lunes, 16 de mayo de 2011

"VENTARRÓN" DE JOSÉ RESTREPO JARAMILLO


Vagar errantes por el mundo quizá sea la forma más libre de vivir que eligen algunos; poder desprenderse o desarraigarse de los lazos que lo atan a su terruño o círculo familiar, es sin duda la mayor muestra del ser libre que se desee crear. Pero tales afirmaciones no caben para Jesús María Zapata, personaje principal de la novela Ventarrón. Su desarraigo nace por el abandono al que su padre lo condenó, sin saber este último, que su suerte –para mal- estaba echada desde aquel acontecimiento. 
De un padre vagabundo naturalmente debería salir un hijo vagabundo, esto se podría pensar en el orden natural cuando la figura paterna está presente para generar tal conducta. Sin importar tal ausencia, Jesús María Zapata, a quien le decían “chucho” o “ventarrón”, (el lector lo sabrá cuando aborde la obra) fue desde niño un errante, teniendo como única ley el respeto y aprecio hacia su madre María Rosa Zapata. Ella, como algunas madres, esperan lo mejor para sus hijos, por tal motivo intenta infructuosamente vincular a Jesús María en las labores pastorales y en la escuela, grilletes para una bestia voraz como lo era él.
´´Su sangre y su instinto estaban hechos para algo distinto
de la jaula de la escuela. Casi daba tristeza ver a ese muchacho
de ojos vivísimos, nidos de sol y luna, en cuyas profundidades se
veía sumergida la torre de la iglesia o prisionero el infeliz pajarillo que
que cazara con nudo corredizo ahí sentado quieto y mudo (…)´´

Sin duda la vida de este personaje no toleraría tal régimen, por el contrario, cuando encontró la forma para acceder al vino de consagrar que se guardaba en la sacristía, Jesús María bebía la sangre de Cristo con ávido deseo de embriaguez, de locura juvenil. Su dulce sabor lo hacía considerar ya consagrado mientras danzaba como un maromero colgado de las cuerdas de las campanas de la iglesia, desbordado en un mar de éxtasis lo que hizo pensar al pueblo que el demonio se había tomado la casa de Dios.
Sus andanzas ya no eran desconocidas para la gente del pueblo: aquel joven deambulante por calles y casas de toda clase iniciaba a conocer los placeres de la vida, bebiendo cunchos de cerveza y aguardiente que dejaban los borrachos cuando las cataratas de licor hirviendo se derramaban por sus narices mientras caían en un sueño alicorado. Pero el destino siempre se trae algo entre manos y a  Jesús María Zapata le tenía algo verdaderamente aniquilador:    
´´ (…) hasta que un día le quemaron los oídos y el alma unas palabras
surgidas de las tiendas, según las cuales él había llegado al mundo
por la puerta falsa de la religión y la ley.´´

Esto fue el detonante para iniciar el camino hacia algún lado. No esperaba que sus pasos dejaran huella, pues la noticia de ser hijo natural lo marcó más que “la monumental regla punitiva, instrumento de los más temidos ytemiblespalmetazos” que utilizaba Don Ramón, el maestro de la escuela. Jesús María Zapata se convirtió así en un “vagabundo por el mundo, un nómada loco noctambulo y soñador” como lo canta Draco Rosa. Dejó su terruño, el mismo que lo cuestionó por llevar la condición a la que su padre lo condenó; marchó como Cristo a la cruz sin saber que la  encontraría para beneficio suyo.

La cruz a la que me refiero en la novela es el símbolo que marcó el engaño de Luis Rosendo Pabón (padre de  Jesús María Zapata),dado que Pabón despojó con engaños a María Rosa de esa joya que posteriormente empeñaría y que Jesús María hallaría para acrecentar su odio hacia el hombre que lo crucificó antes de su propio nacimiento. Así pues, el camino se hizo interminable a los ojos de “Ventarrón”, sin olvidar el objetivo de encontrar a su padre se hizo maquinista del ferrocarril, hasta que una figura femenina logró centrar su atención. Graciela llevaba por nombre, pero sin duda no era para él. Su pasado, ese que no había escrito él, una vez más lo condenaba: hijo natural, ese eco constante fue el pretexto para que le negaran la mano de aquella mujer.
“Conque querían un hijueputa en la casa ?... ¡Pues ahí lo tienen!...”
Esto dijo luego de tener el cuerpo desnudo de Graciela junto al suyo, desafiando cualquier  impedimento de los padres de ella hasta llevar a cabo este acto en la propia casa de los parientes de su amada. De esta manera intentó poner fin a ese capítulo en su vida, pero no lo logró. Sería su padre quien pagaría por esto y por todo lo que hasta la fecha le había acaecido junto con su madre. Decidido a encontrarlo continuó su camino, junto a las olas del mar y en compañía de una botella de licor bebía con amargura  cada trago como si fuera el último, cuando después de algunas palabras dijo:
“-el hijueputa sos vos”
Tales palabras eran dirigidas a su padre quien se encontraba en aquel sitio; claro está, aquellas fueron antecedidas por una reacción homicida, no parricida, porque Luis Rosendo Pabón nunca había sido su padre. De esta manera la historia que narra José Restrepo Jaramillo comporta elementos que dentro de la cotidianidad retrata la sociedad imbuida por un profundo sentimiento de venganza y reencuentro con la historia que se ha escrito a su espalda.
 Restrepo Jaramillo, José. Ventarrón
Colección autores antioqueños volumen 5
Medellín - 1984  

Por: Jhon Edwin Trujillo

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