martes, 9 de septiembre de 2008

LA CIRCULARIDAD Y LA REPETICIÓN EN CIEN AÑOS DE SOLEDAD DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

Mirar el río,
Hecho de tiempo y agua.
Sentir que los hombres fluyen como el río
Y que los rostros pasan como el agua.
Jorge Luis Borges

La narrativa contemporánea latinoamericana se ha marcado por las formas extraordinarias de la escritura, que reevalúan los discursos imperantes de Europa y aplican un matiz de ironía, parodia y burla del entorno socio político que rodea el acontecer de la producción literaria. Gabriel García Márquez es quizás uno de los que mejor hace gala de esta exquisita forma de asumir la literatura, pero sin dejar de lado un carácter denunciante de las problemáticas sociales y políticas que amenazan al país, a la vez que emplea técnicas complejas y dinámicas del manejo del tiempo, espacio y personajes que configuran una trama y contenido contundentes en su obra, especialmente en Cien años de soledad

Uno de los componentes interesantes que configuran la trama general de la novela y que se corresponden con la técnica narrativa es la circularidad y la repetición , tanto de tiempo como del espacio, de los personajes y de las situaciones que marcan cada una de las generaciones que sustentan el argumento de la novela. El también escritor Mario Vargas Llosa plantea que existe un rasgo particular en la narrativa de García Márquez y Faulkner: la convergencia en el manejo de un “eterno retorno”
[1], es decir, cuando aparecen elementos que se repiten a lo largo de la historia por mas de una ocasión, a lo que los estoicos denominaron el tiempo circular.

El mito del eterno retorno de Mircea Eliade se sustenta en el tiempo circular de los estoicos y argumenta que las épocas se repiten de generación en generación y se adecuan a los cambios que la misma humanidad tiene por el paso de los años. Sin embargo, Federico Nietzsche asegura que el eterno retorno es una circulación repetida, un “circulus vitiosus” o anillo de sucesos que se encierra en si mismo: “... esta vida que tu vives actualmente, tendrás que revivirla infinita serie de veces, con cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro, con la misma secuencia y el mismo orden. Es la eterna clepsidra de la existencia”.
[2]

Un claro ejemplo de lo anterior lo encontramos en la relación que existió entre la segunda generación de los Buendía, es decir, José Arcadio y Aureliano con Pilar Ternera. Los hermanos fueron cómplices de un juego que consistía en compartir íntima y sexualmente a la mujer que predecía el futuro en la lectura de las cartas; por medio de turnos, los hermanos se disipaban las curiosidades sexuales que surgían a su corta edad:

“Aureliano no solo podía entonces entender, sino que podía vivir como cosa propia las experiencias de su hermano, porque en una ocasión en que este explicaba con muchos pormenores el mecanismo del amor, lo interrumpió para preguntarle: “¿qué se siente?” José Arcadio le dio una respuesta inmediata: -es como un temblor en la tierra.” (Pág. 44)

De igual forma, este elemento se repite en la cuarta generación, cuando José Arcadio segundo y Aureliano segundo de forma clandestina y cautelosa comparten a Petra Cotes, hacen de ella una amante ingenua y flexible, que se encuentra disponible en las horas de la noche para complacer las fantasías de los dos gemelos, reiterándose una vez mas el mito.

La relación de repetición traspasa las barreras de lo cotidiano y une a las generaciones en la metáfora de la moneda: dos caras diferentes que constituyen un todo, al punto que las experiencias de uno se manifiestan sensorial y emotivamente en el otro: basta que José Arcadio narre su experiencia, para que Aureliano la sienta como suya. Esta percepción trasciende hasta la cuarta generación cuando Santa Sofía de la piedad le brinda un vaso de limonada a José arcadio segundo, y Aureliano segundo asegura sin probarlo que le faltaba azúcar. Además, “Hasta el principio de la adolescencia fueron dos mecanismos sincrónicos. Despertaban al mismo tiempo, sentían deseos de ir al baño a la misma hora, sufrían los mismos trastornos de salud y hasta soñaban las mismas cosas”(Pág. 219)

Federico Nietzsche plantea en Zaratustra que “Nosotros ya hemos existido una infinidad de veces y todas las cosas con nosotros. No solamente los ciclos del tiempo serán iguales en un eterno repetirse de noches y de días; también los hombres vuelven, no a una vida nueva y mejor, sino a una vida semejante, a la misma vida.”(Pág. 369-70). En Cien años de soledad esta imagen esta representada constantemente bajo la figura de Melquíades, que se transforma en una alegoría del eterno retorno, pues se encuentra influenciando el devenir del pueblo con sus inventos y maravillas desde la fundación hasta su fin. Melquíades se transfigura de un lugar a otro, de una generación a la otra, aparece en forma material y espiritual, su figura se conserva en la mente y el espíritu del pueblo que vive de sus fantasías y maravillas de otro mundo, se mueve de un capítulo a otro, muriendo y resucitando bajo el efecto discursivo de García Márquez, que haciendo un excelente uso de sus juegos con el tiempo, lo revive a cada instante en la memoria de la casa y en el aire del cuarto de las bacinillas.

En el capítulo en el que se cree que Melquíades ha muerto, existe un particularidad que corrobora la idea de la eternidad de Melquíades. El narrador asegura que Melquíades “había estado en la muerte, en efecto, pero había regresado porque no pudo soportar la soledad” (pag. 68). Mas adelante, Melquíades muere en realidad para todos, dando por hecho una segunda muerte, para después aparecer constantemente en las posteriores generaciones en forma de espíritu: “Un medio día ardiente, mientras escrutaba los manuscritos, Aureliano segundo sintió que no estaba solo en el cuarto. Contra la reverberación de la ventana, sentado con las manos en la ventana estaba Melquíades... lo reconoció porque aquel recuerdo hereditario se había transmitido de generación en generacion, y había llegado a él desde la memoria de su abuelo” (Pag 221).

La cita anterior nos demuestra el fuerte vínculo que existió entre José Arcadio Buendía y el gitano en tiempos pasados y que, de paso, fortalece aquella amistad que se originó en el nacimiento de la aldea y que se manifiesta de nuevo en la cuarta generación. Esto evidencia que el deseo de conocimiento es heredado en cada generación; siempre, en los Buendía, habrá alguien que se interese por analizar e interpretar lo desconocido, en este caso los misterios que encierra el cuarto.
Melquíades es el símbolo de le génesis y el Apocalipsis de Macondo, de la Familia Buendía y de si mismo, pues en las paginas finales del libro se asegura que “la protección final, que Aureliano empezaba a vislumbrar cuando se dejó confundir por el amor de Amaranta Ursula, radicaba en que Melquíades no había ordenado los hechos en el tiempo convencional de los hombres, sino que concentro un siglo de episodios cotidianos, de modo que todos coexistieran en un instante.” (Pág. 485) tal y como él mismo se lo había dicho a Aureliano segundo cuando trataba de interpretar los manuscritos “nadie debe conocer su sentido mientras no hayan transcurrido cien años” (Pág. 201).

Al igual que el retorno de los personajes en el tiempo, existen otro tipo de repeticiones que se hacen constantes dentro de la obra y que tienen que ver con las esferas discursivas, espaciales y psicológicas, pues es posible ver que el argumento de la obra se sustenta en un ir y venir hacia el pasado, y de anticipar el futuro, lo que se logra con el continuo retomar a los personajes para no dejar pasar ningún detalle y configurar la propuesta estética de la novela a partir de laberintos que el lector debe descifrar.

Un ejemplo bastante claro es el de los nombres, que se repiten generación a generación y que obligan a realizar un mapa de orientación para ubicarlos y no confundirlos con los demás y que además contienen una fuerte carga ideológica. “ en la larga historia de la familia, la tenaz repetición de los nombres le había permitido sacar conclusiones que le parecían terminantes. Mientras los Aurelianos eran retraídos, pero de mentalidad lucida, los José Arcadio eran impulsivos y emprendedores, pero estaban marcados por un signo trágico.” Esto hace parte del plano de las repeticiones discursivas, como también el de las frases especificas que retoman hechos del pasado o adelantan sucesos: veinte años después frente al pelotón de fusilamiento..., macondo era... pescaditos de oro.. Habría de recordar. Con esta marcas discursivas García Márquez obtiene la inmortalidad de las escenas que se repetirán capítulo tras capítulo y que generarán nuevos vínculos en la comprensión del argumento general de la obra.

Si bien el espacio parece tener una sola dimensión, pues como se sabe la novela no trasciende las fronteras de Macondo, se ve profundamente alterado con los saltos temporales que se contrastan entre si en forma absolutamente confusa y que renuevan episodios olvidados, tanto en la memoria de los personajes, como en el devenir de la familia, pues las generaciones se organizan de tal forma que en cada una cubre un espacio determinado en la realidad y cubre una parte general de la historia de la estirpe Buendía.
[3] Además de todo existe un juego con el espacio infinito en el cual se hace parte de un sueño interminable que rodea las esferas de la vigilia y compromete la realidad ante la verdad y que a su vez hace parte de la psicología espacial del personaje de José Arcadio Buendía : “ cuando se sentía solo, se consolaba con el sueño de los cuartitos infinitos. Soñaba que se levantaba de la cama, abría la puerta y pasaba a otro cuarto igual, con la misma cama de cabecera de hierro forjado, el mismo sillón de mimbre y el mismo cuadrito de la Virgen de los remedios en la pared del fondo. De ese cuarto pasaba a otro exactamente igual, cuya puerta abría a otro exactamente igual y así hasta el infinito.” (Pág. 173)

Este apartado nos da una clara visión de lo que constituye el espacio físico de la casa como lugar en el que cada lugar es siempre el mismo y en que se pueden encontrar las cosas tal y como siempre han estado (cuarto de Melquíades) y en el que se puede deambular a sus anchas sin el afán de tropezarse aun cuando se es ciega, como Ursula en su vejez.

Como última medida de análisis para este escrito, consideramos que es pertinente hablar de un espacio psicológico que se repite en algunos de los personajes y que se presenta por la no transformación de la casa, aunque el pueblo cambie hasta su destrucción, efecto que repercute en la visión de los personajes acerca de su labor, lo que los hace ser repetitivos y fugaces, estorbozos y complicados, como el caso de Úrsula Iguarán, Amaranta y José Aureliano con sus pescaditos de oro.

En el caso de Ursula, sabemos que su condición de vejez o su trajinado devenir por las generaciones le otorgan un nivel incalculable de influencia, que trata de aprovechar para manipular todas las acciones y espacios de la casa, por lo que se convierte en una presa de sus años, sus conocimientos y sus frustraciones. El caso de Amaranta y el coronel Aureliano, él con los pescaditos de oro y ella con el bordado del sudario, se convierte en la representación simbólica de Penélope, pues a Amaranta “se le iba la vida en bordar el sudario. Se hubiera dicho que bordaba durante el día y desbordaba en la noche, y no con la esperanza de derrotar de esa forma la soledad, sino de sustentarla.” (Pág. 273) y al Coronel porque desde que decidió no vender los pecaditos “seguía fabricando dos pescaditos al día, y cuando completaba veinticinco volvía a fundirlos en el crisol para empezar a hacerlos de nuevo.” (pag “76).

Todas éstas imágenes son muestra del abandono y la frustración de los personajes que enmarcan el devenir histórico de la familia Buendía en Macondo, pero que a la vez son símbolo del absorto pensamiento que la recorrió y la llevó a la infinita soledad, para llevarlos, como lo afirma la misma Úrsula Iguarán, a una condena en la que se da vueltas en redondo y se vuelve siempre al comienzo“ya esto me lo se de memoria –gritaba Úrsula . es como si el tiempo diera vueltas en redondo y hubiéramos vuelto al principio” (Pág. 201). La circularidad es una vez más, una marca inviolable.
BIBLIOGRAFÍA.
1 RAMA, Ángel, García Márquez: edificación de un arte nacional y popular, Uruguay, universidad de la republica, Sf.
2. Urdanoz, O.P, Teofilo, Historia de la filosofía católica s.a, España ,1975. Pág. 561.
3. VARGAS Llosa, Mario, García Márquez: Historia de un deicidio, Barcelona, Seix barral; 1971.
4. NIETZSCHE, Federico, Así habló Zaratustra, Santa Fe de Bogotá, Panamericana, 2002
5 CANFIELD, Martha, "Gabriel García Márquez" en Manual de literatura Colombiana, Procultura, 1998.
NOTAS
[1] VARGAS Llosa, Mario, García Márquez, Historia de un deicidio, Barcelona, Seix barral; 1971.
[2] NIETZSCHE, Federico, Así habló zaratustra, en: Urdanoz, O.P, Teofilo, historia de la filosofía católica s.a, España ,1975.
[3] RAMA, Angel, García Márquez: edificación de un arte nacional y popular, Uruguay, universidad de la republica Sf.

Omar Alejandro Gonzáles
Jhon Cooper Quevedo

Ficha del libro: García Márquez, Gabriel. Cien Años de Soledad. Madrid: Real Academia de la lengua, 2007

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