares comunes de nuestra poesía, sino que también, huye de los protocolos, los prejuicios, los tabús y de toda clase de tradicionalismos ortodoxos, para brindarnos múltiples desfogues de erotismo y liberación sexual expresados en un lenguaje fresco, descomplicado, desprovisto de convencionalismos estéticos.

Culo

Complemento genial.
Urano reducido al ojo erótico.
Lujoso lulo para la lujuria.
Oscura inclinación.
Territorio extensísimo:
moneda
de a centavo de cobre,
paraíso,
sumersión de gaviotas extraviadas.
En ella se dilata y está vivo,
violento y vivo y dúctil y agresivo

Inicialmente este libro de versos orgánicos como lo señala su subtítulo, nos sorprende con un epígrafe de Henry Miller, en el cual, se habla de la revisión del cuerpo de una mujer parte por parte. Se puede decir, entonces, que el libro en su conjunto es un experimento que se desprende de esta idea y la lleva a su límite. El poeta recrea en sus versos el cuerpo de una bella mujer que posó como modelo una tarde en su estudio.

Nalgas

Nalgas de par en par
o pergaminos
para leer antiguos
reclinados
como en las neronianas bacanales.
Burbujas que el amor
Infla
en sus ratos más ociosos y gratos.
Cojinetes
de mejillas
y abiertas para el ósculo
del labio y de la lengua enardecida.

Después de un poema inicial titulado “El cuerpo de ella” el cual aclara la situación de la mujer que llega, se quita la ropa y posa para el poeta que se dispone a transmutar el cuerpo de la joven en papel y reproducirlo para que el público lo pueda acariciar, llega el examen minucioso de las partes: ojos, cabellos, nariz, orejas, dientes, lengua, senos, manos, cuello, nuca, uñas, vulva, culo, son los títulos de los poemas que retratan el cuerpo de la chica con algo de mordacidad y humor.

Uñas

No se si describirlas es sus dedos
O en mis brazos y espalda.
Siempre rojas.
Unas veces de esmalte,
Otras veces de sangre.
Aliadas ferocísimas del diente
Taladrador contra mi labio inerme.
Las de los pies son casi microscópicas.
Las de las manos armas peligrosas
Que el estado de sitio no prohíbe.
Soy un piojo del miedo
Que les tengo.

“He terminado, el libro, Dina. Puedes vestirte” es la frase que cierra el ciclo de las partes, luego viene otra que asegura: “el cuerpo de este poema se compuso en Cali la tarde de jueves santo y primeras horas del viernes del 61”. Finalmente lo que sella las páginas de este libro es una jocosa nota posmorten donde se asegura que la mujer “se acabó primero que la ropa que se quitó”.

Manos
Me gusta más la izquierda,
la del reloj,
la de la argolla de oro.
La otra mano es más blanca
y más directa. Como que está más cerca de sus actos.
Me he fijado en las líneas de la suerte
y en cada una el trazo es diferente.
Por lo poco que sé de quiromancia
adivino que es frágil, enfermiza,
con un tic de maldad.
En lo que toca
deja huellas de polen. O de polvo
para ser menos líricos.
Para ser más concisos, periodísticos.
Describiré sus manos dedo a dedo
pero en otra ocasión.

Ahora bien, no estoy seguro si todo lo que afirmó el poeta en aquella ocasión es completamente cierto, pero de lo que si estoy convencido, es que ejemplos de iniciativa y originalidad como este son escasos en el marco de nuestra poesía y nuestra sociedad. Por tal razón, el presente texto más que una reseña, es una calida invitación a revisar dicha literatura, a menudo marginada por su carácter contracultural y nihilista. Quizá el nadaísmo sí sea esa válvula de escape que oxigena nuestras letras; o si no juzguen ustedes.


Damián Guayara


En línea: http://www.ellibrototal.com/ltotal/nuevo_inicio.jsp?t_item=2&id_item=193

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