En el ámbito de la crítica literaria hay quienes esperan de todo ensayista un trabajo riguroso, constituido más que por un estilo personal de escribir y pensar, por una investigación seria, sistemática, la cual en ocasiones linda de manera peligrosa con los aburridos textos científicos que pretenden siempre la fácil verdad.
Me temo sin embargo, que dichos textos cuya importancia radica menos en el trabajo reflexivo e indagador de un autor y sus esfuerzos por cultivar una prosa estética original, que en el número de autoridades citadas y conocimientos verídicos, poco o nada tienen que ver con el ensayo literario.
En consecuencia, existen quienes ven en esta expresión literaria de las ideas, un amenazador desvío del pensamiento hacia la especulación infructífera, y es por ello que sólo encuentran valedero ciertas variaciones del ensayo literario, las cuales se caracterizan, en múltiples ocasiones, por ser muy ricas en tecnicismos e ideas ajenas y sumamente míseras en reflexiones personales y aventuras estéticas.
Con esto solo hago alusión a aquellos textos que a pesar de sacrificar la forma por el contenido y la subjetividad por una pretensión de ser objetivo, no cumplen con el mínimo requisito de todo ensayo: sugerir desde un punto de vista personal y sincero, una posible interpretación que debe ser tenida en cuenta.
La anterior reflexión, se me ocurrió después de revisar algunos textos valorativos sobre los ensayos de William Ospina, como lo es “Es tarde para la ingenuidad” de Andrés Hoyos.
Una interesante lluvia de balas de salva. Interesante porque tras el radicalismo con que pretende atacar otro supuesto radicalismo, emergen como náufragos algunas críticas interesantes y bien sustentadas, como cuando señala cierta ambigüedad del escritor en su posición frente a la religión cristiana.
Y digo de salva, porque a pesar de todo, su acotaciones sólo consigue tocar lo superficial del texto, solo se apresuran en prejuicios a clasificar al ensayista, obviando así, aspectos tan importantes como lo son su estilo cargado de metáforas, anáforas y enumeraciones que cautivan a casi todo lector, olvidando las reflexiones conmovedoras a partir de una frase o de una anécdota, restándole importancia a las citas “eficaces y sonoras” que nos hacen olvidar por un instante de quien las dijo para recordarnos solo la importancia de su contenido.
En suma en “es tarde para la ingenuidad” asistimos a una negación de la naturaleza literaria del ensayo, en la misma tarea de interpretarlo. Andrés hoyos, en su afán de defender su posición frente a la crisis de la modernidad (que es totalmente opuesta a la de Ospina), cae en el error de encasillar al escritor y con ello en el vacío que connota ignorar las virtudes de sus textos en aspectos estilísticos y reflexivos.
Recordemos pues que la originalidad del ensayo como lo plantea Gómez Martínez, no reside en lo nuevo de los temas, sino más bien, en el tratamiento de los mismos, el cual se deriva de la personalidad del ensayista, de su visión de mundo y las circunstancias históricas de la sociedad de su época (1992: Cap. 5).
No podemos entonces pasar por alto la angustia que embarga al William Ospina al ver en un vaso desechable el símbolo de la sociedad de consumo o el dolor de ver el mundo reducido a insensibles cifras.
De ahí la importancia de la forma en que el ensayista trasmite al lector todas sus experiencias ya que los ensayos representan el crecimiento emocional e intelectual del hombre en el transcurso del tiempo.
Con esto no pretendo enaltecer el libro en cuestión, porque de hecho Es tarde para el hombre es uno de los primeros libros de ensayos de William Ospina y en él se puede percibir cierto entusiasmo y vigorosidad desenfrenada, que resta profundidad a algunas de sus reflexiones y en cambio les suma lugares comunes y posiciones en ocasiones vulneradas por un radicalismo producto de la sinceridad del autor.
Al contrario, por ejemplo, de otros libros del ensayista como Las auroras de sangre, Los nuevos centros de la esfera o La decadencia de los dragones, donde los mismos temas recurrentes dentro de sus preocupaciones (entre los cuales se destacan: la modernidad, el redescubrimiento de América latina y la cultura) son abordados de una manera más lúcida, más equilibrada y con mejores resultados estéticos.
Siendo así, queda claro por un lado, que a la hora de abordar un ensayo, más que un texto estamos abordando un ensayista, y es por ello que al lector como lo sugiere también Gómez Martínez , se le impone la tarea de que más allá de considerar el valor del ensayo per se sin relacionarlo al autor ni a su obra, debe hacerlo de una manera más fecunda, que presupone la anterior, pero en la cual el ensayo es estimado también como proyección del autor (Ídem), lo que en pocas palabras significa que es incorrecto juzgar (en el sentido de la crítica calificadora y comparativa) al ensayista en su proceso de pensar, a partir de un fragmento de su obra, ya que se desestima la evolución de sus reflexiones y la construcción de una estética particular.
Por otro lado, que dicha interpretación no debe estar subordinada a una concepción parcial del ensayo literario, es decir, bajo un ideal de ensayo que desacate su propia naturaleza: la de un género literario que oscila entre la formalidad y la informalidad, entre la poesía y la razón, pero que nunca privilegia de manera polarizada ninguna de las dos partes.
En dicha instancia, este texto es una invitación a ejercer una crítica desprendida de prejuicios, cuyo eje central sea la reflexión en torno a las distintas dimensiones del ensayo.
Por o tanto no es acertado querer hallar en libros como Es tarde para el hombre y otros de este corte, las características de un ensayo meramente formal: una ambiciosa disertación en torno a una teoría o un deslumbrante desfile de códigos restringidos que tengan como último objetivo, el de invitar al lector a ser partícipe del deleite de pensar con los sentidos bien despiertos.
Bibliografía citada
- GÓMEZ-MARTÍNEZ, José Luis. Teoría del ensayo, segunda edición. México: UNAM, 1992 (versión digital). [Consultado 12 mar. 2009]. Disponible en http://www.ensayistas.org/critica/ensayo/gomez/index.htm
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