martes, 5 de julio de 2011

CIEN AÑOS DE SOLEDAD


Siempre he tenido el prejuicio de hablar sobre “Cien Años de Soledad”, porque creo que hacerle comentarios a una excelente fantasía sería una blasfemia literaria. Pero si logro apartar prejuicios, tendré un pretexto para equivocarme.
Ganador del premio Nobel en 1982, García Márquez logró algo fascinante no sólo por su estilo circular y maravilloso, sino porque ganó múltiples lectores en Colombia. No obstante, ese crecimiento literario que tuvo, también ocultó a otros grandes escritores como Germán Espinosa, que con su erudición rompió esquemas en nuestro país.
La novela y su encanto de atrapar al lector juegan una sinfonía circular en todo su relato. Las profecías de Melquiades, los mitos que se ven revelados en la novela, son esenciales para proyectarnos con ella, además que su lenguaje es fresco, no cansa al lector. A través de ella se escucha una profecía que me causa impresión: “Dentro de poco el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa”. Estas palabras nos recuerdan, en nuestra época, el uso del internet. ¿No es cierto que nos enteramos de cosas en el mundo cuando entramos a la red?
Las historias circulares que se enmarcan en Cien Años de Soledad, están vistas no sólo como la repetición de los actos de los Buendía, sino también en la metáfora de los pescaditos de oro, que nunca lograron sacar al militar de su soledad. Al contrario, intentaron someterlo, pero siempre hay algo que nos reconcilia con el mundo: la familia. Esta influencia familiar se ve reflejada, por ejemplo, en la novela Hombres de Maíz de Miguel Ángel  Asturias, donde las generaciones están condenadas a repetir la historia desde diferentes estados. Las repeticiones de historias en un universo tan vasto en la novela, se dan en diferentes períodos.
La guerra política entre liberales y conservadores se hace evidente en los déspotas de una historia y las muertes que en ella se generan. Como seres políticos, según Aristóteles, no podemos apartarnos de ello, y García Márquez no lo hizo. Mostró la guerra política con tanta belleza y violentamente real que sería necesario involucrarnos directamente con ella para comprender nuestro mundo de dictaduras.
Otra manifestación cultural que pude evidenciar en la novela se concentra en la vida de Remedios, La Bella. Sin escrúpulos, ella se paseaba en toda la casa desnuda sin saber que su belleza corporal, espiritual y discursiva, enloquecía a cualquier hombre que la viera. Esta belleza, se viene a dar después de mucho tiempo en 1970, cuando la revolución sexual, se impuso como algo que no deberíamos avergonzarnos sino como el origen del cuerpo como manifestación de arte.
Es de recordar, que cuando Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, las hojas que estaban cubriendo su sexo eran de vergüenza con su creador. En nuestra época, la vergüenza debe ser no mostrar nuestro recelo, sino entenderlo como una forma en el descubrimiento de la obra humana.
Por otra parte, la muerte en Cien años, es tan necesaria como en Las intermitencias de la muerte de José Saramago: es un no  olvido trascendental, repetitivo. Para dialogar con los griegos, esta Némesis aparece como la necesidad de estar presente en todas la generaciones, en todas las luchas con su propio ser. Una actitud, un carácter, una forma de pensar, la muerte misma, está repetida innumerables veces para explicar actos psicológicos y biológicos.
Muchas lecturas se pueden hacer con esta novela, como la que los críticos reconocen: la inclusión de cuentos dentro de la obra, que García Márquez ya había publicado hacia la fecha. No quiero debatir sobre este tema (si un grito de un muerto es igual al de Crónica de una Muerte Anunciada, o si los pájaros muertos son iguales a los de un cuento donde un ángel llega a “Macondo”, pero este ángel es viejo) sólo diré que ese es su estilo.  Un escritor que incluyó sus relatos como una forma de no olvidar la escritura, ya que en los cuentos él crea otro mundo a través de las imágenes y metáforas mencionadas, imágenes y metáforas que reaparecen en la obra novelística.
Para finalizar, me encanta una parte donde dice que el coronel Aureliano Buendía peleó treinta dos batallas, y todas las perdió, ¿no estaríamos hablando de otro Quijote, quien quería liberarse de esa preocupación llamada existencia, pero que al contrario de Cervantes, se refería a la lucha interminable que se presenta desde una persona totalmente política, preocupada desde su mundo histórico, educativo y religioso?.
LUIS FERNANDO ABELLO
FICHA DEL LIBRO: Cien años de soledad, Editorial Oveja Negra, 1983. Bogotá, Colombia.

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