miércoles, 5 de noviembre de 2008

LA ESCRITURA EN EL JARDIN DE LAS WEISSMAN DE JORGE ELIECER PARDO

Si se tiene como referente la obra Río y Pampa, la narrativa del Tolima de mitad de siglo XX se inclina por el descubrimiento de la región a partir de sus marcas lingüísticas y el resaltamiento de su geografía en un intento por mostrar cierta pertenencia y rasgos de identidad regional. En estos primeros intentos se revela no sólo la carencia de experimentos con el lenguaje, sino que también, aunque hay indicios de poeticidad, una escasez de búsqueda de nuevos sentidos y simbologías, de un lenguaje elaborado y metafórico que haga de los espacios algo que vaya más allá de la geografía y se vincule directamente a la construcción de los rasgos del personaje, ya sea para influir en su construcción psicológica o social.

Como muchas tradiciones regionales, la novela del Tolima tuvo como referente inicial este tipo de escritura inclinada al regionalismo, sin embargo, la aparición de Cien años de soledad y el ímpetu con el que logró ganarse un espacio a escala mundial, generó no sólo en el Tolima sino en el país, un nuevo aire de novedad a la hora de plantear la escritura literaria. Como es sabido, la escritura poética tuvo un gran acogimiento en le departamento del Tolima y la mayoría de escritores se inclinaron por este género, lo que trajo consigo que la narrativa se olvidara un poco y que la escasez de producción se hiciera evidente. Sin embargo, el fenómeno de la violencia, especialmente en las décadas del sesenta y setenta, dio un nuevo aire a la literatura del Tolima y apareció de nuevo la necesidad de contar los efectos y las problemáticas que este fenómeno traía para la región.

En 1976, con el precedente de la novela de Gabriel García Márquez aparece El jardín de las Weissmann de Jorge Eliécer Pardo; una novela que centra su atención en la violencia desde un punto de vista alusivo. La novela relata la violencia a partir de su contrario, el amor, la paz, la tranquilidad; todo desde la llegada de las Weissman, las nuevas visitantes alemanas, a un pueblo que está en crisis.

Es importante observar en primer lugar los paratextos como marcas que pueden, y de hecho contribuyen, a la construcción de sentidos: el título de la novela supone un paraíso en el que la belleza se encarna en la figura de la mujer y de las flores como una misma cosa. En El Jardín de las Weissmann la poeticidad se sugiere desde el título, y puede parecer obsoleto, pero su simplicidad obliga a buscar múltiples sentidos, entre los que se vislumbran el erotismo y la belleza de la mujer y de la naturaleza.

Si bien la novela se enmarca en un momento histórico que no se aleja demasiado del que relatan las obras anteriores a ella, si tiene otros factores que influyen en que su concepción se tenga que ampliar; Cien años de soledad y su boom en la literatura latinoamericana hace que cualquier intento de escritura se opaque de inmediato, así que la exigencia para una nueva novela era en verdad seria. Jorge Eliécer Pardo ofrece en El jardín una narrativa que se adecua a esa exigencia y plantea elementos escritúrales bastante interesantes.

La modernidad en materia de narrativa quiso adecuarse a las entrantes crisis del cambio, así que la concepción de la escritura se aventuró en la búsqueda de nuevos elementos que hicieran de ella algo más que palabras directas y evidentes, y derivó paulatinamente en grafías con matices de poeticidad, intelectuliasmo y reflexión. La novela de Jorge Eliécer Pardo se apodera de ese discurso de la modernidad y también se aventura en el juego de los cambios y las propuestas innovadoras, de modo que su narrativa trae consigo un juego poético que ofrece al lector aires de metáfora en la narración, haciendo que disfrute de su lectura al tiempo que evalúa la forma de ver la violencia colombiana mas allá del rictus sanguinario.

En esta novela el lenguaje se hace protagonista como recreador de escenas contrapuestas entre la ternura y la barbarie y actúa como un elíxir que regula los sentimientos de sus personajes a medida que avanza en la búsqueda de la representación de una época difícil y de amplias contradicciones políticas. Mostrar el conflicto y su opuesto es una labor que sólo es posible mediante el manejo del lenguaje, que tiene que jugar como mediador y que requiere de una delicadeza y sutileza por parte del autor, pues de otra forma el cambio de discurso podría mostrarse maniqueo y mal intencionado.

Jorge Eliecer Pardo consigue con su narrativa el equilibrio necesario para que la novela transcurra con moderación y acentúe su propuesta, y lo consigue empleando el carácter contradictorio de la modernidad al vincular dos discursos que se contraponen pero que en últimas se complementan para dar un sentido profundo e ideológicamente fundamentado sobre la violencia Colombiana.

Otra de las características de la modernidad narrativa que se puede encontrar en esta novela tiene que ver con la experimentación de nuevas técnicas de escritura, la contradicción de voces, como ya lo hemos visto, pertenece a esta experimentación. Sin embargo, hay otra marca de novedad y resulta ser la inclusión de monólogos del personaje, elementos que se hallan marcados por un cambio en la tipografía (cursiva) y que abren otro plano de interpretación y sentido a los discursos de los personajes, en especial al de Gloria Weissmann y su amor por Ramón Rodríguez.

Las escenas en las que se encuentran estos dos personajes para fortalecer su vínculo amoroso están cargadas de poeticidad y juegos de monólogos. Su aparición en la novela hace que haya un rompimiento severo pero que gusta a los ojos del lector, y lo vincula al desfogue de amor y sentimiento de ternura que invade varias paginas de la novela, de tal forma que cuando regresa de nuevo a los apartados generales, siente el cambio y desea avanzar para encontrase de nuevo con otra manifestación directa del lenguaje poético.

“Se que es la ultima noche que tendré tu cuerpo pesado sobre mi. Sé que te irás para siempre cuando la noche regrese y que me avisarán en cualquier minuto que estás muerto, colgando de un helicóptero o llenando un hueco en la montaña. Por eso debo retenerte aquí en mi habitación. Debo estar entre los árboles, has dicho, pero para mí vales más, cerca de mis cobijas, junto a mis soledades. No re marches Ramón porque te llevarás la mala bendición de la única que te amó y te ama. Eso. Yo te cuidaré todos los días y las noches y no tendrás que hacer nada, solamente permanecer junto a mis horas entre el aroma de las flores que cultivé para ti desde cuando eras un muchacho… Nadie quiso preguntar a Gloria Weissmann el por qué amontonaba las rosas rojas sobre la mesa de costura, creyeron que se iría en cualquier momento hasta la tumba común a llevarlas entre lágrimas.” Pág. 81.

El anterior fragmento nos permite ver cómo el autor goza de perfecta sutileza para confrontar las dos voces contrapuestas: la poética por un lado, acudiendo a los pensamientos de Gloria y la ternura de su amor fallido, y la certera voz de la violencia manifestada en la posible muerte de Ramón colgando de un helicóptero o tapando un hueco; además, concluye el pensamiento poético y de inmediato inicia la narración con un hecho de realidad cruda: la aparición de la tumba común como perfecta alegoría de la carencia de identidad de los miles de muertos de la violencia.

Podemos observar en detalle que realmente existen unas marcas bajo las que se desea resaltar un discurso en particular, articulado con otro , con lo que se pone de manifiesto la intención del autor como un perfecto conocedor y crítico de su entorno socio-cultural, de dar a conocer y develar la historia violenta de un país y de configurar las visiones de mundo que subyacen en medio de la barbarie y el amor desbordado. Se afirma de esta manera lo que propuso Rafael Gutiérrez Girardot cuando habló del intelectual, en especial el literato, como un individuo capacitado para asumir la defensa de las manifestaciones sociales sin ningún prejuicio y sin impedimento, siempre que estas fueran manejadas desde otros ámbitos diferentes a la representación real sin ningún contenido.

Otra rasgo interesante dentro de la novela está en la esfera de la presentación de las acciones, pues si bien durante buena parte de la novela el autor recurre a la linealidad, en un momento determinado se devuelve en el tiempo empleando un recuerdo lejano de los antepasados de las Weissmann en la Alemania de las guerras, elemento que hace que la narración adquiera un nuevo ritmo de lectura y se haga lento en el avance de las acciones, pero que a su vez construye nuevos significados simbólicos para la interpretación de la novela en general.

Con estos artificios El jardín de las Weissmann abrió una luz en materia de narrativa poética en la literatura del Tolima y se constituyó en una nueva forma de abordar los temas de interés general a partir de historias alternas que se nutren significativamente del fenómeno de la violencia. Ella alimenta la historia de un amor tierno, y sus efectos terminan afectando de manera directa el devenir de los personajes y de sus relaciones.

Omar Gonzáles

Ficha del Libro: Pardo, Jorge Eliécer. El Jardín de las Weissmann.

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