miércoles, 4 de febrero de 2009

CRÍTICA LITERARIA COLOMBIANA: ENTRE LA NECEDAD Y LOS INTERESES CREADOS

Mientras revisaba unos vetustos documentos apareció, cual ofrecimiento, una raída revista que pertenecía al Magazín Dominical del periódico El Espectador. Del columnista- soy sincero- no tenía dato alguno. Pero al ir avanzando por aquellas líneas noté que el tema de su ensayo versaba acerca del papel que han desempeñado y desempeñan los llamados críticos literarios en nuestro país.

Carlos Sánchez Lozano, ensayista, colaborador de varios periódicos y docente universitario, es el responsable de dicha publicación. Escrito que desde su primer índice- el título- puede caracterizar lo que muchos comparten frente a la manera en que se aborda la producción literaria en Colombia: Entre la necedad y los intereses creados.

Según el columnista, la necedad alude al estrecho horizonte de la llamada crítica erudita en cuanto esta realiza una lectura de la obra sin tener en cuenta la tradición histórica, los contextos de aparición, y los enfoques teórico-metodológicos que marcaron época, frente al auge de teorías que representan un arribismo académico y un apego a las modas.

En cuanto a los intereses creados, dicho ensayo guarda relación intertextual con un reciente texto publicado por el profesor Leonardo Monroy en éste mismo medio de divulgación. Me refiero a aquel titulado Jaramillo Zuluaga: crítico Literario. Pues en algunas líneas, el profesor Monroy destaca el valioso aporte del fenecido maestro, el poco espacio y capacidad de trascendencia de la crítica literaria en el país, y algo que comulga con el texto de Sánchez Lozano en cuanto que la crítica en Colombia ha estado imbuida de el elogio gratuito, el sentido común y las lecturas que se abordan desde la emoción más que desde el rigor académico, la neutralidad y la sistematicidad que dicho ejercicio exige.

Pero retomemos el texto de Lozano para desglosar a grandes rasgos su macroestructura textual y algunos de sus planteamientos que transitan entre dicha necedad e intereses creados. Repito que de este autor no tenía conocimiento alguno.

El contexto de aparición del texto data de 1999, pero parece que la situación que describe el autor no hubiese variado. ¿O acaso es fiel reflejo del letargo y la esterilidad mental que poco a poco van promoviendo los medios masivos de comunicación para castrar la posibilidad de reflexión y crítica desde cualquier ángulo? Pareciera que sí en la medida que los autores que Carlos Sánchez cita en su texto continúan – con merecimiento o no- dando de qué hablar en el ámbito literario nacional.

Sin más preámbulo destaco los siguientes aspectos inmersos en la silueta textual del mencionado ensayo: seis tópicos trata el ensayista, los cuales transitan a partir de una introducción donde plantea el problema a tratar, subrayando que no pretende definir qué es la crítica literaria en Colombia, ni quiénes la ejercen, sino demostrar mediante argumentos por ejemplificación y autoridad, los aciertos y desatinos que ésta produce.

En segundo lugar- y es motivo de valoración afirmativa de mi parte- el columnista me remite a los polémicos libelos de Vargas Vila y a los pulcros conceptos de Gutiérrez Girardot, guardando eso sí las proporciones del caso, en la medida que Sánchez Lozano critica hechos verificables que el paso del tiempo se ha encargado de aprobar.
Ahora, en cuanto a los desatinos, éstos empiezan cuando se sugiere el papel culturalmente nefasto que ha desempeñado Gabriel García Márquez en los últimos años para la literatura nacional. Lozano le tilda de “star mediático”, lobbysta político y objeta el hecho de que la crítica le siga considerando un gurú.

Pero por encima de esto, pone el dedo en la llaga frente al papel desempeñado por los grupos editoriales y los medios de comunicación, quienes subyugan la calidad literaria al marketing. El autor nos presenta también algunas de las características de la crítica literaria como son: el caer en lugares comunes, las etiquetas maquilladas, la irregularidad, el bucolismo y el “si me lees te leo”.

En cuarto lugar, no escapa de sus reflexiones el papel que desempeñan los docentes de literatura de las Universidades, quienes según él, se dejan influenciar por el auge de teorías posmodernas en lugar de ahondar en el estudio de los críticos literarios tradicionales como Gutiérrez Girardot, Ángel Rama, Alfonso Reyes, por citar algunos. Lo anterior conduce a un analfabetismo literario, e inercia productiva en los estudiantes que están bajo la orientación de los docentes.

Tras lo anterior, considero pertinente valorar en las aulas de clase o los contextos académicos de discusión- alejados al máximo de prejuicios, parcialidades y retribuciones a favores- estos textos que sobreviven a la inmediatez, espectacularidad y la fugacidad presentes en la red virtual, que sirven como complemento a las lecturas que el mismo Sánchez Lozano recomienda o desdeña en su escrito. Dichas prácticas pueden contribuir a superar esos estrechos márgenes que en ocasiones se tienen a la hora de someter a consideración la producción literaria, ya sea con fines personales o académicos. Asimismo, el análisis de textos contestatarios, anti-institucionales por así llamarlos, puede ayudar a reconsiderar nuestros esquemas de interpretación y valoración a la hora de proponer un canon literario que no niegue la tradición pero que tampoco la sobrevalore de acuerdo con las modas o la imposición de lo que opinan los demás.

A modo de cierre, Sánchez Lozano deja abiertos los siguientes interrogantes: ¿Por qué se sigue, descaradamente, valorando al nadaísmo como una vanguardia en Colombia, cuando es un mero happening consecuente con el frente Nacional de Lleras Camargo y Laureano Gómez? ¿Quién le aclarará a la señora Carranza, de una vez por todas, que la poesía no tiene que ver con la lagartería?

Apreciados lectores: algunos compartirán dichas aseveraciones; otros pondrán el grito en el cielo; pero de eso se trata, por ahí se puede empezar para ampliar un poco más nuestros marcos de interpretación del fenómeno literario y la realidad social del país. Marcos que se alejen de las lecturas impresionistas, aberrantes, y que destierren de las aulas de formación o las charlas entre tinto y cigarrillo, expresiones como: “A mí me gustó esa obra porque la carátula es muy chévere… Ese escritor está de moda… o, en x librería están ofreciendo dos libros por el precio de uno…”

Alejandro Cardozo

Ficha del libro: Carlos Sánchez Lozano, Entre la necedad y los intereses creados, En: Puntos de fuga, MAGAZIN DOMINICAL, El Espectador, Bogotá, 2 de Mayo de 1999.

1 comentario:

  1. que el ensayista tiene razón en muchos puntos, hoy vemos a mucha gente que lee solo a los libros que salen de las telenovelas o que tienen más publicidad y la literatura ha degenerado hasta el punto de llegar a hacerse comercial y su valor artístico se ha ido perdiendo con el tiempo

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