El libro fue escrito originalmente en 1996 y tiene a la fecha varias ediciones. William Ospina realiza aquí un intento de ensayo histórico abordando algunas de los interrogantes que a él le parecen centrales en la definición de lo que es ser colombiano: ¿Por qué nuestra pasividad? ¿Quién o quiénes son los responsables de los caminos que ha tomado la historia colombiana? ¿Cuáles pueden ser las soluciones a nuestros conflictos? Para sugerir respuestas repasa momentos de la historia de Colombia: la independencia, la Violencia en Colombia (1945-1965), el Frente Nacional (1965-1974) y el narcotráfico contemporáneo.
El escritor tolimense se inscribe en la tradición de ensayistas colombianos que tal vez merecen estudios críticos en conjunto, que amplíen trabajos como El Mausoleo iluminado: Antología del Ensayo en Colombia realizado por el profesor Oscar Torres Duque. En realidad, salvo esta antología –que sirve como insumo para una historia del ensayo en Colombia-, los asedios teóricos de Fernando Vásquez y uno que otro impulso de investigadores inquietos, el ensayo ha sido uno de los parias de los estudios literarios en Colombia.
Por eso visionar el impacto de un escritor específico, en términos de aporte a la tradición del país, es un tanto complicado. Pensemos inicialmente que, como es habitualmente considerado, el ensayo es una forma de reflexión que implica no sólo la atractiva presentación de los argumentos desde un lenguaje que capture al lector, sino también agudeza en las disquisiciones. No es ni un informe científico plagado de terminología para especialistas, pero tampoco se le puede considerar como el fruto de un acto impulsivo de quien desea opinar, sin un sustento académico, sobre un tema específico. Para la elaboración del ensayo se requiere de un manejo certero de la lengua combinado con la capacidad de interpretar el mundo desde las múltiples lecturas realizadas.
Este es parte del intento de William Ospina en ¿Dónde está la franja amarilla? Con la fuerza en la dicción que lo caracteriza, el autor revela algunas de las virtudes de su prosa, salpicada de su experiencia como poeta: variedad lexical, uso efectivo de las enumeraciones, musicalidad en el fraseo, giros llamativos en los tonos. Es imposible no conmoverse, por ejemplo, con afirmaciones como la siguiente:
"La guerra civil de mediados de siglo, conocida como la Violencia, se configuró como una inmensa guerra religiosa, hecha de fanatismo y de ceguera brutal, y llegó a extremos aberrantes, con la reconocida presencia de la Iglesia como uno de sus principales instigadores" (24)
En términos de escritura, el texto de William Ospina se presenta como una verdadera lección para quienes quieran disfrutar del ensayo. Sin embargo, donde puede haber interrogantes a su propuesta, es en la originalidad de sus lecturas sobre la realidad nacional, porque en ocasiones las marcas de otros estudiosos se perciben dramáticamente.
Por ejemplo, la imagen de la clase alta colombiana como simuladora de refinamiento e intelectualidad (30), cuando en realidad ha sido una aristocracia de campanario, se puede seguir en Rafael Gutiérrez Girardot. La lectura de la Violencia en Colombia (entre 1945 y 1965 según Ospina) como un conflicto entre “liberales pobres y conservadores pobres” se define, en un ejercicio un poco más detallado, en los documentos de Gonzalo Sánchez o Jesús Antonio Bejarano. La explicitación del Frente Nacional como totalmente antidemocrático, tiene diferentes matices en varios de los libros sobre la historia nacional.
¿Cae el escritor del Tolima en el lugar común y repite lo ya dicho desde otras disciplinas? ¿Es obligación del ensayista dar una imagen diferente de la realidad? Las respuestas definirían nuestra percepción de esta obra de William Ospina en la que existe una tercera posibilidad y es la de considerar el texto como parte de un proceso en la consolidación de una propuesta cuyo más reciente eslabón está en Los nuevos centros de la esfera.
Cualquiera sea el camino que tomemos, es importante resaltar la posición ideológica de William Ospina en este libro, en el que plantea una crítica a la clase política nacional y sus maniobras irresponsables y mezquinas que han llevado al país al desbarrancadero. Cómo no estar de acuerdo con afirmaciones como la siguiente:
"Quienes se empeñan todo el día en negar que la responsabilidad de los males sociales le pueda ser imputada a los privilegiados (los únicos que tuvieron en sus manos la posibilidad de humanizar un poco el modelo), siempre están dispuestos a vociferar que la culpa de la pobreza está en los pobres, la culpa de la delincuencia está en los delincuentes y la de los sicarios en las motos que los llevan a cumplir sus crímenes" (61)
Con la responsabilidad propia de un intelectual con conciencia del peso de su voz en la sociedad, Ospina señala algunas de las carencias de nuestro sistema político y el deterioro social, y propone –como lo hace en algunos de sus textos periodísticos- el fortalecimiento de la educación y la formación de seres humanos éticamente responsables. Esa realidad nacional se plantea desde un discurso poético, altamente provocador y envolvente pero acaso esté salpicada por la reiteración, casi sin matices, de lo que otros han dicho.
Tenemos entonces dos preguntas: ¿Dónde está la franja amarilla? (Esa fuerza popular consciente de su destino) ¿Qué aporte plantea este ensayo de William Ospina a la reflexión sobre la historia de Colombia?
Leonardo Monroy Zuluaga
Ficha del libro: Ospina, William. ¿Dónde está la Franja Amarilla? Bogotá: Norma, 1997.
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