martes, 24 de mayo de 2011

OSCURECER LA OSCURIDAD O GIRASOL


  “No Ser y Ser, saliendo de un fondo  único,  no se diferencian sino por sus nombres. Ese fondo único se llama oscuridad. – Oscurecer esta oscuridad, he aquí la puerta de toda maravilla.”
                                                                             Tao-te-king
    Si alrededor de la luz todo es sombras, no hay mayor oscuridad que al lado de la lámpara misma. Quizá por eso sólo fluctuamos entre penumbras. Es así como al leer -o traer a la memoria- la resonancia de las imágenes poéticas, vamos hacia una segunda noche, allí donde en silencio se forja la poesía.
Miryam Alicia Sendoya (Ibagué, 1950) nos ofrece en GiraSol la fuente de esa sensibilidad. Con sutiles pinceladas, retrata la negrura de los astros (cuando imagina “pléyades” o “saetas al cosmos” o un esmeraldino “sol verde”), imágenes que ensombrecen a los amantes hasta que sucumben en la catástrofe del olvido, el desencuentro, la ausencia.
Las imágenes de la desolación, -acaso el cadáver de la magia-  el abandono, el silencio (que como un grito de angustia se escucha en el fondo del recuerdo) son palpables en estas líneas: “Memoria / Inventarte / a plena luz/ entre el cemento/ de mi cárcel/ y el luto/ de mi memoria.”/ (pág. 55)
Sólo así caemos en la cuenta del vacío  -preludio de las noches-  que corroe el tuétano como un cáncer del tiempo que llegara hasta el alma… toda una gusanera de luces lánguidas y reptantes como el alba herida, coagulada, purulenta, así como la sangre de estos versos: “Hálito de madrugada”: “Penetras/ hálito de madrugada/ Ahora etéreo/ arrullas mi silencio/ (pág. 87)
Asistimos a un breviario amoroso donde se desmitifica la felicidad eterna que sólo se trunca con algún desfallecimiento. Una suerte de “amor constante más allá de la muerte” no es compatible con el erotismo oscuro de este poemario. Estos poemas tienen alma; no son meras formas vacías. Y si como cree el poeta francés Pierre- Jean Jouve “La poesía es un alma inaugurando una forma”, en GiraSol la poeta ha instaurado su expresión impregnada de erotismo.
Asimismo, hallamos un lenguaje depurado, desnudo, conciso, apartado de lo instrumental; navegamos por paisajes tan etéreos como imaginarios, paraísos tan profanos como artificiales, a través de imágenes cósmicas, se desdibujan metáforas oscuras, con lo cual se pretende la reabsorción de las contradicciones  de la realidad aparente; con la oscuridad de un alma lúcida, como cuando leemos estos versos: “Lucidez/ El silencio ilumina la noche/ y acompaña mi soledad/ ruedan los sueños/ develados esclavos/ en la mampara de mi alma/ “ (pág. 41)
En la otra orilla está la total descreencia en el “alma”. Por ejemplo, Henry Miller, en la novela “Trópico de Cáncer”, escribe lo siguiente: “Siempre que oía la palabra “alma” de sus labios, me ponía histérico; en cierto modo me parecía como una moneda falsa, sobre todo porque solía ir acompañada de un gargajo de jugo marrón que le dejaba un hilillo colgando de la comisura de los labios. (…) Su alma era lo que las mujeres intentaban poseer…”.
En ese sentido, el alma no es simple sinónimo de actividad síquica: está encarnada más allá de la dualidad platónica, ideal o metafísica. El alma se confunde con la realidad carnal y ósea en contraposición al mundo de las ideas eternas. Recordemos que en las representaciones del hombre primitivo, ésta era considerada como algo material, ya fuese la sombra, o la sangre, o el aliento…
De allí ese erotismo inherente en los versos de Miryam Alicia Sendoya; erótica un tanto nocturna, báquica y desencantada -digámoslo así-. Esto en cuanto existe el lenguaje corpóreo, del mundo de la sexualidad y los sexos: nexos que confunden la vida y la muerte en una sola sensación. Ir por un cuerpo es ir por un mundo purpúreo como los mares en que se lavaba su desnudez la bella Afrodita, o aquellos que contemplaba la triste Penélope. Así en estas palabras: “Vendimia/ ¡Mira mi cuerpo!/ Vino de buena cosecha/ con amoroso desvelo/ recorremos cada rincón/ que nos queda del deseo/” (pág. 25)
Más allá de reseñar un texto quizá poco comentado (aunque la lectura de Girasol está recomendada por el poeta Nelson Romero Guzmán, a modo de contraportada) deseo compartir mi viaje alrededor de los poemas de Miryam Alicia Sendoya. Firmamento que adquiere un carácter maravilloso, si recuerdo que el libro  fue recogido de los desperdicios por un compañero de la universidad, quizá una “sucia mañana del lunes”… Cosa nada rara, porque la mayor parte de las veces es muy posible hallar pequeñas joyas simbólicas  entre las porquerías concretas y cotidianas.
POR: Víctor Hugo Osorio Céspedes
FICHA DEL LIBRO:
GiraSol, SENDOYA, Miryan Alicia. Editorial Atlas, Ibaguè.

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