lunes, 5 de diciembre de 2011

LA CALLE DEL CAPITÁN DE ELMER J. HERNÁNDEZ

“La nostalgia del paraíso es el deseo del hombre de no ser hombre”.
Milán Kundera
El mundo, desde su esfera circundante, nos muestra distintas posibilidades para construir un ideal de vida. Sin embargo, en la mayoría de los casos terminamos desorientados  y en vez de construir  nos moldeamos como simples figuras de la tradición. Por tal motivo, se crea en nuestras vidas una atmósfera de  inconformidad que genera conflictos existenciales llevándonos a cuestionar nuestro lugar en el mundo.

Es así como surgen dos posibilidades: seguir el camino que nos trazaron, decorado con una modesta tristeza que se encarga de ser nuestra guía, o  dirigirnos ciegamente por lo que nos hace felices y nos da el placer, así esto nos cueste la exclusión pertinaz del sistema.  Pero independiente de la decisión que tomemos, también existe la posibilidad de que ambos caminos se crucen y, por un momento fugaz nos cueste distinguir si es sueño o realidad.

En ese sentido, el cuento del escritor tolimense Elmer J. Hernández,  “La calle del capitán”, muestra una situación en la que su personaje principal, “Anselmo”, se pierde por un instante en un mundo ideal que es una simple calle cercada de personas y cotidianidad. Sin embargo, todo lo deseado, soñado y buscado por Anselmo, se encuentra allí, aunque su paranoia y desconfianza finalmente lo lleven a escapar de esa calle a la que nunca más puede volver, generando en él una nostalgia incesante.

Ante esta situación se ve demostrada la complejidad del humano, y esto se da no porque este sea complejo por naturaleza, sino porque el sistema se encarga de imponernos un “deber ser”, que en la mayoría de los casos va ligado con la productividad. Por lo tanto si no produces ganancias no eres útil a la sociedad. Y este sentimiento invade regularmente a Anselmo, el personaje principal del cuento, por eso trabajaba a hurtadillas de la ley:

Anselmo descubrió que poseía una amplia imaginación y una sorprendente capacidad para urdir cierto tipo de acciones. Ante el despliegue de su ingenio Grette y Lalo lo miraban y le sonreían con sincera admiración. Así, pues, y aunque ahora no recordaba las circunstancias precisas, pero sí la sombra de Grette y de Lalo al lado de su sombra, se encontró enrolado en una banda de ladrones (…) (pág. 18)

Anselmo, como muchos, era un soñador y anhelaba vivir en su pueblo como un triunfador, y a pesar de que con su oficio de ladrón ganaba dinero, no lograba impresionar a su familia: nadie se entusiasmó con el fajo de billetes que puso en el comedor a la mañana siguiente (pág. 20). Por lo tanto, los sueños de Anselmo se vieron frustrados y ya no tenía sentido estar en su pueblo: con amargura, Anselmo comprendió su deseo de distanciarse por siempre de ese pueblo (pág.20).

De esta manera, Anselmo caminó sin rumbo ni horizonte, y como todo hombre furtivo vivía con el temor de ser aprehendido, por eso cuando llegó a “La calle del capitán” por causas del destino, él mismo fue quien se encargó de salir de allí, aunque en el fondo su deseo fuese quedarse por siempre: Anselmo salió de la calle desierta y como no quería tropezarse con nadie y menos con el viejo capitán aligeró el paso. ¿Quién era él para merecer la vida en ese lugar? Se preguntó varias veces y luego echó una ojeada atrás. (Pág. 42).

Allí queda demostrada la indecisión que somete a Anselmo a renunciar a una vida de tranquilidad, pero ante todo, a una felicidad acompañada de una hermosa mujer, un amigo sabio e influyente como el capitán y toda la comunidad de gente que rodeaba la calle. Es decir, renunciar a un paraíso que como un sueño fugaz lo abrazó, pero ligeramente lo soltó, dejándolo desamparado en el mundo hostil de donde vino y que tanto aborrecía.

Así, el cuento  muestra cómo desechamos o no sabemos distinguir cuando se nos presenta una oportunidad de cambio y en ese devenir dejamos escapar la felicidad tan anhelada. Finalmente no sé con claridad cuáles eran las verdaderas intenciones de Anselmo,si en realidad su objetivo era salir de esa calle, porque no se sentía capaz de vivir en plena tranquilidad o su paranoia de ser capturado y perder lo más preciado, su libertad o quizás las dos. Pero lo que sí pude descifrar es que la nostalgia que lo invadió al no poder encontrar nunca más La calle fue inmensa e inmutable.

En ese sentido, resta decir  que más que un paraíso efímero, “la calle del capitán” es una grieta que tal vez todos en algún momento encontramos en la pared de lo cotidiano y lo monótono, pero, como Anselmo, dejamos escapar, ya sea por paranoia, ignorancia o simplemente porque así lo deseamos, pues qué sería del hombre sin los declives que se presentan en la vida. Supongo que no seriamos humanos, sino unos entes dados a la felicidad y la tranquilidad.

Paul Riaño Segura
CALLE DEL CAPITÁN.
Autor: Elmer J Hernández E.
Primera edición 2008-01-29 Ibagué Tolima Colombia.
Edición germinemos editores. ISBN 978-958-98528-0-4.
Impreso por EDITORIAL ATLAS impresores

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho el el cuento. El capitán es un personaje que muestra a cada uno un mar de mundos posibles. Un mundo que sólo cada uno conforma y forma en su día a día. Excelnte

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