De modo progresivo, el presente literario nos muestra algunas propuestas en narrativa testimonial colombiana, las cuales empiezan a posicionarse en las esferas académicas gracias a la fuerza con que se instauran ante el lector. Aun a riesgo de ser catalogadas como best seller y perder de esta manera cierta trascendencia, los escritores serios van más allá en tanto exploran realidades que muy difícilmente pueden hacerlo relatos insipientes, documentales mórbidos o prudentes reportajes audiovisuales que no ayudan a entender las diversas manifestaciones conflictivas de nuestra sociedad.
No se trata sólo de retomar los viejos conflictos o hechos históricos que marcaron a una nación. Para ello, basta revisar un poco lo existente a fin de proporcionar un vasto panorama. La idea principal es explorar las nuevas situaciones que se establecen en el terreno poco ahondado –la ciudad es un ejemplo claro– y desde allí, posicionar a las víctimas arreciadas por las desigualdades socio - económicas y las derivaciones bélicas entre grupos legales e ilegales.
Ante tal reto, deseo poner en evidencia la arriesgada labor de Rubén Darío Zapata por adentrarse en los terrenos literarios testimoniales. Su obra, La resignada paz de las astromelias, es una propuesta interesante que desea explorar las cruentas dinámicas y vicisitudes de las comunas en Medellín. Es una novela construida a partir de una serie de relatos que tratan de vincular personajes entre sí, todos familiarizados con el peligro y la cercana muerte. Es un lento recorrido por algunos sectores marginales de la capital de Antioquia, donde el lector deduce las dinámicas propias de este espacio urbano marginal.
En esta ocasión, y con el ánimo de abordar de una manera fluida las variadas historias que articulan esta propuesta literaria, presentaré las tres primeras secciones de la obra (introducción – Capitulo I y II)
Historia de ángeles: entre La primera derrota y El milagro de los fierros.
Estos capítulos, configuran la fundación de los espacios urbanos en donde se desarrolla gran parte de la trama. Además, cuenta el desarrollo – o subdesarrollo, más bien– social y económico del las comunas. De hecho, “Historia de ángeles” refiere a la creación de un mísero barrio llamado El Morro en honor a su deplorable ubicación geográfica. Los gestores de este nuevo espacio de invasión, son una familia numerosa; sobresale Ofelia, narradora - personaje, quien empieza a narrar las vicisitudes de su llegada allí y de la formación de lo que sería su hogar. Asimismo, enumera algunos aspectos del crecimiento de este suburbio.
“Y poco a poco El Morro se fue llenando de ranchitos miserables: de madera, de barro y hasta de cartón. Algunos cargando por detrás un barranco y otros volando sobre una falda” (pág. 17)
Con una vida atormentada por su cónyuge, esta mujer empieza a dar cuenta de hechos sobrecogedores, como por ejemplo, las múltiples penurias económicas para sacar adelante a sus hijos. Por esta misma senda, después de un tiempo prudente, llega la verdadera y conflictiva vida en las comunas. “En La primera derrota” –primer capítulo– ese fenómeno empieza a configurarse dentro de un panorama desolador en el seno de la juventud. Una juventud sin oportunidades, con penurias individuales y colectivas, la cual se deja llevar por la delincuencia.
A este flagelo se suma uno nuevo: La conformación de Los Montunos, una banda de limpieza social. Su accionar está determinado por el exterminio sistemático a todo aquel joven de dudosa reputación.
“Son unos tipos, Los Montunos, que no hace mucho llegaron al barrio, pero que ya venían resentidos con toda la juventud. Y no podemos quedarnos de manos cruzadas viendo como matan a los muchachos
–Dígame cómo es –dije–. Usted sabe que conmigo puede contar para lo que sea” (pág. 31)
Y como es común en estos casos de represión, tuvo que llegar una respuesta para Los Montunos: las pandillas. Con el tiempo se irá diluyendo todo ese ideal de autodefensa, en tanto dichos grupúsculos empiezan a inmiscuirse en actos delictivos. Con este tipo de acontecimientos, el lector podrá hacerse una idea de la difícil situación que se vive en “la ciudad de la eterna primavera”, donde la ley de la violencia resulta ser acatada por sus diferentes actores. Duras jornadas se esconden en el diario vivir de los personajes. Chiqui, por ejemplo, ve caer a muchos de sus compañeros, la mayoría de estos asesinados sistemáticamente.
No basta mencionar los apartes mismos de los relatos. El autor quiere que vayamos más allá, y por eso plantea, en el siguiente capítulo el tema de las armas y el supuesto poder que despierta quien las posee; es en “El milagro de los fierros”, donde describe algunas escenas claves que permiten entender la dinámica de los recién entrados a este mundo a partir de la obtención de un arma de fuego, “fierro”, “trueno” o “tote”.
Con estos aspectos mencionados, resulta valido empezar a explorar nosotros mismos las dinámicas citadinas, juveniles y sociales de nuestras ciudades, para entender un poco el momento tan conflictivo que nos ahoga. La literatura, en cabeza de esta novela, propone algunos visos de lo que en realidad podemos encontrarnos allí afuera. Una lectura crítica, bien sea a la calle o a las páginas de algún libro, permitirá reencontrarnos con el verdadero sentido del testimonio y la verdad en un esfuerzo de explorar el presente colombiano.
Juan Carrillo Aranzalez
juanelicarez@hotmail.com
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Saludos.
ResponderEliminarActualmente las narraciones testimoniales estan desplazando con mucha facilidad a los verdaderos escritores en cuanto a volumen de ventas se refiere, claro ejemplo es Ingri Betancur y el resto de secuestrados, el mismo Richy Martin y tantos otros. El público consume mucho este tipo de literatura.
Abrazos.
Tiene razón, Antony. La falta de rigor investigativo y artístico, junto con lo sensacionalista que resultan ciertos contenidos, han desplazado las verdaderas historias.
ResponderEliminarSaludos.