En los últimos días he estado muy cercano a las personas que se encuentran realizando la maestría en literatura en la universidad del Tolima, la mayoría, conocidos de tiempo atrás, algunos profesores y otros amigos del pregrado; otros, definitivamente apenas empiezan a figurar en la psiquis de mis conocidos y se van ganando su espacio en medio de las disertaciones al calor de la cerveza y las charlas literarias.
Curiosamente el libro que intento mostrar hoy es producto de una de esas disquisiciones sobre lo postmoderno, al menos en materia de literatura, pues resulta que a los estudiantes de la maestría los pusieron a elaborar una lectura crítica y concienzuda de la obra en mención y los comentarios iban y venían como una especie de divertimento intelectual por medio del cual se pretendían realizar serias apreciaciones negativas sobre el autor y su obra. Entonces, no pude soportar la bocanada de intromisión necesaria para preguntar de qué obra o libro hablaban.
Como si hubieran encontrado el anhelado lugar de la purga, el barranco de las defecaciones y la pared de orinal, me sentenciaron que ahora el problema iba a ser mío, y me dieron el librito al tiempo que palmoteaban mi espalda y reían con esa sonrisa irónica y burlesca que presagia problemas y dolores de cabeza. Acepté porque eso significaba otro ejemplar para mi bifurcada biblioteca y una lectura oportuna al nivel de la maestría.
La cosa es como de la siguiente forma. Todos los martes me paro en un parque de la universidad con un zarzal de libros para que aquellos interesados en leer algo de literatura se acerquen, tomen uno prestado y se lo lleven donde quiera se les de la gana de ir a deshojarlo, siempre y cuando se comprometan a devolvérmelo antes de las seis de la tarde.
Ahora, yo no se para donde voy, pero esto que les cuento con el libro sucedió a eso de las dos y media de la tarde. Entonces, tuve hasta las seis para leerme las 114 páginas que lo componen. Resumiendo, diré que el libro es de Octavio Escobar Giraldo y que después de casi dos horas –realmente poco- concluí la lectura de El último diario de Tony Flowers, con la que quedé en una especie de sin sabor intelectual que me obligó a repasar algunos apartes antes de atreverme a dar una apreciación, medianamente aceptable, ante aquellos que me la habían obsequiado –si es que tal cosa es un obsequio- (más bien una injuria).
Empiezo por decir que la novela –porque se conoce como novela- es sobre la vida de un escritor contemporáneo –para no decir frustrado- que se debate entre la fama por la escritura de unos cuantos best seller y la imposibilidad de la escritura de un nuevo energúmeno literario que logre captar la atención de los estadounidenses.
Entonces, es un conocido suyo, para no decir su traductor y amigo, quien nos cuenta cómo fueron esos últimos años de la vida de Tony, y para ello, lo revela él mismo, se inventa un diario, como para que la cosa no pierda el carácter personal de la historia.
El lector se encuentra con una serie de anotaciones del mismo Tony en la que nos cuenta detalladamente partes de su vida literaria y de su relación amorosa, a la vez que en capítulos del diario, como algo bien raro, aparecen fragmentos de los escritos que el célebre famoso escribe para la revista Play boy.
El hecho es que el diario es toda una enredadera, pues no sólo hay que descubrir cuándo habla de si mismo o de uno de los personajes pornográficos de la reconocida revista.
Ah, se me olvidaba contar algo particular: al escritor Flowers le han pagado por adelantado la platica para que escriba la historia que debe ser panacea de las letras norteamericanas, pero el muy pillo se la bebió y se drogó con ella y a la fecha no ha entregado ni un capítulo de la misma, por lo que se encuentra amenazado para recibir una multimillonaria demanda por incumplimiento de términos con la editorial.
Bueno, de la historia no quiero decir mas, -no puedo decir más- sólo que está deficientemente escrita y que se debe ver bajo la óptica de la postmodernidad, es decir, sin ningún lente en especial, ni en particular, ya que no es necesario ni válido tratar de desarticular una novela postmoderna, que de hecho está desarticulada desde su propia creación, pues aparece, como una imagen alucinada, la idea de que sea voluntariamente creada para contrarrestar los discursos de la postmodernidad escritural misma.
Me explico: una vez que hube leído la novela, tuve la oportunidad de hablar con el personaje que me regaló el librito y pues me tocó echarle el rollo de lo que yo apreciaba de la escritura y de la conformación estética, y entonces se puso tensa la vaina porque nos dimos cuenta de que teníamos visiones contrarias de la misma novela, dos lecturas aberrantes de la misma novela, casi, mejor dicho, que habíamos leído dos novelas distintas.
Él por su parte decía que la novela se enmarcaba en la novela postmoderna que no es creada desde una intención reflexiva sobre la humanidad y el entorno, sino que se iba fácilmente por las ramas de lo anecdótico y terminaba siendo una forma de presentación de acciones que no incluían un posicionamiento ideológico frente a la realidad y frente al mundo; una novelita pensada (si es que pudo decir eso) para entretener sin lógica a un publico lector que no se preocupa en lo más mínimo por el detalle y el buen funcionamiento discursivo en la narración.
Yo, en cambio, hago una lectura según la cual, la novela es pensada como una contra imagen de lo postmoderno, es decir que utiliza a conciencia las herramientas y formas postmodernas de representación para burlarse de ellas y cuestionar directamente su falta de sentido y de lógica.
Recuerdo la película Réquiem por un sueño, que también emplea esta forma, burlarse de la manipulación televisiva por medio de una historia que incluye para su presentación las formas de manipulación televisiva, con lo que se realiza un resaltamiento de las formas de manipulación y perversión audiovisual.
El último diario de Tony Flowers le apuesta a esta forma de presentación, a la que juega, como en un laberinto de parque, a manipular, de tal forma que cuando parece que la novela hace uso discriminado de las herramientas de escritura postmoderna, finalmente lo que hace es reflexionar acerca de ellas y de cómo pervierten el buen sentido de la literatura para caer en banalismos estéticos que poco contribuyen a la tradición literaria y que sólo entretiene a las mentes ávidas de rarezas pero no de ideología.
Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en la página 83, en la cual el personaje Tony cuestiona la forma de escritura de otro escritor de best sellers que emplea una forma postmoderna de escritura: “tiene aun todas las ideas pretenciosas de un escritor novel, todo ese inútil parloteo teórico que destruye la literatura europea.
Aboga por una novela llena de citas, chistes privados, alusiones; retórica. Algo muy del oficio que aproveche los juegos que realizaba Lovecraft con la gente de su círculo, y que obligue al lector a participar en el proceso creativo para que llegue por sí mismo al meollo del asunto” (83)
En este fragmento se hace, según mi juicio, una alusión directa a la forma en la que está escrita la novela como tal, es decir que se reconoce a si misma como una forma de cuestionamiento a las formas escritúrales postmodernas, pues cuando dice que aboga por una novela llena de citas, lo hace refiriéndose a las 45 citas que vienen dentro de la novela y que se presentan como notas del traductor.
Cuando habla de los chistes personales se refiere a una cantidad de chistecitos de mala espina que aparecen durante la novela; y lo de los juegos, porque toda la novela es como un juego en el que el lector debe descubrir las posibles relaciones, sentidos y significados, porque no están, no hay lógica.
Octavio Escobar Giraldo es un escritor que le apuesta a la postmodernidad escritural, pero parece que para sentar su posición de que es ésta una forma poco elaborada de hacer literatura, con muchos vacíos y problemáticas diversas sobre la función y el papel intelectual de la literatura en la sociedad.
Espero que puedan disfrutar de la lectura de este libro, que aseguro, los pondrá a reflexionar sobre lo que es o no literatura y sobre sus propias concepciones de lo que es y no es arte, más en estos tiempos en lo que hasta una cagada fuera de lo común es arte.
Ahí les dejo algo de la creación Octavio Escobar. Como para que lo cuestione y se hagan una idea.
Omar Alejandro González.
FICHA DEL LIBRO: ESCOBAR, Giraldo Octavio. El último diario de Tony Flowers. Colección cincuenta novelas colombianas y una pintada. Pijao editores, volumen 249. 2008.
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