sábado, 6 de diciembre de 2008

LA MULTITUD ERRANTE: EL DESPLAZADO EN EL FOCO

El compromiso del arte con los temas actuales de una nación será siempre un tema espinoso: algunos rechazan la posibilidad de que una obra explore cuestiones muy recientes de la experiencia colectiva con el argumento de que está primando el oportunismo comercial o político; otros por el contrario se indisponen si el arte evade esas realidades y recala en una suerte de escapismo – lo denominan – neutral y acaso indignante, porque no revela las condiciones reales de una humanidad pauperizada. El artista está en todo su derecho de elegir sus fuentes de creación pero acaso siempre estará sometido a presiones de este tipo.

Considero que en Colombia esta discusión sobre lo actual introducido en la literatura, se animó con la violencia bipartidista, cuando el tema de la barbarie se impuso en la narrativa del país con no muy buenos resultados. Un apasionamiento de nuevos creadores envueltos en el conflicto, el poco distanciamiento frente a la disputa política y la impericia de prosistas nacidos de repente, llenó las páginas de las novelas y los cuentos de la época, de vicios por todos conocidos: crudismo, maniqueísmo, truculencia, afán de denuncia, sometimiento de la palabra estética al hecho sociológico. De esa etapa quedan unas cuantas obras de valor y muchas líneas perdidas, pero además se ha remozado una lección para quienes deseen narrar el conflicto contemporáneo: la clave sigue estando en el tratamiento del conflicto y en el lenguaje utilizado para reelaborar ese tema contemporáneo.

El problema de la violencia bipartidista ha cedido su espacio a otro tipo de violencia, concentrada ahora en la disputa entre paramilitares, guerrilla y fuerzas militares, que tienen el narcotráfico como fondo común. Un tipo de literatura citadina que retoma esas fuentes, se encuentra en la denominada novela de sicarios muy en boga en espacios como Medellín y Bogotá. La experiencia del narcotráfico y la violencia que genera por vía de diferentes grupos armados, se recrea en obras como La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo o Rosario Tijeras de Jorge Franco; en ellas el criminal se convierte en el protagonista de los hechos.

Por su parte, el conflicto armado contemporáneo que se desarrolla en el campo se ha explorado en novelas como Los ejércitos de Evelio José Rosero Diago y La multitud errante de Laura Restrepo y en los cuentos Los sin nombre de Jorge Eliécer Pardo y Safari de Libardo Vargas Celemín, para citar solo algunos. El foco de atención de estas obras cuyo desarrollo se da con preferencia en el campo, es múltiple: el anciano inerme que ve cómo su pueblo es devastado por el conflicto, el desplazado y sus demonios, las familias esperando los cuerpos sin vida en las orillas de un río o el militar enloquecido por un error que le cuesta la vida a niños indefensos.

Quisiera centrar aquí mi mirada en La multitud errante, de Laura Restrepo, novela publicada en 2001. La obra trata de una extranjera que participa en brigadas que ayudan a desplazados colombianos; la mujer – narradora y receptora de múltiples incertidumbres - conoce a Siete por tres, uno de los desposeídos, quien porta ese sobrenombre por tener veintiún dedos, uno más de lo normal en el pie derecho. Mientras en la brigadista crece el amor por el nuevo errante que llega al albergue, Siete por tres continúa en la búsqueda de Matilde Lina, una mujer que lo atendió en su infancia y que fue desaparecida por las fuerzas en conflicto.

En el prólogo la autora recuerda la obra de Alfredo Molano como referente inmediato, y de paso da pistas sobre los objetivos de la narración: “como creo que la escritura es un oficio en buena medida colectivo y que cada voz individual debe buscar su entronque generacional, he querido que este libro sea un puente entre los míos y los de Alfredo Molano, también él colombiano, cincuentón, testigo de las mismas guerras y cronista de similares bregas” (11) Esta confesión de influencias es más un llamado a descubrir las diferencias que a señalar similitudes, porque estas últimas son obvias: la recreación de la vida de los desplazados y los desaparecidos, una población olvidada que sobrelleva los dolores de la guerra y de la indiferencia. En efecto, en los libros de Molano desfilan desplazados, bandoleros, guerrilleros, criminales en las cárceles, en una prosa que en ocasiones, por más que se aliviane con uno que otro recurso narrativo, sigue siendo cruda. Laura Restrepo toma un camino diferente para revelar esa realidad nacional.

Primero, hay una intención explícita en La multitud errante por presentar los eventos desde una prosa salpicada de metáforas que tamicen la realidad de la violencia: para evitar amarillismos y truculencias, el lenguaje llama la atención sobre él mismo, dentro de los límites que el perfil de la narradora lo permite. Así, más allá del episodio de la desaparición de Matilde Lina, de las múltiples historias aterradoras de los desplazados, del asedio al albergue por parte de las fuerzas en conflicto, persiste la intención de lograr que el lector se detenga en la misma composición de la obra.


Es un desplazamiento de la narración y descripción fiel de hechos descarnados que se consigue también con el desarrollo de un conflicto central dentro de la novela, que es el florecimiento del amor de la brigadista extranjera en la figura de Siete por Tres. Este desplazamiento es fundamental para el equilibrio de la obra porque aunque el conflicto real, el de la violencia colombiana ejercida sobre un campesinado inerme, se mantiene en el trasfondo, lo que sostiene la atracción en la novela es realmente el enredo amoroso y el tratamiento del lenguaje.

Bajo esta estrategia se logra un doble efecto en el lector: por un lado, el de la constante reflexión sobre la vida de millones de compatriotas, la multitud errante que por momentos se estaciona en los semáforos, o en las calles con carteles que anuncian su situación, y para los cuales no parece haber un espacio donde echar raíces. La vida de Siete por Tres, arrancado de su tierra, sometido a empleos variados, y con la mente puesta en un familiar desaparecido, es un ejemplo de esa parte de la población colombiana descastada a la fuerza; por otro, la relación que se va tejiendo entre la brigadista y el desplazado invita a profundizar en las disyuntivas de una mujer que recibe y comparte las historias, no solo de Siete por tres, sino de quienes lo han conocido antes. En ese orden de ideas, la sensibilización frente a problemas fundamentales del ser humano y la sociedad- la solidaridad, el dolor, la desesperanza, el amor – es uno de los fuertes de esta obra de Laura Restrepo.

Sin embargo, en ocasiones el ejercicio narrativo parece deslucirse un poco: una tendencia incómoda a desarrollar - esporádicamente, es verdad – diálogos en los que se filtran las consideraciones de la autora y no de los personajes, como cuando Siete por Tres dice con gravedad inusitada “La muerte tiene una hermana, más taimada y perseverante, que se llama Agonía” (50), atenta contra el pacto ficcional entre la obra y el lector. En la misma línea existe un hecho poco verosímil, una posible captura de Siete por Tres, quien se salva porque en búsqueda de sus seis dedos, un militar le hace quitar la bota derecha, y el protagonista, en un arranque de sagacidad que increíblemente confunde al soldado, se quita la izquierda. En los dos casos, la inmersión en la ficción que se había logrado por arte del lenguaje, tiende a desaparecer.

Pero acaso lo más polémico de la novela es el final: la sugerencia de que se alcanza la felicidad en la relación que mantienen el desplazado y la brigadista. Para quienes están acostumbrados a la novela moderna, en la que los personajes nunca se reconcilian con el mundo ni con los seres humanos, esa conclusión es todo un reto de lectura. Pero aun por fuera de consideraciones estrictamente literarias, para muchos, esa felicidad podrá verse como un acto de fe que la escritora tiene frente a la posibilidad de la resolución del conflicto interno del país, porque para la multitud errante, esos compatriotas parias, los desplazados, no parece haber un futuro tan enternecedor.

La escritura de un tema actual en Colombia – el de la violencia colombiana entre paramilitares, guerrilla y Estado – tiene entonces en La multitud errante una elaboración estética con más aciertos que defectos y un final que se valora de acuerdo con las expectativas de los lectores: o es desbordadamente ingenuo (acaso dulzón), o muy esperanzador.

Leonardo Monroy Zuluaga

Ficha del Libro: Restrepo, Laura. La multitud errante. Bogotá: Editorial planeta, 2001

1 comentario:

  1. Muy buen libro. ¿Alguna idea de cuentos con temática de desplazamiento forzado?

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