Y es que cuando esta etapa de debilidad humana llega de una manera inesperada, las palabras se esconden dando paso a la incertidumbre. El ser humano busca el resguardo en algo o alguien. Unos se van por la bohemia, otros se hacen amigos de la música sensiblera y comercial en algunos casos, y otros en la poesía o en arte.
Bien lo leí de una amistad bogotana, hace unos meses: “nosotros los cachacos (“rolos” también), cuando nos pasa una pena de ese tipo, nos refugiamos en la poesía, y hasta intentamos escribir con amargura… Un costeño, en nuestro mismo caso, compone un vallenato y se tapa en plata.” Y es ahí donde uno se pregunta quién tiene más fuerza de universalidad lírica entre María Mercedes Carranza por ejemplo o, Diomedes Díaz. Indudablemente, la respuesta salta a la vista, aunque con fenómenos como los de comercialización, cualquier cosa puede suceder.
En estos avatares, retomo, se hace necesario el refugio. Aquí plantearía los versos de De Greiff. Se puede encontrar en ellos, una voz que habla a esa mujer renuente, utilizando la figura del rondel, entendida como una “…composición musical escrita de ordinario para tres partes vocales; tuvo gran boga en la alta Edad Media, y solía formar parte de los milagros o representaciones litúrgicas.1” *.
En la propuesta del poeta colombiano, se guardan los componentes formales del rondel, en lo que respecta a la musicalidad, armonía y rima. Eso sí, evitando las cuestiones religiosas convencionales. Ante todo, son cantos melancólicos ofrecidos a esa mujer indeterminada, que el cantor trata vanamente de “endiosar”, fragmento tras fragmento.
Las 15 composiciones cortas de De Greiff recrean los innumerables pesares para con esa “Señora, Dama, dueña de mis votos” (Rondel II). Sus rondeles se direccionan a plantear la debilidad que corroe al poeta tras recordarla y de paso, validan el por qué es importante decirle por medio del lenguaje poético sus pensamientos más sublimes.
Encontramos en estos piezas: alusiones al ser femenino: “Tus manos inasibles, tus dedos ahusados, // y tus cabellos –¿piélagos ignotos?– // Cuándo veré tus ojos encantados, // y oiré tu voz de ritmos sosegados…!” (Rondel II); cantos a la desilusión, luego de sentir que todo vale nada: “Pues si el amor huyó, pues si el amor se fue… // dejemos al amor y vamos con la pena, // y abracemos la vida con ansiedad serena, // y lloremos un poco por lo que tanto fue…” (Rondel IV); convicción absoluta sobre su sentir: “Cuando su gracia pura evoco // –entre mis farsas de un barroco // gusto, o mal gusto– loco y loco // yo nada quiero de la vida sino a mi dulce prometida // lejana! (Rondel XI);declaratoria a la mujer con la que nunca será feliz: “ No ves?... Se frustraron los sueños rientes… // Nuestro amor fue un mito de la fantasía… // (Si te ponen miedo mis ojos ausentes, // mis ojos noctámbulos, mis ojos dementes…!) /// Yo canto a una novia que no ha de ser mía” (Rondel XIII)
Este particular cuadro, refleja los rasgos de esa mujer. Tras su efigie, se esconden innumerables vestigios de un pasado, presente y futuro que ciñe el destino del yo poético. Este, ha sido un nimio ejemplo presentado de aquellos rondeles que pudieran ser el medio estético por el cual podría cantársele a la vida los pesares de un ser sumido en la mas infinita congoja, en espera, quizá, de una respuesta.
Juan Eliecer Carrillo
1. Neuman, Hans Federico. “Introducción a la música española del Renacimiento”. Publicación digital en la página web de la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República.
*nota: algunas páginas no tienen editorial y año, estamos en proceso de incorporar esos datos.
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