jueves, 18 de junio de 2009

EL MENDIGO COMO NÓMADA EN EL CUENTO LA MUERTE EN LA CALLE DE JOSÉ FÉLIX FUENMAYOR


Ser nómada es una condición del individuo contemporáneo. Deambular a la deriva la única posibilidad en este viaje. Somos y estamos fragmentados en el caos, en la urbe; ciudad de mendigos y andariegos es esta, todas las polis y los futuros centros de comercio, de poder y de progreso. Ser mendigo es el precio que deben pagar los otros nómadas, los que piensan, los que actúan como hojas libres al viento recio, sin destino y sin puertos de llegada.

La rutina de un mendigo en la ciudad es la trama que justifica el cuento de Fuenmayor. Es la posibilidad de un destino hostil o de un conformismo crudo, de una ciudad con mil puertas o de una polis con infinitas trampas. El hecho es pensar ciudad, juzgar la urbe, transitar por sus avenidas de silencio y muerte, es llamar sin ser oído o mendigar tan sólo una palabra, un afecto.

Fernando cruz Kronfly en su ensayo “Las ciudades literarias” presenta la categoría de la ciudad como espacio del nuevo nómada, en la que se resaltan algunos problemas recurrentes en la psicología de los habitantes, que inconscientemente se aventuran en monotonías y errancias y se ven sumergidos, muchas veces, en un nomadismo citadino, callejero, nomadismo ocupacional, moral e ideológico-político, como le ocurre siempre al personaje del cuento, pues lo absorbe un nomadismo particular que comprende la suma de todos los posibles, dando como resultado un nomadismo extremo: el existencial.

Si bien el personaje carece de reclamos por su condición social, por su destino, y por la razón de ser de su existencia, aparecen rasgos ideológicos que hacen que sea un nómada de su propia existencia, de su ser. Deambular por las calles, como se observa en el cuento, es una característica propia del nómada de la ciudad, pero divagar entre recuerdos, entre infancias perdidas y realidades vagas sin importar siquiera la condición en la que se esté, aceptando con mediocre religiosidad que todo es voluntad divina, es características de un nómada existencial que acepta ser mendigo porque es su destino: “ yo no puedo quedarme con la gente porque cada una es de otra y yo perdí la mía, entonces, la parte que me queda del mundo son las calles; por las calles es por donde puedo buscar mi propio camino, que es lo que Dios quiere, como me dijo mi tío.”

César Valencia Solanilla en su ensayo “La novela contemporánea en la modernidad” presenta lo que para él caracteriza a las actuales generaciones, y dentro de estas categorías menciona que la soledad y el desarraigo demarcan al individuo contemporáneo, son apéndices indivisibles que acompañan a gran parte de las masas. Al igual que en las generaciones modernas, al personaje del cuento lo circunda un profundo sentimiento de soledad que hace que se desprenda de todo compromiso y pertenencia con la ciudad, incluso, vive desarraigado de los espacios urbanos; prefiere vivir aislado en los arrabales y periferias. Además, posee una marcada quiebra espiritual que lo hace convaleciente, mísero y agotado, sin capacidad de empezar siquiera una actividad laboral, porque no es su destino, sin otra opción de vida que la mendicidad.

Sin embargo, es el peso asfixiante de la ciudad, de los roles, del destino, el que hace que no haya otra alternativa. Las sola idea de un personaje sin nombre es sin duda, un índice de la marcada soledad citadina que quiere exponer y expresar para nosotros Fuenmayor. “si la narrativa sobre la historia cuenta cada día con más seguidores, -dice Luz Mary Giraldo- la de la realidad urbana es más amplia y problemática, y amplía las perspectivas… la ciudad se traduce en la visión de un mundo complejo, asumido como otra forma de vida y pensamiento, un verdadero espacio en el cual “todos los caminos se cruzan”. Su vivencia concentra la individualidad y la multiplicidad en las ideas, las creencias, las costumbres, las condiciones sociales y las culturales, y está representada por personajes problemáticos, solitarios y con frecuencia abúlicos.”
[1]

El cuento presenta, además de las características del personaje, otro elemento que resulta problemático en la narrativa colombiana, teniendo en cuenta una época y estilo literario, y es precisamente el aspecto formal de la narración, que por un lado muestra un narrador en primera persona, haciendo uso del monólogo reflexivo –que también es índice de la profunda soledad del personaje- y por otro lado, elaborando cambios espacio-temporales como un juego que confecciona el tejido ideológico que sobre la misma soledad se puede pensar: individuos solitarios socialmente pero amparados por la fuerte creencia en la compañía divina, elementos que componen a la mayoría de los habitantes de Latinoamérica.

Si bien las temáticas corresponden a problemas de la ciudad contemporánea, el personaje encarna el problema postmoderno de la existencia y la representación individual. Este aspecto dista de otros escritores como Caicedo, que también propone una ciudad lúgubre y disonante, el albedrío libre de Valverde y las altas esferas de Tomás González, porque en Fuenmayor estas formas se omiten voluntariamente para que se justifique el desarraigo del mendigo, que vive apedreado y lleno de la mierda que produce la ciudad del desencanto.

Quizá lo único que acompaña a este hombre son los perros, fieles en su abandono, por eso el cuento los presenta desde el inicio hasta el final. Los perros y Dios, poruqe el mendigo siente que los unos son afecto y el otro guía.

La figura del creador como absoluto regidor de su destino hace que éste hombre no haga nada para buscar un cambio en su existencia; sólo se limita a aceptar la voluntad divina en un estado de religiosidad absurda, de conformismo y agonía en el que la calle es el sendero de la huida y la esperanza: “La manera como Dios lo conduce a uno, yo la conocí: es con riendas. Lo mejor es no rabiarse y dejar uno que le apriete bien justo el freno pues así va uno más seguro porque siente los tironcitos, por pequeños que sean, que Dios le dé. Por eso yo sentí el que me dio un día que yo me iba a ser hombre de pala para coger arena; y en seguida dejé la pala. Otros me han dado y también los he sentido. Pero cuando voy por la calle, caminando, me deja suelto porque es ése mi camino y ahí no necesito tironcitos y entonces parece que ni freno llevo puesto”

Este cuento muestra que aunque existe el nomadismo voluntario del mendigo, todos los habitantes de la urbe viven cada uno, a su modo, la misma errancia; es el no estar quieto, el hacer aquí y allá sin procurar pensar en lo hecho, en el instante en el que la causa provoca el futuro efecto; y el personaje lo sabe, y muestra a su forma de ver que todos viven lo mismo que a él le sucede, porque: “ tampoco les doy tiempo ni lugar para que me pongan ningún apodo que se me quede pegado, porque nunca me ven achantado ni dando vueltas por esos sitios que hay donde se amontona gente, que unos viene y van y se ve que están como en ocupaciones y diligencias; y otros parece que algún viento los hubiera tirado allí para nada o que creo que están esperando que el mismo viento que allí los echó les leve algo, y no saben qué.”

Si es cierto que es como un viento raro, que congela los propósitos y no permite siquiera sacudirse del helaje muerto que circunda las avenidas y las calles, y todos los senderos en que ando desprevenido y taciturno, porque como nómada comprendo el destino de los nómadas: la errancia, pero esta errancia mía es dirigida por una suerte de destino desligado del pensar divino; es este un sin camino hacia la comprensión del hombre mismo, de mi mismo, reconociendo que soy nómada porque es la circunstancia de este siglo, es el mal que me acompaña cuando leo, cuando advierto otros espacios y otros tiempos, y desvarío en el anhelo de transitarlos ávido de encuentros no terrenos. Soy nómada solitario y vagabundo, pero ante todo, se que “a mi me ven pasar, como mudo, y la gente pensará que a mi no me gusta hablar; pero no es así, es lo contrario, porque yo estoy siempre hablando, hablando conmigo mismo.”

OMAR ALEJANDRO GONZALEZ.

Ficha del Texto: Fuenmayor, José Félix. "Muerte en la calle". En Giraldo, Luz Mary. Cuentos y relatos de la literatura colombiana. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2005.

[1] Giraldo, Luz Mery: fin del siglo XX: por un nuevo lenguaje. En AAVV, literatura y cultura colombiana del siglo XX. Bogotá, pro cultura. 2000.

1 comentario:

  1. Que buenos artículos...

    ...y cambiando un poco el tema.
    ¿Cuando es que me van a llamar?, para quizás solo tratar de enredarlos o en el mejor de los casos entregar luces para la regulación de su blogger.

    att: michael pérez

    recomendaciones-http://revistakinismo.blogspot.com/

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