Son varias las novelas en
las que la protagonista, por cosas del destino, resulta metida de puta, y a
partir de allí se cuentan las mil y una desgracias que la han hecho romperse la
cara contra la vida. Son pocas, sin embargo, las que muestran que la decisión
de ser prostituta deviene de una profunda reflexión y una seria inclinación
hedonista.
De
putas y Virtuosas es una novela en la que Óscar Collazos nos
presenta a Amalia, una prostituta joven que aún posee la destreza suficiente
para ser el centro de atracción del pequeño burdel del pueblo porteño en el que
vive, pero que al tiempo resulta ser la más devota y respetuosa católica. Así
como un sicario se encomienda al santo de su predilección antes de cometer el
crimen, se sabe que es un cliché el
hecho de que la prostituta se encomiende a la “virgencita” o a la “magdalena” antes de iniciar sus
cortejos fornicarios.
Pues bien, Collazos no sitúa
a su protagonista en una u otra de las posibilidades, pues Amalia no es la
santa empedernida, ni la hedonista
consagrada; es una mezcla entre ambas, sólo que para la trama de la novela,
debe asumir las posturas de la fe, porque en medio de todo cree en dios y da
lugar al respeto especial que este se merece en la semana santa.
Entonces, la novela
transcurre en la celebración de la semana mayor en la que mientras el burdel
continúa abierto a los marineros que llegan ansiosos a puerto, Amalia permanece
encerrada en su habitación (que queda en el mismo prostíbulo) lacerando su
conciencia por el pecado criminal de las otras mujeres, que no dando espacio
para la reflexión y el arrepentimiento, continúan con su vida licenciosa y poco
cristiana. Este hecho genera un ambiente de tensión que hace que las otras
mujeres se ensañen contra Amalia y cuestionen su vocación de ser puta. Incluso,
en una discusión que sostiene con la matrona del burdel acerca de la condición
blasfema de abrir en plena celebración católica, la proxeneta responde con
certero cinismo que:
“Claro
que somos creyentes – se excusó la matrona cuando alguna temerosa se atrevió a
formular objeciones-. Lo que pasa es que sigo siendo humanitaria- concluyó,
conteniendo la risa.”
Este tipo de discusiones se
presentan reiteradamente en el imaginario
literario, puesto que se sabe que en la antigüedad a la prostituta se le
adjudican tanto poderes heréticos como virtudes amatorias, así que la imagen de
la prostituta posee atributos duales que configuran la entera necesidad de la
existencia de la profesión. De la misma manera
como en el carnaval la prostituta podía asumir la posición de monja,
así, la puta puede ser entera devota de Cristo sin por eso dejar de ejercer su
oficio, y Collazos recurre a este imaginario para presentarnos una Amalia que
dedica la semana santa no a la adoración completa de Cristo, sino a la
meditación y reflexión de lo que ha sido su vida, sus actos que la conducen a
su vida de amante fugaz, de madre que no puede tener a su hija cerca y de
esposa frustrada por los hilos de la vagabundería.
Entonces,
la onda meditación de Amalia se ve interrumpida por el ajetreo propio del
lugar, en el que constantemente se escuchan los gemidos de placer emitidos por
una verga de marino que ansiosa estalla repentina contra las nalgas de la
obscena, para que Amalia tenga que salir
a reprender los espíritus lujuriosos que se burlan de la semana mayor, ante lo
que las otras prostitutas responderán a coro:
“Si
es Jueves Santo, peca pero no tanto –decía la copla que, a modo de
compensación, repetían las ociosas- y si es Viernes de Crucifixión, hágase con devoción-
seguían versificando.”
De
alguna manera estos comportamientos son propios
de la naturaleza de las mujeres entregadas a la prostitución, pues en
medio de su labor se acercan a la
historia misma de la humanidad, que ve en ellas una suerte de receptáculo de
placer y al tiempo, un confesionario ante el que puede desahogar lo más oscuro
de su vida. Quizá por ello, no afecta sus impulsos sexuales la moralidad
colectiva, pues antes bien, en medio de las festividades son las únicas que
puede ser tal y como son, sin las máscaras o el teatro de quienes hacen la
representación de la cena, o la crucifixión.
En este
sentido, Óscar Collazos nos presenta a unas mujeres de calle que en medio de la
celebración salen a cazar hombres para burlarse del ritual y obligarlos a ceder
ante el pecado por medio del placer y la fugacidad, sin embargo, el pueblo
entero es la representación del
paganismo, porque de la nada:
“empezaban
a salir mujeres preñadas con hijos a cuestas, muchachos con provisiones de comida para la función, acostumbrados como
estaban a convertir los ritos más sagrados en fiestas desmedidas (…) salían monaguillos
nerviosos, vendedores de pescado, funcionarios soñolientos, parranderos
enguayabados, paralíticos sobre los hombros de sus hijos, que para divertir a
los ancianos cabalgaban por la calles, todos se instalaban esperando que un estridente
toque de trompeta anunciase el comienzo del espectáculo.”
Entre tanto, Amalia busca la
manera de reconciliarse con su pasado, con su esposo Joaquín, pero es tarde y
de a poco la gana el hecho real de ser
solo una vagabunda, una errante mujer de paso, una confidente y amargada mujer
de 30 años que ha perdido por completo el cariño de su hija, que apenas si la
recuerda como a una Tía lejana que de vez en cuando los visita.
La novela da un giro inesperado
cerca de su final, y nos presenta a una Amalia completamente reconciliada con
su labor, pero al tiempo, una Amalia llena de bondad y amor, de respeto por lo
divino y de pasión por lo humano, una mezcla dicotómica que demuestra que en la
prostituta existe la doble condición
amalgamada al peso de ser humano, porque nos expone a una Amalia
que imagina la venganza contra una de las prostitutas que se burla de ella y la
atormenta:
“En
ese instante, cuando su imaginación se complacía en la crueldad, supo que en
adelante todo sería posible en su vida: la santidad y el crimen, el vicio y la
virtud, todo cuanto en pocos años no había sido más que necia tolerancia. El
rostro sangrante que pasaba por su imaginación, cumpliendo la venganza exigida,
también era la suma de rostros que alguna vez, en un ligero inventario, había
soñado como formas desagradables y repugnantes…”
La novela de Collazos reúne
esta doble condición moral de Amalia, y ofrece una mirada, que si bien ya ha
sido múltiples veces trabajada, se hace valiosa en el sentido de la forma
estética con que se mira. Amalia Virtuosa, Amalia Puta, Amalia Viciosa, Amalia.
OMAR GONZÁLEZ.
Ficha
de libro:
Collazos,
Óscar.De putas y virtuosas. Caza de
libros. 2008.
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