martes, 11 de agosto de 2009

LECCIONES DE MORAL PUBLICA: ESPEJISMOS DE JOSÉ ALONSO MARTÍNEZ

El número 72 de la colección de Pijao editores corresponde a la novela Espejismos (1990) de José Alonso Martínez. Como se interpreta del currículo presentado en el final de la obra, su autor, nacido en el Tolima, ha sido profesor de gramática española y literatura hispanoamericana en varias instituciones de los Estados Unidos y aparte de Espejismos no ha desarrollado una prosa de creación ficcional adicional.

La novela narra la vida de Dolores y su esposo, dos humildes campesinos que ante su situación de pobreza deciden aceptar las propuestas hechas por Antonio e involucrarse en el negocio del narcotráfico. La pareja accede inicialmente a cultivar cocaína en su finca y de las regalías que recogen acumulan el capital suficiente para desplazarse a la ciudad y vivir de manera más cómoda.

Paulatinamente se acostumbran a la vida citadina, tanto que cuando deben regresar a revisar los cultivos, reniegan de su condición de campesinos y vuelven rápidamente a su nuevo destino. Cuando el negocio se torna más pesado, la opción que les plantea Antonio es la de ir como mulas a El País de las Maravillas – una alusión directa a los Estados Unidos -; después de algunas discusiones, Dolores decide seguir ese paso que inicialmente es tomado por su esposo y entre ambos realizan varios viajes a Nueva York.

En una de esas travesías son arrestados por la policía de estados Unidos y ambos comienzan un ejercicio de reflexión sobre lo que les ha pasado. En especial Dolores se duele de tener que dejar a dos de sus hijos con uno de sus hermanos, personaje que a pesar de los esfuerzos hechos no puede evitar que el joven caiga en las drogas y la niña en la prostitución. Finalmente, Dolores quien es condenada a 18 años de prisión.
Si bien las acciones de la obra son presentadas en esta reseña de manera organizada, la lectura de Espejismos revela la intencionalidad del autor por jugar con la organización cronológica de las acciones, con base en soliloquios y diálogos realizados por diferentes personajes en momentos diversos de su historia personal.

Dolores por ejemplo, quien parece ser la personaje principal, confinada en una cárcel norteamericana revisa aleatoriamente algunos de las aventuras de su vida, de tal suerte que su existencia se presenta como un rompecabezas que el lector debe reorganizar.

Con esta multiplicidad de tiempos y de narradores, y este constante llamado a la atención lectora, la novela parece inscribirse en el universo de las experimentaciones narrativas de escritores como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Julio Cortazar, quienes hacia la década de los 60 y 70 recogían las enseñanzas del modernismo europeo y norteamericano.

Así, en una primera mirada de la novela Espejismos, que sólo abordara los mecanismos de construcción, se tendría que hacer referencia a gestos modernos que aunque un poco tardíos, pretenden continuar la tradición de las experimentaciones de los maestros latinoamericanos.

Pero acaso lo que llame más la atención de la novela es que, entreverado en esta narración dislocada y múltiple aparece el narcotráfico como el tema principal. Es el negocio de las mulas lo que lleva tanto a Dolores como a su esposo al espejismo del dinero fácil, a sus hijos a perderse y a los pobladores de su pueblo de origen a estigmatizarlos.

En el programa narrativo de los personajes se devela la intención que está en el trasfondo de la obra al tomar este tema como eje: en cada uno de sus parlamentos, reflexiones y discursos, se percibe una inclinación pedagógica que en últimas le sugiere al lector lo perjudicial que resulta vincularse al narcotráfico.

La lectura del final de la obra – en donde se expresa la voz de Dolores luego de conocer el fallo del jurado - es sintomática de este matiz: “...ya no tengo ESPERANZAS; aquí tendré que MORIR; nunca volveré a VERLOS [a los hijos]; DIECIOCHO AÑOS ES UNA ETERNIDAD; ya no tengo ningún CONSUELO; no quiero VIVIR MAS; así no vale la pena VIVIR; LA VIDA YA NO TIENE SENTIDO” (Espejismos, 120)

El recurso tipográfico del final (las mayúsculas son del original) no solo le dan un tinte de patetismo al conflicto de Dolores, sino que en su posición de víctima se convierte en un antiejemplo para los colombianos que quieran cruzar las fronteras del “País de las Maravillas”, cargados de droga.

Fundada en estos compromisos ético políticos, la novela se acerca más a un documento propagandístico en contra del tráfico de estupefacientes, que a un artefacto estético en el que se perciban nuevas dimensiones del ser humano atrapado en el negocio de los alucinógenos.

Para intensificar más el impacto pedagógico en los lectores, la novela presenta los hechos como si fueran reales, de tal suerte que es sacrificado el ejercicio de reelaboración del mundo, en beneficio de un realismo escolar en el que se pretende transcribir la realidad tal como es.

Animados por este soplo realista que persigue un tono moralizante, los personajes se deslizan reiteradamente por el lugar común (“Es verdad que sus papás han cometido ese gravísimo error pero tampoco hay razón para que ustedes vayan a destruirse, pues con eso sólo agravarían el problema” p.83), por el victimismo (“...las orgías y los prostíbulos serán mis lugares de hoy en adelante hasta cuando una alta dosis me mate” 105) o por el arrepentimiento del buen samaritano (“Dios quiera que mis hijos no sean víctimas de otros tan corrompidos e inescrupulosos como nosotros que no pensamos jamás en el mal ajeno sino que nos dejamos atraer por el poderoso espejismo del dinero” 89) para hacer sólo referencia a tres aspectos.

Como la serpiente que se muerde la cola, el final de la novela devuelve al lector al propio título y a la enseñanza que desde allí se perfila: acumular riquezas con el negocio del narcotráfico sólo lleva a la perdición.

Como postura ético política de un escritor que ha tenido cercanía con los problemas de los colombianos en los Estados Unidos, la intención puede ser válida; pero como artefacto estético el catequismo soterrado de la novela – y todo lo que él implica – no es muy acertado, en tanto alejado de la labor propagandística, el género novelístico no debe renunciar nunca a la ambigüedad y a la duda constante.


La novela se torna entonces contradictoria: el gesto moderno (tardío) que se perfila en la construcción de Espejismos es ahogado por las lecciones de moral pública que se perciben en el devenir de sus personajes.

Leonardo Monroy Zuluaga

Ficha del Libro: Martínez, José Alonso. Espejismos. Bogotá: Pijao Editores, 1990

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