miércoles, 5 de octubre de 2011

HISTORIAS SIN TESTIGOS

Historias sin testigos es un libro ganador del Concurso Nacional de Cuentos Ciudad de Bogotá, categoría adultos, en el año 2002. Su autor es Juan Manuel Camargo González quien alterna la publicación de libros en su profesión –es abogado y especialista en Derecho Financiero- con obras de ficción. En este último caso, además de Historias sin testigos, Camargo publicó una novela en 2005 titulada Las cornisas de Brezo.
El libro en mención (Historias sin testigos) contiene 9 cuentos de disímiles características, en especial en términos de extensión y temáticas, aunque cruzados por una constante estilística: el uso de un fraseo equilibrado en la medida –ni muy sintético, ni muy extenso-  de un léxico que busca la precisión en el detalle, e incluso un tono poético, decantado en la utilización de algunas figuras literarias. Así, si bien es cierto todos los narradores de los cuentos son diferentes (un aficionado a los libros que encuentra un texto extraño del siglo XVII, un personaje que instala una librería y cuya esposa muere paulatinamente, el hombre que en su madurez recuerda la historia de amor del compañero más retraído del colegio, por ejemplo), la sintaxis y el léxico se mantienen constantes, sin variaciones dramáticas ni juegos experimentales que rompan con la coherencia interna del libro.
La posible monotonía que esta marca estilística pudiera tatuarle, sería evidente si el autor no se permitiera los giros en los tonos. Por ejemplo, para hablar sobre la obsesión de un personaje por un objeto, en el cuento “El anillo de Gabriela” se recurre a la ironía y al matiz carnavalesco en las escenas; contrario a él se encuentra la nota nostálgica de una voz que recuerda un pasado de amores infantiles en “Cuaderno de tinta roja”, y la narración, en clave de drama, explícita en el relato de la muerte del hijo del gamonal del pueblo, propia de un cuento titulado “Quién mató a Nicolás Moreno”. Esa pluralidad tonal le da vida a un libro que de otra forma tal vez se hubiera quedado en un estado de infinito monocordio.
Además de estas características, la tensión en la mayoría de los cuentos está bien lograda, en tanto se da espesor a los conflictos y se apuntalan cambios en la trama en los momentos indicados. Sólo dos narraciones parecen desentonar en este caso: la primera –cosa que es inconcebible para un libro de cuentos que pretenda atrapar al lector desde el principio- titulada “El parque, ese parque”, que narra la historia de un magistrado quien en sus últimos años visita cualquier parque y termina atrapado en sus recuerdos de infancia (el lugar común del viejo que se arroba en su memoria no permite el vuelo poético de la narración). La segunda, “En la infancia”, cuyos conflictos arrancan tardíamente, en medio de la maraña un poco desconcertante de personajes sin vida.
Estas excepciones no restan amenidad y profundidad a los otros cuentos que componen el libro, en cuyo interior se hallan historias de la violencia sociopolítica (incluida una sobre el desplazamiento forzado), el amor en la adolescencia (“Patricia” y “Cuaderno de tinta roja”), los delirios de personajes involucrados en el mundo del arte y la literatura y las reminiscencias de la infancia. Lo importante en varios de estos cuentos es que se logra retomar detalles de la vida de muchos seres humanos pero se trata de imprimir una mirada diferente y creativa sobre su desarrollo.
De esta forma, por ejemplo, en “La puerta abierta” el tema del desmejoramiento paulatino en la salud de la esposa de uno de los protagonistas se mezcla al misterio frente al descabalamiento de los libros de la biblioteca de la pareja, y se decanta en un final poético en el que se cruzan la tristeza y la nostalgia, pero también la celebración del desconocimiento de la vida de la amante. Así mismo en “Patricia”, el tema del primer amor, desgarrador y fugaz, también se observa desde la síntesis de una narración en primera persona de quien ha disfrutado del sexo condimentado con el amor, en una tarde febril, pero quien al día siguiente debe despedir a la fuente de sus sensaciones porque se irá a estudiar a otro colegio.
En general, Historias sin testigos se deja leer de manera auspiciosa y pese a los baches –dos cuentos que tal vez hubieran sobrado- es recomendable para lectores de cualquier edad. Un acierto no sólo del autor, sino de los jurados del concurso en el que participó.
Leonardo Monroy Zuluaga
Ficha del libro: Camargo González, Juan Manuel. Historias sin testigos. Bogotá: Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá, 2002. 

3 comentarios:

  1. Es el peor autor que ha dado esta patria. Ando encartado con "Las cornizas de Brezo", ¡qué ladrillo señores! Supongo que sólo lo ha leído el autor.

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  2. Es muy buen libro Las Cornisas de Brezo, describe en detalle los paisajes, los personajes y la ciudad de Brezo la cual es una ciudad ficticia pero encuadra perfectamente en las ciudades de del renacimiento, época en que se desarrolla la novela. La trama es muy entretenida tiene amor, suspenso, intriga. Se nota que el lector de la nota anterior no leyó el libro, por ello da una apreciación tan a la ligera.Hay diferentes tipos de literatura y cada quien debe leer la que mas le gusta, el hecho que no sea de su preferencia no quiere decir que la novela sea mala, simplemente busque la literatura que le gusta y lea solo eso.

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  3. Apenas hoy, escribo en 2017, me entero que este autor tenía una novela publicada. La buscaré. Por otro lado, cuestión de gustos, de "Historias sin testigos" precisamente es el cuento "El parque, ese parque" el que más me ha gustado. Aunque en general todo el libro me parece bueno; un premio literario más que merecido. Lo digo habiendo leído de manera crítica casi todos los premios de cuento Ciudad de Bogotá.

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